M
OYERS
: ¿Qué significa eso?
C
AMPBELL
: Darth Vader no ha desarrollado su propia humanidad. Es un robot. Es un burócrata, que vive no en función de sí mismo sino de un sistema impuesto. Esa es la amenaza para nuestras vidas con la que todos nos enfrentamos hoy. ¿El sistema te aplastará y te negará tu propia humanidad, o podrás hacer uso del sistema para el logro de propósitos humanos? ¿Cómo te relacionarás con el sistema sin servirlo compulsivamente? No vale tratar de cambiarlo de acuerdo con tu sistema de pensamiento. El impulso histórico que tiene detrás es demasiado grande como para que de esta clase de acción surja algo de verdad significativo. Lo que hay que hacer es aprender a vivir en tu periodo de la historia como un ser humano. Eso es algo distinto, y puede hacerse.
M
OYERS
: ¿Cómo?
C
AMPBELL
: Aferrándote a tus propios ideales y, como hizo Luke Skywalker, rechazando las exigencias impersonales que te impone el sistema.
M
OYERS
: Cuando llevé a mis dos hijos a ver
La guerra de las galaxias
, hicieron lo que hizo todo el público en el momento en que la voz de Ben Kenobi le dice a Skywalker, en el momento culminante de la última batalla: «Apaga tu computadora, apaga la máquina y hazlo por ti mismo, sigue tus sentimientos, confía en tus sentimientos». Y cuando lo hizo, triunfó, y la sala estalló en aplausos.
C
AMPBELL
: Bueno, ya ves, esa película crea una comunicación. Está en un lenguaje que habla a los jóvenes, y eso es lo que cuenta. La pregunta que formula es: ¿serás un hombre de corazón y humanidad (porque ahí es donde está la vida, en el corazón), o harás cualquier cosa que te exija algo que podría llamarse el «poder intencional»? Cuando Ben Kenobi dice: «Que la Fuerza sea contigo», está hablando de la fuerza y la energía de la vida, no de intenciones políticas programadas.
M
OYERS
: Me intrigó la definición de la Fuerza. Ben Kenobi dice: «La Fuerza es un campo de energía creado por todas las cosas vivas. Nos rodea, nos penetra, mantiene unida la galaxia». He leído en
El héroe de las mil caras
descripciones semejantes del ombligo del mundo, del lugar sagrado, de la fuerza que existe en el momento de la creación.
C
AMPBELL
: Sí, por supuesto, la Fuerza se mueve desde dentro. Pero la fuerza del Imperio está basada en la intención de conquistar y dominar.
La guerra de las galaxias
no es una simple historia moralizante, sino que trata de las fuerzas de la vida en tanto se consuman, se quiebran o suprimen mediante la acción del hombre.
M
OYERS
: La primera vez que vi
La guerra de las galaxias
, pensé: «Es una historia muy vieja con un traje nuevo». La historia del joven llamado a la aventura, el héroe que tiene que superar pruebas y obstáculos, y vuelve tras la victoria con un don para la comunidad…
C
AMPBELL
: Lucas utiliza, desde luego, figuras mitológicas estándar. El viejo maestro como consejero me hizo pensar en el maestro de armas japonés. He conocido a alguna gente así, y Ben Kenobi tiene algo de ese carácter.
M
OYERS
: ¿Qué hace el maestro de armas?
C
AMPBELL
: Es un experto en armas blancas. El cultivo oriental de las artes marciales va más allá de cuanto yo haya visto en los gimnasios norteamericanos. Hay una técnica psicológica, además de la fisiológica, que va muy unida a ésta. Ese personaje en
La guerra de las galaxias
posee esa cualidad.
M
OYERS
: Hay algo mitológico también en el hecho de que el héroe sea auxiliado por un extraño que aparece y le da algún instrumento…
C
AMPBELL
: Le da no sólo un instrumento físico, sino un compromiso psicológico y un centro psicológico. El compromiso va más allá de tu mero sistema de intenciones. Tú y el acto sois uno.
M
OYERS
: Mi escena favorita es cuando estaban en el compresor de basura y las paredes se cerraban, y pensé: «Es como el vientre de la ballena que se tragó a Jonás».
C
AMPBELL
: Es que estaban ahí, en el vientre de la ballena.
M
OYERS
: ¿Cuál es el significado mitológico del vientre?
C
AMPBELL
: El vientre es el lugar oscuro donde tiene lugar la digestión y donde se crea la energía nueva. La historia de Jonás en la ballena es un ejemplo de un tema mítico prácticametne universal, el del héroe que va a parar al vientre de un pez y al fin sale, transformado.
M
OYERS
: ¿Por qué debe pasarle eso?
C
AMPBELL
: Es un descenso a la oscuridad. Psicológicamente, la ballena representa el poder de la vida apresado en el inconsciente. Metafóricamente, el agua es el inconsciente, y la criatura en el agua es la vida o la energía del inconsciente, que ha abrumado a la personalidad consciente y debe ser vencida y dominada.
