Uno de nuestros problemas en la actualidad es que no estamos familiarizados con la literatura del espíritu. Nos interesan las noticias del día y los problemas de la hora. Antes una universidad era una especie de área herméticamente cerrada donde las novedades del momento no entraban a distraer la atención de la vida interior y del espléndido tesoro que constituye nuestra gran tradición: Platón, Confucio, Buda, Goethe y otros que hablaron de los valores eternos que están en el centro de nuestras vidas. Cuando uno envejece, y todas las preocupaciones cotidianas han sido atendidas, y uno se vuelve hacia la vida interior… bueno, si no sabe dónde está o qué es, lo lamentará.
Antes, las literaturas griega, latina y bíblica formaban parte de la educación de todo el mundo. Ahora que se han abandonado, toda una tradición de información mitológica occidental se ha perdido. Antes esas historias estaban en la mente de todos. Cuando una historia está en tu mente, puedes ver su aplicación a algo que ocurre en tu propia vida. Te da una perspectiva sobre lo que te está pasando. Con su desaparición hemos perdido realmente algo importante porque no tenemos una literatura comparable que la reemplace. Estos fragmentos de información de los tiempos antiguos, que están relacionados con temas en los que se ha apoyado la vida humana, se han construido civilizaciones y se han alimentado las religiones durante milenios, son el reflejo de problemas internos muy profundos, misterios interiores, umbrales de pasaje internos, y si no sabes cuáles son las señales a lo largo del camino, tienes que hacerlo todo solo. Pero una vez que este tema te atrapa, es tal la sensación, a partir de cualquiera de estas tradiciones, de disponer de una información tan rica y vivificante, que ya no querrás abandonarlo.
M
OYERS
: ¿De modo que contamos historias para tratar de ponernos de acuerdo con el mundo, para armonizar nuestras vidas con la realidad?
C
AMPBELL
: Creo que sí, así es. Las novelas, las grandes novelas, pueden ser maravillosamente instructivas. Cuando tenía veinte años, treinta y hasta cuarenta, James Joyce y Thomas Mann fueron mis maestros. Leí todo lo que escribieron. Los dos escribían en términos de lo que podría llamarse la tradición mitológica. Toma, por ejemplo, la historia de Tonio, en el
Tonio Kroger
de Thomas Mann. El padre de Tonio era un comerciante próspero, un hombre importante en su ciudad. Pero el pequeño Tonio tenía un temperamento artístico, así que se trasladó a Munich y se unió a un grupo de escritores que se sentían por encima de los meros especuladores financieros y hombres de familia.
Pues bien, ahí tienes a Tonio entre dos polos: su padre, que ha sido un buen padre, responsable y todo eso, pero que nunca hizo lo que quería en toda su vida; y por otro lado, el joven que abandona su ciudad natal y se vuelve un crítico de esa clase de vida. Pero Tonio descubrió que él en realidad amaba a esa gente de su ciudad. Y aunque intelectualmente se creía un tanto superior a ellos, y podía describirlos con palabras crueles, de todos modos su corazón estaba con ellos.
Pero cuando se marchó a vivir con los bohemios, encontró que éstos eran tan desdeñosos de la vida que no podía soportarlos tampoco. Así que los dejó y le escribió una carta a alguien del grupo diciendo: «Admiro a esos seres fríos y orgullosos que se aventuran por la senda de la gran belleza demónica y desprecian a la "humanidad"; pero no los envidio. Pues si hay algo que pueda hacer de un literato un poeta, es mi amor pueblerino a lo humano, a lo viviente y común. Toda calidez se deriva de este amor, toda bondad y todo humor. De hecho, me parece incluso que éste debe de ser ese amor del que está escrito que "puede hablarse con las lenguas de los hombres y de los ángeles", mientras que sin amor suena "como bronce de un címbalo".»
Y agrega: «El escritor debe ser fiel a la verdad». Y eso es lo difícil, porque sólo se puede describir verídicamente a un ser humano describiendo sus imperfecciones. El ser humano perfecto no tiene interés… ya sabes, el Buda que abandona el mundo. Sólo podemos amar las imperfecciones de la vida. Y cuando el escritor lanza el dardo de la verdad, duele. Pero lo lanza con amor. Esto es lo que Thomas Mann llamó «ironía erótica», el amor por lo que uno mismo está matando con su palabra cruel y analítica.
M
OYERS
: Me gusta esa imagen: el amor hacia el pueblo natal, los sentimientos que ese lugar te inspira, a pesar de todo el tiempo que hayas estado ausente, o aunque no regreses nunca. Allí fue donde uno descubrió a la gente. Pero ¿por qué dices que amamos a la gente por sus imperfecciones?
