ME ES DIFÍCIL MANIFESTAR ESTA ENTIDAD GRANDE. ME COMPLACE QUE OS AGRADE.
—Es muy impresionante —reconoció Norman—; pero no necesitas repetir esa entidad para nosotros.
¿DESEAS UNA NUEVA ENTIDAD MANISFESTADA PARA TI?
—No, Jerry. Ahora no deseo nada, gracias.
MANIFESTAR ES FELIZ PARA MÍ.
—Sí, no me cabe duda de que lo es.
ESTOY DISFRUTANDO MANIFESTAR PARA TI, NORMAN. Y TAMBIÉN PARA TI, HARRY.
—Gracias, Jerry.
ESTOY DISFRUTANDO TAMBIÉN DE VUESTRAS MANIFESTACIONES.
«¿Nuestras manifestaciones?», pensó Norman, mirando de soslayo a Harry. Al parecer, Jerry pensaba que la gente que había en el habitáculo estaba manifestando algo, en respuesta a sus manifestaciones. Lo consideraba como un intercambio de alguna clase.
SÍ. ESTOY DISFRUTANDO DE VUESTRAS MANIFESTACIONES.
—Háblanos sobre nuestras manifestaciones, Jerry —le pidió Norman.
LAS MANIFESTACIONES SON PEQUEÑAS Y NO SE EXTIENDEN MÁS ALLÁ DE LAS ENTIDADES DE USTEDES, PERO LAS MANIFESTACIONES SON NUEVAS PARA MÍ. SON FELICES PARA MÍ.
—¿De qué está hablando? —dijo Harry.
TUS MANIFESTACIONES, HARRY.
—¿Qué manifestaciones, por el amor de Dios?
—No te alteres —le aconsejó Norman—. Conserva la calma.
ESTOY GUSTANDO DE ÉSA, HARRY. HAZ OTRA.
«¿Está leyendo las emociones? ¿Considera nuestras emociones como manifestaciones?», se preguntó Norman. Pero eso no tenía lógica: Jerry no les podía leer la mente; ya habían establecido bien eso. Aunque lo mejor sería comprobarlo. «Jerry, ¿me puedes oír?», pensó Norman.
ESTOY GUSTANDO DE HARRY. SUS MANIFESTACIONES SON ROJAS. ESTÁN GRACIDAS.
—¿Gracidas?
GRACIDAS = ¿HENCHIDAS DE GRACIA?
—Entiendo —dijo Harry—. Cree que son divertidas.
DIVERTIDAS = ¿HENCHIDAS DE DIVERSIÓN?
—No exactamente —respondió Norman—. Nosotros, entidades, tenemos el concepto de...
Se interrumpió. ¿Cómo iba a explicarle lo que significaba «divertido»? ¿Que era una broma, además?
Comenzó de nuevo:
—Nosotros, entidades, tenemos el concepto de una situación que ocasiona incomodidad, y a esa situación la llamamos «humorada».
¿HUMO ORADA?
—No. Es una sola palabra.
Norman se la deletreó.
ENTIENDO. SUS MANIFESTACIONES SON HUMORADAS. LA ENTIDAD CALAMAR HACE MUCHAS MANIFESTACIONES HUMORADAS DE USTEDES.
—No lo creo —dijo Harry.
YO SÍ LO CREO.
«Y eso prácticamente lo resumía todo», pensó Norman, sentado ante la consola. De alguna manera tenía que hacerle comprender a Jerry la gravedad de sus actos.
—Jerry —le explicó—, tus manifestaciones dañan nuestras entidades. Algunas de nuestras entidades ya se han ido.
SÍ, LO SÉ.
—Si continúas con tus manifestaciones...
Sí. ME ESTÁ GUSTANDO MANIFESTAR. ES UNA HUMORADA PARA USTEDES.
—Entonces, muy pronto todas nuestras entidades se habrán ido. Y no quedará nadie que hable contigo.
YO NO DESEO ESO.
—Lo sé. Pero muchas entidades ya se han ido.
TRAELAS DE VUELTA.
—No podemos hacer eso. Se han ido para siempre.
¿POR QUÉ?
