Cualquier estudiante serio de arte debe reconocer y desarrollar algo de esto. Si acudes a un maestro para estudiar y aprender las técnicas, sigues con diligencia todas las instrucciones que te da el maestro. Pero llega un momento en que empiezas a usar las reglas a tu modo, y ya no dejas que te limiten. Ese es el momento en que te vuelves león. De hecho, puedes olvidar las reglas, porque ya las has asimilado. Eres un artista. Ahora tu inocencia es la de un artista; es como si te hubieras transmutado. No te comportas como la persona que nunca ha dominado un arte.
M
OYERS
: Dices que llega el momento. ¿Cómo sabe un niño que ese momento ha llegado? En las sociedades primitivas, por ejemplo, el niño pasaba por un ritual que le decía que había llegado el momento. Sabía que ya no era un niño y que debía abandonar las influencias ajenas y actuar por sí mismo. Nosotros no tenemos un momento así de claro y un ritual obvio que le diga a mi hijo: «Eres un hombre». ¿Dónde está el pasaje hoy?
C
AMPBELL
: No sé la respuesta. Supongo que hay que dejar a cargo del adolescente averiguar cuándo ha recibido su poder. Una cría de pájaro sabe cuándo puede volar. En casa tenemos un nido de pájaros cerca de donde desayunamos, y hemos visto partir varias generaciones. Esos animalitos nunca se equivocan. Siguen en la rama hasta que saben que pueden volar, y entonces vuelan. Creo que de alguna manera, dentro de sí, una persona lo sabe.
Puedo darte ejemplos de mi experiencia con estudiantes en talleres de arte. Llega un momento en que han aprendido todo lo que el artista puede enseñarles. Han asimilado el oficio, y están listos para su propio vuelo. Algunos artistas dejan que sus estudiantes lo hagan a tiempo. Quieren que sus alumnos alcen el vuelo. Otros quieren establecer una escuela, y el estudiante descubre que tiene que ser desagradable con el maestro, o hablar mal de él, para poder emprender su propio vuelo. Pero eso es culpa del maestro. Debería saber cuándo es hora de que sus alumnos se vayan. Los estudiantes que conozco, los que realmente valen como estudiantes, saben cuándo ha llegado el momento de marcharse.
M
OYERS
: Hay una vieja plegaria que dice: «Señor, enséñanos cuándo dejar partir». Todos deberíamos saberlo, ¿no?
C
AMPBELL
: Es el gran problema de los padres. Ser padre es una de las carreras más exigentes que conozco. Cuando pienso en lo que se sacrificaron mi padre y mi madre para que sus hijos se lanzasen a la vida… bueno, realmente tengo que agradecérselo.
Mi padre era un hombre de negocios, y por supuesto se habría sentido muy feliz de tener un hijo que continuara sus negocios. De hecho, yo lo hice durante un par de meses, hasta que pensé: «No, no puedo hacerlo». Y él me dejó seguir mi camino. Existe ese momento de prueba en la vida en que tienes que experimentar tus alas.
M
OYERS
: Los mitos nos ayudaban a saber cuándo hacerlo.
C
AMPBELL
: Los mitos te ponen las cosas en claro. Dicen, por ejemplo, que ya eres adulto a determinada edad. La edad puede ser un buen promedio para que suceda, pero en los hechos, en la vida individual, difiere mucho de un caso a otro. Algunas personas tienen un florecimiento tardío, y llegan a ciertos estadios a una edad relativamente avanzada. Tienes que tener tú mismo el sentimiento del punto en el que estás. Tienes una sola vida que vivir, y no tienes que vivirla para seis personas. Presta atención a eso.
M
OYERS
: ¿Y qué hay de la felicidad? Si soy un joven y quiero ser feliz, ¿qué me dicen los mitos sobre la felicidad?
C
AMPBELL
: El único modo de averiguar algo sobre tu felicidad es poner la mente en esos momentos en que más feliz te sientes, cuando realmente eres feliz; no excitado, no sólo entusiasmado, sino profundamente feliz. Esto requiere un poco de autoanálisis. ¿Qué es lo que te hace feliz? Tómalo, no importa lo que diga la gente. Eso es lo que yo llamo «seguir el camino de tu corazón».
M
OYERS
: Pero ¿cómo te habla la mitología sobre lo que te hace feliz?
C
AMPBELL
: No te dirá qué es lo que te hace feliz, pero te dirá qué sucede cuando empiezas a seguir tu felicidad, con qué obstáculos tendrás que enfrentarte.
Por ejemplo, hay un tema en las historias indígenas norteamericanas que yo llamo «el rechazo de los pretendientes». Hay una joven, bella, encantadora, y los jóvenes quieren casarse con ella. «No, no, no», dice ella, «no hay nadie por aquí digno de mí.» Entonces aparece una serpiente, o si es un muchacho que no quiere saber nada con las chicas, puede venir la reina serpiente de un gran lago. Cuando has rechazado a tus pretendientes, te has elevado por encima del terreno local y te has puesto en manos de un poder más alto, y de un peligro más grande. La cuestión es: ¿podrás arreglártelas?
