M
OYERS
: ¿Tu estudio de la mitología te lleva a concluir que existe una única búsqueda humana, un esquema común de aspiración y pensamiento, que constituya para toda la humanidad algo que tenemos en común, tanto si hemos vivido hace un millón de años, como si viviremos dentro de otros mil?
C
AMPBELL
: Existe un cierto tipo de mito que podría llamarse la búsqueda visionaria, salir en busca de una gracia, una visión, que tiene la misma forma en todas las mitologías. Es lo que traté de presentar en mi primer libro,
El héroe de las mil caras
. Todas estas mitologías diferentes nos presentan la misma búsqueda esencial. Sales del mundo en el que vives y vas a una profundidad o una distancia o una altura. Allí encuentras lo que le faltaba a tu conciencia en el mundo donde antes habitabas. Después se plantea el dilema de aferrarse a eso, y dejar que el mundo se haga mil pedazos, o volver con esa gracia y tratar de conservarla al entrar nuevamente en tu mundo social. No es fácil.
M
OYERS
: Entonces, ¿el héroe va en busca de algo, no sólo por la aventura en sí misma?
C
AMPBELL
: Tenemos las dos clases de héroe: el que elige emprender el viaje y el que no. En una clase de aventura, el héroe parte con responsabilidad e intencionalidad a realizar la hazaña. Por ejemplo, al hijo de Ulises, Telémaco, le dijo Atenea: «Ve a buscar a tu padre». Esa búsqueda del padre es una importante aventura heroica para la juventud. Es la aventura de encontrar tu carrera, tu naturaleza, tu fuente. La emprendes intencionadamente. O está la leyenda de la diosa sumeria del cielo, Inanna, que bajó al mundo subterráneo y se enfrentó a la muerte para devolver a su amado a la vida.
Después hay aventuras en las que te encuentras metido, por ejemplo cuando te enrolan en el ejército. No lo querías hacer, pero ya estás ahí. Has sufrido una muerte y resurrección, te has puesto un uniforme, eres otra criatura.
Un tipo de héroe que suele aparecer en los mitos celtas es el cazador principesco, que ha seguido el cebo de un ciervo hasta una zona del bosque donde nunca ha estado antes. Allí el animal sufre una transformación, encarnándose en la reina de las hadas o algo por el estilo. Es un tipo de aventura en la que el héroe no tiene idea de lo que está haciendo, pero de pronto se halla en un territorio transformado.
M
OYERS
: ¿El aventurero que emprende esa clase de viaje es un héroe en el sentido mitológico?
C
AMPBELL
: Sí, porque siempre está dispuesto. En estas historias, al héroe le sucede la aventura para la que estaba preparado. La aventura es una manifestación simbólica de su carácter. Hasta el paisaje y las condiciones del ambiente se ponen de acuerdo en esta predisposición.
M
OYERS
: En
La guerra de las galaxias
, de George Lucas, Solo empieza como mercenario y termina como héroe, y al final es quien salva a Luke Skywalker.
C
AMPBELL
: Sí. Solo ha realizado el acto heroico de sacrificarse a sí mismo por otro.
M
OYERS
: ¿Crees que un héroe se crea a partir de la culpabilidad? ¿Sentía culpa Solo por haber abandonado a Skywalker?
C
AMPBELL
: Depende del sistema de ideas en que quieras moverte. Solo era un tipo muy práctico, al menos eso pensaba él de sí mismo, un materialista. Pero al mismo tiempo era un ser humano con compasión, y no lo sabía. La aventura despertó una cualidad de su carácter que él mismo no sabía que poseía.
M
OYERS
: ¿De modo que quizás el héroe se oculta en todos nosotros y no lo sabemos?
C
AMPBELL
: Nuestra vida desarrolla nuestro carácter. A medida que avanzas descubres más sobre ti mismo.
Por eso conviene ponerse en situaciones que hagan surgir tu naturaleza más elevada y no la más baja. «Y no nos dejes caer en la tentación.»
Ortega y Gasset habla sobre el ambiente y el héroe en sus
Meditaciones del Quijote
. Don Quijote fue el último héroe de la Edad Media. Sale en busca de gigantes, pero en lugar de gigantes, su medio producía molinos de viento. Ortega señala que esta historia tiene lugar casi en la época en que aparecía una interpretación mecanicista del mundo, por lo que el ambiente ya no respondía espiritualmente al héroe. Hoy el héroe se encuentra frente a un mundo difícil que ya no responde a su necesidad espiritual.
M
OYERS
: Encuentra molinos.
