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Authors: Joseph Campbell

Tags: #Ensayo, Referencia

El poder del mito (11 page)

BOOK: El poder del mito
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M
OYERS
: Lo que no puede ser conocido o nombrado salvo en nuestro débil intento de vestirlo con lenguaje.

C
AMPBELL
: La palabra última para lo trascendente en nuestro idioma es Dios. Pero entonces tienes un concepto, ¿ves? Piensas en Dios como el padre. Ahora bien, en religiones donde el dios o creador es la madre, todo el mundo es su cuerpo. No hay más espacio que ése. El dios masculino suele estar en otra parte. Pero macho y hembra son dos aspectos de un principio. La división de la vida en sexos fue una división tardía. Biológicamente, la ameba no es macho ni hembra. Las células primitivas son sólo células. Se dividen y se convierten en dos por reproducción asexual. No sé en qué nivel interviene la sexualidad, pero sé que es tarde. Por eso es absurdo hablar de Dios como de alguien con éste o aquel sexo. El poder divino es anterior a la separación sexual.

M
OYERS
: Pero ¿no es el único modo que tenemos los humanos de poder captar esa idea inmensa, asignarle un idioma comprensible? Dios, hombre, Dios, mujer…

C
AMPBELL
: Sí, pero no lo comprendes si piensas en Dios como él o ella. Esos pronombres son un resorte que usas para impulsarte a lo trascendente, y trascendente significa «trascender», ir más allá de la dualidad. En el campo del tiempo y el espacio todo es
dual
. La encarnación aparece ya como masculina, ya como femenina, y cada uno de nosotros es la encarnación de Dios. Tú has nacido en sólo un aspecto de tu dualidad metafísica real, podríamos decir. Esto queda representado en las religiones de misterio, donde un individuo pasa a través de una serie de iniciaciones que lo abren a una dimensión más y más profunda de sí mismo, hasta llegar un momento en que advierte que él es a la vez mortal e inmortal, hombre y mujer.

M
OYERS
: ¿Crees que existió un lugar como el Jardín del Edén?

C
AMPBELL
: Por supuesto que no. El Jardín del Edén es la metáfora de esa inocencia que es inocente del tiempo, inocente de los opuestos, y que es el centro primordial a partir del cual la conciencia capta los cambios.

M
OYERS
: Pero si en la idea del Edén hay esta inocencia, ¿qué sucede con ella? ¿No es destrozada, dominada y corrompida por el miedo?

C
AMPBELL
: Así es. Hay una maravillosa historia de la deidad, del Yo que dijo «Yo soy». Apenas lo dijo, sintió miedo.

M
OYERS
: ¿Por qué?

C
AMPBELL
: Porque ahora era una entidad en el tiempo. Entonces pensó: «De qué habría de tener miedo, si soy lo único que existe». Y no bien lo hubo dicho, se sintió solo, y deseó que hubiera otro, y entonces sintió deseo. Se hinchó, se dividió en dos, se volvió macho y hembra y engendró el mundo.

El
miedo
es la primera experiencia del feto en el vientre materno. Hay un psiquiatra checoslovaco, Stanislav Grof, que ahora vive en California, que durante años trató a sus pacientes con LSD. Y descubrió que algunos de ellos reexperimentaron el nacimiento, y al hacerlo el primer estadio es el del feto en el vientre de la madre, sin ningún sentido del «yo» o del ser. Hasta que poco antes del nacimiento el ritmo del útero comienza, ¡y ahí se manifiesta el terror! El miedo es lo primero, la cosa que dice «yo». Después viene el difícil momento de nacer, el complicado pasaje por el canal, y después… ¡Dios santo! ¡La luz! ¿Te imaginas? Es increíble que el proceso repita exactamente lo que dice el mito: el yo dice «Yo soy» e inmediatamente siente miedo. Y después cuando comprende que está solo, siente deseo de otro y se vuelve dos: esto es la irrupción en el mundo de la luz y los pares de opuestos.

M
OYERS
: ¿Qué dice sobre lo que todos tenemos en común, del hecho de que tantas de estas historias contengan elementos similares: el fruto prohibido, la mujer? Por ejemplo, estos mitos, estas historias de creación, contienen un «No debes». El hombre y la mujer se rebelan contra esta prohibición y hacen su voluntad.

Después de años y años de leer estas cosas, sigo asombrado por las similitudes en culturas tan alejadas.

C
AMPBELL
: Hay un tema común en los cuentos populares que podríamos llamar La Cosa Prohibida. Recuerda a Barbazul, que le dice a su esposa «No abras ese armario».