C
AMPBELL
: ¿Los niños no son adorables porque se están cayendo todo el rato y tienen cuerpos pequeños con cabezas demasiado grandes? ¿No lo sabía muy bien Walt Disney cuando hizo los siete enanitos? Y esos graciosos perritos que tiene la gente: los queremos porque son muy imperfectos.
M
OYERS
: La perfección sería aburrida, ¿no?
C
AMPBELL
: Necesariamente. Sería inhumana. El punto umbilical, la humanidad, aquello que te hace humano y no sobrenatural e inmortal; eso es lo que amamos. Por eso a mucha gente se le hace tan difícil amar a Dios, porque no encuentran la imperfección. Se lo puede reverenciar, pero eso no se parece al verdadero amor. Es a Cristo en la cruz al que podemos amar.
M
OYERS
: ¿Por qué?
C
AMPBELL
: Por el sufrimiento. El sufrimiento es una imperfección, ¿no?
M
OYERS
: La historia del sufrimiento humano, de las luchas, la supervivencia…
C
AMPBELL
: …y la juventud que llega a conocerse, a saber lo que le espera.
M
OYERS
: Leyendo tus libros
(Las máscaras de Dios o El héroe de las mil caras
, por ejemplo) llegué a comprender que lo que tienen en común los seres humanos lo podemos hallar como revelación en los mitos. Los mitos son historias de nuestra búsqueda de la verdad a través de los tiempos, del sentido. Todos necesitamos contar nuestra historia y comprenderla. Todos necesitamos comprender la muerte y llegar a un acuerdo con ella, y todos necesitamos ayuda en nuestros pasajes del nacimiento a la vida y después a la muerte. Lo necesitamos para que la vida signifique algo, para que se comunique con lo eterno, para que atraviese el misterio y podamos descubrir quiénes somos.
C
AMPBELL
: Se dice que todo cuanto ansiamos es encontrarle un sentido a la vida. No creo que sea eso lo que realmente buscamos. Creo que lo que buscamos es experimentar el hecho de estar con vida, de modo que nuestras experiencias vitales en el plano puramente físico tengan resonancias dentro de nuestro ser y realidad más internos, y así sentir realmente el éxtasis de estar vivos. Al fin y al cabo, de eso se trata, es lo único importante, una serie de pistas que nos ayuden a encontrarnos dentro de nosotros mismos.
M
OYERS
: ¿Los mitos son pistas?
C
AMPBELL
: Los mitos son pistas de las potencialidades espirituales de la vida humana.
M
OYERS
: ¿De lo que somos capaces de conocer y experimentar en nuestro interior?
C
AMPBELL
: Sí.
M
OYERS
: Has cambiado la definición del mito, de ser la
búsqueda
del sentido pasa a ser la
experiencia
del sentido.
C
AMPBELL
: La experiencia de la
vida
. Del sentido se ocupa la mente. ¿Cuál es el sentido de una flor? Hay una historia Zen sobre un sermón de Buda que consistió simplemente en coger una flor. Hubo un solo hombre que con los ojos le hizo un signo de que entendía lo que había dicho. Ahora bien, el mismo Buda se llama «el que viene». No hay sentido. ¿Cuál es el sentido del universo? ¿Cuál es el sentido de una pulga? Es algo que está ahí, nada más. Eso es todo. Y tu propio sentido es que estás ahí. Estamos tan ocupados en hacer cosas para lograr fines con valores externos que olvidamos que el valor interior, el éxtasis que se asocia con la vida, es lo único que importa.
M
OYERS
: ¿Cómo llegar a esa experiencia?
C
AMPBELL
: Leyendo mitos. Te enseñarán que puedes volverte hacia dentro, y empezarás a recibir el mensaje de los símbolos. Lee mitos de otros pueblos, no los de tu propia religión, porque tu propia religión tiendes a interpretarla desde el punto de vista de los hechos; pero si lees los otros, empiezas a captar el mensaje. El mito te ayuda a poner tu mente en contacto con esta experiencia de estar vivo. Te dice qué es la experiencia. El matrimonio, por ejemplo. ¿Qué es el matrimonio? El mito te dice qué es. Es la reunión de la diada separada. Originalmente eras uno. Ahora eres dos en el mundo, pero el reconocimiento de la identidad espiritual es lo que es el matrimonio. Es muy diferente de un amorío. No tiene nada que ver con eso. Es otro plano mitológico de la experiencia. Cuando la gente se casa pensando que inician un prolongado idilio, se divorciarán muy pronto, porque todos los idilios terminan en la desilusión. El matrimonio en cambio es el reconocimiento de una identidiad espiritual. Si vivimos una vida adecuada, si nuestras mentes están sintonizadas con las cualidades adecuadas cuando miramos al otro sexo, encontraremos nuestra contrapartida masculina o femenina adecuada. Pero si nos distraen los intereses sensuales, nos casaremos con la persona que no nos conviene. Al casarnos con la que sí nos conviene reconstruimos la imagen del Dios encarnado, y eso es el matrimonio.
