M
OYERS
: Entonces cuando hablamos de cuentos populares, no estamos hablando de mitos sino de historias que la gente común se cuenta para entretenerse o expresar alguna experiencia existencial que está por debajo de la de las grandes peregrinaciones espirituales.
C
AMPBELL
: Sí, el cuento popular cumple una función de entretenimiento. El mito, sin embargo, sirve para la instrucción espiritual. Hay un buen dicho en la India con respecto a estos dos tipos de mitos, la idea popular y la idea elemental. El aspecto popular es llamado
desi
, que significa «provincial», es decir, que tiene que ver con la sociedad en la que vives. Algo destinado a la juventud. Gracias a él, el joven se integra en la sociedad y aprende a salir a matar monstruos. «Muy bien, aquí hay un traje de soldado, tenemos un trabajo para ti.» Pero también está la idea elemental. Su nombre en sánscrito es
marga
, que significa «sendero». Es una huella que te lleva a ti mismo. El mito procede de la imaginación, y lleva de vuelta a ella. La sociedad te enseña qué son los mitos, y después te libera, de modo que en tus meditaciones puedas seguir el camino interior.
Las civilizaciones están fundadas en el mito. La civilización de la Edad Media se basó en el mito de la Caída en el Jardín del Edén, la redención en la cruz y la obtención de la gracia redentora mediante los sacramentos.
La catedral fue el centro del sacramento, y el castillo fue el centro protector de la catedral. Ahí tienes las dos formas de gobierno: el gobierno del espíritu y el de la vida física, ambos de acuerdo en la fuente única de la que surgen, que es la gracia de la crucifixión.
M
OYERS
: Pero, dentro de estas dos esferas, la gente común se contaba pequeños cuentos de duendes y brujas.
C
AMPBELL
: Hay tres centros de lo que podría llamarse la creatividad mitológica y folklórica en la Edad Media. Uno es la catedral y todo lo relacionado con monasterios y ermitas. El segundo es el castillo. El tercero es la aldea, donde vive el pueblo. La catedral, el castillo y la aldea. Si vas a cualquiera de las áreas de alta civilización, encontrarás lo mismo: el templo, el palacio, el pueblo. Son centros generadores diferentes, pero en la medida en que se trata de una civilización única, todos operan en el mismo campo simbólico.
M
OYERS
: ¿El mismo campo simbólico?
C
AMPBELL
: El campo simbólico está basado en las experiencias de la gente perteneciente a una comunidad particular, en un tiempo y lugar particulares. Los mitos están tan íntimamente ligados a la cultura, momento y lugar, que si los símbolos, las metáforas, no son mantenidos con vida mediante una constante recreación en las artes, la vida simplemente se aparta de ellos.
M
OYERS
: ¿Quién habla en metáfora hoy?
C
AMPBELL
: Todos los poetas. La poesía es un lenguaje metafórico.
M
OYERS
: Una metáfora sugiere potencial.
C
AMPBELL
: Sí, pero también sugiere la realidad que se oculta bajo el aspecto visible. La metáfora es la máscara de Dios mediante la cual puede experimentarse la eternidad.
M
OYERS
: Hablas de los poetas y artistas, pero ¿y el clero?
C
AMPBELL
: Creo que nuestro clero, en realidad, no está haciendo un trabajo adecuado. No habla de las connotaciones de las metáforas sino que está atascado en la ética del bien y el mal.
M
OYERS
: ¿Por qué los sacerdotes no se han vuelto los chamanes de la sociedad moderna?
C
AMPBELL
: La diferencia entre un sacerdote y un chamán es que un sacerdote es un funcionario, y un chamán es alguien que ha recorrido una experiencia. En nuestra tradición es el monje que busca la experiencia, mientras que el sacerdote es el que ha estudiado para servir a la comunidad.
Un amigo mío asistió a un encuentro internacional de las órdenes meditativas de la Iglesia católica, que se realizó en Bangkok. Me dijo que los monjes católicos no tenían problemas para comprender a los monjes budistas, pero que el clero de las dos religiones era incapaz de entenderse.
La persona que ha tenido una experiencia mística sabe que todas las expresiones simbólicas de la misma son defectuosas. Los símbolos no transmiten la experiencia, la sugieren. Si no has tenido la experiencia, ¿cómo puedes saber qué es? Trata de explicarle el placer de esquiar a alguien que viva en los trópicos y que nunca haya visto la nieve. Es preciso que haya habido una experiencia para captar el mensaje, alguna pista de otro modo no oyes lo que te dicen.
M
OYERS
: La persona que tiene la experiencia debe proyectarla en imágenes lo mejor que pueda. Me parece que hemos perdido en nuestra sociedad el arte de pensar en imágenes.
