Sabir sacudió la cabeza melancólicamente. Observaba a Calque, y sus ojos resaltaban, oscuros, en contraste con la blanquísima venda que cubría un lado de su cara.
—Me pasó algo allí dentro, capitán.
—Lo sé.
—No. No es lo que se imagina. Es otra cosa. Fue como una transformación. Cambié. Me convertí en otro. El curandero me avisó de que eso es lo que pasa cuando estás a punto de convertirte en chamán. En sanador.
—No sé de qué demonios me habla.
—Yo tampoco.
Calque se reclinó en su sillón.
—¿Se acuerda de algo? ¿O estoy perdiendo el tiempo?
—Me acuerdo de todo.
Calque se tensó como un perdiguero que olfateara su presa.
—No hablará en serio.
—Le digo que he sufrido un cambio. Una transformación. No sé qué era ni por qué pasó, pero recuerdo cada palabra del texto en francés que vi. Como una fotografía. Sólo tengo que cerrar los ojos para recordarlo. Pasé seis horas en esa casa, capitán. Leyendo esas cuartetas una y otra vez. Traduciéndolas. Intentando comprender su significado.
—¿Las ha anotado?
—No me hace falta. Ni quiero hacerlo.
Calque se levantó.
—Está bien. Ha sido una estupidez por mi parte preguntárselo. ¿Por qué iba a decírmelo? ¿Qué puedo hacer yo? Soy un viejo. Debería retirarme. Pero me aferro a la policía, no tengo otra cosa que hacer. En eso se resume todo. Adiós,
mister
Sabir. Me alegro de que ese malnacido no le matara.
Sabir le vio dirigirse hacia la puerta arrastrando los pies. Había algo en el capitán (una especie de integridad, quizá) que le elevaba por encima del común de los mortales. Calque había sido lo más sincero que pudo durante la investigación. Le había dado mucho más margen del que Sabir tenía derecho a esperar. Y no le había culpado por la muerte de Macron ni por las heridas que había sufrido el sargento Spola. No. Esa carga la había echado sobre su propia espalda.
—Espere.
—¿Para qué?
Sabir le sostuvo la mirada.
—Siéntese, capitán. Voy a contarle parte de la historia. La parte que no compromete a terceras personas. ¿Se conformará con eso?
Calque le devolvió la mirada. Luego volvió a acomodarse con cuidado en el sillón.
—Tendré que conformarme, ¿no? Si es lo único que cree que puede darme.
Sabir se encogió de hombros. Después inclinó la cabeza interrogativamente.
—¿Secreto de confesión?
Calque suspiró.
—Secreto de confesión.
—Sólo había cincuenta y dos cuartetas en el pergamino que saqué del tubo de caña. Yo pensaba en un principio que habría cincuenta y ocho, porque ése es el número exacto que hace falta para completar las diez centurias originales de Nostradamus. Pero aún faltan seis. Ahora creo que están diseminadas por ahí, como las de Rocamadour y Montserrat, y que fueron ideadas para servir de pistas para llegar al meollo.
—Continúe.
—Por lo que he podido deducir, cada una de las cincuenta y dos cuartetas restantes describe un año concreto. Un año de los previos al Fin de los Tiempos. El Apocalipsis. Ragnarök. El Gran Cambio de los mayas. Como quiera llamarlo.
—¿Qué quiere decir con que describen un año?
—Cada una de ellas actúa como un indicador. Describe algún acontecimiento que tendrá lugar ese año, y cada acontecimiento es significativo en alguna medida.
—Entonces, ¿el fin no tiene fecha?
—No es preciso que la tenga. Ni siquiera Nostradamus sabía la fecha exacta del Armagedón. Sólo sabía lo que la precedería. Así que la fecha se hará evidente a medida que nos acerquemos a ella. Poco a poco.
—Sigo sin entenderlo.
Sabir se sentó más derecho en la cama.
—Es muy sencillo. Nostradamus quiere que la humanidad escape al holocausto final. Cree que, si el mundo cambia de conducta y reconoce la Segunda Venida, rechazando al Tercer Anticristo, tal vez tengamos una oportunidad remota de salvarnos de la aniquilación. Por eso nos ha dado las pistas, año a año y hecho a hecho. Tenemos que correlacionar las cuartetas con los acontecimientos. Si algo sucede tal y como Nostradamus lo predijo, aumenta la importancia de las cuartetas y podemos ir tachándolas de la lista. Cuanto más nos acercamos al Armagedón, más evidentes serán la fecha de inicio y la fecha final, por la simple razón de que los hechos predichos para los años inmediatamente anteriores al Final de los Tiempos no han sucedido aún. Entonces la gente empezará a creer. Y tal vez cambie de conducta. Nostradamus nos dio, a todos los efectos, un preaviso de cincuenta y dos años.
Calque hizo una mueca.
—Mire, la primera clave de la que ahora creo que es la primera cuarteta, dice lo siguiente:
El desierto africano se fundirá en cristal
.
Falsas libertades atormentarán a los franceses
.
