El estómago me dio un vuelco al ver que lo abandonaba toda emoción visible. Le echó un vistazo al reloj que había sobre el fregadero y después me miró a mí.
—Ven aquí, brujita.
—No.
Apretó los labios y se levantó.
Di marcha atrás con un jadeo, pero me había cogido de la muñeca y me llevó a la isleta central.
—No es la primera vez que haces este hechizo —dijo, me apretó el dedo que me había pinchado y lo hizo sangrar otra vez—. Lo hiciste cuando convertiste a Nicholas Gregory Sparagmos en tu familiar. Oye, brujita, ¿fue tu sangre en el brebaje lo que lo invocó?
—Ya sabes que sí. —Estaba demasiado exhausta para que pudiera seguir asustándome—. Estabas allí. —No podía verle los ojos pero el reflejo que me devolvían sus gafas era horrendo, pálido, con el pelo mojado y desgreñado.
—Y funcionó —dijo Al con tono pensativo—. No solo os vinculó, ¿os vinculó con tanta fuerza como para que pudieras invocar una línea a través de él?
—Por eso se fue —dije, sorprendida de ser capaz de sentir todavía dolor.
—Tu sangre prendió el hechizo del todo… —La especulación hervía en sus ojos de cabra cuando me miró por encima de los cristales. Me levantó la mano y aunque intenté desprenderme de él, me lamió la sangre del dedo con un cosquilleo frío—. Qué aroma más sutil —dijo sin aliento y sin que sus ojos abandonaran en ningún momento los míos—. Como el aire perfumado por el que ha paseado tu amante.
—Suelta —dije dándole un empujón.
—Deberías estar muerta —dijo con tono maravillado—. ¿Cómo es que sigues viva?
Apreté la mandíbula e hice lo que pude por soltarme la mano, por meter los dedos entre los suyos y mi muñeca.
—Me esfuerzo mucho. —Me soltó y caí hacia atrás con un jadeo.
—Te esfuerzas mucho. —Sonrió, dio un paso atrás y me miró de arriba abajo—. Los locos tienen una elegancia propia. Tengo que fundar un grupo de estudio.
Asustada, me encorvé sobre la muñeca y la sostuve.
—Y tendré a personas como tú entre los míos, Rachel Mariana Morgan. Cuenta con ello.
—No pienso ir a siempre jamás —dije con voz tensa—. Tendrás que matarme antes.
—No tienes alternativa —entonó, lo que me provocó un escalofrío—, si invocas una línea después de la puesta de sol, te encontraré. No puedes hacer un círculo que pueda impedirme entrar. Si no estás en suelo sagrado, te dejaré sin sentido a golpes y te arrastraré a siempre jamás. Y de allí no podrás escapar.
—Prueba entonces —lo amenacé, estiré un brazo y busqué detrás de mi el martillo para golpear la carne que colgaba en la rejilla de arriba. No puedes tocarme a menos que te hagas sólido y eso te va a doler, rojillo.
Con el ceño fruncido de preocupación, Al dudó un instante. Pensé por un momento que sería como intentar aplastar una avispa. El momento lo era todo. Ceri lucía una sonrisa que no entendí.
—Algaliarept —dijo en voz baja—. Has cometido un error. Ha encontrado una laguna en tu contrato y ahora tendrás que aceptarlo y dejar en paz a Rachel Mariana Morgan. Si no lo haces, voy a fundar una escuela para enseñar a almacenar la energía de las líneas.
La cara del demonio se quedó inexpresiva.
—¿Eh, Ceri? Espera un momento, amor.
Con el martillo en la mano, me fui alejando de espaldas hasta que sentí la burbuja fría de Ceri detrás de mí. Estiró la mano y salté cuando tiró de mí, su círculo se alzó con un destello antes de darme cuenta siquiera de que había caído. Relajé los hombros al ver el brillo trémulo y negro entre Al y nosotras. Entre el tizón que Al había dejado en ella solo se percibía el levísimo brillo azul de su aura dañada. Le di unos golpecitos en la mano cuando ella me dio de lado un abrazo aliviado.
