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Authors: Federico Axat

Tags: #Intriga, #Terror

Benjamín (41 page)

Apenas Danna se marchó, Ridley Myers hizo una llamada para informar de que una mujer se había presentado haciendo preguntas acerca de Sallinger, tal como le habían anticipado.

—Sí, ha sido tal como me han dicho. Efectivamente. Dice llamarse Patricia Chalmers y ha preguntado por la muerte de Sallinger… Claro que puedo identificarla.

6

Un arbusto ocultaba parte del muro que delimitaba el jardín trasero de los Gordon. Originalmente había sido una cerca de madera de apenas un metro y medio pero, tras el nacimiento de Tom, Allison creyó necesario reemplazarlo por un muro de casi dos metros y evitar así las continuas visitas de
Oren,
el perro saltarín de Theodore Garrison.
Oren,
un cruce de todos los perros del mundo y un atleta keniano, disfrutaba paseándose por el jardín trasero de los Gordon con su sonrisa triunfal.

Poco después de aumentar la altura del muro, Allison decidió que sería conveniente plantar algunas enredaderas, y fue así como el señor Orisho, un japonés que por aquel entonces se ocupaba del jardín, plantó una enredadera que, aseguró, crecería tan rápido que no podrían dar crédito a ello. Y lo cierto es que tuvo razón. No sólo fue sorprendente la velocidad con que cubrió el muro, sino que, en verano, hermosas flores acampanadas crecían aquí y allá, y el contraste con el verde de las hojas resultaba abrumador.

Mike tomó una de aquellas flores, sin cortarla. Era violeta, tenía forma de altavoz de gramófono antiguo y el centro era amarillo y alargado. El perfume que Mike percibía en ese momento, sin embargo, no era el de la flor (si es que acaso ésta poseía alguno), sino el que Allison había utilizado durante la cena en The Oysterhouse. ¿Lo usaba también ese día o era su imaginación? Probablemente fuera lo segundo, aunque el cuello de Allison estaba muy cerca de él, en primer plano y enfocado, confiriendo el marco perfecto para la flor violeta que sostenía en su mano. Allison se acercó y posó sus dedos sobre los de él. Ahora ambos sostenían la flor.

Mike se acercó un poco más.

Sus cuerpos se tocaron apenas; la cadera de Allison electrificó la parte alta del muslo de Mike. Definitivamente, tenía que ser su perfume, pensó al tiempo que desviaba la vista al cuello esbelto y desprotegido de ella. La rodeó con un brazo, el izquierdo; lo hizo casi de forma inconsciente y sintió cómo Allison daba un ligero respingo. El brazo la envolvió. Mike no podía verlo (aunque sí imaginarlo), pero ella cerró los ojos y sonrió.

No dijeron nada. Allison sintió la respiración de Mike acariciando su mejilla en ráfagas acompasadas. Soltaron la flor y se mecieron apenas, en silencio, porque aún no había nada que decir que fuera mejor que aquello.

Mike se encontró pensando en la cadena de acontecimientos que lo había arrojado a esa situación, tan grata como inesperada. Algunas horas antes, mientras compraba el helado que comerían tras el almuerzo, su idea del día que tenía por delante era una agradable jornada al aire libre, en la que profundizaría un poco más en su relación con Allison y Tom; en especial con este último, para el que siempre había sido apenas un conocido y que ahora, de buenas a primeras, parecía tener intenciones de hacer
algo
con su madre.

Ahora Tom no estaba con ellos. Había pedido permiso para ir al bosque y Allison se lo dio, no sin antes besarlo en la punta de la nariz, para luego acompañarlo hasta la puerta y darle las recomendaciones que todas las madres prudentes de Carnival Falls repiten a sus hijos cuando éstos se dirigen al bosque. Al regresar al jardín trasero, Allison avanzó de brazos cruzados en dirección a Mike, que seguía allí, observándola.

—Tengo la sensación… —empezó diciendo ella, pero dejó la frase en suspenso.

Mike supo perfectamente que Allison, al igual que él, tenía la sensación de que Tom se había marchado deliberadamente para dejarlos a solas. No obstante, ninguno de los dos reveló lo que pensaba y, al cabo de unos segundos, Allison decidió que lo mejor sería cambiar de tema:

—¿En qué piensas?

El rostro de Mike se nubló. Sabía que debía ser cauto para no preocuparla innecesariamente. Si había consentido que Tom fuera al bosque, había sido porque consideraba que no corría peligro, y porque de ese modo tendría la oportunidad de hablar con Allison con respecto a la charla que había mantenido con él. Quizás era la razón por la que el niño los había dejado a solas.

Mike comenzó relatando su encuentro con Michael Brunell de esa mañana. Lo hizo con la mayor cantidad de detalles que fue capaz de recordar.

La revelación de que Michael había estado en Union Lake la noche de la desaparición de Ben no dejó de sorprender a Allison.

Cuando terminó de hablar, ella lo observaba perpleja.

—¿Crees que Michael Brunell llevó la bicicleta de Ben a la planta de agua?

