M
OYERS
: Hemos visto lo que sucede cuando las sociedades primitivas son desplazadas por la civilización del hombre blanco. Se caen en pedazos, se desintegran. ¿No nos ha estado pasando lo mismo desde que nuestros mitos comenzaron a desaparecer?
C
AMPBELL
: Exactamente, eso es lo que ha pasado.
M
OYERS
: ¿Por eso las religiones conservadoras reclaman hoy una recuperación de la antigua tradición religiosa?
C
AMPBELL
: Sí, y están cometiendo un terrible error. Están volviendo a algo que es arqueológico, que ya no sirve a los fines de la vida.
M
OYERS
: Pero ¿no nos ha servido a nosotros?
C
AMPBELL
: Claro que sí.
M
OYERS
: Comprendo esa nostalgia. En mi juventud yo tenía estrellas fijas. Me confortaban con su permanencia. Me daban un horizonte conocido. Y me decían que había un padre amante, bueno y justo allá arriba mirándome, dispuesto a recibirme, pensando en mí todo el tiempo. Ahora, Saúl Bellow dice que la ciencia ha barrido todas las creencias. Pero para mí esas cosas tenían valor, Hoy soy lo que soy gracias a esas creencias. Me pregunto qué pasará con chicos que no tienen esas estrellas fijas, ese horizonte predecible, esos mitos.
C
AMPBELL
: Bueno, como ya he dicho, basta leer el periódico. Es un desastre. En determinado nivel de vida y estructura, los mitos ofrecen modelos de comportamiento. Pero los modelos tienen que ser adecuados al tiempo en que se está viviendo, y nuestro tiempo ha cambiado tan deprisa que lo que era adecuado cincuenta años atrás hoy ya no lo es. Las virtudes del pasado son los vicios del presente. Y mucho de lo que se creía que eran los vicios del pasado son las necesidades de hoy. El orden moral tiene que ponerse a tono con las necesidades morales de la vida real en el tiempo, aquí y ahora. Y eso es lo que no estamos haciendo. Nuestras religiones pertenecen a otra edad, a otra gente, a otro conjunto de valores humanos, a otro universo. Retrocediendo no hacemos otra cosa que perder el ritmo de la historia. Nuestros hijos pierden su fe en las religiones que se les han enseñado, y pasan a un mundo propio.
M
OYERS
: A veces con la ayuda de una droga.
C
AMPBELL
: Sí. Ahí tienes una experiencia mística inducida mecánicamente. He asistido a muchos congresos de psicología que se han ocupado de este problema tan importante de la diferencia entTe la experiencia mística y el derrumbe psicológico. La diferencia es que el que se derrumba se está ahogando en el agua en la que el místico nada. Es preciso prepararse para esta experiencia.
M
OYERS
: Tú has hablado de la cultura del peyote, que emerge y se convierte en dominante entre los indios americanos, como una consecuencia de la pérdida del búfalo y de su antiguo modo de vida.
C
AMPBELL
: Sí. La nuestra es una de las peores historias que tenga cualquier nación civilizada sobre su relación con los pueblos nativos. Son
no personas
. Ni siquiera se los reconoce en las estadísticas del censo votante de los Estados Unidos. Poco después de la Revolución Norteamericana hubo un momento en que cierto número de indios distinguidos participaron realmente en el gobierno y la vida norteamericanos. George Washington dijo que los indios debían ser incorporados a nuestra cultura. Pero, en vez de eso, se los convirtió en reliquias del pasado. En el siglo pasado, todos los indios del sudeste fueron encerrados en vagones y transportados bajo vigilancia militar a lo que entonces se llamaba Territorio Indio, que fue entregado a perpetuidad a los indios como su tierra inviolable, hasta que un par de años después les fue arrebatada.
Recientemente algunos antropólogos han estudiado a un grupo de indios en el noroeste de México que viven a poca distancia de un área importante de crecimiento natural del peyote. El peyote es su animal: es decir, lo asocian con el venado. Y tienen la especial misión de ir a recoger el peyote y traerlo.
Estas misiones son viajes místicos con todos los detalles del típico viaje místico. Primero, está el desprenderse de la vida secular. Quien desee participar en este viaje tiene que hacer una confesión completa de sus faltas en su vida reciente. Si no lo hace, la magia no surtirá efecto. Luego inician la experiencia. Incluso hablan un lenguaje especial, un lenguaje negativo. En lugar de decir «sí», por ejemplo, dicen «no», o en lugar de decir «vamos» dicen «venimos». Están en otro mundo.
