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Authors: Andy McDermott

Tags: #Intriga, #Histórico

En busca de la Atlántida (39 page)

Castillo lo alcanzó.

—¡Esto es muy fácil! —dijo con voz distorsionada a pesar de lo cerca que estaban—. ¡Y pensar que durante todos estos años he usado las piernas para nadar…!

—Intenta no empotrarte en la pared —le advirtió Chase en tono jocoso—. Kari, ¿todo bien?

La noruega pasó junto a él, dando vueltas sin esfuerzo aparente.

—¿Quién cree que ayudó a diseñar estos trajes? ¡Tengo otras pasiones además de la arqueología y la arquitectura!

—Me gusta tener una jefa apasionada —bromeó el inglés. Se aproximaron rápidamente al templo, que tomó color iluminado por las luces de los trajes—. Bueno, frenemos un poco.

—Eddie, solo veo el lecho marino —se quejó Nina por radio—. ¿Estáis muy cerca del templo?

Chase soltó el controlador, recuperó la posición vertical y enfocó la cámara del hombro hacia el edificio.

—Bastante. ¿Lo ves?

—Oh, ahora sí —respondió ella, sobrecogida.

El trío se detuvo a menos de tres metros de donde arrancaba el muro inclinado entre los sedimentos acumulados durante los años. Las láminas de oricalco resplandecían bajo sus focos. Los peces nadaban sobre la superficie del templo, ajenos al antiguo poder que representaba.

—¿Dónde está la entrada? —preguntó Chase.

—Unos seis metros a tu izquierda —dijo Baillard.

Los tres se dirigieron hacia la entrada. Chase y Kari encendieron unas potentes linternas además de las luces de su traje. El inglés miró hacia el
Atragon
. Aunque veía los focos claramente, así como el resplandor sobrenatural de los láseres, el submarino apenas era visible en la penumbra.

—¡Ahí está! —dijo Kari e iluminó la abertura con la linterna.

Chase se agachó todo lo que pudo y enfocó el interior. No estaba tan lejos del conducto vertical como creía; el efecto «ojo de pez» de la cámara del VCR había exagerado la distancia.

—De acuerdo, yo entraré primero. Hugo, engánchame. —Castille ató una cuerda de su cinturón a un anclaje de la espalda del traje de Chase—. Si no hay suficiente espacio para doblar la esquina, tendrás que sacarme.

Castille tiró de la cuerda para asegurarse de que estaba bien atada, luego se desplazó al extremo más alejado de la entrada para que la cuerda no se enredara con d cable de comunicaciones.

—Si comieras más fruta y menos filetes, no tendrías que preocuparte de quedarte atascado.

—Ya sabes dónde puedes meterte la fruta… Bueno, allá voy.

Kari y Castille lo ayudaron a ponerse en posición horizontal y acercarse hasta la entrada. Con la linterna en la mano derecha, Chase cogió el mando de control con la izquierda y se puso en marcha a la velocidad mínima. En circunstancias normales, no habría tenido problemas para recorrer un pasillo de un metro y veinte de ancho incluso bajo el agua, pero a causa de la rigidez del traje debía ser más precavido.

No tardaría mucho en llegar al final del pasillo. Se puso de espaldas para mirar hacia arriba, al conducto, que ascendía y se perdía en la oscuridad.

—Estoy en el hueco. ¡Va a ser un ascenso muy empinado! ¡Ja, empinado! ¿Lo pillas? —Nina gruñó—. Voy a intentar el ascenso.

La esquina era muy estrecha, rozaba con el casco en la pared, pero logró ponerse derecho sin demasiadas dificultades.

—¡He pasado! —anunció, aliviado—. A ver qué hay por aquí arriba.