—¿Y eso es un problema? —pregunté sin entender muy bien por qué Al estaba tan disgustado.
La expresión de Ceri era de lo más engreída.
—Cuando huí de él ya sabía cómo se hacía. Y por culpa de eso se va a meter en un lío. En un buen lío. Me sorprende que no lo hayan llamado todavía para que dé explicaciones. Claro que quizá sea porque nadie lo sabe. —Se giró y posó la mirada burlona de sus ojos verdes en Al—. Todavía.
Sentí una extraña punzada de alarma cuando observé la satisfacción salvaje de la expresión de Ceri. Siempre había dispuesto de aquella información, solo estaba esperando al mejor momento para utilizarla. Aquella mujer era más astuta que Trent y tampoco parecía tener ningún problema en jugar con la vida de la gente, la mía incluida. Menos mal que estaba de mi lado.
Porque lo estaba, ¿verdad
?
Al levantó una mano para protestar.
—Ceri, podemos hablarlo.
—Dentro de una semana —dijo su antigua familiar con toda seguridad—, no habrá ni una sola bruja de líneas luminosas en todo Cincinnati que no sepa cómo ser su propio familiar. Dentro de un año, el mundo quedará cerrado para ti y los tuyos y serás tú el que tenga que responder por ello.
—¿Y eso es para tanto? —pregunté mientras Al se ajustaba las gafas y cambiaba de postura. Hacía frío lejos de la rejilla de ventilación y me estremecí envuelta en la ropa húmeda.
—Es más difícil convencer a una persona para que haga una elección absurda si puede resistirse —dijo Ceri—. Si esto se sabe, su reserva de familiares en potencia será más débil e indeseable en cuestión de unos cuantos años.
Me quedé con la boca abierta.
—Ah.
—Te escucho —dijo Al mientras se sentaba con una postura rígida e incómoda. Un rayo de esperanza tan fuerte que casi dolía me atravesó entera.
—Quítame la marca demoníaca, rompe el vínculo de servidumbre, accede a dejarme en paz y no se lo diré a nadie.
Al bufó.
—No te cortas a la hora de pedir, ¿eh?
Ceri me dio un apretón de advertencia en el brazo y después me soltó.
—Déjame a mí. En los últimos setecientos años he escrito la mayor parte de sus contratos no verbales. ¿Puedo hablar por ti?
La miré, le ardían los ojos con una mirada salvaje: necesitaba vengarse. Dejé el martillo poco a poco en el suelo.
—Claro —dije, empezaba a preguntarme qué era exactamente lo que había salvado de siempre jamás.
Ceri se irguió un poco más y adoptó un aire oficioso.
—Propongo que Al te quite la marca y anule los vínculos de servidumbre que os unen a cambio de tu promesa solemne de no enseñarle a nadie a albergar en su interior la fuerza de las líneas. Además, tú y tus parientes más cercanos, ya sean carnales o por las leyes del hombre, permaneceréis libres de represalias por parte del demonio conocido con el nombre de Algaliarept y sus agentes en este mundo o en siempre jamás, desde ahora hasta que los dos mundos colisionen.
Intenté encontrar saliva suficiente para tragar pero no pude. Yo jamás habría pensado en eso.
—No —dijo Al con firmeza—. Eso son tres cosas a cambio de la única que yo recibo y no pienso perder por completo el dominio que tengo sobre los suyos. Quiero una forma de recuperar lo que he perdido. Y si ella cruza las líneas, me da igual el acuerdo que tengamos, es mía.
—¿Podemos obligarlo? —dije en voz baja—. Quiero decir, ¿lo tenemos cogido por los huevos?
Al lanzó una risita.
—Podría llamar a Newt para que arbitrara en esto si queréis…
Ceri se puso pálida.