—No tiene sentido, pero debo reconocer que le creo —aceptó Mike.

Allison se permitió ir un poco más allá.

—Suponiendo que sí lo hizo. Crees que Ben puede estar…

—¿Vivo? —la interrumpió Mike—. No lo creo.

—¿Por qué entonces pedirle algo así a ese niño?

—Resulta lógico que Ben no eligiera a ninguna de sus amistades. Piénsalo; se acercó en el bosque a un niño cualquiera de la escuela; siendo más pequeño, pudo haberlo convencido fácilmente. Quizás hasta le dio algo a cambio.

—¿Por qué haría algo así?

—No lo sé, pero es la única explicación razonable. Tras la desaparición de Ben, Michael debió de haberse sentido aterrado. Créeme…, deberías haber visto su rostro hoy.

—Mike, Ben ha estado aquí muchas veces. Ha jugado en este mismo jardín con Tom durante tardes enteras. Lo conozco. Tú también lo conoces bien…, es difícil aceptar que haya tenido en mente algo como esto.

—Lo sé. Hay algo más que debes saber.

Ambos seguían de pie junto a la enredadera. Allison se apoyaba en el tronco del sauce, y Mike, parado a un metro y medio de ella, alternaba su peso de una pierna a la otra, apenas consciente de ello. Se acercó y deslizó suavemente una mano por su espalda. Le dijo que sentados podrían hablar más cómodos. Ella asintió y se dejó conducir hacia la mesa, donde se sentaron de nuevo, en silencio.

Mike mantuvo la vista fija en la casa, como si hubiera allí algo que atrajera su atención. Habló en tono bajo; su voz se transformó en apenas un susurro que se mezcló con las esporádicas ráfagas de viento.

—Ben vino a verme la noche en que se marchó de su casa.

Allison escuchó con atención mientras Mike le relataba su encuentro con Ben. Repitió el atormentado relato de los acontecimientos por los que Ben había atravesado aquel día: la visita a Patterson y el siniestro viaje en el Chevrolet de Ralph en compañía de Marcia. Luego le habló del modo en que procuró sacarle las ideas que tenía en la cabeza, en especial las que tenían que ver con Danna.

Mike sintió cómo Allison colocaba una mano sobre la suya.

—¿Dijo algo acerca del lago? —preguntó ella.

—No, no me dijo nada acerca del lago. Sólo que quería marcharse de su casa.

Mike hizo una pausa. Luego bajó la vista hacia la mesa.

—Creía haberlo disuadido de una idea tan absurda —dijo Mike—. Realmente creí haberlo hecho. Lo llevé a su casa. Permanecí una media hora fuera.

—Dios mío.

—Lo observé un buen rato desde la esquina. Ben no salió de la casa mientras estuve allí. —La voz de Mike se quebró—. Evidentemente no fue suficiente.

—Mike, no es culpa tuya. —Allison ejerció presión sobre las manos de él.

—Evidentemente no hice lo suficiente. Ben acudió a mí antes de marcharse. Algo en su interior le dijo que no debía hacerlo y lo impulsó a venir a verme.

—De todas maneras, no comprendo la razón por la que no utilizó su bicicleta para ir al lago, ni por qué hizo que Michael Brunell la llevara allí más tarde.

—No tiene sentido.

—¿Y si está vivo? ¿Y si no lo hallaron en el lago porque simplemente su cuerpo no está allí?

—Quisiera creer que así son las cosas, pero Ben no las llevaría a este extremo.

Allison reflexionó.

—Mike.

—¿Sí?

—¿Y si Ben ha planeado todo esto? ¿Si acudió a ti como parte de un…
plan?

Mike no lo había pensado. Enarcó las cejas.

—No parecía estar fingiendo —dijo Mike—. Además, Robert me confirmó los acontecimientos de ese día.

—No digo que no hayan sido ciertos. Quizás sí se sentía furioso con Danna. Puede que incluso hasta el punto de querer marcharse. ¿Pero qué tal si decidió
fingir
que se marchaba?

Mike observó a Allison. Debía reconocer que lo que decía no era descabellado.

—En tal caso —dijo Mike—, es sencillo explicar la razón por la que Michael Brunell se encargó de llevar la bicicleta a la planta abandonada.

—Piénsalo. Explicaría el hallazgo de la bicicleta, sus pertenencias junto a la tubería…

Mike por primera vez se permitió analizar la idea otorgándole cierto crédito.

—Tienes razón.

—Se me ha erizado la piel.

Las sombras se habían alargado. El cielo era una lámina desteñida veteada de rojos y anaranjados. La temperatura había bajado unos tres grados, pero seguía haciendo calor. La mesa estaba vacía, salvo por las cuatro piedras en los extremos que Tom había dispuesto para mantener el mantel en su sitio. Mike meditaba en silencio. Una idea pugnaba por salir. La casa los observaba paciente, con atentos ojos cuadrados y una boca negra y rectangular.

Una idea.

