—Pues, entonces, ¿para quién ha hecho esa horrible bufanda? Se lo he preguntado mil veces, pero no quiere decírmelo.
—Creo que la ha tejido para sí.
—¿Me estás diciendo que ha perdido todo ese precioso tiempo tejiendo una prenda para sí misma?
—Sí, a Kazue se le dan bien las manualidades.
—¿Y las cartas que enviaron de vuelta? ¿No eran cartas de amor?
—En clase de sociales tuvimos una tarea de escritura creativa. Creo que las escribió para la clase.
—Me han dicho que ese Kijima es el hijo de uno de los profesores de la escuela.
—Sí, es cierto. Supongo que decidió usarlo como un personaje ficticio.
—Escritura creativa, ¿eh? —Hasta ese momento, mi explicación enrevesada no había conseguido despejar sus dudas—. Soy su padre y me preocupo, ¿sabes? Si sigue así, no llegará bien preparada a los exámenes finales. Su propósito es entrar en la Facultad de Economía, y no puede permitirse que le bajen la media.
—No debe preocuparse por Kazue. Siempre está diciendo lo mucho que lo respeta a usted, señor. Dice que quiere ser igual que su padre, y él se licenció en la Universidad de Tokio. Además, es muy popular entre las demás compañeras.
El hombre pareció complacido al oír mis palabras.
—Bien, bien. Eso es lo que siempre le digo: cuando entre en la universidad podrá quedar con todos los chicos que desee. Si estudia en la Universidad Q, le lloverán las ofertas.
«Hum, no sé.» Me imaginaba a Kazue en la universidad: ¿la torpe y repulsiva Kazue? A punto estuve de romper a reír. ¿Por qué —me preguntaba— aquella familia que creía en el «trabajo duro» siempre posponía su propio placer y su propia felicidad hasta un punto difuso del futuro? ¿Y por qué creían a pies juntillas todo lo que los demás les decían?
—Bueno, tus palabras me tranquilizan. Que tengas suerte en los exámenes y, por favor, pásate siempre que quieras por casa para ver a Kazue.
¡Vaya, vaya, menudo cambio! ¿Ése era el mismo hombre que me había advertido que no me acercara a su hija? El padre de Kazue colgó el teléfono. Mi abuelo, que había escuchado la conversación a hurtadillas, dijo con mucha presunción:
—¡Que te ha parecido! Ya no soy tan tímido como antes; no me he puesto en absoluto nervioso por hablar con el padre de una estudiante del Instituto Q.
Hice caso omiso y volví a ver el programa de televisión. Ya me había perdido la mejor parte. Más tarde, estaba desplegando el diario vespertino, irritada, cuando sonó otra vez el teléfono. De nuevo el abuelo se apresuró a responder. Esa vez habló con alegría:
—¿Yuriko-chan? ¡Qué sorpresa! ¿Cómo estás?
Parecía que el abuelo quería charlar un poco, pero yo le arrebaté el auricular de la mano.
—¿Qué diablos quieres? ¡Escúpelo de una vez!
Ante mi brusca respuesta, Yuriko reaccionó riendo a carcajadas.
—Veo que sigues tan gruñona como siempre. Esta vez te llamaba para decirte algo de forma educada. Quería preguntarte por qué llamaste a Takashi. Me sorprendió mucho.
—Primero dime por qué me has llamado para hablar conmigo.
—Por Takashi. Imagino te gusta, y sólo te llamaba para decirte que no te hagas ilusiones.
—¿Por qué? ¿Acaso está enamorado de ti?
—¿De mí? No. Creo que probablemente es gay.
—¿Gay? —Ahora era yo la sorprendida—. ¿Por qué dices eso?
—Porque no le intereso lo más mínimo, por eso. ¡Me alegro de haber hablado contigo!
¡Qué engreída podía llegar a ser! De verdad que me sacaba de quicio. Por un lado, estaba furiosa pero, por el otro, veía que todo empezaba a encajar.
—¿Algo más? —mascullé para mí.