—No. —Respiró hondo para tranquilizarse y me miró, su confianza se había resquebrajado pero no se había roto del todo—. ¿Cuál de las tres cosas puedes seguir soportando?
Pensé en mi madre y en mi hermano Robbie. En Nick.
—Quiero que anule los vínculos de servidumbre —dije—, y quiero que me deje en paz a mí y a mis parientes carnales o por ley. Me quedaré con la marca demoníaca y ya lo arreglaré más tarde.
Algaliarept levantó un pie y apoyó el tobillo sobre una rodilla doblada.
—Qué brujita más lista —asintió—. Si falta a su palabra, renuncia a su alma.
Los ojos de Ceri adoptaron una expresión muy seria.
—Rachel, si le enseñas a alguien, a quien sea, a contener la energía de las líneas tu alma pertenecerá a Algaliarept. Podrá arrastrarse a siempre jamás cuando quiera y serás suya. ¿Lo entiendes?
Asentí y por primera vez empecé a creer que vería de nuevo el amanecer.
—¿Qué pasa si falta él a su palabra?
—Si te hace daño a ti o a alguno de tus parientes y lo hace a propósito, Newl meterá a Algaliarept en una botella y tendrás un genio. Es una cláusula estándar pero me alegro de que lo hayas preguntado.
Abrí mucho los ojos. Miré a Al y después a ella.
—No jodas, ¿en serio?
Me sonrió y el pelo le flotó un instante cuando se lo metió detrás de la oreja.
—No jodo, en serio.
Al carraspeó y volvimos a mirarlo sobresaltadas.
—¿Y qué hay de ti? —dijo el demonio, obviamente molesto—. ¿Qué quieres tú por mantener la boca cerrada?
La satisfacción de obtener algo de su antiguo captor y torturador se reflejó en los ojos de Ceri.
—Me quitarás del alma la mancha que acepté en tu nombre y no buscarás venganza contra mí ni contra mis parientes carnales o por ley desde ahora hasta que colisionen ambos mundos.
—No pienso soportar otra vez mil años de desequilibrio provocado por una maldición —dijo Al, indignado—. Para eso eras tú mi maldito familiar. —Posó los dos pies en el suelo y se inclinó hacia delante—. Pero que no se diga que no soy flexible. Tú te quedas con la mancha pero te dejaré que le enseñes a una persona a almacenar la energía de las líneas. —Una sonrisa astuta y satisfecha llenó aquellos ojos impíos—. A un niño. Una niña, de hecho. A tu hija. Y si ella se lo cuenta a alguien, su alma me la quedo yo. De inmediato.
Ceri se puso pálida pero yo no entendí por qué.
—Y ella podrá enseñar a una de sus hijas y así sucesivamente —contraatacó Ceri. Al sonrió.
—Hecho. —Se levantó. El fulgor de la energía de siempre jamás flotó sobre él como una sombra. Entrelazó los dedos e hizo crujir los nudillos—. Ah, esto es estupendo. Está muy bien.
Miré a Ceri, maravillada.
—Pensé que estaría disgustado —dije en voz baja.
Ceri negó con la cabeza, era obvio que estaba preocupada.
—Sigue teniendo cierto dominio sobre ti. Y cuenta con que una de mis parientes olvide lo serio que es este acuerdo y cometa un error.
—Los vínculos de servidumbre —insistí mirando la ventana oscura—. ¿Los va a anular ya?
—El momento de la disolución no se estableció en ningún momento —dijo Al. Estaba tocando las cosas que había llevado a mi cocina y haciéndolas desaparecer entre un borrón de siempre jamás.
Ceri se irguió un poco más.
—Estaba implícito. Anula el vínculo, Algaliarept.
El demonio la miró por encima de las gafas y sonrió, después se llevó una mano al estómago y otra a la espalda e hizo una burlona reverencia.
—Es solo un pequeño detalle, Ceridwen Merriam Dulcíate. Pero no puedes culparme por intentarlo.