Activó los propulsores de nuevo, que emitieron un leve zumbido. El hueco medía, como mínimo, unos nueve metros de alto, en una ascensión vertical. Alzó la vista y vio el cuadrado oscuro en el que había tenido que detenerse
Mighty Jack
, el lugar donde estaba la burbuja de aire. Estaba solo a un metro de él, sesenta centímetros, treinta…

Salió a la superficie, con el casco chorreando de agua. Iluminó el conducto con la linterna y vio que estaba a solo dos metros del final y que un vacío negro se extendía sobre él.

Ningún problema. Sujetó la linterna al cinturón y cogió otro de los artilugios: una pistola lanzagarfios. Sin dejar de balancearse como un tapón de corcho gigante, apuntó a la cima de la pared sur y disparó.

La detonación sorda de la pistola de gas resonó en el conducto mientras el rezón salía disparado por el aire. Al cabo de unos segundos se oyó el ruido metálico que hizo al chocar contra la piedra. Chase empezó a recoger el cable y tras una tensa espera, el gancho se aferró a algo. Tiró unas cuantas veces de la cuerda para asegurarse de que se había fijado, entonces acopló de nuevo la pistola al traje e inició la escalada, tras el rugido inicial del motor como protesta a causa del peso que tenía que levantar.

Se encontraba tan solo a dos metros de la cima, que daba a…

—¡Mira eso! —exclamó Nina, que no apartaba la mirada de la pantalla, sin apenas parpadear. Las imágenes transmitidas por la cámara de Chase les mostraron la sala del altar, cuyas dimensiones parecían idénticas a las del templo de Brasil.

Sin embargo, le ganaba en cuanto a esplendor.

A pesar de la baja resolución de las imágenes de vídeo, Nina podía distinguir claramente el brillo rojo del oricalco, los destellos de oro y plata, el centelleo, como de ojos felinos, de las gemas engastadas en las paredes…

—Dios mío —murmuró Philby—, esto es increíble. ¡Las paredes de la sala están forradas de metales preciosos!

—No son solo decorativos —dijo Nina, que toqueteó el auricular—. ¿Eddie? Dime algo. ¿Qué ves?

—Veo… que si tuviera unos alicates y una palanca, podría retirarme con la pasta que sacaría de aquí.

—Muy gracioso. ¿Puedes acercarte más a alguna de las paredes?

—Joder, primero déjame ponerme en pie… —La imagen de vídeo dio varias sacudidas mientras Chase salía del hueco y se desenganchaba la pistola. Su respiración entrecortada llegó claramente al micrófono—. Bueno, tenías razón sobre el conducto, se encuentra en el mismo lugar que el que estaba obstruido en Brasil. Debieron de usar los mismos planos. Las paredes… Dios, han usado el metal ese como si fuera papel pintado. Las paredes están forradas de láminas de oricalco, y están todas grabadas.

—¡Déjame verlo! ¡Déjame verlo! —le pidió Nina, que dio saltos de emoción en la silla.

Chase se acercó e iluminó con la linterna una parte de la pared. Nina reconoció el alfabeto de inmediato: era glozel, aunque no había ninguno de los símbolos jeroglíficos del templo brasileño.

Philby se acarició el bigote mientras miraba la pantalla.

—Interesante. Quizá asimilaron la lengua de los indios… Debieron de tardar varios años, incluso generaciones, en construir el templo de Brasil. Seguro que transcurrió suficiente tiempo para que ambos sistemas se mezclaran…

—Eddie, muéstrame toda la sala, por favor. Lentamente.

Chase se alejó de la pared y, poco a poco, fue girando para abarcar todas las paredes.

—¡Alto! ¡Alto! —gritó Nina al ver algo—. Vuélvete un poco hacia la izquierda… ¡Ahí! ¡Ve ahí!

—Ahora ya sé cómo se siente
Mighty Jack
,—se quejó en broma mientras avanzaba por la sala—. ¿Qué has visto? Ahí no hay nada.