El abuelo se volvió en mi dirección y me espetó, remiso:
—No tienes que ser tan maleducada con Yuriko. Es tu única hermana.
—¡Ella no es mi hermana!
El abuelo se disponía a replicar, pero al verme lívida lo pensó mejor.
—Estás muy enfadada últimamente, incluso conmigo —señaló—. ¿Ha ocurrido algo?
—¿Por qué tiene que haber ocurrido algo? Es por tu culpa, ¿sabes? Correteando de esa manera detrás de la madre de Mitsuru, es asqueroso. Inmoral. Un día, ella sugirió algo estúpido, que los cuatro deberíamos ir a cenar: tú, yo, Mitsuru y su madre. Y ahora, por culpa de eso, ya no me hablo con Mitsuru. Desde que ha vuelto Yuriko, todos os habéis convertido en maníacos sexuales. Es repugnante.
Visiblemente avergonzado, el abuelo parecía pensar: «Tierra, trágame.» Se volvió para mirar los bonsáis que estaban alineados en la esquina de la habitación. Ya sólo quedaban tres: el pino negro, un roble y un arce. Era cuestión de tiempo que también los vendiera, y eso me ponía frenética.
El teléfono sonó por tercera vez. El abuelo caminó con desgana hacia el aparato, pero en esa ocasión yo llegué antes. Descolgué y oí la voz ronca de una mujer que preguntaba por mi abuelo.
—¿Yasuji?
Era la madre de Mitsuru. Cuando aquella vez me había hablado en el coche, su voz era áspera, y su forma de comportarse ordinaria. Pero cuando pronunció el nombre de mi abuelo, lo hizo en un tono tan dulce que cualquiera habría pensado que se trataba de la Virgen María. Le pasé el auricular a mi abuelo sin decir palabra. Él se puso rojo como un tomate y habló con un aire de formalidad.
—Los ciruelos en flor son hermosos, ¿verdad?
Parecía como si estuvieran planeando un viaje, tal vez a un manantial termal. Me senté al lado de la mesa
kotatsu
, estiré las piernas bajo las mantas calientes y me tumbé boca arriba sobre los cojines del suelo mientras observaba a mi abuelo de reojo. Él sabía que lo estaba mirando y fingía indiferencia, pero la voz lo traicionaba y dejaba entrever su entusiasmo.
—No, no, aún no estaba durmiendo. Ya sabes que soy un tipo noctámbulo. ¿Qué hacías tú?
Al escuchar su conversación, podía imaginarme cómo aumentaban el caudal de sus fluidos corporales hasta que amenazaba con rebosar. El perfil de mi abuelo exudaba felicidad; una felicidad inalcanzable si uno intentaba alcanzarla. ¿Existía de verdad esa felicidad? Yo nunca he sentido una sensación parecida ni tampoco quiero sentirla. Siempre que alguien está al borde de esa felicidad, se aparta de mí. ¿Que me siento sola, decís? No seáis ridículos. Yo pensaba que mi abuelo era un aliado hasta que se puso a pensar en las musarañas. Era una traición en toda regla, así era cómo lo sentía. Si la gente cree que cuando te abandonan te sientes solo, entonces deberían comportarse de modo que no los abandonasen. Pero si quieren que los dejen en paz, han de apartarse de las personas que les disgustan. Yo no deseaba que mi abuelo o Mitsuru me abandonaran, pero quería que la madre de Mitsuru y Yuriko estuvieran lo más lejos posible de mí.
¿En qué grupo pondría a Kazue? Ella era una idiota que adoraba a su padre como si fuera una niña y que creía en el lema milagroso «si te esfuerzas obtendrás tu recompensa». Una chica tan estúpida no podía servirme para mucho más que para mantenerla cerca y manejarla a mi antojo.
A la mañana siguiente, la idiota de Kazue se me acercó para darme las gracias.
—Te estoy muy agradecida por no haberle dicho nada a mi padre ayer. Él estaba furioso y yo aterrorizada, pero tú lo negaste todo y me sacaste las castañas del fuego.
—Entonces, ¿tu padre te ha perdonado?