Allison se dirigió a la casa. Hizo su aparición en la mejilla transparente del rostro gigante. Mientras Mike la veía desplazándose por la cocina, echándole un vistazo de cuando en cuando, tamborileó los dedos sobre el mantel. Cambió de posición un par de veces, incómodo.

Allison salió de las fauces de la casa al cabo de un rato. Llevaba una bandeja con dos vasos de té helado. Le entregó uno a Mike y colocó el otro delante de ella.

—¿En qué estas pensando? —indagó.

—En todo esto. ¡Han pasado casi diez días! Me niego a creer que Ben haya sido capaz de llevar las cosas hasta ese extremo. Su familia está preocupada, todos lo estamos. Ben no es así.

—Estoy de acuerdo en que Ben no es la clase de niño que haría una cosa así. Realmente no sé qué pensar. Quiero a Ben como a mi propio hijo, quizás no es más que el deseo de que nada malo le haya ocurrido.

—Todo esto resulta descabellado.

Allison dio un pequeño sorbo a su té. Sin poder contenerse más, hizo la pregunta que la estaba hostigando desde hacía rato. Más tarde podrían volver a hablar de Ben.

—¿Tom te ha hablado de sus sueños, verdad?

—Sí. Me ha dicho que transcurren en una isla. Ben lo llama desde algún sitio, y él lo busca. Cuando lo encuentra, Ben está herido; y es allí cuando normalmente despierta. No soy psicólogo ni mucho menos, pero a mí me resulta un sueño razonable teniendo en cuenta por lo que está pasando.

—Supongo que tienes razón. Se están espaciando en el tiempo, lo cual me tranquiliza.

Ambos sorbieron un poco más de té.

—¿Qué haremos con lo que sabemos? —preguntó Allison—. Los Green tienen derecho a estar enterados. Yo puedo hablar con Harrison al respecto; quizás debería reanudarse la búsqueda.

—No lo sé. Quisiera pensarlo un poco.

—Me parece bien. —Allison terminó su té.

—Sé lo que estás pensando —dijo Mike, haciendo lo propio con el suyo—. Si fuera Tom en lugar de Ben, te gustaría estar al tanto de todo.

Allison asintió.

—Déjame darle vueltas al asunto hasta mañana —pidió Mike—. Conozco a Robert desde que era un niño; su amistad es lo más parecido a tener un hermano que alguien que no lo tiene puede sentir. Créeme que quiero lo mejor para él… No me gustaría crearle falsas expectativas.

—Estoy de acuerdo contigo en lo delicado del asunto. No conviene precipitarse.

7

Cuando vio a Matt en el umbral de la puerta, no pudo más que pensar en el gesto de su novio.

—¿Eso es para mí? —preguntó Andrea sin poder apartar la vista de la caja de cartón.

—Claro que sí.

Andrea lo besó.

¡Un equipo de música para ella sola!

Matt cargó con la caja y la depositó junto a la mesa. Robert se acercó y ambos se estrecharon las manos. Matt le dedicó su sonrisa marca registrada, mientras Andrea le explicaba a su padre que se trataba de su regalo de cumpleaños.

—Es un regalo caro, Matt —se limitó a decir Robert.

—El gerente de la tienda es amigo de mi padre —explicó él—. Me ha hecho un buen descuento. Debí haber esperado al día de su cumpleaños para entregárselo, pero la ansiedad ha sido más fuerte.

—¡No veo la hora de tenerlo en mi habitación!

—¿Quieres que lo instalemos ahora? No le molestaría, ¿verdad, señor Green? Serán sólo unos minutos.

—No me molesta en absoluto.

Matt siguió con su papel de Alex P. Keaton y asintió, sin desarticular su sonrisa
Foxiana
. Ambos se dirigieron a la habitación.

—Matt, es el regalo más fantástico que he recibido. Gracias.

(Andrea Green no tenía manera de saber que en el interior de los altavoces de su flamante equipo de música había cuatro kilos de heroína).

Instalar el artefacto no les llevó más que unos minutos. Matt se encargó de sacar el cuerpo principal de la caja y de colocar los
pesados
altavoces uno a cada lado; luego los conectó mediante los cables correspondientes, que venían cuidadosamente envueltos en unas bolsitas de plástico. Andrea rebuscó en la caja y extrajo el manual de instalación junto con el mando a distancia.

—Listo —anunció Matt, al tiempo que una serie de luces se encendían en el frente.

Andrea tomó un disco de su colección:
By Request,
de Boyzone. Lo colocó en la bandeja con capacidad para tres discos y presionó la tecla de reproducción del mando. Una canción pegadiza que Matt no reconoció inundó la habitación. Andrea sonrió, al tiempo que subía el volumen al máximo, experimentando las potentes vibraciones del aire cercano a los altavoces.

Matt se preguntó, con un dejo de gracia, si semejante cosa no afectaría a sustancias como la heroína.

Poco tiempo después interrumpieron a Ronan Keating y regresaron a la sala para unirse a Robert. Andrea llevó la caja de cartón con intención de dejarla en el garaje antes de la llegada de Danna, cosa que no tardaría en olvidar. Ofreció café, y tanto Robert como Matt aceptaron.

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