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Authors: Joseph Campbell

Tags: #Ensayo, Referencia

El poder del mito (4 page)

C
AMPBELL
: ¿Cuánta gente, antes del matrimonio, recibe adiestramiento espiritual sobre el significado del mismo? Cualquiera puede ir a la oficina de un juez, y en diez minutos ya está casado. La ceremonia matrimonial en la India dura tres días. Esa pareja queda pegada.

M
OYERS
: Estás diciendo que el matrimonio no es sólo una disposición social, sino también un ejercicio espiritual.

C
AMPBELL
: Primordialmente es un ejercicio espiritual, y se supone que la sociedad nos ayuda a comprenderlo. El hombre no debería estar al servicio de la sociedad, sino la sociedad al servicio del hombre. Cuando el hombre se pone al servicio de la sociedad, tienes un Estado monstruo, y eso es lo que está amenazando al mundo hoy.

M
OYERS
: ¿Qué sucede cuando una sociedad ya no se adhiere a una mitología poderosa?

C
AMPBELL
: Sucede lo que hoy tenemos en las manos. Si quieres saber qué significa tener una sociedad sin rituales, lee el
New York Times
.

M
OYERS
: ¿Y qué encuentras?

C
AMPBELL
: Las noticias del día, incluyendo actos destructivos y violentos por parte de jóvenes que no saben cómo comportarse en una sociedad civilizada.

M
OYERS
: La sociedad no les ha proporcionado rituales mediante los cuales ser miembros de la tribu, de la comunidad. Todos los niños necesitan nacer dos veces, aprender a funcionar racionalmente en el mundo, dejando la infancia atrás. Pienso en ese pasaje del primer libro de los Corintios: «Cuando yo era niño, hablaba como niño, comprendía como niño, pensaba como niño, pero cuando me volví un hombre dejé a un lado las cosas infantiles».

C
AMPBELL
: Así es, exactamente. Ésa es la función de los ritos de pubertad. En las sociedades primitivas se arrancan dientes, se practican escarificaciones, circuncisiones, se hacen toda clase de cosas. Lo que importa es despojarse del cuerpo de niño pequeño, volverse otra persona.

Cuando yo era pequeño usábamos pantalones cortos, sabes. Y después venía el gran momento en que te ponías los pantalones largos. Hoy los chicos ya no tienen eso. Veo a niños de cinco años con pantalones largos. ¿Cuándo sabrán que ya son hombres y que deben dejar atrás las cosas infantiles?

M
OYERS
: ¿De dónde sacan sus mitos hoy en día los chicos que crecen en una ciudad, en la calle Ciento veinticinco esquina con Broadway, por ejemplo?

C
AMPBELL
: Los fabrican ellos mismos. Es por eso que hay pintadas cubriendo toda la ciudad. Esos chicos tienen sus propias bandas, sus propias iniciaciones y su propia moralidad, y lo hacen lo mejor que pueden. Pero son peligrosos porque sus leyes no son las de la ciudad. No han sido iniciados en nuestra sociedad.

M
OYERS
: Rollo May dice que la violencia de la sociedad norteamericana actual se debe a la desaparición de grandes mitos que ayuden a los jóvenes de ambos sexos a relacionarse con el mundo o a comprenderlo más allá de lo que puede verse.

C
AMPBELL
: Sí, pero otra razón para nuestro alto nivel de violencia es que los Estados Unidos es un país sin un carácter nacional.

M
OYERS
: Explícate.

C
AMPBELL
: En el fútbol americano, por ejemplo, las reglas son muy estrictas y complejas. Pero si vas a Inglaterra, verás que las reglas del rugby no son tan rígidas. Cuando yo era estudiante, en los años veinte, había un par de jóvenes que formaban una fantástica pareja de delanteros. Fueron a terminar sus estudios a Oxford y se unieron al equipo de rugby, y un día introdujeron el pase adelantado. Y los jugadores ingleses les dijeron: «Bueno, nosotros no tenemos una norma para eso, así que por favor no lo hagan. Nosotros no jugamos así».

En una cultura que ha sido homogénea durante cierto tiempo, hay una cantidad de reglas sobreentendidas, no escritas, de acuerdo con las cuales vive la gente. Ahí hay un carácter nacional, hay una modalidad, un acuerdo de «no hacerlo así».

M
OYERS
: Una mitología.

C
AMPBELL
: Una mitología tácita, podría decirse.