—Sí. Ahora no hay ningún problema.
Todavía tendría que pasar un tiempo antes de que Kazue pudiera deshacerse de la alargada sombra de su padre. Quizá toda una vida. Era una idea interesante. Yo iba a crear una salida para que Kazue pudiera escaparse, y luego disfrutaría desbaratando esa huida personalmente. Sí. Cuando veía a Kazue me sentía como un dios, manipulando a aquella idiota como si de una marioneta se tratara.
¿Creéis que Kazue empezó a comportarse de manera extraña porque yo le hacía la vida imposible? No, lo cierto es que no fue así. Ya lo he dicho antes varias veces: ella era demasiado ingenua, demasiado pura. No era sólo que no percibiera el mundo a su alrededor, es que ni siquiera podía verse a sí misma. Me gustaría que esto quedara entre nosotros: Kazue tenía una confianza secreta en su físico. En innumerables ocasiones me la encontré mirándose al espejo: se sonreía a sí misma y en su rostro había una expresión de éxtasis. Era vanidosa.
Tanto Kazue como su padre no podían aceptar el hecho de que existiera alguien más inteligente que ellos sobre la faz de la tierra. Y Kazue nunca iba a aceptar el hecho de que una mujer con su misma inteligencia siempre tendría más éxito que ella si además era bonita. Dicho de otra forma: ¿podía existir alguien más feliz que Kazue?
En comparación con Mitsuru o conmigo —que sabíamos pulir nuestras virtudes naturales con tal de sobrevivir—, Kazue era extremadamente ignorante en lo que a sí misma respectaba. Una mujer que no se conoce a sí misma no tiene otra elección más que vivir con las valoraciones de las demás personas. Pero nadie puede adaptarse perfectamente a la opinión de los demás, y ahí es donde está la fuente de su destrucción.
QUINTA PARTE
«Mis crímenes»:
la declaración escrita de Zhang
1JUEZ: Por favor, verifique que su nombre es Zhang Zhe-zhong, nacido el 10 de febrero de 6 en la ciudad de Dayi, condado de Baoxing, en la provincia de Sichuan de la República Popular China.
ACUSADO: Sí, así es.
JUEZ: En este momento reside en el apartamento 404 del edificio Matoya, números 4-5 de Maruyama-cho, en el distrito de Shibuya de la ciudad de Tokio. Y es empleado de la casa de citas Dreamer. ¿Es correcto?
ACUSADO: Es correcto.
JUEZ: Ha dicho que no necesita usted intérprete. ¿Está seguro?
ACUSADO: Sí, mi japonés es bueno. Estoy seguro.
JUEZ: Muy bien. ¿Puede el abogado leer la acusación?
ACUSACIÓN
A día 1 de noviembre del duodécimo año de la era Heisei (2000), el fiscal del distrito de la ciudad de Tokio, que delega sus funciones en el abogado del Estado Noro Yoshiaki, acusa frente al Tribunal del Distrito de Tokio a Zhang Zhe-zhong, ciudadano de la República Popular China, nacido el 10 de febrero de 1966, actualmente empleado de hotel y residente en el apartamento 202 del edifico Matoya, números 4-5 de Maruyama-cho, Shibuya-ku, Tokio, de los siguientes cargos:
CARGO PRIMERO
Cuando el acusado era empleado en el restaurante chino Shanri-la en Kabuki-cho, Shinjuku-ku, fue al apartamento 205 de Hope Heights, números 5-12 de Okubo, en Shinjuku-ku, el día 5 de junio de 1999 y, aproximadamente a las tres de la madrugada, estranguló con ambas manos a Yuriko Hirata (de treinta y siete años), lo que le ocasionó la muerte por asfixia. Después el acusado robó del monedero de la víctima veinte mil yenes y se llevó también una cadena de oro de dieciocho quilates, entonces valorada en setenta mil yenes.