Se ajustó la levita con un tarareo. Un cuenco repleto de frascos e Instrumentos de plata apareció en la encimera de la isleta. Encima de todo había un libro pequeño con un título manuscrito en letra elegante y entrelazada.
—¿Por qué está tan contento? —susurré.
Ceri sacudió la cabeza, las puntas de su cabello siguieron moviéndose después de detener la cabeza.
—Solo lo he visto así cuando descubre un secreto. Lo siento, Rachel. Sabes algo que lo hace muy feliz.
Pues qué bien
.
Levantó el libro a la altura adecuada para leerlo y lo hojeó con aire de erudito.
—Puedo romper un vínculo de servidumbre con la misma facilidad con la que podría partirte el cuello. Tú, sin embargo, tendrás que hacerlo a pulso. No voy a desperdiciar una maldición almacenada contigo. Y dado que no pienso dejar que sepas cómo se anulan los vínculos de servidumbre, añadiremos una cosita… Aquí está. Licor de lilas. Empieza con licor de lilas. —Sus ojos se encontraron con los míos por encima del libro—. Para ti.
Un destello frío me atravesó cuando me hizo una seña para que saliera del círculo, una botellita pequeña de color morado ahumado apareció tras sus largos dedos.
Respiré hondo muy deprisa.
—¿Anularás el vínculo y te irás? —dije—. ¿Sin extras?
—Rachel Mariana Morgan —me riñó—. ¿Tan mal piensas de mí?
Miré a Ceri y esta me hizo un gesto para que fuera. Como confiaba en ella, no en Al, me adelanté. Ceri rompió el círculo en ese mismo momento y lo volvió a elaborar justo detrás de mí.
Al descorchó la botella y vertió una gota reluciente de color amatista en una diminuta copa de cristal tallado del tamaño de mi pulgar. Se llevó un dedo enguantado a los labios y me la tendió. La cogí con una mueca. Se me había desbocado el corazón. No tenía alternativa.
Al se acercó con una impaciencia que me hizo desconfiar y me mostró el libro abierto. Estaba en latín y señaló una serie de instrucciones escritas a mano.
—¿Ves esta palabra? —dijo.
Cogí aire.
—«
Umb
…».
—¡Todavía no! —gritó Al haciendo que me sobresaltara y se me pusiera el corazón a mil—. No hasta que el vino te cubra la lengua, estúpida. ¡Por dios, cualquiera diría que jamás has deshecho una maldición!
—¡No soy una bruja de líneas luminosas! —exclamé con un tono más duro de lo que quizá debería.
Al alzó las cejas.
—Podrías serlo. —Clavó los ojos en la copa que sostenía en la mano—. Bebe.
Miré a Ceri. Cuando me alentó, dejé que una cantidad diminuta me pasara por los labios. Era dulce y me hizo cosquillear la lengua. Sentí cómo penetraba en mi y me relajaba los músculos. Al dio unos golpearos en el libro y baje la cabeza.
—«
Umbra
» —dijo sosteniendo la gota en la lengua. Aquella dulzura salvaje se agrió.
—
Aghh
—dije mientras me inclinaba hacia delante para escupirla.
—Trágatelo —me advirtió Al en voz baja y me sobresalté cuando me clavó una mano bajo la barbilla y me levantó la cabeza para que no pudiera abrir la boca.
Tragué el licor con los ojos llenos de lágrimas. Los latidos salvajes de mi corazón me retumbaban en los oídos. Al se inclinó sobre mí y sus ojos se convirtieron en negros, me soltó y se me cayó la cabeza. Se me aflojaron los músculos, como si se licuaran y cuando Al dejó de sostenerme, me caí al suelo.
Ni siquiera intentó sujetarme y aterricé en un montón dolorido de huesos y músculos. Choqué con la cabeza en el suelo y respiré hondo una vez. Cerré los ojos, recuperé la compostura, clavé las palmas en el suelo y me senté.