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Authors: Carl Sagan

Tags: #Divulgación Científica

Un punto azul palido (51 page)

BOOK: Un punto azul palido
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Walter A. McDougall,
The Heavens and the Earth: A Political History of the Space Age,
Nueva York, Basic Books, 1985.

Alan Shepherd, Deke Slayton et al.,
Moonshot,
Atlanta, Hyperion, 1994.

Don E. Wilhelms,
To a Rocky Moon: A Geologist's History of Lunar Exploration,
Tucson, University of Arizona Press, 1993.

Capítulo 14. Explorar otros mundos y proteger el nuestro

Kevin W. Kelley, ed.,
The Home Planet,
Reading,

M. A. Addison-Wesley, 1988.

Carl Sagan y Richard Turco,
A Path Where No Man Thought: Nuclear Winter and the End of the Arms Race,
Nueva York, Random House, 1990.

Richard Turco,
Earth Under Siege: Air Pollution and Global Change,
Nueva York, Oxford University Press, en prensa.

Capítulo 15. El mundo de las maravillas abre sus puertas

Victor R. Baker,
The Channels of Mars,
Austin, University of Texas Press, 1982.

Michael H. Carr,
The Surface of Mars,
New Haven, Yale University Press, 1981.

H. H. Kieffer, B. M. Jakosky, C. W. Snyder, y M. S. Matthews, eds.,
Mars,
Tucson, University of Arizona Press, 1992.

John Noble Wilford,
Mars Beckons: The Mysteries, the Challenges, the Expectations of Our Next Great Adventure in Space,
Nueva York, Knopf, 1990.

Capítulo 18. El pantano de camarina

Clark R. Chapman y David Morrison, «Impacts on the Earth by Asteroids and Comets: Assessing the Hazard»,
Nature,
vol. 367, 1994, pp. 33-40.

A. W. Harris, G. Canavan, C. Sagan, y S. J. Ostro, «The Deflection Dilemma: Use vs. Misuse of Technologies for Avoiding Interplanetary Collision Hazards», en
Hazards Due to Asteroids and Comets,
T. Gehrels, ed., Tucson, University of Arizona Press, 1994.

John S. Lewis y Ruth A. Lewis,
Space Resources: Breaking the Bonds of Earth,
Nueva York, Columbia University Press, 1987.

C. Sagan y S. J. Ostro, «Long-Range Consequences of Interplanetary Collision Hazards»,
Issues in Science and Technology,
verano 1994, pp. 67-72.

Capítulo 19. Remodelar los planetas

J. D. Bernal,
The World, the Flesh and the Devil,
Bloomington, Indiana University Press, 1969; primera edición, 1929.

James B. Pollack y Carl Sagan, «Planetary Engineering», en J. Lewis y M. Matthews, eds.,
Near-Earth Resources,
Tucson, University of Arizona Press, 1992.

Capítulo 20. Oscuridad

Frank Drake y Dava Sobel,
Is Anyone Out There?,
Nueva York, Delacorte, 1992.

Paul Horowitz y Carl Sagan, «Project META: A Five-Year All-Sky Narrowband Radio Search for Extraterrestrial Intelligence»,
Astrophysical Journal,
vol. 415, 1992, pp. 218-235.

Thomas R. McDonough,
The Search for Extraterrestrial Intelligence,
Nueva York, John Wiley and Sons, 1987.

Carl Sagan,
Contact: A Novel,
Nueva York, Simon and Schuster, 1985.

Capítulo 21 .
¡Hacia el cielo!

J, Richard Gott III, «Implications of the Copernican Principie for Our Future Prospects»,
Nature,
vol. 263, 1993, pp. 315-319.

Capítulo 22. De puntillas por la vía láctea

LA. Crawford, «Interestellar Travel: A Review for Astronomers»,
Quarterly Journal of the Roy al Astronomical Society,
vol. 31, 1990, p. 377.

I. A. Crawford, «Space, World Government, and
The End of History», Journal of the British Interplanetary Society,
vol. 46, 1993, pp. 415-420.

Freeman J. Dyson,
The World, the Flesh, and the Devil,
Londres, Birkbeck College, 1972.

Ben R. Finney y Eric M. Jones, eds.,
Interstellar Migration and the Human Experience,
Berkeley, University of California Press, 1985.

Francis Fukuyama,
The End of History and the Last Man,
Nueva York, The Free Press, 1992.

Charles Lindholm,
Charisma,
Oxford, Blackwell, 1990. El comentario acerca de la necesidad de un
telos
se encuentra en este libro.