C
AMPBELL
: Oh, eso es muy evidente. Nuestro pensamiento es en gran medida discursivo, verbal, lineal. Hay más realidad en una imagen que en una palabra.
M
OYERS
: ¿Has pensado alguna vez que es esta ausencia de las experiencias religiosas del éxtasis, de la alegría, esta negación de la trascendencia en nuestra sociedad, la que ha llevado a tantos jóvenes al uso de drogas?
C
AMPBELL
: Absolutamente. Es el camino de entrada.
M
OYERS
: ¿De entrada?
C
AMPBELL
: Hacia una experiencia.
M
OYERS
: ¿Y la religión no puede hacerlo, o el arte no puede hacerlo?
C
AMPBELL
: Podrían, pero no lo están haciendo ahora. La religión se ha concentrado en problemas sociales y éticos a expensas de la experiencia mística.
M
OYERS
: Entonces, ¿crees que la gran vocación de la religión es la experiencia?
C
AMPBELL
: Una de las cosas maravillosas del ritual católico es participar en la comunión. Allí te dicen que éste
es
el cuerpo y la sangre del Salvador. Y tú lo tomas, y te vuelves hacia dentro, y Cristo está trabajando dentro de ti. Este es un modo de inspirar una meditación sobre la experiencia del espíritu en ti. Cuando ves gente que viene de tomar la comunión, parecen transportados hacia dentro, y de veras lo están.
En la India, he visto un anillo rojo puesto alrededor de una piedra, y luego esa piedra es considerada la encarnación del misterio. Suele pensarse en las cosas en términos prácticos, pero podría pensarse en cualquier cosa desde el punto de vista de su misterio. Por ejemplo, esto es un reloj, pero también es una cosa que participa del ser. Podrías apartarlo, rodearlo de un círculo, y considerarlo en esa dimensión. Es lo que se llama la consagración.
M
OYERS
: ¿Qué quieres decir? ¿Qué puedes hacer con ese reloj que llevas? ¿Qué clase de misterio revela?
C
AMPBELL
: Es una cosa, ¿no?
M
OYERS
: Sí.
C
AMPBELL
: ¿Sabes en realidad qué es una cosa? ¿En qué se fundamenta? Es algo que está en el tiempo y el espacio. Piensa qué misterioso es el hecho de que algo sea. El reloj se vuelve el centro de una meditación, el centro del misterio inteligible del ser, que está en todas partes. El reloj es ahora el centro del universo. Es el punto alrededor del cual gira el mundo.
M
OYERS
: ¿Adonde te lleva la meditación?
C
AMPBELL
: Eso depende del talento que tengas.
M
OYERS
: Hablas de lo «trascendente». ¿Qué es lo trascendente? ¿Qué le pasa a uno en lo trascendente?
C
AMPBELL
: «Trascendente» es un término técnico de la filosofía, traducido de dos modos diferentes. En la teología cristiana se refiere a Dios como algo más allá, o fuera, del campo de la naturaleza. Es el modo materialista de hablar de lo trascendente, porque Dios es pensado como una especie de hecho espiritual que existe en algún lugar allí afuera. Fue Hegel quien habló de nuestro dios antropomorfo como el vertebrado gaseoso… una idea de Dios que sostienen muchos cristianos. O bien es pensado como un anciano con barba, de humor no muy apacible. Pero «trascendente» significa propiamente lo que está más allá de todos los conceptos. Kant nos dice que todas nuestras experiencias están limitadas por el tiempo y el espacio. Tienen lugar dentro del espacio, y tienen lugar en el curso del tiempo.
El tiempo y el espacio forman las sensibilidades que limitan nuestra experiencia. Nuestros sentidos están presos en el campo del tiempo y el espacio, y nuestras mentes están encerradas en un marco de categorías de pensamiento. Pero la cosa definitiva (que no es cosa alguna) con la que tratamos de ponernos en contacto no está encerrada de ese modo. Nosotros la encerramos cuando tratamos de pensarla.
Lo trascendente trasciende a todas estas categorías de pensamiento. Ser y no ser: ésas son categorías. La palabra «Dios» hablando propiamente se refiere a lo que trasciende a todo pensamiento, pero la palabra «Dios» en sí misma es algo en lo que se piensa.
Tú puedes personificar a Dios de muchos, muchos modos. ¿Hay un dios? ¿Hay muchos dioses? Se trata sólo de categorías del pensamiento. Lo que estás diciendo y tratando de pensar
trasciende
todo eso.