Otro tema indio norteamericano trata de una madre y dos hijos varones. La madre dice: «Podéis jugar fuera de la casa, pero no vayáis hacia el norte». Así que ellos van hacia el norte. Así actúa el aventurero.
M
OYERS
: Pero ¿qué tiene que ver…?
C
AMPBELL
: Con el rechazo de los pretendientes, o la salida fuera de los límites, comienza la aventura. Entras en un terreno no protegido, nuevo. No puedes ser creativo a menos que dejes atrás lo limitado, lo fijado, todas las reglas.
Ahora bien, hay una historia iroquesa que ilustra el tema del rechazo de los pretendientes. Una chica vivía con su madre en una tienda en el extremo de una aldea. Era una chica muy bella pero profundamente orgullosa que no aceptaba a ninguno de los jóvenes. La madre estaba terriblemente enfadada con ella.
Un día salen a recoger leña muy lejos de la aldea, y mientras están allí, sobreviene una siniestra oscuridad. No se trata de la oscuridad de la noche. Cuando se produce una oscuridad de este tipo, significa que hay un mago haciendo de las suyas. Así que la madre dice: «Juntemos un poco de corteza y hagamos una pequeña choza para meternos, y también leña para hacer un fuego, y pasaremos la noche aquí».
Lo hacen, preparan una pequeña cena y después la madre se duerme. De pronto la joven levanta la vista y ante ella aparece un espléndido joven con una faja llena de abalorios, tocado de plumas negras, un tipo realmente apuesto. Le dice: «He venido a casarme contigo, y quiero que me respondas».
Ella le dice: «Tengo que consultarlo con mi madre».
Lo hace, la madre acepta al joven, quien le da a la madre su faja de abalorios para probarle que su propuesta es seria. Después le dice a la muchacha: «Esta noche querría que vinieras a mi campamento». Ella se marcha con él. Los simples seres humanos no eran lo bastante buenos para esta joven, que ahora ha conseguido algo realmente especial.
M
OYERS
: Si no se hubiera negado a los primeros pretendientes que le llegaron mediante las convenciones sociales rutinarias…
C
AMPBELL
: …no habría tenido esta aventura. La aventura resulta extraña y maravillosa. La joven acompaña al hombre a su aldea y entran a su morada. Pasan dos noches y dos días juntos, y al tercer día él le dice: «Hoy saldré a cazar». Y se marcha. Pero cuando ha cerrado la tela de la entrada, ella oye un ruido extraño afuera. Pasa el día sola en la tienda, y cuando llega la noche vuelve a oír el mismo sonido extraño. La tela de entrada se abre y entra una serpiente prodigiosa que asoma la lengua. Pone la cabeza sobre el regazo de ella y le dice: «Mira si tengo piojos». Ella le encuentra toda clase de insectos horribles, y cuando los ha matado a todos la serpiente la retira, sale de la tienda y un momento después, apenas la tela de la entrada se ha cerrado, se vuelve a abrir y entra el hermoso joven. «¿Has sentido miedo cuando he venido bajo mi otra forma hace un momento?», le pregunta.
«No», responde ella, «no he sentido ningún miedo.»
Al día siguiente él vuelve a salir de caza, y esta vez ella sale de la tienda a recoger leña. Lo primero que ve es una enorme serpiente durmiendo en las rocas… y después otra, y otra. Empieza a sentirse muy extraña, desalentada y con nostalgia de su casa, y entra en la tienda.
Esa noche, la serpiente vuelve a entrar, y al partir viene el hombre. El tercer día cuando él se ha ido, la joven decide intentar huir de ese sitio. Sale de la tienda y se ve sola en el mundo, quieta, pensando, cuando de pronto oye una voz. Se vuelve y ve a un viejecito, que le dice: «Querida, tienes problemas. El hombre con el que te casaste es uno de siete hermanos. Todos son grandes magos, y como mucha gente de esta clase, sus corazones no están en sus cuerpos. Vuelve a la tienda, y en un saco que está escondido bajo la cama de tu marido encontrarás una colección de siete corazones». Éste es un tema chamánico común en el mundo entero. El corazón no está en el cuerpo, por eso nadie puede matar al mago. Es preciso encontrar y destruir su corazón.
La muchacha regresa a la tienda, encuentra el saco lleno de corazones y sale corriendo con ellos, cuando una voz la llama: «Alto ahí, alto». Por supuesto, es la voz del mago. Pero ella sigue corriendo. Y la voz le dice: «Puedes creer que escaparás de mí, pero jamás lo conseguirás».
Llegados a este punto, cuando ella empieza a desfallecer, vuelve a oír la voz del viejecito. «Yo te ayudaré», le dice, y, para su sorpresa, la está sacando del agua. Ella no había advertido que estaba bajo el agua. Lo que significa que con su matrimonio había salido de la esfera racional y consciente para pasar al terreno de las pulsiones del inconsciente. Siempre es eso lo representado en las aventuras bajo el agua. El personaje se ha deslizado fuera del alcance de la acción controlada para pasar al campo de las pulsiones y hechos transpersonales. Estos pueden ser dominados, o pueden no serlo.