Eugene F. Mallove y Gregory L. Matloff,
The Starflight Handbook,
Nueva York, John Wiley and Sons, 1989.

Carl Sagan y Ann Druyan,
Comet,
Nueva York, Random House, 1985.

Notas

[1]
«Ninfa de los bosques, cuya vida duraba lo que el árbol a que se suponía unida», definición de Julio Casares. (N.
de la t.)

[2]
En el original
«planets»
(planetas), aunque en realidad la palabra griega que significa «nómadas» es «astros». (N.
de la t.)

[3]
Dinastía de soberanos ingleses (1154-1485). Perteneciente al linaje francés de los condes de Anjou, su pretensión al trono de Francia provocó la guerra de los Cien Años.
(Nota de la traductora)

[4]
En el original,
«robber barons»,
que
Simón and Schuster's International Dictionary
traduce como capitalistas de Estados Unidos que a fines del siglo XIX adquirieron inmensas riquezas por medio de la explotación, el cohecho, etc. (TV.
de la t.)

[5]
El famoso libro de Copérnico se publicó primero con una introducción del teólogo Andrew Ossiander, incluida sin el conocimiento del astrónomo agonizante. La bienintencionada tentativa de Ossiander de reconciliar la religión y la astronomía copernicana terminaba con las palabras siguientes: «Que nadie espere certezas de la astronomía, pues la astronomía no puede ofrecernos ninguna certeza, no sea que si alguien asume como verdad lo que ha sido construido para otros usos, acabe saliendo de esa disciplina más loco que cuando acudió a ella.» La certeza sólo podía ofrecerla la religión.

[6]
Nuestro universo es
casi
incompatible con la vida, o al menos en lo que entendemos como necesario para la misma. Aunque una estrella entre un centenar de miles de millones de galaxias tuviera un planeta similar a la Tierra, en ausencia de medidas tecnológicas impresionantes la vida solamente podría prosperar aproximadamente en un 10% del volumen del universo. Para que quede bien claro, vale la pena escribirlo: solamente 0,0000000000000000000000000000000000001 de nuestro universo es compatible con la vida. Treinta y seis ceros antes del uno. El resto es negro vacío, frío y lleno de radiación.

[7]
Para expresar ideas así, las palabras tienden a fallarnos. El término alemán para designar el universo es
(das) All
(el Todo), que deja bien patente la inclusividad. Podríamos decir que nuestro universo no es más que uno en un «multiverso», pero yo prefiero emplear la palabra «cosmos» para el todo y «universo» para el único que podemos conocer.

[8]
Una de las pocas expresiones casi-copernicanas en inglés y en castellano es: «El universo no gira a
tu
alrededor», una verdad astronómica que pretende hacer bajar de nuevo a la Tierra a narcisistas novatos.

[9]
En el original,
«rain forest»,
bosque tropical muy denso donde llueve todo el año.
(Nota de la traductora.)

[10]
No porque la viera especialmente grande, sino porque en la mitología griega los miembros de la generación precedente a los dioses del Olimpo —Saturno, sus hermanos y sus primos— eran llamados Titanes.

[11]
La atmósfera de Titán no posee oxígeno detectable, de modo que el metano no se halla violentamente fuera de equilibrio químico, como lo está en la Tierra, y su presencia no representa en modo alguno un indicio de vida.

[12]
En inglés,
moon
significa luna y
sun,
sol.
(Nota de la traductora.)

[13]
Con el nombre del cual ha sido bautizada la misión europeo-americana al sistema de Saturno.

[14]
En inglés se pronuncia igual que
«your anus»,
que significa «tu ano».
(Nota de la traductora.)

[15]
La llamó así recordando las palabras de Miranda, la heroína de
La Tempestad:
«¡Oh, valeroso nuevo mundo, que alberga en él gente así!» (A lo cual Próspero responde: «Es nuevo para ti.» Así de claro. Como todos los demás mundos del sistema solar, Miranda tiene cerca de 4500 millones de años de antigüedad.)

[16]
Tarda tanto tiempo en completar una vuelta alrededor del Sol porque su órbita es extraordinariamente amplia, 37000 millones de kilómetros en derredor, y porque la fuerza de la gravedad del Sol, que le impide salir despedido hacia el espacio interestelar, es a esa distancia comparativamente débil, menos de una milésima de la fuerza que ejerce en las proximidades de la Tierra.