En el primer estadio de este tipo de aventura, el héroe abandona el campo de lo familiar, sobre el que tiene control en alguna medida, y llega a un umbral, digamos al borde de un lago o un mar, donde viene a su encuentro un monstruo de las profundidades. En ese contexto existen dos posiblidades. En la historia de Jonás, el héroe es tragado y llevado al abismo para experimentar más tarde una resurrección; una variante del tema muerte-resurrección. Ahí, la personalidad consciente se ha puesto en contacto con una carga de la energía inconsciente que es incapaz de manipular y ahora debe sufrir todos los peligros y revelaciones de un terrorífico viaje por el mar de la noche, mientras aprende cómo hacer las paces con este poder de la oscuridad y emerge, al fin, a un nuevo modo de vida.
La otra posibilidad es que el héroe, al encontrarse con el poder de la noche, se imponga y lo mate, como hicieron Sigfrido y san Jorge cuando mataron al dragón. Pero Sigfrido supo que debía probar la sangre del dragón, para absorber parte de la fuerza de éste. Cuando Sigfrido ha matado al dragón y probado su sangre, oye el canto de la naturaleza. Ha trascendido su humanidad y se ha vuelto a asociar con los poderes naturales, que son los poderes de nuestra vida, y de los que nuestra mente nos aparta.
La conciencia cree que está dominando el juego. Pero es un órgano secundario de un ser humano total, y no debe estar al mando. Debe someterse y servir a la humanidad del cuerpo. Cuando se pone al mando, tienes un hombre como Darth Vader en
La guerra de las galaxias
, el hombre que sirve por completo al lado de la conciencia intencional.?
M
OYERS
: La figura oscura.
C
AMPBELL
: Sí, es la figura que en el
Fausto
de Goethe es representada por Mefistófeles.
M
OYERS
: Pero puedo oír a alguien diciendo: «Bueno, todo eso está muy bien para la imaginación de un George Lucas o la erudición de un Joseph Campbell, pero no es lo que sucede en mi vida».
C
AMPBELL
: Es que sí lo es… y si no lo reconoce, ese no reconocimiento puede transformarlo en un Darth Vader cualquiera. Si la persona insiste en un determinado programa, y no escucha las demandas de su propio corazón, correrá el riesgo de un derrumbe esquizofrénico. Esa persona ha perdido su centro. Se ha impuesto un programa de por vida, y no es un programa en que el cuerpo esté interesado. El mundo está lleno de gente que ha dejado de escucharse a sí misma o ha escuchado sólo a sus vecinos para saber qué hacer, cómo comportarse y cuáles son los valores de acuerdo con los cuales debe vivir.
M
OYERS
: A partir de lo que sabes sobre los seres humanos, ¿es concebible que haya un punto de sabiduría más allá de los conflictos de la verdad y la ilusión, en el que nuestras vidas puedan reconstruirse? ¿Podemos desarrollar nuevos modelos?
C
AMPBELL
: Ya están aquí, en las religiones. Todas las religiones han sido verdaderas en su momento. Si puedes reconocer el aspecto duradero de la verdad y separarlo de las aplicaciones temporales, ya lo tienes.
Hemos hablado del tema aquí mismo: el sacrificio de los deseos y temores físicos del cuerpo, en provecho de lo que espiritualmente sostiene al cuerpo; ¿está el cuerpo aprendiendo a conocer y expresar su vida más profunda en el campo del tiempo? De un modo u otro, todos debemos averiguar lo que más propicia el florecimiento de nuestra humanidad en esta vida contemporánea, y dedicarnos a ello.
M
OYERS
: ¿No a la causa primera, sino a una causa más alta?
C
AMPBELL
: Yo diría: a una causa más interior. «Más alto» es allá arriba, y no hay ningún «allá arriba». Eso ya lo sabemos. Ese viejo sentado en una nube no existe. Debes encontrar la Fuerza dentro de ti. Es por eso que los gurús orientales convencen tanto a la juventud de hoy. Dicen: «Está en ti. Ve y encuéntralo».
M
OYERS
: Pero ¿no son muy pocos los que pueden afrontar el desafío de una nueva verdad y poner sus vidas de acuerdo con ella?
C
AMPBELL
: ¡Nada de eso! Unos pocos pueden ser los maestros y los líderes, pero nadie puede asegurarlo, así como nadie tiene el potencial de correr para salvar a un niño. Está dentro de cada uno el reconocer ciertos valores en su vida que no están confinados al mantenimiento del cuerpo y a las preocupaciones económicas del día.
M
OYERS
: Cuando era niño y leía
Los caballeros de la Tabla Redonda
, el mito me llevó a pensar que yo podía ser un héroe. Quería salir y combatir con dragones. Quería internarme en el bosque sombrío y combatir el mal. ¿Qué te dice el hecho de que los mitos puedan hacer que el hijo de un granjero de Oklahoma piense en sí mismo como en un héroe?