Y siempre desobedece. En la historia del Viejo Testamento Dios señala la cosa prohibida. Ahora bien, Dios, seguramente, sabía muy bien que el hombre iba a comer del fruto prohibido. Pero al hacerlo, el hombre se convirtió en el iniciador de su propia vida. La vida realmente empezó con ese acto de desobediencia.

M
OYERS
: ¿Cómo explicas las similitudes?

C
AMPBELL
: Hay dos hipótesis. Una de ellas es que la mente humana es esencialmente la misma en todo el mundo. La mente es la experiencia interior del cuerpo humano, que es esencialmente el mismo en todos los seres humanos, con los mismos órganos, los mismos instintos, los mismos impulsos, los mismos conflictos, los mismos temores. De este campo común nace lo que Jung llamó los arquetipos, que son las ideas o mitos comunes.

M
OYERS
: ¿Qué son los arquetipos?

C
AMPBELL
: Son ideas elementales, las que podrían llamarse ideas «base». Jung definió estas ideas como arquetipos del inconsciente. «Arquetipo» es el mejor nombre porque «idea elemental» sugiere labor de pensamiento. Arquetipo del inconsciente significa que viene de abajo. La diferencia entre los arquetipos jungianos del inconsciente y los complejos de Freud es que los arquetipos del inconsciente son manifestaciones de los órganos del cuerpo y de sus poderes. Los arquetipos tienen base biológica, mientras que el inconsciente freudiano es una colección de experiencias traumáticas reprimidas durante una vida individual. El inconsciente freudiano es un inconsciente personal, biográfico. Los arquetipos jungianos del inconsciente son biológicos. Lo biográfico es secundario en su caso.

En todo el mundo y en momentos diferentes de la historia humana, estos arquetipos, o ideas elementales, han aparecido con vestimentas muy diferentes. Estas diferencias resultan de las condiciones ambientales e históricas.

Identificar y comparar estas diferencias es el trabajo principal del antropólogo.

Ahora bien, existe asimismo una contrateoría de la difusión para dar cuenta de la similitud de los mitos. Por ejemplo, el arte de arar la tierra proviene de la región en que inicialmente se desarrolló, y junto a él adviene una mitología que tiene que ver con fertilizar la tierra, con plantar y cultivar las plantas comestibles… algunos mitos como los que hemos descrito, matar a una divinidad, cortarla, enterrar sus miembros, hacer que crezcan las plantas comestibles. Tal mito acompañará una tradición agrícola o recolectora. Pero no lo hallarás en una cultura cazadora. De modo que hay aspectos históricos, así como psicológicos, en este problema de la similitud de mitos.

M
OYERS
: Los seres humanos creen en una o más de estas historias de creación. ¿Qué crees que estamos buscando cuando aceptamos uno de estos mitos?

C
AMPBELL
: Creo que lo que estamos buscando es un modo de experimentar el mundo que nos abra a lo trascendente, a lo que da vida al mundo y al mismo tiempo nos forme dentro de él. Eso es lo que quiere la gente. Es lo que pide el alma.

M
OYERS
: ¿Quieres decir que buscamos un acuerdo con el misterio que anima todas las cosas, lo que has llamado el vasto campo de silencio que todos compartimos?

C
AMPBELL
: Sí, pero no sólo para hallarlo sino para encontrarlo realmente en nuestro ambiente, en nuestro mundo… para reconocerlo. Para tener algún tipo de instrucción que nos permita experimentar la presencia divina.

M
OYERS
: En el mundo y en nosotros.

C
AMPBELL
: En la India hay un hermoso saludo, en el que las palmas se ponen juntas, y se hace una reverencia. ¿Sabes lo que significa?

M
OYERS
: No.

C
AMPBELL
: La posición de las palmas juntas es la que usamos al rezar, ¿no? El saludo significa que el dios que está en ti reconoce al dios que está en el otro. Este pueblo es consciente de la presencia divina en todas las cosas. Cuando entras en un hogar hindú como huésped, eres saludado como una deidad visitante.

M
OYERS
: Pero ¿no podría decirse que la gente que contó estas historias, que las creyó y actuó según ellas, estaba haciendo preguntas más simples? ¿No estaban preguntando, por ejemplo, quién creó el mundo? ¿Cómo fue hecho el mundo? ¿Por qué fue hecho? ¿No son éstas las preguntas que están tratando de responder estas historias de creación?

C
AMPBELL
: No. Es a través de esa respuesta que ven que el creador está presente en todo el mundo. ¿Comprendes lo que quiero decir? Esta historia de los Upanishads que hemos leído… «Veo que yo soy esta creación», dice el dios. Cuando ves que Dios es la creación, y que tú eres una criatura, comprendes que Dios está en ti, y en el hombre o mujer con el que estás hablando también. De ahí viene la comprensión de dos aspectos de una divinidad. Hay un motivo mitológico básico según el cual originalmente todo era uno, y después hubo una separación: cielo y tierra, macho y hembra, etc. ¿Cómo perdemos contacto con la unidad? Una cosa que puedes decir es que la separación fue culpa de alguien: comieron el fruto que no debían o le dijeron a Dios las palabras que no debían y él se enfadó y se marchó. De modo que ahora lo eterno está apartado de nosotros, y debemos encontrar algún medio de volver a ponernos en contacto con ello.

