Read A través del mar de soles Online

Authors: Gregory Benford

Tags: #Ciencia ficción, #spanish

A través del mar de soles (7 page)

Rosa se acurrucó bajo el cobertizo. En una ocasión, cuando él bebía, farfulló una palabra ininteligible.

Puso la tercera lata sobre las tablas a medio camino entre ellos. Seccionó el cuerpo y halló las blandas partes pulposas en las que era vulnerable a una flecha. Desentrañó las venas y arterias y las ristras de músculos. Había grandes espacios en la cabeza que tenían algo que ver con la audición. En la bolsa de la panza, la hebra estaba arrugada y enroscada con una especie de músculo azul. En torno a las aletas, donde la piel se volvía escamosa, había huesecillos, cartílagos y ternillas que no parecían tener utilidad alguna.

Rosa se acercó a hurtadillas en tanto él se afanaba. El calor la abrumaba. Se lamió los labios hasta pelárselos y finalmente bebió.

3

Él mantuvo la cuenta de los días haciendo un corte cada mañana en una rama de árbol. El irritante rocío de sal y el asedio del sol enturbiaban las distinciones. Halló que en el simple cálculo se daba algún orden, la belleza del número que existía ajeno al constante roce de la verdosidad del mar.

Entre ambos hicieron un ritual de la muerte de los Pululantes. Los exploradores venían en azarosos intervalos ahora, nunca con más de tres días de espera hasta el próximo golpeteo exploratorio en el maderamen. Entonces Rosa se inclinaba y agitaba la camisa en el agua. El ser hacía una pasada para mirar y viraba luego para acometer, acercándose por la esquina que sobresalía, y Warren hundía la flecha en lugar blando.

Después Rosa se acuclillaba bajo el refugio y rezongaba entre sí y esperaba a que él lo destripara y sangrara las bolsas acuosas de ligero fluido y finalmente ingería a escondidas el jarabe amargo.

Él averiguó más con cada nueva muerte. Cortaron telas e hicieron bolsas pequeñas para guardar las partes más suculentas del cuerpo y luego las masticaron hasta extraer la última gota. A veces les hacía enfermar. Después de eso, él exprimió pedazos de carne en una bolsa de tela y dejó que las gotas se orearan al sol. Así no resultó tan malo. Se comieron las grandes tajadas de carne, pero era el fluido lo que más necesitaban.

Rosa se volvió más distante con cada muerte. Se sentaba balanceándose ensoñadoramente en el centro de la isla de troncos, murmurando, cantando para sí, encerrándose en sí misma. Warren trabajaba y reflexionaba.

Al vigésimo primer día de ir a la deriva, Rosa le despertó. Él abandonó a regañadientes el vago y voluble sueño. Ella gritaba.

Había algo esbelto y azul que cruzaba el desvaído amanecer con veloces movimientos. Brincó en el aire y se zambulló con un torrente de espuma y luego, casi en el mismo instante, salió volando desde la pronunciada pared de una ola, girando bajo el resplandeciente nuevo sol.

—Un Espumeante —murmuró él. Era el primero que había visto.

Rosa chilló.

Warren escrutó las colinas y valles de agua en movimiento, parpadeando, siguiendo el dedo de ella. Un cilindro gris del tamaño de su mano flotaba a diez metros de distancia.

Cogió el tronco de árbol que usaban para marcar los días. Tenía ya las manos abotargadas por la constante humedad, y la corteza del tronco las arañó. Ninguna forma verde se agitaba debajo. Se meció con el oleaje, aguardando en el borde de la balsa a que una corriente fortuita acercase el objeto gris.

Pasó largo tiempo. Se bamboleaba perezosamente y no se aproximaba. Warren se apoyó contra el cabeceo de la balsa y se estiró para cogerlo. Al tronco le faltaba al menos un metro de largo.

Retrocedió, relajándose, dejando que remitiera la tirantez de sus músculos. Le temblaban los brazos. Podía nadar hasta él en unas cuantas brazadas rápidas, virar y volver en unos...

