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Authors: Andy McDermott

Tags: #Intriga, #Histórico

En busca de la Atlántida (43 page)

Los generadores dejaron de funcionar en cuanto el compartimiento de popa se inundó, pero las luces de emergencia no se apagaron ya que entraron en funcionamiento automáticamente unas unidades generadores. Dejando una estela de burbujas tras de sí, el barco de reconocimiento inició su rápido descenso hacia el lecho marino.

Hacia la Atlántida.

Qobras se volvió y miró al capitán.

—Llévenos a puerto. A toda máquina.

—Sí, señor. —El capitán transmitió las órdenes a la tripulación del puente de mando. Sin que nadie le hiciera caso, Nina se llevó una mano a la boca para intentar contener los sollozos.

En vano.

Chase aceleró al máximo los propulsores; tan solo le quedaba tiempo para alejarse de la estatua y sumergirse en el agua.

Cinco segundos, cuatro, tres…

Vio un destello de luz bajo él, ¡Kari!, y viró hacia ella…

Los explosivos estallaron.

Capítulo 22

La cabeza de la estatua de Poseidón, que había resistido el hundimiento de la Atlántida y había velado por el templo durante once mil años, estalló en pedazos. El techo de marfil se desintegró, y los fragmentos afilados cayeron en la sala inundada.

Pero el bloque de piedra situado sobre las cargas recibió toda la fuerza de la explosión.

Bajo la inmensa presión del agua, el bloque apenas se alzó más de treinta centímetros.

Pero bastó.

Tras una paciente espera de cientos de siglos, el Atlántico por fin halló una forma de invadir el más antiguo tesoro. La gélida agua se coló por el agujero, y embistió con una fuerza colosal las antiguas rocas del interior. Cuando por fin cedió la cubierta, se abrió un boquete de seis metros. Miles de toneladas de agua arrasaron lo que quedaba de la estatua de Poseidón y la convirtieron en un montón de escombros dorados.

El impacto provocó una ola brutal en el agua que ya inundaba parte del templo. Las estatuas salieron despedidas como juguetes.

Chase se sentía como si lo hubiera atropellado un camión. Había perdido la linterna, que había desaparecido engullida por el remolino. Se golpeó violentamente contra una pared. No podía moverse, estaba clavado como una mariposa a una tabla por la espantosa fuerza del agua.

Entonces el ruido se desvaneció. Al igual que la presión que lo empujaba contra la pared, la fuerza del agua fue disminuyendo. Sintió una punzada de dolor en la muñeca izquierda. Recordaba vagamente haberse golpeado el brazo contra la pared, pero hasta ahora no empezaba a procesar las sensaciones.

Las luces del traje aún funcionaban, pero no iban a servirle de nada durante un buen rato. La brutal fuerza de la inundación había levantado los sedimentos que se habían acumulado en el suelo del templo durante siglos, y habían convertido el agua en una sustancia opaca e impenetrable.

Sin embargo, ahora que el templo estaba inundado por completo, había parado de entrar agua. Lo que significaba que podría salir por el agujero del techo…

¡Kari!

Era imposible que se hubiera preparado para la inimaginable arremetida del océano. Debía de haberse hecho tanto daño como él.

Intentó llamarla por radio.

—¡Kari! Kari, ¿me oye? ¿Está ahí? ¡Kari!

No hubo respuesta.

Quizá estaba fuera del alcance de la radio, o herida, incluso muerta.

Descendió al suelo y nadó hacia delante, a pesar de lo mucho que le dolía el brazo izquierdo. Habría ido más rápido si hubiera usado los propulsores, pero no quería arriesgarse a chocar con algo debido a la nula visibilidad.

Sentía bajo los pies el manto de restos de las estatuas rotas y las piedras. Era como el escenario posterior a un bombardeo.

De repente vio un atisbo de luz más adelante. Las distancias resultaban engañosas en un agua tan turbia; le pareció que estaba a unos doce o quince metros, pero en las condiciones en las que estaba todo, probablemente se encontraba a medio metro.

—¡Kari! —dijo cuando las luces empezaron a tomar forma. Kran los focos de su traje; o el foco, más bien, ya que uno no funcionaba.

Por lo que veía, Kari también podía estar muerta, ya que yacía inmóvil en el suelo.

La levantó. Los cascos de ambos chocaron cuando intentó verle la cara en la oscuridad. Tenía los ojos cerrados y no sabía si respiraba. El traje era un sistema cerrado, por lo que no podía expeler burbujas que le permitieran saber si seguía con vida.

—¡Kari!

Parpadeó.

—¡Oh, gracias a Dios! —dijo Chase—. Vamos, Kari, despiértese. Tenemos que salir de aquí.

Kari abrió los ojos y lo miró, aturdida.

—¿Eddie? ¿Qué ha pasado?

—¿Quiere la versión reducida? ¡Bang! ¡Splash! Agujero. ¿Está bien?

Hizo una mueca de dolor.

—Me duele la pierna…

—El templo podría derrumbarse. Tenemos que salir de aquí. Si ascendemos en vertical podemos seguir el techo hasta llegar al agujero.