«Es igual que un niño —pensó Norman—. Procede exactamente como lo hace un niño. Cuando se le dice a un chico que no puede hacer lo que él quiere, que no puede jugar del modo que él desea, rehusa aceptarlo.»
—No tenemos el poder para traerlos de vuelta, Jerry.
YO DESEO QUE TRAIGAN DE VUELTA A LAS OTRAS ENTIDADES AHORA.
—Cree que nos negamos a jugar —dijo Harry.
TRAED DE VUELTA A LA ENTIDAD TED.
—No podemos, Jerry. Lo haríamos si pudiéramos —contestó Norman.
ME ESTÁ GUSTANDO LA ENTIDAD TED. ES UNA GRAN HUMORADA.
—Sí —dijo Norman—. A Ted también le gustabas tú. Estaba tratando de hablar contigo.
Sí. ME ESTÁN GUSTANDO LAS MANIFESTACIONES DE ÉL. TRAED DE VUELTA A TED.
—No podemos.
Se produjo una larga pausa.
¿YO ESTOY OFENDIDO A VOSOTROS?
—No, en absoluto.
NOSOTROS SOMOS AMIGOS, NORMAN Y HARRY.
—Sí, lo somos.
ENTONCES TRAED DE VUELTA LAS ENTIDADES.
—Sencillamente se resiste a entender —dijo Harry—. ¡Jerry, por el amor de Dios, no lo podemos hacer!
ERES UNA HUMORADA HARRY. HAZLO OTRA VEZ.
«No cabe duda de que está tomando las reacciones emocionales intensas como una especie de manifestación», pensó Norman. ¿Era ésta la idea que Jerry tenía de cómo jugar? ¿Provocar a la otra parte y después divertirse con las reacciones de ella? ¿Le encantaba ver las emociones activas que desencadenaba el calamar? ¿Era ése su concepto de juego?
HARRY, HAZLO DE VUELTA. HARRY, HAZLO DE VUELTA.
—¡Vamos, hombre! —repuso Harry, furioso—. ¡Deja ya de darme la lata!
GRACIAS. ME ESTÁ GUSTANDO ESO. ESO FUE ROJO TAMBIÉN, AHORA POR FAVOR VOSOTROS TRAERÉIS DE VUELTA A LAS ENTIDADES QUE SE FUERON.
Norman tuvo una idea.
—Jerry —propuso—, si es tu deseo que las entidades vuelvan, ¿por qué no las traes tú de regreso?
NO ME COMPLACE HACER ESO.
—Pero podrías hacerlo, si quisieras.
YO PUEDO HACER CUALQUIER COSA.
—Sí, por supuesto. Por eso mismo, ¿por qué no traes de vuelta a las entidades que quieras?
NO. NO ESTOY FELIZ DE HACER ESO.
—¿Por qué no? —preguntó Harry.
VAMOS HOMBRE, DEJA DE DARME LA LATA.
—No tuvimos intención de ofenderte, Jerry —dijo Norman con rapidez.
No hubo respuesta en la pantalla.
—¿Jerry?
La pantalla siguió muda.
—Volvió a irse —dijo Harry, y meneó la cabeza—. Sólo Dios sabe lo que hará este pequeño bastardo.
Norman subió al laboratorio para ver a Beth, pero la zoóloga estaba durmiendo en su camastro, acurrucada en posición fetal. Así dormida, parecía muy hermosa. Resultaba extraño que, después de todo el tiempo transcurrido allí abajo, Beth estuviera tan resplandeciente. Era como si la rudeza de sus rasgos hubiera desaparecido: la nariz ya no parecía ser tan afilada, y la línea de la boca era más suave y más llena. Norman le miró los brazos, antes musculosos y con venas hinchadas; ahora se veían más delicados, más femeninos.
«¿Quién sabe? Después de tantas horas aquí abajo, uno ya no puede juzgar absolutamente nada», pensó Norman. Volvió a descender por la escalerilla y se dirigió a su litera. Harry ya estaba en la suya, dando fuertes ronquidos.