Así es como manejamos el cuchillo y el tenedor, así es como nos entendemos con la gente, y todo lo demás. No todo está escrito en libros. Pero en los Estados Unidos tenemos gente procedente de todas partes, viviendo todos juntos, y en consecuencia la ley se ha vuelto muy importante en este país. Los abogados y las leyes son los que nos mantienen unidos. No hay un carácter nacional. ¿Comprendes a qué me refiero?

M
OYERS
: Sí. Es lo que describió Tocqueville cuando llegó aquí hace ciento sesenta años y descubrió «un tumulto anárquico».

C
AMPBELL
: Lo que tenemos hoy es un mundo desmitologizado. De ahí que los estudiantes tengan tanto interés en la mitología, porque los mitos les dan mensajes. Ahora bien, no puedo decirte qué mensajes les está aportando a los jóvenes de hoy el estudio de la mitología. Sé lo que a mí me dio. Pero algo está haciendo por ellos. Cuando doy una conferencia en cualquier universidad, la sala está repleta de estudiantes que han ido a oír lo que tengo que decir. Suelen asignarme un aula que resulta pequeña, porque los organizadores no sospechaban cuánto entusiasmo despertaría el tema entre los estudiantes.

M
OYERS
: Conjetura. ¿Qué crees que les aporta la mitología, las historias que escuchan de tu boca?

Campbell. Son historias sobre la sabiduría de la vida, y lo son de verdad. Lo que aprendemos en nuestras escuelas no es la sabiduría de la vida. Aprendemos tecnologías, recibimos información. Entre el profesorado existe hoy una inquietante negativa a enseñar a los alumnos los valores de la vida relacionados con las asignaturas. En nuestras ciencias de hoy (y esto incluye a la antropología, la lingüística, el estudio de las religiones, etc.) hay una tendencia a la especialización. Y cuando ves todo lo que tiene que saber un especialista para ser un buen especialista, puedes entender esta tendencia. Para estudiar budismo, por ejemplo, tienes que acceder no sólo a todas las lenguas europeas en las que se ha expuesto la materia oriental, particularmente francés, alemán, inglés e italiano, sino también sánscrito, chino, japonés, tibetano y varias más. Solamente eso ya es una tarea tremenda. Un especialista así no puede empezar a interrogarse además sobre las diferencias entre el iroqués y el algonquino.

La especialización tiende a limitar el campo de problemas de los que se ocupa el especialista. Sin embargo, la persona que no es un especialista, sino un generalista como yo, se ocupa de una cosa que ha aprendido de un especialista, de otra cosa que ha aprendido de otro especialista, y ninguno de los dos ha considerado el problema de por qué esto ocurre aquí y también allí. Así es como el generalista (y entre académicos éste es un término peyorativo) pasa a un espectro de problemas distintos que son más humanos, podría decirse que específicamente culturales.

M
OYERS
: Y después viene el periodista que tiene licencia para explicar cosas que no entiende.

C
AMPBELL
: No es sólo una licencia sino una carga; el periodista tiene la obligación de educarse a sí mismo en público. Recuerdo haber asistido a las clases de Heinrich Zimmer cuando era joven. Él fue el primero, que yo sepa, que habló de los mitos como vehículos de mensajes válidos para la vida, no sólo como asuntos interesantes para estudiosos. Y eso me confirmó un presentimiento que yo tenía desde mi infancia.

M
OYERS
: ¿Recuerdas la primera vez que descubriste el mito? ¿La primera vez que una historia tomó vida en ti?

C
AMPBELL
: Fui educado en la religión católica. Una de las grandes ventajas de una formación católica es que te enseñan a tomar en serio el mito y a dejarlo operar en tu vida y a vivir en función de estos temas míticos. Fui educado siguiendo una relación estacional con el ciclo de la venida al mundo de Cristo, sus enseñanzas, su muerte, su resurrección y su regreso al cielo. Las respectivas ceremonias a lo largo del año te mantienen en contacto con el centro eterno de todo lo que cambia en el tiempo. El pecado es simplemente perder contacto con esa armonía.

Y después me enamoré de los indios norteamericanos, porque Buffalo Bill venía todos los años al Madison Square Garden con su maravilloso «Show del Salvaje Oeste». Y quise saber más sobre los indios. Mis padres me compraron todos los libros que encontraron sobre indios americanos. Fue así como empecé a leer los mitos de los indios americanos, y no pasó mucho tiempo hasta que empecé a encontrar los mismos temas en las historias que me hacían leer las monjas en la escuela.

M
OYERS
: La creación…

C
AMPBELL
: …la creación, la muerte y la resurrección, el ascenso a los cielos, el alumbramiento de una madre virgen… No sabía bien de qué se trataba, pero reconocía el vocabulario. Uno tras otro.