—¿Ha funcionado?

—Oh, sí. Ha funcionado. —La cogió de la mano—. Use los propulsores y diríjase hacia arriba. —Agarró el mando de control de sus propulsores—. A la de tres. ¿Lista? —Kari asintió y él hizo la cuenta atrás…

Ella salió disparada hacia arriba. Chase no se movió.

—¡Eh, eh, alto! —gritó y dio un salto para agarrarla. Kari apagó los propulsores.

—¿Qué pasa?

Chase giró la rueda adelante y hacia atrás con el pulgar. No ocurrió nada.

—Houston, tenemos un problema. Mis propulsores no funcionan.

—¿Se le ha dañado el traje?

—Bueno, sí, más o menos. He empezado a darme cuenta cuando he dicho que no funcionaba.

Kari le dio un puñetazo en el pecho.

—¡Lo digo en serio! Estos trajes son muy resistentes. Si ha recibido un golpe tan fuerte que uno de los sistemas se ha estropeado, quizá no sea el único. ¿Funciona el suministro de aire?

—Me parece que sí, pero… —Se calló—. Un instante. O me lie meado… o hay una fuga. —Se movió, incómodo. Sintió algo frío y húmedo en los muslos, en el interior del traje—. ¡Mierda! Está entrando agua.

Como si lo hubiera hecho adrede, una pequeña burbuja de aire apareció entre ambos y rozó el cristal del casco de Chase antes de seguir ascendiendo.

—Agárrese a mí y, pase lo que pase, no me suelte —le ordeno Kari.

Chase se agarró al cinturón de Kari, una de las pocas opciones que tenía, ya que el agua le había arrancado gran parte del equipo. Ella puso los propulsores en marcha, que gruñeron al tener que cargar con más peso de lo habitual.

—Frene —le advirtió Chase cuando se acercaban al techo—. No querrá que choquemos, ¿verdad?

—Y usted no querrá ahogarse, ¿verdad? —Pero aminoró la marcha y levantó la mano libre por encima de la cabeza hasta que tocó algo sólido—. Ya estamos. Aún queda una bolsa de aire, lo noto. —Siguió avanzando hasta que chocó con el casco en el techo de marfil. Quedaba el espacio justo para asomar los ojos sobre el agua.

Para su sorpresa, aún había luz. Las barras de luz no se habían apagado y flotaban en la superficie.

—¿Qué ve? —preguntó Chase.

—El techo está combado, por eso todavía hay aire. —Se volvió en el agua—. Veo una de las paredes del fondo.

—Es la pared sur, donde estábamos. Tenemos que ir en el otro sentido.

—Vale. —Descendió unos cuantos metros, junto con Chase, y luego se inclinó hacia delante para seguir avanzando a lo largo del techo con la ayuda de los propulsores. El suave brillo naranja de las barras de luz le permitió orientarse en aquella sección del Icilio combado.

—Cuidado, las piedras podrían estar sueltas —le advirtió Chase.

—Sí, es lo que pasa cuando se usan explosivos tan potentes. —Palpó el techo con más cuidado cuando se dio cuenta de que la explosión había hecho añicos el marfil. En su lugar había una especie de estalactitas muy afiladas.

De repente, cuando no lo esperaba, sintió una débil corriente más adelante. Las partículas en suspensión empezaron a disminuir y el agua se volvió más clara.

—¡Eddie! ¡Creo que lo he encontrado!

—¡Genial! Vaya con cuid…

Se oyó un crujido, como el ruido que hace un hueso al fracturarse; uno de los enormes bloques de piedra sucumbió a la gravedad, cayó y se llevó varios trozos de marfil por delante. Chocó contra la parte posterior del traje de Kari y la tiró a un lado.

Chase la agarró del brazo y la ayudó a recuperar la verticalidad.

—¡Mierda! ¿Está bien? —Le echó un vistazo a su traje. La parte superior del armazón, donde se encontraban los tanques de aire y el sistema de reciclaje del aire, se había aplanado, resquebrajado como una cáscara de huevo.

—Su traje se ha jodido, ¿aún puede respirar?

Kari tomó aire con cara de preocupación.

—Algo va mal. Aún hay aire pero me cuesta respirar. ¡Creo que el regulador se ha dañado!

Chase la cogió de la mano para calmarla.

—Kari, mantenga la calma. Ya casi hemos salido del templo. En cuanto estemos fuera, podemos encontrar a Hugo y regresar a la superficie. Quince minutos, es lo que tardaremos. No malgaste el aire y respire lentamente. ¿De acuerdo?

—De acuerdo. —Asintió. La expresión de su rostro delataba su inquietud. Kari usó los propulsores para salir del templo y arrastrar a Chase con ella. El agua se volvió más clara rápidamente. Chase miró alrededor en busca de alguna luz. Vio algunas casi de inmediato, pero no le resultaban familiares.

—Otro sumergible —dijo Kari, mientras observaba los restos. A pesar de que el compartimiento para la tripulación había implosionado, el de las baterías aún estaba intacto y seguía suministrando energía, inútilmente, a los focos—. Qobras.