Norman decidió darse una ducha. Y cuando se metió bajo la lluvia, vio con asombro que las heridas y las magulladuras de su cuerpo habían desaparecido. «Bueno, no por completo», pensó, mientras se contemplaba las manchas amarillas y moradas que aún quedaban. Las heridas habían cicatrizado en cuestión de horas. A modo de experimentación, movió los miembros y se dio cuenta de que tampoco sentía dolor. ¿Por qué? ¿Qué había pasado? Durante un instante pensó que todo era un sueño, una pesadilla pero, tras reflexionar un momento, llegó a la conclusión de que se debía a la atmósfera. Los cortes y magulladuras se curan con mayor rapidez en un ambiente sometido a presión elevada. No era ningún misterio: nada más que un efecto atmosférico.
Se secó lo mejor que pudo con la toalla empapada, y después volvió a su litera. Harry seguía roncando, con más intensidad que nunca.
Norman se tendió de espaldas y miró fijamente las rojas espiras del calefactor del techo, que producían un zumbido sordo. Tuvo una idea y se levantó. Quitó el laringófono de Harry de la base de su cuello y se lo corrió hacia un lado. De inmediato los ronquidos se convirtieron en un suave siseo de tono agudo.
«Mucho mejor», pensó Norman. Volvió a acostarse y apoyó la cabeza sobre la almohada húmeda; casi de inmediato se quedó dormido. Despertó sin tener noción del tiempo transcurrido. Tal vez sólo habían pasado unos pocos segundos, pero se sentía despejado. Se desperezó y bostezó. Luego salió de la cama.
Harry todavía dormía. Norman le volvió a acomodar el laringófono y los ronquidos se reanudaron.
Entró en el Cilindro D y fue a la consola. En la pantalla se hallaban aún las palabras:
VAMOS HOMBRE, DEJA DE DARME LA LATA.
—¿Jerry? dijo Norman—. ¿Estás ahí, Jerry?
La pantalla no respondió. Jerry no estaba. Norman miró la pila de hojas impresas por el ordenador que había a un lado. «Tendría que revisar estos papeles», pensó. Había algo relacionado con Jerry que preocupaba a Norman; no podía determinar con precisión qué era. Aunque se imaginara al extra-terrestre como un rey niño malcriado, su conducta carecía de lógica. No tenía sentido. Y eso incluía el último mensaje.
VAMOS HOMBRE, DEJA DE DARME LA LATA.
¿Lenguaje callejero? ¿O sólo estaba imitando a Harry? Fuera como fuese, no era el modo normal de comunicarse que tenía Jerry. Por lo común, este ser no seguía las reglas gramaticales y tenía tendencia a dejar espacios dentro de una misma palabra, cuando hablaba sobre entidades y percepción de las cosas. Pero, de tanto en tanto, de repente empezaba a hablar con lenguaje informal. Norman miró las hojas.
VOLVEREMOS INMEDIATAMENTE DESPUÉS DE UN BREVE CORTE PARA QUE ESCUCHEN ESTOS MENSAJES DE NUESTRO PATROCINADOR.
Ése era un ejemplo. ¿De dónde había salido aquello? Parecía dicho por un locutor de la televisión. Entonces, ¿por qué Jerry no hablaba siempre como un locutor? ¿Qué era lo que producía el cambio?
Y también estaba el problema del calamar: si a Jerry le gustaba asustarlos, si gozaba golpeándoles la jaula y viéndolos saltar, ¿por qué usar un calamar? ¿Cuál era el origen de la idea? ¿Y por qué el calamar, exclusivamente? Jerry parecía disfrutar manifestando diferentes cosas. ¿Entonces, por qué no había generado el calamar gigante en una ocasión, grandes tiburones blancos en otra, y así sucesivamente? ¿Acaso eso no representaría un desafío más importante para las facultades de Jerry?
Asimismo estaba el problema de Ted. En el momento en que murió, Ted estaba jugando con Jerry. Si a éste le gustaba tanto jugar, ¿por qué lo eliminó? No tenía ningún sentido.
¿O sí lo tenía?
Norman suspiró. El problema radicaba en que todo eran suposiciones: estaba suponiendo que el extra-terrestre seguía procesos lógicos similares a los que seguía él mismo. Pero eso podría no ser así. En principio, Jerry podría funcionar con un índice mucho más rápido de metabolismo y, en consecuencia, tener una noción diferente del tiempo. Los niños jugaban con un juguete hasta que se cansaban de él; después, lo cambiaban por otro. Las horas que le parecían tan dolorosamente largas a Norman podrían constituir nada más que unos segundos en la percepción de Jerry; podría ser que simplemente hubiera estado jugando con el calamar unos segundos, hasta que lo abandonó por otro juguete.