C
AMPBELL
: Los mitos inspiran la realización de la posibilidad de tu perfección, la plenitud de tu fuerza y el aporte de luz solar en el mundo. Matar monstruos es matar las cosas oscuras. El mito te atrapa en tu interior. De niño, lo tomas en un sentido, como yo leyendo las historias indígenas. Después, el mito te dice más, y más, y más todavía. Creo que cualquiera que se haya ocupado seriamente de ideas míticas o religiosas te dirá que las aprendemos en la infancia en un nivel, pero luego se revelan muchos niveles diferentes. Los mitos son infinitos en su revelación.
M
OYERS
: ¿Cómo mato a ese dragón que hay en mí? uál es el viaje que cada uno tiene que hacer, lo que tú llamas «la elevada aventura del alma»?
C
AMPBELL
: Mi fórmula general para mis estudiantes es: «Seguid el camino de vuestro corazón. Encontrad dónde está, y no temáis internaros allí».
M
OYERS
: ¿Es mi trabajo o mi vida?
C
AMPBELL
: Si el trabajo que estás haciendo es el que elegiste hacer porque lo disfrutas, entonces es el trabajo. Pero si piensas: «¡Oh, no! ¡No podría hacerlo!», es el dragón bloqueándote el paso. «No, no, yo no podría ser escritor» o «No, no, yo jamás podría hacer lo que hace Fulano».
M
OYERS
: En este sentido, a diferencia de héroes como Prometeo o Jesús, no partimos en nuestro viaje para salvar al mundo sino para salvarnos a nosotros mismos.
C
AMPBELL
: Pero al hacerlo, salvas al mundo. La influencia de una persona vital vitaliza, de eso no hay duda alguna. El mundo sin espíritu es una terreno baldío. La gente tiene la idea de que se puede salvar el mundo cambiando las cosas de lugar, cambiando las reglas, cambiando de lugar a los que mandan, y cosas así. ¡No, no! Cualquier mundo es válido si está vivo. Lo que hay que hacer es darle vida, y el irónico modo de hacerlo es hallar en tu propio caso dónde está la vida, y volverte vivo tú mismo.
M
OYERS
: Cuando emprendo ese viaje y bajo por mis caminos interiores y mato a esos dragones, ¿debo hacerlo solo?
C
AMPBELL
: Si tienes alguien que pueda ayudarte, está bien también. Pero en última instancia, la hazaña final tendrá que ser obra tuya. Psicológicamente, el dragón es la atadura que nos une a nuestro yo. Estamos presos en nuestra propia jaula de dragón. El problema del psiquiatra es desintegrar ese dragón, quebrarlo, de modo que puedas expandirte a un campo de relaciones más amplio. El dragón final está dentro de ti, es tu yo clavándote sus garras.
M
OYERS
: ¿Qué es mi yo?
C
AMPBELL
: Lo que piensas que quieres, lo que quieres creer, lo que piensas que puedes permitirte, lo que has decidido amar, lo que consideras que te limita. Puede ser demasiado pequeño, en cuyo caso te clavará en tu sitio. Y si te limitas a hacer lo que tus vecinos te dicen que hagas, sin duda alguna quedarás inmovilizado. En ese caso tus vecinos son el reflejo exterior del dragón que hay dentro de ti.
Nuestros dragones occidentales representan la codicia. Pero el dragón chino es diferente. Representa la vitalidad de los pantanos y viene sacudiendo el vientre y resoplando. Es un tipo encantador de dragón, pues aporta el botín de las aguas, un don grande y glorioso. Pero el dragón de nuestros cuentos occidentales trata de recoger y conservar todo para sí mismo. En su cueva secreta conserva cosas: montones de oro, y quizás una virgen capturada. No sabe qué hacer ni con una cosa ni con la otra, así que se limita a conservar y proteger. Hay hombres así, a los que denominamos avaros. De ellos no parte vida; no dan nada. Se limitan a pegarse a ti y tratan de alimentarse de tus fuerzas vitales.
Jung tenía una paciente que fue a verlo porque se sentía sola en el mundo, en un páramo, y para describir cómo se sentía, se dibujó en la costa de un mar sombrío, aprisionada entre las rocas de la cintura para abajo. Soplaba el viento, y sus cabellos se agitaban, y todo el oro, todo el goce de la vida, estaba aprisionado entre las rocas. Pero el siguiente dibujo que le hizo seguía una indicación que le había dado Jung. Un haz de luz cae sobre las rocas, y aparece un disco dorado. El oro ya no está aprisionado entre las rocas. Hay manchas doradas sobre la superficie. En el curso de las sesiones que siguieron, empezó a identificar estas manchas doradas. Eran sus amigos. No estaba sola. Se había encerrado en su pequeño cuarto y su pequeña vida, pero tenía amigos. Llegó a reconocerlo sólo después de haber matado a su dragón.