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Authors: Kevin T. Stein

Tags: #Fantástico

Los hermanos Majere (45 page)

—¿Qué viste?

Raistlin contempló a su gemelo con fijeza; luego, suspiró y apartó los ojos.

—Qué importa ahora. No lo comprenderías. En cualquier caso, supe la verdad; comprendí lo que era esa mujer. Y también por qué dispuso que te asesinaran...

—No te creo. —Caramon sacudió la cabeza con terquedad.

—¡No te comportes como un necio! Ella era la única que sabía que regresaríamos a la posada a tan avanzada hora de la noche. Despachó a su esbirro poco antes de nuestra partida a fin de que nos aguardara en la habitación.

—¡Pero me quisieron matar a mí!

—Con el fin de que no estuvieras a mi lado para protegerme.

—Ah, ¿afirmas que ella te quería a ti? —inquirió mordaz el guerrero.

—Sí, pero no en el sentido en que lo imaginas. Quería mi... alma.

El mago pronunció la palabra en un susurro apenas audible. Caramon, al advertir la tensión impresa en d rostro de su hermano, no pudo reprimir un escalofrío. En contra de su deseo, presentía que todo era verdad.

—Al fracasar el intento de asesinarte, Shavas te sedujo para anular de esa forma la posibilidad de que te enfrentases a ella o de que le causaras algún daño —prosiguió el mago—. Luego me preparó una trampa mágica con el propósito de arrastrarme al Abismo. Por fortuna, sus maquinaciones no dieron resultado. Tampoco le importaba mucho, puesto que estaba segura de que yo, al igual que tú, caería presa de sus encantos. Entonces, surgió el desastre.

»El Señor de los Gatos, encolerizado por la muerte de los suyos, apareció en la ciudad. Conocía la verdadera naturaleza demoníaca escondida bajo los disfraces de los consejeros, pero no el motivo por el que habían venido. Procuró sacarles información, mas, al no conseguirlo, los mató uno tras otro con la esperanza de amedrentar al resto; también confiaba en que los asesinatos encresparan los ánimos de los habitantes de la ciudad y que así se dieran cuenta del peligro que corrían.

»El resto de lo ocurrido (el portal, el acceso de los demonios al mundo y su derrota) lo conoces bien puesto que tú, hermano, contribuiste a ello. —Raistlin enmudeció.

—¿Y Shavas? —insistió Caramon en un susurro.

—Sí, claro. Shavas. Yo no ignoraba la importancia que revestía detenerla. Era poderosa en extremo. De no impedírselo, ella sola habría hecho posible el regreso de Takhisis. Tanto tú como el kender, incluso tal vez el Señor de los Gatos, habríais fracasado. En consecuencia, preparé una pócima mortal. Fui a su casa y la eché en el licor. Para no levantar sus sospechas, también yo tomé el licor envenenado.

Caramon se quedó sin aliento. Apretó los puños para contener el temblor de las manos. Le resultaba inconcebible la impasible tranquilidad exhibida por su hermano. Lo miró con los ojos desorbitados por el horror.

—P... pero tú..., tú no...

—¿Perecí? No, el bebedizo no me afectó. Verás, hermano, por fin descubrí la clave que ponía en mis manos el poder del Gran Ojo. Preparé una pócima que canalizaba ese poder inmensurable y destruí a Shavas.

—¡No lo comprendo! —El guerrero enterró el rostro en las manos.

—Es muy simple. —El mago adoptó el tono de un maestro que habla con un alumno torpe—. Una vez absorbido por el organismo de un hechicero, ese bebedizo propicia que toda la energía mágica acumulada en el entorno fluya a su interior. Cuando rehusé aceptar la alianza que me ofrecía con la Reina de la Oscuridad, Shavas formuló un conjuro para aniquilarme. La fuerza del hechizo se volvió contra ella y, en lugar de acabar conmigo, se autodestruyó.

—Pero..., si tú también lo habías bebido... —Caramon vaciló, incapaz de aceptar sus propias deducciones.

Raistlin asintió con la cabeza.

—En efecto. Si hubiese intentado formular un hechizo, la magia invocada me habría destruido al instante. Mi plan me dejaba indefenso por completo. Lo sabía, pero no había otro camino. No tenía opción...

—No me lo creo —dijo el guerrero, aunque el tono de su voz manifestaba todo lo contrario—. ¡Era tan hermosa! ¡Tan joven!

El mago sufrió un ataque de tos. Escudado tras el pañuelo que se había llevado a la boca, contempló con fijeza a su hermano.

«Podría decirte la verdad. Te revelaría que era una aberración, un cadáver que se arrastraba por la ciudad desde antes del Cataclismo. Te contaría que ha sido el Gran Consejero de Mereklar desde su instauración bajo el disfraz de diferentes personas. Te diría que su fuerza vital estaba en aquel ópalo de fuego que le confería una semblanza de juventud, de belleza. Te contaría, hermano, que aquellos sensuales labios que besaste, en realidad, eran carne putrefacta, corrupta...»

—Sí, hermano mío. Era una mujer muy hermosa —susurró, a la vez que posaba la mano sobre el brazo de Caramon.

El hombretón alzó la cabeza y contempló al mago con desconcierto. Indeciso, temeroso de sufrir un desaire, apoyó la manaza sobre la de su gemelo.

—Lo siento —dijo con un hilo de voz.

Raistlin cerró los dedos delgados en torno a los de su hermano y los apretó con fuerza.

Los gemelos se sumieron en el silencio. Se quedaron largo rato sentados uno junto al otro a la orilla del regato, con la mirada prendida en el discurrir de la corriente.

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