C
AMPBELL
: Sí, pero don Quijote salvó la aventura en su fuero interno inventándose un mago que acababa de transformar en molinos a los gigantes a cuyo encuentro había corrido. Tú puedes hacerlo también, si tienes imaginación poética. Pero antes el héroe no se movía en un mundo mecanicista, sino en otro vivo que respondía a su disposición espiritual. Ahora lo mecánico ha avanzado tanto, a través de la explicación que dan las ciencias físicas, la sociología marxista, la psicología conductista, que no somos nada sino un conjunto predecible de cables que responden a estímulos. La interpretación del siglo XIX ha eliminado de la vida moderna la libertad de la voluntad humana.
M
OYERS
: En el sentido político, ¿existe el peligro de que estos mitos de héroes nos enseñen a considerar los actos ajenos como si estuviéramos en un anfiteatro, coliseo o un cine, contemplando a otros realizar grandes hazañas y consolándonos de nuestra impotencia?
C
AMPBELL
: Creo que esto es algo que ha empezado a predominar en nuestra cultura desde tiempos muy recientes. El que mira deportes en lugar de practicarlos está consumando una acción sustitutoria. Pero cuando piensas en lo que realmente está sufriendo la gente en nuestra civilización, comprendes que ser un ser humano moderno es algo bastante siniestro. La sordidez de las vidas de la mayoría de quienes tienen que alimentar a una familia… bueno, es algo muy destructivo.
M
OYERS
: Pero creo que yo prefiero eso a las péstes de los siglos XII y XIV…
C
AMPBELL
: El modo de vida entonces era mucho más activo que el nuestro. Nosotros nos sentamos en oficinas. Es significativo que en nuestra civilización se haya vuelto tan importante el problema de la edad madura.
M
OYERS
: ¡Empiezas a hacer confidencias!
C
AMPBELL
: Yo ya he pasado la edad madura, así que sé algo sobre el tema. Una característica de nuestras vidas sedentarias es que hay o puede haber mucha excitación intelectual, pero el cuerpo no participa gran cosa. De modo que tienes que hacer deliberadamente ejercicios mecánicos, las cien flexiones diarias y todo eso. A mí me resulta muy difícil disfrutar de eso, pero ahí lo tienes. De otro modo, todo tu cuerpo te dice: «Escucha, me has olvidado por entero. Me estoy convirtiendo, eji un río seco».
M
OYERS
: Aun así, me parece que estas historias de héroes podrían resultar, a la postre, una especie de tranquilizante, llevándonos a la benigna pasividad de observar en lugar de actuar. La otra cara de esto es que nuestro mundo parece vacío de valores espirituales. La gente se siente impotente. Para mí, ésa es la maldición de la sociedad moderna, la impotencia, el hastío que sienten todos, la alienación del mundo que nos rodea. Quizás necesitamos un héroe que dé voz a nuestros anhelos más profundos.
C
AMPBELL
: Estás describiendo exactamente
La tierra baldía
de T.S. Eliot, un estancamiento sociológico de vidas poco auténticas que nos ha invadido, y que no despierta nuestra vida espiritual, nuestras potencialidades, ni siquiera nuestro valor físico… hasta que, por supuesto, nos mete en una de esas guerras inhumanas.
M
OYERS
: No estás contra la tecnología, ¿no?
C
AMPBELL
: En absoluto. Cuando Dédalo, a quien puede considerarse el patrón de la técnica en la antigua Grecia, le puso a su hijo Ícaro las alas que había fabricado para que pudiera volar y escapar del laberinto de Creta que él mismo había inventado, le dijo: «Vuela a media altura. No demasiado alto, o el sol derretirá la cera de tus alas y caerás. Ni demasiado bajo, o tropezarás con las olas del mar». Dédalo voló a media altura, pero vio que su hijo, entusiasmado en el vuelo, iba demasiado alto. La cera se fundió, y el héroe cayó al mar. Por algún motivo, la gente habla más de Ícaro que de Dédalo, como si las alas mismas hubieran sido responsables de la caída del joven astronauta.
Pero no es un buen argumento contra la industria y la ciencia. El pobre Ícaro cayó al agua… pero Dédalo, que voló a media altura, logró alcanzar la otra orilla.