—¡Exacto! —Esa sección de la pared que había ante Chase estaba cubierta de oricalco como el resto de la sala, pero la inscripción finalizaba a la mitad—. La sala es una especie de archivo sobre la historia de la Atlántida, ¡pero ahí es donde acaba! ¡Lo cual significa que narra el final de la civilización atlante! ¡Acércate más, déjame leerlo! —Se apresuró a comprobar que el vídeo se estaba grabando.

—O también podrías dejar que me quitara esta cuerda del culo y la atara a algún lado para que Hugo y Kari pudieran subir hasta aquí —dijo Chase.

—¿Recuerdas a Kari? ¿Una rubia atractiva y alta que tiene una cámara?

—Bueno, vale, no es una mala idea —contestó, algo desanimada, pero con unas ganas irreprimibles por ser la primera en leer lo que ponía en la pared.

Ser la primera. Nadie había posado los ojos en aquel texto desde hacía más de once mil años…

Esperó con impaciencia a que Chase lo organizara todo. Por fin le comunicó que Kari ya estaba en camino.

—Bueno, mientras esperamos, ¿podrías ir a donde acaba la inscripción?

—Qué mandona eres. Me gustan las mujeres mandonas… en según qué situaciones —bromeó mientras enfocaba la cámara hacia el texto.

Nina miró a Trulli.

—Matt, ¿hay alguna forma de congelar la imagen del vídeo?

—Por supuesto. El sistema de grabación es digital y tiene una capacidad de almacenamiento de un
terabyte
, por lo que seguirá grabando. ¿En qué pantalla lo quiere?

—En la grande.

—No será tridimensional.

—Me las apañaré. —Al cabo de unos segundos, la pantalla cobró vida con una imagen congelada de la última sección de Era algo borrosa y los colores estaban difuminados, pero aun así podía distinguir las letras. La miró fijamente, muy concentrada.

Un miembro de la tripulación entró corriendo en la sala de control.

—¿Capitán Matthews? Se aproxima un barco.

—¿Cómo? —le espetó Matthews—. ¿A qué distancia se encuentra?

—A unas cinco millas. Tenía rumbo a Lisboa cuando los vimos en el radar, pero hace unos minutos ha virado y se dirige hacia nosotros.

—¿Velocidad?

—Al menos doce nudos, señor.

—¿Es Qobras? —El nombre llamó la atención de Nina, que miró al capitán, preocupada.

—Es posible. El barco encaja con la descripción de uno de los que zarparon de Casablanca.

—¡Maldita sea! —Matthews se frotó la barbilla, pensativo—. De acuerdo, informe a toda la tripulación de que tenemos compañía y que vayan a sus puestos. Si se acercan a menos de dos millas, o lanzan alguna lancha, que no duden en usar las armas. Estaré en el puente.

—Sí, señor. —El tripulante y el capitán se fueron.

—Eddie, ¿has oído lo que hemos dicho? —preguntó Nina—. ¡Creen que Qobras se aproxima!

—¿Qué? ¡Mierda! —En uno de los monitores pequeños Nina vio cómo ayudaba a Kari a salir del conducto—. ¿Qué quieres hacer?

—Graba todo lo que puedas y cuanto antes. Cuando sepa algo más, te lo diré. Su barco aún está a cinco millas. El capitán Matthews nos mantendrá informados.

—¿Solo cinco millas? ¡No tenemos tiempo de regresar a la superficie y recuperar el submarino antes de que llegue!

—El sumergible es prescindible, podemos abandonarlo en caso de necesidad —dijo Kari, que no hizo caso del grito de «¿Cómo?», que profirió Baillard. Una vez fuera del agua se la oía mucho mejor—. Podemos construir otro, pero la información que hay aquí no tiene precio. Grabe todo lo que pueda y ya lo procesaremos luego para mejorar la calidad. Yo haré las fotografías.

—Hugo, ¿lo has oído? —preguntó Chase.

Apenas oyeron la respuesta a causa de las interferencias.