CARGO SEGUNDO
El mismo acusado fue al apartamento 103 de Green Villa, números 4-5 de Maruyama-cho, Shibuya-ku, el 9 de abril de 2000, y aproximadamente a medianoche estranguló con ambas manos a Kazue Sato (treinta y nueve años), lo que le ocasionó la muerte por asfixia. Subsiguientemente sustrajo cuarenta mil yenes de su monedero.
ACUSACIÓN Y PENAS
Cargo primero: Al procesado se lo acusa de robo y asesinato de acuerdo con el artículo 240, parte segunda, del Código Penal.
Cargo segundo: Al procesado se lo acusa de robo y asesinato de acuerdo con el artículo 240, parte segunda, del Código Penal.
JUEZ: Empezaremos el juicio partiendo de los cargos que el fiscal acaba de leer. Pero, antes de proceder, informaré al acusado de sus derechos. Tiene usted derecho a permanecer en silencio durante este proceso. Si responde a una pregunta, no está obligado a responder a las preguntas subsiguientes. Sin embargo, si decide responder, cualquier cosa que diga podrá utilizarse como prueba en su contra, así que lo conmino a ser prudente. Ya ha oído las condiciones anteriormente mencionadas. Me gustaría aprovechar la ocasión para preguntarle si tiene alguna objeción a los cargos que le imputa el abogado de la acusación.
ACUSADO: Admito haber matado a Yuriko Hirata, pero no asesiné a Kazue Sato.
JUEZ: ¿Se declara usted culpable de las imputaciones del primer cargo pero no de las del segundo?
ACUSADO: Correcto.
JUEZ: ¿Y respecto a las acusaciones de robo?
ACUSADO: Robé el dinero y la cadena de oro de la señorita Hirata, pero no robé nada de la señorita Sato.
JUEZ: Abogado defensor, ¿cuál es su posición?
ABOGADO DEFENSOR: Coincido con el acusado.
JUEZ: Muy bien. Que el abogado de la acusación lea las alegaciones iniciales.
RESUMEN DE LAS ALEGACIONES INICIALES
DE LA ACUSACIÓN: CARGO PRIMERO
Punto primero:
Historia personal del acusado
El acusado nació el 10 de febrero de 1966 en la provincia de Sichuan, en la República Popular China. Tercer hijo de Zhang Xiao-niu (sesenta y ocho años en la actualidad), granjero, y Zhang Xiu-lan (sesenta y un años en la actualidad). El acusado tenía cuatro hermanos: el hermano mayor, An-ji (de cuarenta y dos años), el segundo, Gen-de; una hermana mayor, Mei-hua (de cuarenta años), y una hermana pequeña, Mei-kun. El segundo hermano, Gen-de, murió cuando era niño, y su hermana menor, Mei-kun, falleció en un accidente en 1992. El acusado se graduó en la escuela primaria local a los doce años y a partir de entonces empezó a ayudar a su familia en las tareas de la granja.
En 1989 emigró en busca de un trabajo mejor. F.1 y su hermana pequeña, Mei-kun, tomaron un tren en dirección a la provincia de Guangdong, y allí buscaron trabajo en la ciudad de Guangzhou. En 1991 se trasladaron a la ciudad de Shenz-en, también en la provincia de Guangdong.
En 1992, el acusado y su hermana pequeña, Mei-kun viajaron como polizones en un barco que partía de la provincia de Fujian con la intención de entrar en Japón de manera ilegal. Aunque en el viaje Mei-kun falleció ahogada, el acusado consiguió acceder a nuestro país a través de la isla de Ishigaki. Ocultando su condición de ilegal, encontró empleos sucesivos en el sector de la limpieza y la restauración. También trabajó en la construcción. En 1998 trabajó en un bar de Shinjuku llamado Nomisuke, y en 1999 empezó a trabajar en una taberna, también en Shinjuku, conocida como Shangri-la. En julio de ese mismo año encontró un empleo en Dreamer, un hotel del amor en el barrio de Honmachi de Kichijoji, en la ciudad de Musashi-no. No se tiene constancia de que el acusado haya contraído nunca matrimonio. Según el registro de la vivienda, vive con otros tres individuos llamados Chen-yi, Huang y Dragón, todos ellos de nacionalidad china.