No. Si se dejaba ir, sería atraído a la misma caverna interminable por la que Rosa estaba errando. Tenía que aguantar. Y no correr riesgos.

Retrocedió. Lo que había que hacer era esperar y ver si...

Un blanco rocío estalló frente a él. La delgada forma se abalanzó en el aire y Warren rodó apartándose de ella. Se irguió sosteniendo el cuchillo a corta distancia.

Pero el Espumeante se alejó de la balsa trazando un arco. Se adentró en una ola, desapareció por un instante y después emergió y cogió el cilindro con la boca sesgada. Dio un giro en el aire y sacudió la cabeza. El cilindro tintineó sobre la balsa. El Espumeante volvió a brincar, blanquiazul, y se desvaneció en las facetas perpetuamente cambiantes de verde mármol.

Rosa estaba acurrucada en el refugio. Warren tomó el cilindro cuidadosamente. Era liso y regular, pero algo en él decía que no había sido realizado con instrumentos. Había pequeñas imperfecciones en el suave gris espumoso, como las manchas de un tomate.

Formaba arrugas en un extremo como si se hubiese caído una borla.

Lo frotó, tiró de él, dio vueltas a los extremos. Se abrió con un húmedo taponazo. En el interior había una gruesa hoja enrollada del mismo material gris de atemperada resistencia. Lo desenrolló.

SECHTON XMENAPU DE AN LANSDORFKOPPEN SW BY W ABLE SAGON MXIL VESSE L ANSAGEN MANLATS WIR UNS? FTH ASDLENGS ERTY EARTHN PROFUILEN CO NISHI NAGARE KALLEN KOPFT EARTHN UMI.

Estudió las combinaciones y trató de asociarlas para hallar alguna lógica. No era ningún código, supuso. Unas cuantas palabras eran alemanas y había algunas inglesas y japonesas pero, en su mayoría, resultaban carentes de significado o no pertenecían a ningún lenguaje que conociera. VESSE L, podía ser
vessel
, navío. ANSAGEN, ¿decir? Sintió deseos de recordar más del alemán que había aprendido en la marina mercante.

Las palabras estaban en claros caracteres como los de un periódico y grabadas a fuego en la hoja.

No logró desentrañar más. Rosa no quería mirar la hoja. Cuando la convenció, ella sacudió la cabeza. No, no podía reconocer nuevas palabras.

Aquel día vino un Pululante más tarde. Rosa no retrocedió con suficiente rapidez y la gran silueta se abalanzó fuera del agua. Dio una fuerte dentellada a la camisa cuando la flecha de Warren le acertó y el impacto volteó hacia atrás la obtusa cabeza. Rosa no se hallaba prevenida y dio un traspié hacia delante y cayó al mar. El Pululante intentó escurrirse. Warren la asió cuando se iba al agua. El alienígena acometió contra ella, pero Warren le aupó la espalda sobre la cubierta. Había soltado el arco. El Pululante volteó y el arco se fue por la borda y luego las aletas de la cola trabaron el borde de la balsa, se retorció y fue a desplomarse a bordo. Warren lo golpeó con el tronco de árbol.

Continuó dando coletazos, pero los golpes lo aturdieron. Él esperó a dar con el ángulo apropiado y clavó hondo el cuchillo, lejos de las chasqueantes mandíbulas, y el ser se quedó rígido.

Rosa ayudó a cortarlo. Empezó a hablar de improviso mientras él buscaba el arco. Estaba abstraído viendo si flotaba cerca y al principio no se apercibió de que ella no estaba murmurando simplemente. Divisó el arco y se las ingenió para cogerlo. Rosa estaba hablando de los Pululantes, sosegadamente y con un tono de voz pragmático que él no le había oído anteriormente.

—Lo importante es no dejar que uno escape —concluyó ella.

—Eso supongo —dijo Warren.

—Saben de la balsa, vienen en bandada.

—Si consiguen encontrarnos, sí.

—Envían a estos exploradores. El grupo irá a donde los grandes le digan.

—Los alcanzaremos.

— ¿Siempre? No. La única solución es la tierra.

—Ninguna que yo haya visto. Estamos derivando al oeste, podría ser...