Los chicos también tenían una idea vaga sobre la rotura de los objetos, y si Jerry no sabía lo que era la muerte, entonces no le importó matar a Ted, porque pensó que la muerte no representaba más que un suceso temporal, una manifestación «humorística» hecha por Ted. Jerry podría no darse cuenta de que, en realidad, estaba rompiendo sus juguetes.
Y ahora que lo pensaba, también era cierto que Jerry sí había manifestado cosas diferentes... si se admitía que las medusas, los camarones, las gorgonias y ahora las serpientes marinas eran manifestaciones suyas. ¿Lo eran? ¿O solamente eran componentes normales del ambiente? ¿Había alguna manera de darse cuenta?
De repente, Norman recordó al marinero de la Armada. No debía olvidarse del marinero. ¿De dónde había salido? ¿Ese marinero era otra de las manifestaciones de Jerry? ¿Podría Jerry manifestar sus compañeros de juego a voluntad? En ese caso, realmente no le importaría matarlos a todos ellos.
«Creo que está claro —pensó Norman— que a Jerry no le importa matarnos. No quiere más que jugar, y no conoce su propia fuerza.»
Sin embargo, había algo más. Norman recorrió las hojas de texto impreso por el ordenador. Su instinto le decía que en todo aquello había un ordenamiento subyacente. Algo que él no llegaba a percibir con claridad, una cierta conexión que no alcanzaba a establecer.
Mientras pensaba acerca de eso, seguía volviendo a una pregunta en particular:
—¿Por qué un calamar? ¿Por qué un calamar?
De pronto recordó que, durante la conversación que mantuvieron en la cena, habían estado hablando de los calamares. Seguramente Jerry logró oírlos y consideró que un calamar sería un objeto provocativo para manifestar..., y desde luego acertó.
Norman hojeó los papeles y se topó con el primer mensaje que Harry había descifrado.
HOLA. ¿CÓMO ESTÁ USTED? YO ESTOY BIEN. ¿CUÁL ES SU NOMBRE? MI NOMBRE ES JERRY.
Ése era un lugar tan bueno como el mejor para empezar. Norman pensó que descifrarlo había sido una hazaña de Harry, pues si el matemático no hubiese tenido éxito con eso, ni siquiera habrían logrado empezar a conversar con Jerry.
Norman se sentó frente a la consola y contempló el teclado. Harry había dicho que el teclado era una espiral: la letra G correspondía al número uno, B al número dos, y así sucesivamente. Fue muy sagaz al resolver eso; a Norman nunca se le habría ocurrido, ni en un millón de años.
Empezó a tratar de encontrar las letras de la primera secuencia:
00032125252632 032629 301321 04261037 18 3016 06180 82132 29033005 1822 04261013 0830162137 1604 083016 21 1822 033013130432
Harry había dicho que 00 señalaba el comienzo del mensaje, y 03, era H. Y después 21, era E; 25 era L, y 25 otra L y, justo por encima de eso, 26 era 0...
26
HOLA.
Sí, todo encajaba. Siguió traduciendo: 032629 era cómo.
¿CÓMO ESTÁ USTED?
Todo iba bien hasta ahora. Norman experimentaba un gran placer, casi como si lo estuviera descifrando por primera vez. Luego venía 18: eso era yo...
YO ESTOY BIEN.
Se movía con más presteza, y anotaba las letras.
¿CUÁL ES SU NOMBRE?
Ahora, 1604 era mi... mi nombre es... Pero, en ese momento, encontró un error en una de las letras. ¿Sería posible? Norman continuó y halló un segundo error, después escribió el mensaje y se quedó mirándolo fijamente, presa de una creciente emoción.
MI NOMBRE ES HARRY.
—¡Dios Santo! —exclamó.
Volvió a revisar el mensaje, pero no había errores. Ninguno cometido por él, al menos. El mensaje era clarísimo:
HOLA. ¿CÓMO ESTÁ USTED? YO ESTOY BIEN. ¿CUÁL ES SU NOMBRE? MI NOMBRE ES HARRY.