—Casi todo. ¿Qué quieres que haga?

—No tiene sentido que subas hasta aquí. Quédate en la entrada por si necesitamos ayuda.

—De acuerdo,
mon ami
. No tardéis mucho.

Nina observó a Chase mientras él se volvía hacia las paredes llenas de inscripciones, y luego se centró de nuevo en la imagen congelada que aparecía en la pantalla principal para intentar descifrar sus secretos.

Sin que ninguno de los tripulantes del
Evenor
la viera, una cabeza asomó en la superficie del océano bajo la popa del barco. Luego otra, y otra…

A diez metros bajo las suaves olas, varios submarinistas más soltaron sus deslizadores Manta, unos vehículos rápidos y estilizados de tres plazas. Los minisubmarinos abandonados se hundieron lentamente en la oscuridad mientras sus pasajeros se dirigían en silencio hacia la plataforma del atracadero de popa del
Evenor
. El barco estaba usando los propulsores para mantenerse en posición, por lo que las hélices estaban detenidas.

El primer hombre llegó a la escalera, subió y asomó la cabeza con cuidado. Uno de los tripulantes del
Evenor
se encontraba a unos seis metros, en el helipuerto, de espaldas. No había nadie más a la vista.

El hombre rana se agachó, cogió el arma, una Heckler & Koch MP-7, y le quitó el tapón rojo de goma del silenciador con un rápido movimiento del pulgar. Entonces, se encaramó de nuevo a la escalera y apuntó.

Apenas se oyó un ruido, salvo un repiqueteo metálico cuando el cerrojo giró y los casquillos de las balas de 4,6 milímetros saltaron a una bolsa de malla fijada al arma compacta para que no cayeran a la cubierta. Cuando cayó el miembro de la tripulación, el hombre rana ya estaba subiendo a cubierta. Se puso a cubierto junto a un mamparo para comprobar si oía alguna señal de alarma. Pero tan solo le llegó el rumor de las olas y los chillidos quejumbrosos de las gaviotas que volaban en círculos sobre el barco.

Otro de los hombres subió rápidamente al
Evenor
y se dirigió hacia el otro lado del barco. El primer hombre se quitó la máscara, que dejó al descubierto el parche negro que le cubría un ojo.

Jason Starkman.

—Tomad el barco —ordenó.

Chase siguió recorriendo la sala del altar para grabar los textos de las paredes. La videocámara del hombro estaba fija en una posición y la imposibilidad de inclinarse por culpa del traje convirtieron la tarea en un proceso incómodo.

Llegó a las escaleras. Si la estructura era la misma que la de Brasil, tenían que conducir a una gran sala principal. Enfocó la linterna en esa dirección. El agua reflejó el haz de luz, que titiló en fas paredes y el techo.

—Por suerte no nos hemos quitado el casco —dijo, mientras cruzaba las escaleras de un salto para comprobar lo que había en la pared, al otro lado—. Si la presión del agua en el exterior es de veinticinco atmósferas, entonces la presión del aire aquí dentro y en el interior del templo será igual de alta.

—¿Cree que el templo no está inundado? —preguntó Kari.

—Solo en parte. El suelo de esta sala es más alto que el del resto del templo, pero el techo está a la misma altura. Ahí dentro también tiene que haber aire acumulado.

La voz de Kari se tiñó de frustración:

—¡Ojalá tuviéramos tiempo para investigar más! Es increíble que el templo sobreviviera a la inundación.

—Bueno, supongo que por entonces sí que construían los edificios para que duraran. ¿Qué tal va?

Otro fogonazo de la cámara.

—He hecho la mitad.

Castille estaba junto a la entrada, observando los leves movimientos del cable de fibra óptica mientras Chase se movía en el interior del templo. ¡Precisamente ahora tenía que hacer acto de presencia Qobras! Sin duda Chase tenía razón: alguien le había revelado su ubicación. ¿Pero quién?

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