Un texto hindú dice: «Éste es un camino peligroso, como el filo de una navaja». Es un tema que aparece también en la literatura medieval. Cuando Lanzarote va a rescatar a Ginebra de su cautiverio, tiene que cruzar un río sobre el filo de una espada con manos y pies desnudos, teniendo debajo un poderoso torrente. Cuando estás haciendo algo que nadie ha hecho antes, cuando abres caminos, ya sea una innovación tecnológica o simplemente un modo de vida en el que tu comunidad no puede ayudarte, siempre está el peligro del exceso de entusiasmo, de olvidar ciertos detalles mecánicos. Entonces caes. «Es un camino peligroso.» Cuando sigues el camino de tu deseo, entusiasmo y tu emoción, debes tener la mente fría, y no dejarte arrastrar al desastre.
M
OYERS
: Uno de los puntos que me intrigan de tu pensamiento es que no crees que haya conflicto entre ciencia y mitología.
C
AMPBELL
: No, no hay conflicto. La ciencia ahora está abriéndose paso en la dimensión del misterio. Se ha introducido en la esfera de la que habla el mito. Ha llegado al límite.
M
OYERS
: Y ese límite es…
C
AMPBELL
: …el límite, la interfase entre lo que puede saberse y lo que nunca se descubrirá porque es un misterio que trasciende todo saber humano. La fuente de la vida… ¿qué es? Nadie lo sabe. Ni siquiera sabemos lo que es un átomo, si es una onda o una partícula… parece ser ambas cosas. No tenemos ni idea de lo que son estas cosas.
Es por ese motivo que hablamos de lo divino. Hay una fuente de energía trascendente. Cuando el físico observa partículas subatómicas, lo que ve es una huella en una pantalla. Estas huellas van y vienen, van y vienen, y nosotros vamos y venimos, y toda la vida va y viene. Esa energía es la energía que da forma a todas las cosas. La adoración mítica se dirige a eso.
M
OYERS
: ¿Tienes un héroe mítico favorito?
C
AMPBELL
: Cuando era pequeño, tenía dos héroes. Uno era Douglas Fairbanks; el otro era Leonardo da Vinci. Yo quería ser una síntesis de ambos. Hoy, no tengo ningún héroe.
M
OYERS
: ¿Lo tiene nuestra sociedad?
C
AMPBELL
: Lo tuvo. Tuvo a Cristo. Y después nuestro país tuvo a hombres como Washington y Jefferson, y más tarde hombres como Daniel Boone. Pero hoy la vida es tan compleja, y cambia tan deprisa, que no hay tiempo para que nada llegue a formar una constelación en el cielo de los héroes, antes de que la descartemos por algo nuevo.
M
OYERS
: Hoy parece como si adoráramos celebridades, no héroes.
C
AMPBELL
: Sí, y eso está muy mal. Una vez se pasó por las escuelas secundarias de Brooklyn un cuestionario donde se preguntaba: «¿Qué te gustaría ser?». Dos tercios de los estudiantes respondieron: «Famoso». Ni pensar en tener que dar algo de sí mismos para lograr algo.
M
OYERS
: Sólo querían ser conocidos.
C
AMPBELL
: Sólo ser conocidos, tener fama… nombre y fama. Es una lástima.
M
OYERS
: Pero ¿una sociedad necesita héroes?
C
AMPBELL
: Sí, creo que sí.
M
OYERS
: ¿Por qué?
C
AMPBELL
: Porque tiene que tener imágenes fijas, como astros, para hacer coherentes todas estas tendencias a la separación, para reunirías en alguna clase de intencionalidad.
M
OYERS
: Para seguir un camino.
C
AMPBELL
: Creo que sí. La nación debe tener de algún modo una intención, para operar como un poder único.
M
OYERS
: ¿Qué piensas de las expresiones de dolor por la muerte de John Lennon? ¿Era un héroe?
C
AMPBELL
: Oh, sin duda alguna era un héroe.
M
OYERS
: Explícamelo en el sentido mitológico.
C
AMPBELL
: En el sentido mitológico, él fue un innovador. Los Beatles crearon una forma artística sentida ampliamente como una necesidad. Sintonizaron perfectamente con su época. Si hubieran aparecido treinta años antes, habrían fracasado. El héroe público es sensible a las necesidades del tiempo. Los Beatles aportaron una nueva profundidad espiritual a la música popular que impuso la moda, llamémosla así, de la meditación y la música oriental. La música oriental era conocida desde hacía años, como una curiosidad, pero ahora, después de los Beatles, nuestros jóvenes parecen saber de qué se trata. La escuchamos más y más, y se la usa con su intención original, como apoyo para la meditación. Todo eso lo iniciaron los Beatles.
M
OYERS
: A veces pienso que deberíamos sentir compasión por el héroe, más que admiración. Muchos de ellos han sacrificado sus propias necesidades por el prójimo.
C
AMPBELL
: Todos lo han hecho.