M
OYERS
: ¿Y qué sucedió?

C
AMPBELL
: Me entusiasmé. Fue el comienzo de mi interés por la mitología comparada.

M
OYERS
: ¿Empezaste a preguntarte: por qué aquí lo dice de este modo, y en la Biblia lo dice de forma diferente?

C
AMPBELL
: No, no empecé el análisis comparativo hasta muchos años después.

M
OYERS
: ¿Qué te atraía de las historias de los indios?

C
AMPBELL
: En aquellos días la tradición indígena todavía se mantenía en el ambiente. Los indios continuaban siendo una realidad. Incluso ahora, cuando trabajo con mitos procedentes de todo el mundo, encuentro que los cuentos y narraciones de los indios norteamericanos son muy ricos, están muy bien desarrollados.

Y además mis padres tenían una casa en los bosques donde habían vivido los indios Delaware, quienes fueron atacados por los iroqueses. Había una colina donde podíamos cavar en busca de puntas de flechas y cosas así. Y los mismos animales que juegan un papel tan importante en las historias indias estaban por entonces en el bosque, a mi alrededor. Fue una gran introducción a la materia.

M
OYERS
: ¿Todas estas historias chocaron con tu fe católica?

C
AMPBELL
: No, no hubo choque. El choque con mi religión vino mucho después, provocado por estudios científicos y cosas de ese tipo. Más tarde me interesé por el hinduísmo, y volví a encontrar las mismas historias. Así que no puedes decirme que no son las mismas historias. He vivido con ellas toda mi vida.

M
OYERS
: Proceden de todas las culturas, pero con temas intemporales.

C
AMPBELL
: Los temas son intemporales, pero la inflexión es de la cultura.

M
OYERS
: ¿Pueden las historias tomar el mismo tema universal pero aplicarlo de un modo ligeramente distinto, según el acento del pueblo que esté hablando?

C
AMPBELL
: Oh, sí. Si uno no está atento a los paralelismos, podría pensar quizás que se trata de historias completamente diferentes, pero no lo son.

M
OYERS
: Tú enseñaste mitología durante treinta y ocho años en la Universidad Sarah Lawrence. ¿Cómo lograbas que esas jóvenes, todas provenientes de hogares de clase media y de religiones establecidas, se interesaran por los mitos?

C
AMPBELL
: Los jóvenes tienen un interés natural en todo esto. La mitología te enseña qué hay detrás de la literatura y el arte, te enseña sobre tu propia vida. Es un tema vasto, muy estimulante, enriquecedor. La mitología tiene mucho que decir sobre los estadios de la vida, las ceremonias de iniciación cuando uno pasa de la infancia a las responsabilidades adultas, de soltero a casado. Todos esos rituales son ritos mitológicos. Tienen que ver con tu reconocimiento del nuevo papel que asumes, el proceso de desembarazarse de la vieja personalidad y adoptar la nueva, o acceder a una profesión con responsabilidades.

Cuando un juez entra en la sala del tribunal y todos se ponen de pie, no están reverenciando al hombre sino a la toga que está usando y al papel que representa. Lo que lo hace digno de ese papel es su integridad, como representante de los principios de ese papel, y no un conjunto de prejuicios personales. De modo que cuando te pones de pie en un tribunal de justicia, lo haces ante un personaje mitológico. Supongo que algunos reyes y reinas son las personas más estúpidas, absurdas y banales que nadie pueda imaginarse, probablemente interesados nada más que en caballos y mujeres, ya sabes. Pero el súbdito no responde a ellos como personalidades sino como encarnaciones de un papel mitológico. Cuando alguien adopta el papel de juez, o presidente de los Estados Unidos, el hombre ya no es ese hombre, es el representante de una función eterna; tiene que sacrificar sus deseos personales e incluso sus posibilidades vitales a la función que está representando.

M
OYERS
: Así que en nuestra sociedad hay rituales mitológicos en vigor. Uno es la ceremonia del matrimonio. La ceremonia de juramento de un presidente o un juez es otra. ¿Qué otros rituales tienen importancia en la sociedad actual?

C
AMPBELL
: Ingresar en el ejército, ponerse un uniforme, es otro. Tú abandonas tu vida personal y aceptas un modo de vida socialmente determinado al servicio de la sociedad de la que formas parte. Por ello encuentro obsceno que se juzgue a la gente con códigos civiles por lo que hicieron en tiempos de guerra. Allí actuaron no como individuos sino como agentes de algo que estaba por encima de ellos y a lo que se habían entregado por dedicación. Juzgarlos como si fueran seres humanos individuales es totalmente incorrecto.

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