Buda también va a la selva y se reúne allí con los principales gurús de su época. Después los deja, y tras una temporada de pruebas y búsquedas, llega al árbol sagrado, el árbol de la iluminación, donde también él sufre tres tentaciones. La primera es la lujuria, la segunda el miedo, y la tercera la sumisión a la opinión pública.
En la primera tentación, el Señor de la Lujuria le muestra a Buda sus tres hijas, las más hermosas. Sus nombres son Deseo, Consumación y Nostalgia: Futuro, Presente y Pasado. Pero Buda, que ya se ha desprendido de su carácter sensual, no se conmueve.
Después el mismo Señor de la Lujuria se transforma en Señor de la Muerte, y le arroja a Buda todas las armas de un ejército de monstruos. Pero Buda había hallado en sí mismo ese punto inmóvil, que es la eternidad, a la que no accede el tiempo. De modo que tampoco en esta ocasión se conmovió, y las armas arrojadas contra él se transformaron en flores de adoración.
Por último el Señor de la Lujuria y la Muerte se transformó en el Señor del deber Social y argumentó: «Jovencito, ¿aún no conoces las nuevas de esta mañana? ¿No sabes lo que hay que hacer hoy?». Buda respondió tocando simplemente la tierra con la punta de los dedos de la mano derecha. Entonces se oyó la voz de la diosa madre del universo, como un trueno rodando en el horizonte, diciendo: «Mi querido hijo ya ha dado tanto de sí mismo al mundo que no queda nadie aquí a quien darle órdenes al respecto. Olvidemos toda esa tontería». Mientras tanto el elefante sobre el que estaba montado el Señor del Deber Social hizo una reverencia adorando a Buda, y toda la compañía de los Antagonistas se disolvió como un sueño. Esa noche, Buda alcanzó la iluminación, y durante los siguientes cincuenta años siguió en el mundo como maestro del camino hacia la supresión de las cadenas del egoísmo.
Ahora bien, esas dos primeras tentaciones (el deseo y el miedo) son las mismas que experimentan Adán y Eva en el extraordinario cuadro de Tiziano (hoy en el Prado), pintado cuando el artista tenía noventa y cuatro años. El árbol, por supuesto, es el eje mitológico del mundo, en el punto donde se reúnen tiempo y eternidad, movimiento y descanso, y alrededor del cual giran todas las cosas. Aquí está representado sólo en su aspecto temporal, como el árbol del conocimiento del bien y del mal, la ganancia y la pérdida, el deseo y el temor. A la derecha está Eva, que ve al tentador bajo la forma de un niño, ofreciendo la manzana, y la mueve el deseo. Pero Adán, desde el punto de vista opuesto, ve las piernas de serpiente del ambiguo tentador, y es tocado por el temor. Deseo y temor: son las dos emociones que gobiernan el mundo. El deseo es el cebo; la muerte, el anzuelo.
Adán y Eva fueron conmovidos; Buda no. Eva y Adán crearon vida y sufrieron la maldición de Dios; Buda enseñó la liberación del temor a la vida.
M
OYERS
: Pero con el hijo, con la vida, advienen el peligro, el miedo, el sufrimiento…
C
AMPBELL
: Aquí me encuentro ahora, pasados los ochenta años, escribiendo una obra que tendrá varios volúmenes. Quiero vivir hasta terminar este trabajo. Quiero este hijo. Eso me produce miedo a la muerte. Si no tuviera el deseo de completar este libro, no me molestaría morir. Ahora bien, tanto Buda como Cristo hallaron la salvación más allá de la muerte, y volvieron del desierto a elegir e instruir discípulos, quienes después llevaron su mensaje por el mundo.
Los mensajes de los grandes maestros (Moisés, Buda, Cristo, Mahoma) difieren en mucho. Pero sus travesías visionarias se asemejan en gran medida. En el momento de su elección, Mahoma era un camellero analfabeto. Pero todos los días salía de su casa en La Meca e iba a una caverna en la montaña a meditar. Un día una voz le dijo: «¡Escribe!», y él escuchó el dictado y así es como tenemos el Corán. Es una historia muy vieja.
M
OYERS
: En todos los casos los receptores de la gracia han hecho algunas cosas más bien grotescas con sus interpretaciones del mensaje del héroe.
C
AMPBELL
: Ha habido maestros que decidieron no enseñar nada, por intuir lo que haría la sociedad con lo que ellos habían descubierto.
M
OYERS
: ¿Y si el héroe vuelve tras superar sus pruebas, y el mundo no quiere lo que él le trae?
C
AMPBELL
: Esa, por supuesto, es una experiencia normal. No siempre el mundo rechaza el don, sino que no sabe cómo recibirlo y cómo institucionalizarlo…
M
OYERS
: …cómo conservarlo, cómo renovarlo.