—Creí que eras marinero...

—Lo era.

—Entonces llévanos a tierra.

—No es tan fácil —repuso Warren, y prosiguió para contarle lo difícil que era gobernar una balsa, y que en cualquier caso no sabía dónde estaban. Ella resopló desdeñosamente ante estas noticias.

—Encuentra una isla —repitió varias veces. Warren discutió, no porque tuviera ninguna razón de peso, sino porque sabía cómo sobrevivir allí y un temor vago lo embargaba al pensar en la tierra. Rosa estaba hablando ahora libremente y con soltura, segura de sí misma. Finalmente él se desentendió y se puso a trabajar almacenando las tajadas de carne del Pululante. La charla le confundía.

Al día siguiente vino un Espumeante, saltó cerca de la balsa y apareció otro cilindro. Se alejó nadando. Parecía un borrón de plateada movilidad. Leyó la hoja.

GEFAHRLICH CROSS HIRO ADFIN SOLIO MNX 8 SHIO NISHI. KURO NAGARE. ANAXLE UNS NORMEN 286 W SCATTER PORTLINE ZERO NAGARE. NISHI.

No pudo extraer ningún significado. Rosa lo examinó, no muy interesada, y se encogió de hombros. Él trató de hacer marcas en las hojas, pensando que podía enviarles algo o formular preguntas. La hoja no admitió impresiones.

Un Pululante emergió al oeste al siguiente día. Rosa vociferó. Les rodeó dos veces y se aproximó veloz al señuelo de Rosa. Warren le disparó y le alcanzó demasiado atrás. La punta se enterró inútilmente en un punto en el cual sabía que solamente había tejido adiposo. El Pululante arremetió contra Rosa. Sin embargo, ella estaba dispuesta y se alejó del borde, y aquél falló. Warren tiró del sedal y soltó la flecha. El Pululante se replegó al salir la flecha y se alejó de la balsa. Se hundió y desapareció.

— ¡No lo dejes escapar! —gritó Rosa.

—No se aproxima.

—Le diste en mal sitio.

—Sin embargo, le entró hondo. Puede que muera antes de poder volver con la bandada.

— ¿Eso crees?

Warren no lo creía, pero dijo:

—Es posible.

—Tienes que encontrar una isla. Ahora.

—Sigo pensando que estamos a salvo aquí.

— ¡Increíble! En modo alguno eres un marino y te da miedo admitirlo. Miedo de decir que no sabes cómo hallar tierra.

—Sandeces. Yo... —Pero ella le interrumpió con un aluvión de palabras que no alcanzó a seguir. Hizo como que la oía, asintió finalmente, sin saber él mismo por qué deseaba permanecer en la balsa, en el mar. Le parecía mejor, eso era todo, y no sabía cómo contárselo.

Cuando la perorata acabó finalmente, él se retiró para rumiar el segundo mensaje. En parte estaba en alemán y él sabía un poco, pero no aquellas palabras en particular. Nunca había aprendido japonés a pesar de haber vivido en Tokio.

Al despuntar la mañana siguiente despertó de repente y supo que había algo cerca de la balsa.

El oleaje era calmo y anaranjado y el sol espejeaba. No vio nada en el vidrioso horizonte. Tenía mucha hambre y se acordó del Pululante de ayer. Había utilizado la carne de las primeras matanzas como cebo para los sedales, pero nada picaba. Se preguntó si era debido a que los peces no se comerían la carne del Pululante o si allí debajo no había ningún pez que llevarse a la boca. Los alienígenas habían estado alterando la cadena alimenticia de los océanos, según había leído.

Entonces vio el punto gris flotando en lontananza. La balsa estaba derivando hacia él y lo cogió al cabo de unos minutos. El mensaje rezaba:

CONSQUE KPOF AMN SOLID. DA ØLEN MACHEN SMALL YOUTH SCHLET UNS. DERINGER CHANCE DA. UNS B WSW. SAGEN ARBEIT BEI MOUTH. SHIMA CIRCLE STEIN NONGO NONGO UMI DRASVITCH YOU.