El gran imperio de las islas se encogerá
.
Sus manos, pies y codos rehuyen la cabeza
.
—Eso no significa nada. No nos lleva a ninguna parte.
—Al contrario. Piénselo.
El desierto africano se fundirá en cristal
. En 1960, los franceses llevaron a cabo su primera prueba nuclear, en el suroeste de Argelia. En el desierto del Sahara. La llamaron
Gerboise Bleu, Jerbo Azul
, porque el jerbo es un roedor que vive en el Sahara.
—Eso es un poco forzado, Sabir.
—El verso siguiente, entonces:
Falsas libertades atormentarán a los franceses
. En 1960, Francia concedió, o se vio obligada a conceder, la independencia al Camerún francés, Togo, Madagascar, Dahomey, Burkina Faso, Alto Volta, Costa de Marfil, Chad, la República Centroafricana, Congo Brazzaville, Gabón, Mali, Niger, Senegal y Mauritania. Pero aún se empeñaban en luchar en Argelia. «Falsa libertad» es cuando das con una mano y quitas con la otra. Ahora, los versos tercero y cuarto:
El gran imperio de las islas se encogerá. Sus manos, pies y codos rehuyen la cabeza
. Gran Bretaña fue siempre «el gran imperio de las islas» para Nostradamus. Utiliza esa imagen en numerosas ocasiones, y siempre referida expresamente a Inglaterra. En 1960, los británicos concedieron la independencia a Chipre. Y también a la Somalia británica. A Ghana. A Nigeria. Esas eran las extremidades. La reina Isabel II era la cabeza. Al conseguir la independencia, la rehuyen.
—No es suficiente.
—Probemos con la siguiente:
Alemania será estrangulada y África retomada
.
Un joven paladín emergerá: conservará su juventud
.
Los hombres alzarán los ojos hacia el campo de batalla
.
Brillará una estrella que no lo es
.
—Sabir, según su teoría, esa cuarteta debería referirse al año 1961. ¿No? Yo no lo veo.
—¿Por qué? Fíjese en la primera mitad del primer verso:
Alemania será estrangulada
. Nostradamus utiliza la expresión
envoyer le cordon
, que quiere decir «tensar la cuerda del arco». En otras palabras, «dar orden de estrangular». ¿Y qué pasó en 1961? Que se cerró la frontera entre Berlín este y Berlín oeste, y se construyó el Muro: un
cordon
de cemento que separaba materialmente Alemania y la asfixiaba. Ahora, la segunda parte del primer verso:
Y África retomada
. El 21 de abril de 1961, los rebeldes del OAS tomaron Argel en un intento de impedir que el general de Gaulle concediera la independencia a Argelia. Se acuerda usted, ¿verdad, Calque? Seguramente todavía era usted un
pandore
novato que se pateaba las calles.
—Bah.
—
Los hombres alzarán los ojos hacia el campo de batalla
. ¿Le dice algo? En 12 de abril de 1961, Yuri Gagarin fue el primer hombre en viajar al espacio, en el
Vostok I
, inaugurando así la carrera espacial y agravando, por tanto, la Guerra Fría entre Estados Unidos, la OTAN y la Unión Soviética.
Brillará una estrella que no lo es
. Es una descripción buenísima de una nave espacial en órbita, ¿no le parece? Sobre todo si se piensa que Nostradamus escribió cuatrocientos cincuenta años antes de que pudiera imaginarse algo así.
—¿Y eso de que emergerá un joven paladín que conservará su juventud? Supongo que va a decirme que se refiere a John F. Kennedy.
—Por supuesto que sí. Kennedy asumió la presidencia de Estados Unidos el 20 de enero de 1961.
Un joven paladín emergerá
. Kennedy se convirtió en líder del mundo occidental al prestar el juramento de fidelidad. Y conservará su juventud porque fue asesinado dos años después, el 22 de noviembre de 1963.
—Supongo que Nostradamus también predijo eso.
—Sí. Dice:
El blanco carruaje del joven rey se vuelve negro
. Y en el segundo verso:
La reina habrá de llorar; la corona del rey se quebrará
. Kennedy recibió un disparo en la cabeza el 22 de noviembre de 1963 en Dallas, Tejas. El doctor Robert McClelland describió la herida en su declaración ante Arlen Specter, el 21 de marzo de 1964, en Parkland. Dijo que el tejido cerebral salió por la coronilla del cráneo del presidente. Mire. He encontrado su declaración en internet y la he imprimido. Permítame leérsela: «Tuve ocasión de examinar muy de cerca la herida de la cabeza, y me fijé en que la parte posterior derecha del cráneo estaba extremadamente dañada. Estaba hecha añicos (…), de tal modo que el hueso parietal protruía atravesando el cuero cabelludo y parecía fracturado en su mitad posterior derecha casi por completo, en sentido longitudinal, además de que parte del hueso occipital estaba fracturado en su mitad lateral, de modo que los huesos de los que he hablado estaban tan abiertos que se veía el interior de la cavidad craneana y era evidente que al menos un tercio, poco más o menos, del tejido cerebral, el tejido del cerebro posterior y parte del tejido del cerebelo habían desaparecido como consecuencia del disparo». A mí me parece que eso concuerda con bastante claridad con lo de que la corona del rey se quebrará. ¿No cree?