[17]
Robert Goddard, el inventor del cohete moderno de combustible líquido, imaginó un tiempo en que las expediciones a las estrellas se equiparían y serían lanzadas desde Tritón. Eso fue en una ocurrencia posterior, fechada en 1927, a un manuscrito de 1918 llamado
La última migración.
Considerado atrevido en extremo para ser publicado, fue depositado en la caja fuerte de uno de sus amigos. La portada contiene una advertencia: «Estas notas sólo deben ser leídas con atención por personas optimistas.»

[18]
Cierta variedad de melón.
(Nota de la traductora.)

[19]
Una unidad astronómica equivale a 150000000 de kilómetros.
(Nota de la traductora)

[20]
Se cree que las señales de radio que ambas naves
Voyager
detectaron en 1992 son debidas a una colisión de fuertes rachas de viento solar con el gas ligero que se halla entre las estrellas. A partir de la inmensa potencia de la señal (más de 10 billones de vatios) se puede efectuar una estimación de la distancia hasta la heliopausa: aproximadamente cien veces la distancia desde el Sol a la Tierra. A la velocidad a que se aleja del sistema solar, el
Voyager 1
podría penetrar en la heliopausa e introducirse en el espacio interestelar alrededor del año 2010. Si su fuente de energía radiactiva todavía lo permite, transmitirá a la Tierra las noticias de esa travesía. La energía liberada por la colisión de esta onda de choque con la heliopausa la convierte en la fuente más potente de emisión de radio en el sistema solar. Uno se pregunta si choques todavía más fuertes en otros sistemas planetarios serían detectables por nuestros radiotelescopios.

[21]
Esta exclamación era originalmente un eufemismo para los que consideraban que
Sacre-Dieu!
era una blasfemia demasiado fuerte, considerando debidamente el segundo mandamiento, para ser pronunciada en voz alta.

[22]
En el caso de Titán, las imágenes revelaron una sucesión de capas separadas sobre la cubierta principal de la aerosfera. Así pues, Venus resulta ser el único mundo del sistema solar en el cual las cámaras que funcionan con luz visible ordinaria
no
han descubierto nada importante. Por fortuna, en la actualidad hemos obtenido imágenes de prácticamente todos los mundos que hemos visitado. (El
International Cometary Explorer
de la NASA, que atravesó la cola del cometa Giacobini-Zimmer en 1985, volaba a ciegas, dedicándose fundamentalmente a partículas cargadas y campos magnéticos.)

[23]
Hoy día, muchas imágenes telescópicas se obtienen mediante dispositivos electrónicos y son procesadas por computadora, tecnologías que los astrónomos no tenían a mano en 1970.

[24]
James B. Pollack efectuó importantes contribuciones en todas las áreas de la ciencia planetaria. Fue el primero de mis alumnos en doctorarse y, desde ese momento, le consideré siempre un colega muy apreciado. Convirtió el Centro de Investigación Ames de la NASA en líder mundial en el ámbito de la investigación planetaria, así como en lugar predilecto para la realización de prácticas posdoctorales para los científicos planetarios. Su bondad era tan extraordinaria como sus habilidades científicas. Murió en 1994, en pleno apogeo de sus facultades.

[25]
La erupción de un volcán submarino adyacente y la rápida construcción de una nueva isla en el año 197 a. J.C. son descritas por Estrabón en el epígrafe que abre el presente capítulo.

[26]
A pesar de sus montañas y sus fosas submarinas, nuestro planeta es sorprendentemente liso. Si la Tierra tuviera el tamaño de una bola de billar, las protuberancias más grandes tendrían menos de una décima de milímetro, rozando el umbral de ser demasiado pequeñas para poder verlas o tocarlas.

[27]
La edad de la superficie de Venus, determinada a partir de las imágenes de radar obtenidas por
Magallanes,
socava todavía más las tesis de Immanuel Velikovsky, quien propuso alrededor de 1950, con una sorprendente aclamación por parte de la prensa, que 3 500 años atrás Júpiter escupió un «cometa» gigante que efectuó diversas colisiones rozando la Tierra, desencadenando determinados acontecimientos que aparecen en crónicas de libros antiguos (tales como el cese de la rotación de la Tierra por orden de Josué) y, a continuación, se transformó en el planeta Venus. Todavía hay gente que se toma en serio esta clase de teorías.

[28]
Los volcanes de Io constituyen, asimismo, la copiosa fuente de átomos cargados eléctricamente, como el oxígeno y el azufre, que componen un fantasmal tubo de materia en forma de rosquilla, rodeando a Júpiter.

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