Lo que sucede después en esta historia es que cuando el anciano la ha sacado del agua, ella se encuentra en medio de un grupo de viejos en la orilla, todos exactamente iguales al que la auxilió. Son los Señores de los Truenos, poderes de la atmósfera superior. Es decir, sigue en el terreno trascendente al que accedió por su negativa a los pretendientes; sólo ahora, tras separarse por la fuerza del aspecto negativo de los poderes, ha entrado en posesión de lo positivo.
Este cuento iroqués habla también de otras muchas cosas, de cómo esta joven, ahora al servicio de los poderes superiores, les permitió destruir los poderes negativos de las profundidades, y cómo, después de eso, fue devuelta, en una tormenta, a la tienda de su madre.
M
OYERS
: ¿Les contarías esta historia a tus alumnos para ilustrar cómo, si siguen su corazón, si corren riesgos con sus vidas, si hacen lo que quieren hacer, la aventura será su propia recompensa?
C
AMPBELL
: La aventura es su propia recompensa pero necesariamente resulta peligrosa, al tener posibilidades positivas y negativas, todas ellas fuera de control. Estamos siguiendo nuestro propio camino, no el camino de papá o de mamá. De modo que nos encontramos desprotegidos en un terreno de poderes más grandes que los que conocemos. Uno debe tener cierta idea de cuáles serán las posibilidades de conflicto en ese terreno, y unas cuantas historias de carácter arquetípico, como ésta, pueden ayudarnos a saber qué esperar. Si nos hemos comportado mal o en general no hemos sabido adecuarnos al papel que nos hemos asignado, se nos presentará una situación difícil, un verdadero infierno. No obstante, aún en esa situación podremos oír una voz de rescate, que termina convirtiendo la aventura en una gloria que va más allá de todo lo que habíamos imaginado.
M
OYERS
: Es más fácil quedarse en casa, quedarse en el vientre materno, no emprender el viaje.
C
AMPBELL
: Sí, pero entonces la vida puede secarse porque no emprendes ningún género de aventura. Por otro lado, yo tuve una experiencia opuesta, muy sorprendente para mí, al conocer a alguien que durante toda su juventud estuvo controlado y dirigido por otros, de principio a fin. Este amigo mío es un tibetano que de niño fue reconocido como la reencarnación de un abad que había venido reencarnándose desde el siglo XVII. Lo llevaron a un monasterio a los cuatro años, más o menos, y desde ese momento nunca nadie le preguntó qué quería hacer, sino que siguió literalmente las reglas e instrucciones de su maestro. Toda su vida le fue planificada de acuerdo con las exigencias rituales de la vida en un monasterio budista tibetano. Cada estadio de su desarrollo espiritual se celebraba con una ceremonia. Su vida personal se convirtió en un viaje arquetípico, de modo que, aunque en la superficie pudiera parecer que él no estaba viviendo una existencia personal propia, en realidad estaba viviendo, en un nivel espiritual muy profundo, una vida arquetípica como la de una divinidad.
En 1959 esa vida terminó. La delegación militar china en Lhasa bombardeó el palacio de verano del Dalai Lama, y comenzó un periodo de matanzas. En los alrededores de Lhasa había monasterios con no menos de seis mil monjes; todos ellos fueron torturados y asesinados, y los edificios destruidos. Muchos huyeron, junto con centenares de otros refugiados, cruzando las casi insuperables montañas del Himalaya, hasta la India. Es una historia terrible, en buena medida no contada todavía.
Finalmente toda esta gente perseguida llegó a la India, país que a duras penas puede alimentar a su propia población, y entre los refugiados estaba el Dalai Lama en persona y numerosos funcionarios y abades de los grandes monasterios ahora destruidos. Y todos estuvieron de acuerdo en que el Tibet budista ya no existía. A mi amigo y a los otros monjes jóvenes que habían logrado escapar se les aconsejó, en consecuencia, considerar sus votos como cosa del pasado, y considerarse libres para elegir: o bien continuar de algún modo como monjes, o bien renunciar a la vida monástica y tratar de encontrar un modo de reconstruir sus vidas de acuerdo con las exigencias y posibilidades del seglar moderno.
Mi amigo eligió este último camino, sin advertir, por supuesto, lo que significaría esto en cuanto a frustración, pobreza y sufrimiento. Lo ha pasado realmente mal, pero ha sobrevivido con la voluntad y la paciencia de un santo. Nada lo perturba. Lo he conocido y he trabajado con él desde hace más de una década, y en todo este tiempo no he oído una palabra ni de recriminación contra los chinos ni de queja por el tratamiento que ha recibido aquí en Occidente. Del mismo Dalai Lama nadie oirá nunca una palabra de resentimiento o condena. Estos hombres y todos sus amigos han sido víctimas de una terrible conmoción, de terribles violencias, pero no albergan odio. De estos hombres he aprendido lo que es la religión. He ahí la auténtica religión, viva, hoy.