Después llegan al umbral de la aventura. Hay altares especiales que representan estadios de transformación mental en el camino. Y después viene el gran momento de coger el peyote. Lo matan como si fuera un venado. Se acercan con sigilo, le arrojan una pequeña flecha, y luego realizan el ritual de recolectar el peyote.
Todo el ritual reproduce a la perfección el tipo de experiencia que se asocia con el viaje interior, cuando se abandona el mundo externo para entrar en el reino de los seres espirituales. Identifican cada pequeño estadio con una transformación espiritual. Transitan un camino que es una vía sagrada.
M
OYERS
: ¿Por qué lo hacen de un modo tan complicado?
C
AMPBELL
: Bueno, tiene que ver con el hecho de que el peyote no solamente produce un efecto biológico, mecánico, químico, sino un efecto de transformación espiritual. Si uno sufre una transformación espiritual y no se ha preparado para esa experiencia, no sabe cómo evaluar lo que le ha pasado, y tiene la terrible experiencia de un «mal viaje», como se lo llamaba con el LSD. Si sabes adonde vas, no tendrás un «mal viaje».
M
OYERS
: Esa es la explicación de que se produzca una crisis psicológica si uno se hunde en el agua donde…
C
AMPBELL
: …donde debería poder nadar, si lo hubieran preparado. Es cierto para la vida espiritual, al menos. La transformación de la conciencia es una experiencia aterradora.
M
OYERS
: Hablas mucho de la conciencia.
C
AMPBELL
: Sí.
M
OYERS
: ¿Cómo la definirías?
C
AMPBELL
: Es característico del pensamiento cartesiano el considerar la conciencia como algo específico de la cabeza, creer que la cabeza es el órgano donde se origina la conciencia. No es así. La cabeza es el órgano que tuerce la conciencia en cierta dirección, o con vistas a cierto conjunto de propósitos. Pero hay conciencia aquí, en el cuerpo. Todo el mundo viviente está informado por la conciencia.
Yo siento que la conciencia y la energía son lo mismo, de algún modo. Dondequiera que veas una auténtica energía vital, allí hay conciencia. Por cierto, el mundo vegetal es consciente. Y cuando vives en los bosques, como lo hice yo de niño, puedes ver a todas estas diferentes conciencias relacionándose. Hay una conciencia vegetal y hay una conciencia animal, y nosotros aunamos ambas. Si comes determinada comida, la bilis sabe si hay alguna sustancia en ella por la que tenga que salir a trabajar. Todo el proceso es conciencia. Tratar de interpretarlo en términos simplemente mecánicos no sirve.
M
OYERS
: ¿Cómo transformamos nuestra conciencia?
C
AMPBELL
: Eso depende de lo que estés dispuesto a pensar sobre el asunto. Y para eso está la meditación. Toda la vida es una meditación, la mayor parte no intencional. Mucha gente pasa la mayor parte de su vida meditando sobre cómo ganar dinero y cómo gastarlo. Si tienes una familia que mantener, piensas en tu familia. Son preocupaciones muy importantes, pero tienen que ver con condiciones físicas en su mayor parte. Pero ¿cómo podrás comunicar la conciencia espiritual a los niños si no la tienes tú mismo? ¿Cómo la consigues? Los mitos están ahí para llevarnos a un nivel de conciencia que es espiritual.
Pongamos un ejemplo: estoy en la esquina de la calle Cincuenta y uno con la Quinta Avenida y entro en la catedral de San Patricio. Dejo atrás esa ciudad tan activa, gobernada como pocas por la economía. Entro en la catedral, y todo a mi alrededor habla de misterios espirituales. El misterio de la cruz, ¿qué es todo eso? Los vitrales, que crean una atmósfera distinta. Mi conciencia ha sido transportada a otro nivel, y me encuentro en una plataforma diferente. Y entonces salgo, y de nuevo estoy en la calle. Ahora bien, ¿puedo retener algo de la conciencia de la catedral? Ciertas plegarias o meditaciones están pensadas para retener la conciencia en ese nivel en lugar de dejar que se pierda por completo. Y después, lo que finalmente puedes hacer es reconocer que éste no es más que un nivel inferior de esa conciencia más alta. El misterio allí expresado está operando en el campo de tu dinero, por ejemplo. Todo el dinero es energía congelada. Creo que ésta es la clave de cómo transformas tu conciencia.
M
OYERS
: ¿No piensas a veces, cuando estudias estas historias, que te estás ahogando en sueños ajenos?
C
AMPBELL
: No escucho sueños ajenos.
M
OYERS
: Pero todos esos mitos son sueños ajenos.