—Eso nadie se lo tomará en serio. ¿Se da usted cuenta?
—Nadie va a tener oportunidad de tomárselo en serio, porque no voy a hacer públicas las profecías. Usted mismo ha explicado el motivo poniendo a Casandra como ejemplo. No tengo los originales. Nadie me creerá. Y hay cosas que el
Corpus Maleficum
todavía quiere saber.
—Pero Bale está muerto.
—En efecto.
—Hay algo más, ¿no?
—¿La prueba del nueve, quiere decir? Eso vendrá el año que viene. Y el siguiente. Y el otro.
—¿De qué está hablando?
—Piénselo, Calque. La cuenta atrás empieza en 1960. Eso está claro. Ni siquiera usted puede negarlo. Y a partir de ese año tengo cuarenta y ocho cuartetas que describen un hecho o hechos de los años siguientes que marcan ese año como parte del ciclo. No están todos en orden, pero si se despliegan y se ponen los unos junto a los otros, coinciden. Tengo la derrota de Estados Unidos en Vietnam, la Revolución Cultural china, la Guerra de los Seis Días árabe-israelí, el genocidio en Camboya, el terremoto de Ciudad de México, la primera y la segunda Guerras del Golfo, el 11 de septiembre, la inundación de Nueva Orleáns, el
tsunami
del océano índico… Y eso sólo es la punta del iceberg. Hay docenas de acontecimientos menores que también parecen coincidir.
—¿Y qué es lo que intenta decirme?
—Intento decirle que los mayas tenían razón. Según el calendario largo maya, el Gran Cambio tendrá lugar en 2012. El 21 de diciembre, para ser exactos. 5126 años (es decir, trece
baktúns
, compuestos cada uno de ellos por veinte
katúns
) después del inicio del calendario. Lo cual coincide exactamente con el índice cronológico de Nostradamus. Salvo que él empieza en 1960, en el momento exacto del inicio, de la Era de Acuario. Y nos da cincuenta y dos cuartetas, y un aviso de cincuenta y dos años. O sea, el 2012. No puede estar más claro.
—¿Y tiene usted las profecías para los años próximos?
—Sí. Las he separado por defecto. Son esas profecías las que tanto deseaba Bale. Una describe al Tercer Anticristo. El que conducirá al mundo al abismo. Otra describe la Segunda Venida. Y otra habla del lugar donde se encuentra un nuevo visionario que confirmará o negará la fecha; una persona capaz de ver el futuro y canalizar la información. Sólo esa persona puede decirnos lo que nos espera: si la regeneración o el Apocalipsis. Pero todo dependerá, en último término, de si estamos preparados para reconocer la Segunda Venida. Para reconocerla universalmente. Dicho de otro modo, para verla como algo que trasciende la religión: como una bendición universal. Nostradamus creía que sólo uniendo al mundo en la adoración a un solo ente podíamos salvarnos.
—No hablará en serio.
—Muy en serio, sí.
—¿Quién es, entonces, el Tercer Anticristo?
Sabir volvió la cara.
—Está entre nosotros. Nació bajo el número siete. Diez, siete, diez, siete. Lleva el nombre de la Gran Ramera. Ya ocupa un puesto importante. Y llegará más alto. Su cifra numerológica es el uno, que indica crueldad y deseo obsesivo de poder. Nostradamus le llama «el escorpión en ascenso». Es lo único que puedo decirle.
—Pero eso no es nada.
—Oh, sí que lo es.
Calque le miró inquisitivamente.
—Entonces, ¿sabe su nombre?
—Sí. Y usted también.
Calque se encogió de hombros. Pero se había puesto pálido bajo su fugaz bronceado camargués.
—No crea que no voy a intentar deducirlo. Soy detective. La numerología no es un concepto completamente desconocido, ni siquiera para mí.
—No esperaba menos.
—¿Y la Segunda Venida?
—Eso no voy a decírselo a nadie. Era el verdadero propósito del legado que Nostradamus le dejó a su hija. Es un secreto por el que muchos hombres y mujeres estarían dispuestos a morir. Un secreto que podría cambiar el mundo. Usted es la única persona que sabe que yo lo tengo. Y me conformo con que siga siendo así. ¿
Y
usted?
Calque estuvo unos minutos mirando a Sabir en silencio. Por fin se levantó con torpeza. Y asintió con un gesto.
Alexi raptó a Yola cuando el verano estaba en su apogeo. Huyeron a Córcega, y Alexi la desfloró en una playa, cerca de Cargèse. Mientras hacían el amor por primera vez, una bandada de patos pasó sobre ellos, proyectando su sombra sobre la pareja acoplada. Yola se sentó en cuanto él se retiró de su cuerpo, y le dijo que estaba embarazada.