M
OYERS
: ¿La persona adecuada? ¿Cómo elegir a la persona adecuada?
C
AMPBELL
: El corazón te lo dirá. Debería decírtelo.
M
OYERS
: El ser interior.
C
AMPBELL
: Ahí está el misterio.
M
OYERS
: Reconoces a tu otro yo.
C
AMPBELL
: Bueno, no sé, pero hay un relámpago que atraviesa el espacio, y algo en ti sabe que ésa es la persona.
M
OYERS
: Si el matrimonio es la reunión del yo con el yo, con la otra parte masculina o femenina de nosotros, ¿por qué se ha convertido en algo tan frágil en la sociedad moderna?
C
AMPBELL
: Porque no es considerado como un matrimonio. Yo diría que si el matrimonio no constituye una prioridad absoluta en tu vida, es que no estás realmente casado. El matrimonio significa los dos en uno, los dos que son una carne. Si el matrimonio dura lo suficiente, y si tú te riges constantemente por él en lugar de hacerlo por tu capricho individual, entonces llegas a confirmar que es cierto: los dos encarnan realmente uno.
M
OYERS
: Uno, no sólo biológicamente sino espiritualmente.
C
AMPBELL
:
En primer lugar
espiritualmente. Lo biológico es la distracción que puede llevarte a una identificación errónea.
M
OYERS
: Entonces la función social del matrimonio, la reproducción de la especie, no es la primordial.
C
AMPBELL
: No, eso en realidad es sólo el aspecto primario del matrimonio. En el matrimonio hay dos estadios completamente diferentes. Primero está el matrimonio joven que sigue el impulso maravilloso que les ha dado la naturaleza para producir hijos mediante la interacción biológica de los sexos. Pero llega un momento en que los hijos se independizan de la familia y la pareja queda sola. Me asombra ver la cantidad de amigos míos que a sus cuarenta o cincuenta años se separan. Han tenido una vida matrimonial muy buena mientras estaban los hijos, pero interpretaron su unión como una relación mediada por los hijos. No la interpretaron centrándose en su propia relación personal.
El matrimonio es una relación. Cuando te sacrificas en aras del matrimonio, te estás sacrificando no a tu cónyuge sino a la unidad existente en una relación. La imagen china del Tao, con su interacción de luz y sombra, ésa es la relación del yang y el yin, lo masculino y lo femenino, y de eso trata el matrimonio.
Y en eso te has transformado cuando te casas. Ya no eres esta persona sola; tu identidad se halla inscrita en una relación. El matrimonio no es un simple amorío, es una ordalía, y la ordalía es el sacrificio del ego a una relación en que los dos se han vuelto uno.
M
OYERS
: De modo que el matrimonio es totalmente incompatible con la idea de desarrollar una vida individual.
C
AMPBELL
: No se trata sencillamente de llevar una vida individual, sabes. En cierto sentido sí, pero es que la vida ya no es individual de uno solo, sino de los dos juntos como uno. Y ésa es una imagen puramente mitológica que significa el sacrificio de la entidad visible para lograr un bien trascendente. Es algo que se realiza hermosamente en el segundo estadio del matrimonio, en lo que yo llamo el estadio alquímico, de los dos experimentando ser uno. Si siguen viviendo como en el estadio primario del matrimonio, se separarán cuando sus hijos se vayan del hogar. Papá se enamorará de alguna adolescente y correrá tras ella, y mamá se quedará con la casa y el corazón vacíos, y tendrá que arreglárselas sola, a su modo.
M
OYERS
: Eso porque no comprendemos los dos niveles del matrimonio.
C
AMPBELL
: Porque no se adquiere un compromiso.
M
OYERS
: Pero decimos hacerlo… Nos comprometemos para lo mejor y lo peor.
C
AMPBELL
: Esos son remanentes de un ritual.
M
OYERS
: Y el ritual ha perdido su fuerza. El ritual que en una época transmitía una realidad interior, ahora es sólo forma. Y eso es cierto tanto para los rituales de la sociedad como para los rituales personales del matrimonio y la religión.