Escudriñó las palabras... y se agazapó en la cubierta experimentando el prolongado transcurrir de los minutos. Si pudiera...

— ¡Warren! ¡Wa...Warren! —exclamó Rosa. Él siguió su gesto.

Un borrón en el horizonte. Se hundía y alzaba entre las accidentadas olas. Warren inspiró profundamente.

—Tierra.

A Rosa se le humedecieron los ojos y prorrumpió en una risotada aguda. Se le pusieron blancos los labios de reír y gritó:

— ¡Sí! ¡Sí! ¡Tierra! —Y agitó los puños en el aire.

Warren parpadeó y midió a simple vista la corriente y el ángulo que formaba la mancha parduzca respecto a su rumbo. No lo alcanzarían mientras fueran a la deriva.

Puso manos a la obra rápidamente.

Tomó el tronco de árbol y derribó los soportes del cobertizo. Se arrodilló en el centro de la balsa y calculó las distancias con manos y dedos y practicó un agujero entre dos tablones. Logró introducir el tronco. Elaboró un collar con tiras de corteza. El tronco estaba torcido, podía servir como mástil.

Cogió la hoja de madera contrachapada del cobertizo y la amarró al tronco. Abrió mastelerillos en la lámina contrachapada con el cuchillo. El alambre que mantenía los maderos unidos en la cubierta hubiera servido, pero no podía arriesgarse a desatarlos. Utilizó, en vez de ello, la última ligadura. La pasó a través de los mastelerillos del contrachapado para convertirla en cordeles colgantes. El contrachapado se estaba alzando ahora como una vela que captaba el viento, y tirando de la ligadura podía virar. La balsa tomaba mal las olas, pero al girar el contrachapado pudo dejar de forzar los lugares débiles, donde se encontraban los troncos y la tablazón.

Al término de la mañana el viento soplaba del este. No pudieron avanzar mucho y la tierra era todavía una franja oscura en el horizonte. Warren quebró un gran trozo de madera en la esquina de la balsa. Lo desbastó con el cuchillo. Un Pululante salió a la superficie cerca y Rosa empezó con su griterío. La golpeó y observó al Pululante, mas en ningún momento dejó de mondar la madera en el regazo. El Pululante trazó un círculo, luego dio la vuelta y se alejó nadando hacia el sur.

Terminó con el madero. Confeccionó un envoltorio para él con las tiras de corteza restantes. Encajó pésimamente en el extremo de la balsa, pero su lado ancho se hundió en el agua y, apoyándose en su parte superior, consiguió mantener el ángulo. Hizo que Rosa sostuviera dos tarugos de madera contra la balsa como palanca y de ese modo el artefacto funcionó como una especie de timón. La balsa viró al sur, hacia la tierra.

Pasó el mediodía. Warren pugnó contra el viento y el timón y trató de estimar la distancia y el tiempo que quedaba. Si caía la noche, antes de que alcanzaran la tierra, la corriente les haría sobrepasarla y jamás serían capaces de virar a barlovento para hallarla de nuevo. Llevaba tanto tiempo lejos de tierra firme que la necesidad que sentía de ella era peor que el hambre. El bamboleo de la cubierta les robaba fuerzas noche y día, resultaba imposible dormir y mantenerse sobre cubierta cuando el mar se encrespaba, y harían cualquier cosa por algo sólido bajo sus pies, aunque sólo...

Sólido.

En el mensaje se leía
solid.
¿Significaba eso tierra?

Gefahrlich gross
algo, algo
sólido.

Gefahrlich
Devaba aparejado una sensación, algo sobre lo malo o peligroso, creía. Gross
engrande.
¿Gran tierra peligrosa vacía? Luego algo de japonés y otras cosas y después
scatter portline zero. Scatter.
¿hacer que se vaya?

Other books

Cybele's Secret by Juliet Marillier
Compass by Jeanne McDonald
A Mischief of Mermaids by Suzanne Harper
The Black Cauldron by Alexander, Lloyd
Steamed by Holt, Desiree, Standifer, Allie
Pledged by Alexandra Robbins


readsbookonline.com Copyright 2016 - 2024