C
AMPBELL
: Sí, cómo hacer para mantenerlo con vida.
M
OYERS
: Siempre me gustó esa imagen del soplo de vida sobre los huesos secos, sobre las ruinas y reliquias.
C
AMPBELL
: Hay una especie de héroe secundario para revitalizar la tradición. Este héroe reinterpreta la tradición y la hace válida como experiencia de vida hoy, libre de estereotipos anticuados. Esto debe hacerse con todas las tradiciones.
M
OYERS
: Son muchas las religiones que empezaron con sus propias historias sobre un héroe. Todo el Oriente fue bendecido con las enseñanzas de la buena ley traída por Buda, así como el Occidente fue bendecido por las leyes que trajo Moisés del Sinaí. Los héroes tribales o locales realizan sus hazañas para un único pueblo, los héroes universales como Mahoma, Jesús y Buda traen el mensaje de muy lejos. Estos héroes de la religión vuelven con el deslumbramiento de Dios, no con apuntes tomados en presencia de Dios.
C
AMPBELL
: Bueno, en el Viejo Testamento hallarás una terrible cantidad de leyes.
M
OYERS
: Pero eso es la transformación de la religión en teología. La religión empieza con el sentido del deslumbramiento, la reverencia y el intento de contar historias que nos conecten con Dios. Después viene una serie de obras teológicas en las que todo se reduce a un código, a un credo.
C
AMPBELL
: Es la reducción de la mitología a la teología. La mitología es muy fluida. La mayoría de los mitos contienen contradicciones internas. Incluso en una determinada cultura podrás hallar cuatro o cinco mitos, todos los cuales dan versiones diferentes del mismo misterio. Después aparece la teología y dice cómo deben ser las cosas. La mitología es poesía, siendo el lenguaje poético muy flexible.
La religión transforma la poesía en prosa. Dios está literalmente allí, y esto es literalmente lo que piensa, y así es como tú tienes que comportarte para lograr unas buenas relaciones con ese dios que está ahí.
M
OYERS
: No es necesario creer que existió realmente un rey Arturo para captar la significación de las historias en las que aparece, pero los cristianos dicen que debemos creer que existió Cristo, o los milagros no tendrían sentido.
C
AMPBELL
: Son los mismos milagros que realizó Elias. Hay un cuerpo entero de milagros que flotan, como partículas en el aire, y cuando aparece un hombre con determinados atributos todas estas partículas se reúnen a su alrededor. Estas historias de milagros nos hacen saber simplemente que este hombre notable predicó un orden espiritual que no debe ser identificado con el orden meramente físico, por lo que pudo realizar una magia espiritual. No quiere decirse que haya hecho realmente ninguna de estas cosas, aunque por supuesto es posible. Tres o cuatro veces he visto cosas que podríamos considerar mágicas: hombres y mujeres de poder pueden hacer cosas que no creeríamos posibles. En realidad no sabemos cuáles son los límites de lo posible. Pero los milagros de la leyenda no tienen por qué haber sido hechos. Buda caminó sobre las aguas, como lo hizo Jesús. Buda ascendió al cielo y regresó.
M
OYERS
: Recuerdo una conferencia en la que dibujaste un círculo y dijiste: «He aquí nuestra alma».
C
AMPBELL
: Bueno, eso no fue más que un recurso pedagógico. Platón dijo en alguna parte que el alma es un círculo. Tomé esa idea para sugerir en la pizarra la esfera de la psique. Después dibujé una línea horizontal cortando el círculo para representar la línea de separación de la conciencia y el inconsciente. El centro del que proviene toda nuestra energía lo representé como un punto en el centro del círculo, debajo de la línea horizontal. Un recién nacido no tiene ninguna intención que vaya más allá de las exigencias de su pequeño cuerpo. Así es como empieza la vida. Un bebé es sobre todo el impulso de vida. Después aparece la mente y tiene que averiguar de qué va todo, qué es lo que quiere. Y cómo obtenerlo.
Ahora bien, por encima de la línea horizontal está el ego, que represento como un cuadrado: ese aspecto de nuestra conciencia que identificamos como nuestro centro. Pero, ves, está muy lejos del centro. Nosotros pensamos que es el centro dominante, pero no lo es.
M
OYERS
: ¿Cuál es el centro dominante?
C
AMPBELL
: Lo que domina es lo que viene desde abajo. El periodo en que uno empieza a comprender que no domina las cosas es la adolescencia, cuando todo un nuevo sistema de exigencias empieza a anunciarse desde el cuerpo. El adolescente no tiene la menor idea de cómo vérselas con todo esto, y no puede sino preguntarse qué lo está moviendo, a él, o más misteriosamente, a ella.
M
OYERS
: Parece bastante claro que llegamos aquí como bebés con alguna especie de memoria dentro.