—Hugo tiene que estar por aquí. —Chase se alejó del agujero—. ¿Hugo? ¿Me recibes? Estamos fuera del templo, repito, liemos salido. ¿Me oyes?

Silencio, luego:

—¡Edward! —La voz era débil y había muchas interferencias, pero era la del belga, sin duda alguna—. ¡Te oigo! ¿Dónde estáis?

—En el extremo norte del templo. ¿Y tú?

—¡Estoy descendiendo desde el sudoeste! ¿Me ves? —Chase alzó la vista. Vio las luces del traje de Castille—. ¿Estáis bien?

—El traje de Kari está dañado, y el mío también está jodido. Tengo una fuga y no me funcionan los propulsores. Tenemos que llegar a la superficie, y rápido.

Castille iluminó el traje de su amigo con la linterna.

—Por ahí entra el agua —dijo, señalando la cintura. Chase entendió lo que había sucedido. Cuando utilizó el cuchillo para cortar el cinturón, rasgó el armazón de policarbonato. Mientras observaba el corte, vio otra diminuta burbuja de aire, que salió disparada hacia arriba.

—¿Tienes algo que podamos usar a modo de parche?

Castille negó con la cabeza.

—Escucha, Edward, ha pasado algo en la superficie. He oído…

Clank.

—¿Qué demonios ha sido eso? —preguntó Chase. El inesperado ruido sonó como si algo metálico hubiera chocado contra una roca. Se dio la vuelta y vio el destello de un objeto que había caido cerca de ellos. Se aproximó a examinarlo. Una llave inglesa.

¡Clong!

Otro ruido, mucho más fuerte y agudo. Los tres se volvieron y vieron un barra metálica larga, de pie sobre la cubierta de piedra. Cayó lentamente y descendió por un costado del templo.

Castille intentó acercarse, pero se detuvo cuando se dio cuenta de lo que era.

—Es un bichero —dijo—. Pero esto…

Gracias a la vision periférica Chase vio los demás objetos que caían a su alrededor. Una lluvia metálica. Alzó la vista…

—¡Hugo! ¡Apártate!

Demasiado tarde.

El helicóptero del
Evenor
cayó sobre Castille, de cola, como una jabalina. El belga se incrustó contra la cubierta del templo.

Una de las aspas del rotor le atravesó el traje.

—¡No! —gritó Chase. Intentó acercarse a su amigo, pero la onda expansiva que provocó el fuselaje del helicóptero al estrellarse contra las piedras lo repelió.

Una nube densa oscureció las luces de Castille.

Sangre.

—¡Hugo! —Cuando se calmaron las aguas el inglés intentó nadar en dirección a su amigo, agitó las piernas con todas sus fuerzas, sin hacer caso del dolor del brazo.

Kari lo agarró del traje y usó los propulsores para retenerlo.

—¡Ha muerto! —gritó—. ¡Tenemos que irnos de aquí inmediatamente! ¡Ahora!

Chase se volvió hacia ella, enfurecido y desesperado.

—¡No puedo dejarlo aquí!

—¡No le queda otra opción! ¡Mire! —Señaló hacia arriba.

Estaban cayendo los restos del naufragio. Herramientas, portezuelas de escotillas, trozos de barandillas, incluso una parte de la cúpula del radar del
Evenor
.

Y algo más grande, de color amarillo, que se precipitaba hacia ellos entre la penumbra…

Kari se alejó a toda velocidad y arrastró a Chase con ella en el momento en que el
Sharkdozer
se desplomaba sobre la cubierta del templo y la atravesaba. No los aplastó por poco. Tras el sumergible cayó una cadena, que hizo un ruido espantoso al chocar contra las piedras. La grúa cayó sobre el templo y se deslizó por el costado, justo detrás de Kari y Chase, que notaron el impacto ya que pasó a pocos centímetros de ellos.

Kari recuperó la verticalidad mientras se alejaba del templo. Seguían cayendo escombros a su alrededor, explosiones a cámara lenta que entraban en erupción al chocar contra el lecho marino.

Chase miró hacia arriba.

—¡Joder! ¡A la derecha! ¡Vamos!

Ella lo obedeció, pero volvió la cabeza para mirar… y le dio un vuelco el corazón.

Era una constelación de estrellas fugaces, una lluvia de luces que se precipitaba hacia ella y amenazaba con engullirla.

¡El
Evenor
!

Las luces de emergencia aún encendidas, gruñidos metálicos espantosos que resonaban por el océano, ¡el barco era un misil de tres mil toneladas que iba a caer sobre ellos!

Kari apretó con más fuerza el control de los propulsores mientras se alejaban de la trayectoria del barco…

El
Evenor
impactó en el lecho marino como una bomba.

La proa se aplastó debido al impacto, y la fuerza del agua que había en el interior del barco reventó las junturas y las soldaduras con la misma potencia que cualquier explosivo. El poco aire que quedaba en el interior salió por los cientos de brechas que se abrieron en el casco. Los remaches, las escotillas, incluso las puertas estallaron como la metralla de una granada.

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