Hay otro tema, según el cual el hombre no proviene de arriba sino de abajo, del seno de la Madre Tierra. Con frecuencia en estas historias hay una gran escalera o una cuerda por la que se sube. Los últimos que quieren salir son dos personas grandes, gordas, pesadas. Toman la cuerda, dan un tirón, y la cuerda se corta. Así quedamos separados de nuestro origen. En cierto sentido, por causa de nuestras mentes, estamos realmente separados, y el problema es reunir esta cuerda cortada.

M
OYERS
: Hay momentos en que me pregunto si quizás los hombres y mujeres primitivos no se habrán contado estas historias sólo para entretenerse.

C
AMPBELL
: No, no son historias para entretenerse. Sabemos que no son mera diversión porque sólo pueden contarse en determinados momentos del año y bajo ciertas condiciones.

Hay dos órdenes de mitos. Los grandes mitos, como el de la Biblia, por ejemplo, son los mitos del templo, de los grandes rituales sagrados. Explican los ritos según los cuales la gente vive en armonía consigo misma, con el prójimo y con el universo. Es normal entender como alegóricas estas historias.

M
OYERS
: ¿Piensas que los primeros humanos que contaron la historia de la creación tenían alguna conciencia intuitiva de la naturaleza alegórica de estas historias?

C
AMPBELL
: Sí. Lo que decían lo decían
como si
hubiera sido así. La idea de que alguien, literalmente, hizo el mundo, es conocida como artificialismo. Es el modo de pensar del niño: la mesa está hecha, luego alguien hizo la mesa. El mundo está aquí, luego alguien debe de haberlo hecho. Hay otro punto de vista que implica emanación y precipitación sin personificación. Un sonido precipita el aire, después el fuego, después el agua y la tierra… y así es como el mundo llega a ser. El universo entero está incluido en este primer sonido, esta vibración, que luego destina todas las cosas a la fragmentación en el campo del tiempo. En esta visión, no hay nadie fuera que diga: «Que esto sea».

En la mayoría de las culturas hay dos o tres historias de creación, no sólo una. Hay dos en la Biblia, aun cuando se las trata como una sola. Recuerdas la historia del Jardín del Edén en el Capítulo 2: Dios está tratando de pensar modos de entretener a Adán, a quien ha creado para que sea su jardinero, para que se ocupe de su jardín. Se trata de una antiquísima historia, tomada de los antiguos sumerios. Los dioses querían a alguien que se ocupara de su jardín y cultivara la comida que necesitaban, por eso crearon al hombre. Esa es la base del mito de los capítulos 2 y 3 del Génesis.

Pero el jardinero de Yahvé está aburrido. Entonces Dios trata de inventar juguetes para él. Crea los animales, pero todo lo que el hombre puede hacer con ellos es darles nombre. Entonces a Dios se le ocurre la grandiosa idea de extraer el alma de la mujer del cuerpo mismo de Adán, lo que es una historia de creación muy diferente de la del Capítulo 1 del Génesis, donde Dios creó a Adán y Eva juntos a imagen de sí mismos como macho y hembra. Allí Dios mismo es el andrógino primordial. El Capítulo 2 es, de lejos, la historia más antigua, proveniente quizás del siglo VIII a.C. más o menos, mientras que el Capítulo 1 proviene de uno de los llamados textos sacerdotales, del siglo IV a.C., o posterior. En la historia hindú del Yo que siente miedo, después deseo, y que más tarde se divide en dos, tenemos una contrapartida del Génesis 2. En el Génesis, es el hombre, no el dios, quien se divide en dos.

La leyenda griega que cuenta Aristófanes en
El banquete
de Platón es de la misma especie. Aristófanes dice que en el comienzo había criaturas compuestas de lo que ahora son dos seres humanos. Y estas criaturas eran de tres tipos: macho/hembra, macho/macho y hembra/hembra. Después los dioses las dividieron a todas en dos. Pero una vez divididas, no pudieron pensar en otra cosa que hacer que abrazarse tratando de reconstituir la unidad original. Por eso ahora pasamos nuestras vidas tratando de encontrar a nuestras otras mitades y reunimos con ellas.

M
OYERS
: Tú dices que la mitología es el estudio de la gran historia única de la humanidad. ¿Cuál es esa gran historia única?

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