Un problema con «Yahweh», como decían en los viejos textos gnósticos, es que olvidó que era una metáfora. Pensó que era un hecho. Y cuando dijo: «Soy Dios», se oyó una voz que decía: «Estás equivocado, Samael». «Samael» significa «dios ciego»: ciego a la Luz infinita de la que él es una manifestación histórica local. El episodio es conocido como la blasfemia de Jehová: haberse creído Dios.
M
OYERS
: Quieres decir que Dios no puede ser conocido.
C
AMPBELL
: Quiero decir que sea lo que sea lo definitivo, está más allá de las categorías de ser y no ser. ¿Es o no es? Como dijo Buda: «A la vez es y no es; y ni es ni no es». Dios, en tanto que misterio definitivo del ser, está más allá del pensamiento.
Hay una historia maravillosa en uno de los Upanishads sobre el dios Indra. En esa época un gran monstruo había encerrado todas las aguas del mundo, por lo que había una sequía tremenda, y el mundo estaba en muy malas condiciones. A Indra le llevó bastante tiempo advertir que disponía de una caja de rayos y que todo lo que tenía que hacer era lanzar un rayo contra el monstruo y matarlo. Cuando lo hizo, las aguas fluyeron y el mundo se refrescó, y entonces Indra dijo: «Qué gran tipo soy».
Y así, pensando «qué gran tipo soy», Indra va a la montaña cósmica, que es la montaña central del mundo, y decide construir un palacio digno de lo que él es. El carpintero principal de los dioses se pone a trabajar, y en muy poco tiempo deja el edificio en muy buenas condiciones. Pero cada vez que Indra va a inspeccionarlo, se le ocurren ideas más grandes sobre lo espléndido y grandioso que debería ser el palacio. Al fin el carpintero dice: «Dios mío, los dos somos inmortales, y sus deseos no tienen fin. Estoy preso por la eternidad». Así que decide ir a ver a Brahma, el dios creador, y quejarse.
Brahma está sentado en un loto, símbolo de la energía y la gracia divinas. El loto crece desde el ombligo de Vishnú, que es el dios durmiente, cuyo sueño es el universo. De modo que el carpintero llega al borde del gran estanque de lotos del universo y le cuenta su historia a Brahma. Brahma le dice: «Vete a casa. Yo me encargaré». Brahma baja de su loto y se arrodilla para hablar con el durmiente Vishnú. Vishnú se limita a hacer un gesto y dice algo como: «Escucha, vete, algo sucederá».
A la mañana siguiente, en las puertas del palacio en construcción aparece un hermoso joven negro con muchos niños a su alrededor, admirando su belleza. El portero de la entrada del nuevo palacio corre a informar a Indra, quien dice: «Bien, traedme a ese muchacho». El muchacho es llevado adentro, e Indra, el dios rey, sentado en su trono, dice: «Bienvenido, joven. ¿Qué te trae a mi palacio?».
«Bueno», dice el joven con una voz como el trueno rodando sobre el horizonte, «me han dicho que estás construyendo un palacio como no lo construyó ningún Indra antes de ti.»
«Indras antes de mí, joven…», dice Indra. «¿De qué estás hablando?»
El muchacho dice: «Indras antes de ti. Los he visto ir y venir, ir y venir. Sólo piensa, Vishnú duerme en el océano cósmico, y el loto del universo crece de su ombligo. Sobre el loto se sienta Brahma, el creador. Brahma abre los ojos, y un mundo toma cuerpo y crece, gobernado por un Indra. Brahma cierra los ojos, y el mundo cesa de ser. La vida de un Brahma es de cuatrocientos treinta y dos mil años. Cuando muere, el loto decae, y se forma otro loto, y otro Brahma. Piensa en las galaxias y galaxias en el espacio infinito, cada una con un loto, con un Brahma sentado en él, abriendo los ojos, cerrando los ojos. ¿Y los Indras? Puede haber hombres sabios en tu corte que se ofrezcan a contar las gotas de agua en los océanos del mundo o los granos de arena en las playas, pero nadie contará los Brahmas, y mucho menos los Indras».
Mientras el muchacho habla, un ejército de hormigas desfila por el suelo. Al verlas, el muchacho se echa a reír; a Indra se le ponen los pelos de punta y le pregunta: «¿De qué te ríes?».
El muchacho responde: «No preguntes si no quieres salir perjudicado».
Indra dice: «Pregunto. Enséñame». (A propósito, ésa es una buena idea oriental: no enseñes hasta que no te hayan hecho una pregunta. Nadie cree tener la misión de instruir a otros.)
Entonces el muchacho señala las hormigas y dice: «Todas ellas fueron Indras. A lo largo de muchas vidas se elevan de las condiciones más bajas a la más alta iluminación. Y entonces sueltan su rayo contra un monstruo y piensan: "Qué gran tipo soy". Y todo empieza otra vez».