C
AMPBELL
: Bueno, es sorprendente la cantidad de memoria que traemos. El bebé sabe qué hacer con el pezón en la boca. Hay todo un sistema de acción innata que, cuando lo vemos en animales, lo llamamos instinto. Es la base biológica. Pero entonces pueden suceder algunas cosas que hacen repulsivos, difíciles, atemorizantes o pecaminosos algunos actos que uno se siente impulsado a realizar, y es entonces cuando empezamos a padecer nuestros más molestos problemas psicológicos.
Primordialmente los mitos sirven como instrucción fundamental en estas cuestiones. Nuestra sociedad, en su expresión actual, no nos da una adecuada instrucción mítica de este tipo, por lo que los jóvenes encuentran difícil la acción j Tengo la teoría de que, si puedes encontrar dónde está bloqueada una persona, debería ser posible encontrar un paralelo mitológico para ayudarla a superar su problema específico.
M
OYERS
: La gente habla de «ponerse en contacto con uno mismo». ¿Qué crees que significa?
C
AMPBELL
: Es muy posible que uno llegue a estar tan influido por los ideales y dictados de su medio que no sepa lo que realmente quiere y lo que podría ser. Pienso que cualquier persona educada en una situación social autoritaria y extremadamente estricta tendrá enormes dificultades para conocerse a sí misma.
M
OYERS
: Porque te han dicho qué debes hacer.
C
AMPBELL
: Te han dado instrucciones precisas de lo que debes hacer en cada momento de tu vida. Estás en el ejército, así que esto es lo que hacemos aquí. Cuando eres niño y estás en la escuela, todo el rato te están diciendo qué debes hacer, y empiezas a contar los días que faltan para las vacaciones, pues sólo entonces serás tú mismo.
M
OYERS
: ¿Qué nos dice la mitología sobre cómo ponernos en contacto con esa otra persona que es nuestra persona real?
C
AMPBELL
: La primera instrucción sería seguir los indicios del mito mismo y de tu gurú, tu maestro, que se supone que lo sabe. Es como un atleta con su entrenador. El entrenador le dice cómo poner en el juego sus propias energías. Un buen entrenador no le dice a un corredor cómo debe mover los brazos ni cosas como ésa. Lo mira correr, y después lo ayuda a corregir su propio modo natural. Un buen maestro está ahí para ayudar al joven a reconocer sus posibilidades; para darle consejos, no órdenes. La orden sería: «Así es como lo hago yo, tú debes hacerlo así también». Hay artistas que les enseñan así a sus estudiantes. Pero de cualquier modo el maestro debe explicar, dar algunas reglas generales. Si no tienes a alguien que lo haga por ti, tendrás que hacerlo todo por ti mismo.
Un buen modo de prender es encontrar un libro que se ocupe de los problemas con los que te enfrentas. Eso te dará algunas pistas. En mi propia vida me instruí leyendo a Thomas Mann y a James Joyce, dos escritores que aplicaron temas mitológicos básicos a la interpretación de los problemas, preguntas, intereses y conciencia de los jóvenes en el mundo moderno. Podrás descubrir tus temas míticos en las obras de un buen novelista que haya comprendido estas cosas.
M
OYERS
: Eso es algo que me intriga. Si tenemos suerte, si los dioses y las musas nos sonríen, en cada generación más o menos aparece alguien que inspira la imaginación para el viaje que debemos hacer. En tu época fueron Joyce y Mann.
En la nuestra parecen ser con frecuencia películas. ¿Las películas crean héroes míticos? ¿Te parece, por ejemplo, que una película como
La guerra de las galaxias
responde a las expectativas de un modelo heroico?
C
AMPBELL
: He oído a jovencitos usando términos de George Lucas: «la Fuerza», «el lado oscuro». Así que debe estar produciendo algún efecto. Yo diría que es una buena y sólida enseñanza.
M
OYERS
: Creo que eso explica en parte el éxito de
La guerra de las galaxias
. No fue sólo el costo de la producción lo que hizo la película tan interesante; fue que apareció en un momento en que la gente necesitaba ver en imágenes reconocibles el choque del bien y el mal. Necesitaban que les recordaran el idealismo, ver una historia basada en el altruismo antes que en el egoísmo.
C
AMPBELL
: El hecho de que el poder maligno no sea identificado con ninguna nación específica de esta tierra significa que tienes un poder abstracto, que representa un principio, no una situación histórica específica. La historia se refiere a una cuestión de principios, no de esta nación contra aquella. Las máscaras monstruosas que se ponen los actores en
La guerra de las galaxias
representan la auténtica fuerza monstruosa en el mundo moderno. Cuando Darth Vader se quita la máscara, ves un hombre sin forma, alguien que no se ha desarrollado como individuo humano. Lo que ves es un rostro indiferenciado, extraño y lamentable.