C
AMPBELL
: Oh, no, no lo son. Son los sueños del mundo. Son sueños arquetípicos que tratan de los grandes problemas humanos. Sé cuando alcanzo uno de esos umbrales. El mito me dice cómo responder a ciertas crisis de desilusión o placer o fracaso o éxito. El mito me dice dónde estoy.
M
OYERS
: ¿Qué pasa cuando la gente se convierte en leyenda? ¿Puedes decir, por ejemplo, que John Wayne es un mito?
C
AMPBELL
: Cuando una persona encarna un modelo para vidas ajenas, ha entrado en la vía de la mitologización.
M
OYERS
: Esto sucede frecuentemente con actores de cine, que es donde buscamos muchos de nuestros modelos.
C
AMPBELL
: Recuerdo que cuando yo era pequeño, Douglas Fairbanks era mi héroe. Adolphe Menjou lo era para mi hermano. Por supuesto, esos actores representaban papeles de figuras míticas. Nos educaban para la vida.
M
OYERS
: Para mí, en el cine, no hay figura tan conmovedora como Shane. ¿Conoces la película
Shane
?
C
AMPBELL
: No, no la he visto.
M
OYERS
: Es la historia, ya clásica, del forastero que viene de lejos, hace el bien a la gente y se va, sin esperar recompensa. ¿Por qué será que esa película nos afecta tanto?
C
AMPBELL
: Hay algo mágico en las películas. El actor al que estás viendo está también en otro lugar al mismo tiempo. Esa es la condición del dios. Si un actor de cine entra en un lugar público, todos se vuelven para mirarlo. Es el héroe del momento. Ocupa otro plano. Es una presencia múltiple.
Lo que estás viendo en la pantalla no es él en realidad, y sin embargo «él» aparece. A través de múltiples formas, la forma de las formas de la que sale todo está aquí.
M
OYERS
: El cine parece crear estas grandes figuras, mientras que la televisión sólo crea celebridades; no modelos, sino objetos para el chismorreo.
C
AMPBELL
: Quizás sea porque a las personalidades de la televisión las vemos en nuestra casa y no en un templo especial, como es la sala de cine.
M
OYERS
: Ayer vi una foto de la más reciente figura de Hollywood, Rambo, el veterano de Vietnam que regresa para rescatar prisioneros de guerra, y los lleva de vuelta tras una orgía de muerte y destrucción. Tengo entendido que es la película más taquillera en Beirut. En la fotografía vi el nuevo muñeco Rambo, que ha sido creado por una compañía que fabrica delicadas muñequitas. En la publicidad se ve, al fondo, una dulce y encantadora muñequita, y en primer plano a Rambo, la fuerza bruta.
C
AMPBELL
: Son dos figuras míticas. La imagen que me viene a la mente es la
Minotauromaguia
de Picasso, un grabado que muestra un gran toro monstruoso acercándose. El filósofo está subido a una escalera, aterrorizado por escapar. En la arena hay un caballo muerto, y sobre el caballo sacrificado yace el torero, que es una mujer, también muerta. La única criatura que se enfrenta al monstruo es una niñita con una flor. Y son las dos figuras de las que acabas de hablar: la inocencia infantil y la amenaza terrible. Ahí puedes ver los problemas del presente.
M
OYERS
: El poeta Yeats pensaba que vivíamos el final de un gran ciclo cristiano. Su poema «La Segunda Venida» dice: «Girando y girando en el torbellino que crece, / el halcón no puede oír al halconero; / las cosas se derrumban; el centro no resiste; / la anarquía pura se desencadena en el mundo, / la marea de sangre sube, y en todas partes / la ceremonia de la inocencia es anegada». ¿Qué ves tú en el futuro?
C
AMPBELL
: No sé qué vendrá, como tampoco lo sabía Yeats, pero cuando se llega al fin de una época y al comienzo de una nueva, un periodo de tremendo dolor y turbulencia nos sacude. La amenaza que sentimos, que sienten todos… bueno, es esa idea del Armagedón inminente, ya sabes.
M
OYERS
: «Me he convertido en la Muerte, la Destructora de mundos», dijo Oppenheimer cuando vio explotar la primera bomba atómica. Pero tú no piensas que ése será nuestro fin, ¿no?
C
AMPBELL
: No será el fin. Quizá sea el fin de la vida en este planeta, pero eso no es el fin del universo. Es apenas una explosión menor en comparación con todas las explosiones que están sucediendo en todos los soles del universo. El universo es un racimo de calderas atómicas explotando, como nuestro sol. Así que lo nuestro es una pequeña imitación del gran trabajo.