M
OYERS
: Las has llamado cavernas-templo.
C
AMPBELL
: Sí.
M
OYERS
: ¿Por qué?
C
AMPBELL
: Un templo es un paisaje del alma. Cuando entras en una catedral, entras a un mundo de imágenes espirituales. Es el vientre materno de tu vida espiritual, la madre iglesia. Todas las formas que te rodean tienen significado en términos de valor espiritual.
Ahora bien, en una catedral la imaginería es antropomórfica. Dios y Jesús y los santos tienen todos formas humanas. Y en las cavernas las imágenes tienen forma animal. Pero es lo mismo, créeme. La forma es secundaria. Lo importante es el mensaje.
M
OYERS
: ¿Y cuál es el mensaje de las cavernas?
C
AMPBELL
: El mensaje de las cavernas habla de la relación del tiempo con los poderes eternos, algo que de alguna manera debe ser experimentado en ese lugar.
M
OYERS
: ¿Para qué eran usadas esas cavernas?
C
AMPBELL
: Los estudiosos han pensado que tal vez tuvieran algo que ver con la iniciación de los varones jóvenes como cazadores. Esos jóvenes debían aprender no sólo a cazar sino cómo respetar a los animales, qué rituales realizar y cómo ser hombres, ya no niños, en sus propias vidas. Esas cacerías eran muy, muy peligrosas. Estas cavernas son los auténticos santuarios para los ritos donde los chicos pasaban de ser hijos de sus madres a ser hijos de sus padres.
M
OYERS
: ¿Qué me sucedería a mí como niño si pasara por uno de esos rituales?
C
AMPBELL
: Bueno, no sabemos qué hacían en las cavernas, pero sabemos qué hacen los aborígenes de Australia. Cuando un joven se pone un poco ingobernable, un día vienen los hombres, que van desnudos salvo por unas rayas de plumón blanco de ave que se han pegado al cuerpo usando su propia sangre como cola. Vienen balanceándose al son de rugidos de toro, que son las voces de los espíritus, y estos hombres vienen como espíritus.
El joven tratará de refugiarse en su madre, y ella simulará tratar de protegerlo. Pero los hombres se lo llevan. Una madre ya no le sirve, ¿sabes? No puedes volver a la Madre, ya estás en otro terreno.
Entonces los muchachos son llevados al territorio sagrado de los hombres, y se los hace pasar por una verdadera ordalía: circuncisión, subincisión, beber sangre humana, etcétera. Así como han bebido leche de la madre cuando niños, ahora beben sangre de hombre. Se están convirtiendo en hombres. Mientras esto tiene lugar, se representan episodios de los grandes mitos. Se los instruye en la mitología de la tribu. Después, al final de todo esto, son devueltos a la aldea, donde ya ha sido elegida la chica con la que han de casarse. El niño ha vuelto como hombre.
Ha sido apartado de su infancia, y su cuerpo ha sido escarificado, o bien se han realizado la circuncisión y la subincisión. Ahora tiene un cuerpo de hombre. Después de semejante espectáculo, no hay posibilidad de que retorne a su infancia.
M
OYERS
: No se vuelve a la Madre.
C
AMPBELL
: No, pero en nuestra sociedad no tenemos nada equivalente. Puedes ver hombres de cuarenta y cinco años que siguen tratando de ser obedientes con su padre. Tienen que ir a un psicoanalista, que hace el trabajo por ellos.
M
OYERS
: O van al cine.
C
AMPBELL
: Ése podría ser nuestro equivalente de la representación mitológica, salvo que no se pone en acción el mismo tipo de pensamiento en la producción de una película que en la producción de un ritual iniciático.
M
OYERS
: No, pero dada la ausencia de rituales iniciáticos, que en gran medida han desaparecido de nuestra sociedad, el mundo de la imaginación tal como se proyecta en la pantalla sirve, aun defectuosamente, para contar la historia, ¿no es así?
C
AMPBELL
: Sí, pero lo lamentable para nosotros es que mucha de la gente que escribe estas historias no tiene el menor sentido de su responsabilidad. Sus historias están formando y rompiendo vidas. Pero las películas se hacen sólo para ganar dinero. Ha desaparecido ese tipo de responsabilidad implícita en el sacerdocio. Ése es uno de nuestros problemas hoy.
M
OYERS
: Hoy no tenemos ningún ritual de ese tipo, ¿no?
C
AMPBELL
: Me temo que no. Por eso los jovencitos se los inventan ellos mismos, y por eso nos encontramos con bandas callejeras y todo eso; una autoiniciación.
M
OYERS
: El mito se vincula directamente con la ceremonia y el ritual tribal, y la ausencia de mito puede significar el fin del ritual.
C
AMPBELL
: Un ritual es la representación de un mito. Al participar en un ritual, estás participando en un mito.
M
OYERS
: ¿Qué significa la ausencia de estos mitos para los jóvenes de hoy?
C
AMPBELL
: Bueno, el rito de la confirmación es el equivalente actual de estos mitos. Si eres un joven católico, eliges tu nombre de confirmación, el nombre con el que serás confirmado. Pero en lugar de escarificarte y sacarte un diente y todo eso, el obispo sonríe y te da una palmadita en la mejilla. Se ha reducido a eso. No te ha sucedido nada. El equivalente judío es el
bar mitzvah
. Que funcione o no como transformación psicológica dependerá del caso individual, supongo. Pero en los viejos tiempos no había problema. El joven salía de la ceremonia con un cuerpo diferente, y había pasado realmente por algo serio.
M
OYERS
: ¿Qué pasa con las mujeres? La mayor parte de las figuras en la caverna-templo son hombres. ¿Se trataría de una especie de sociedad secreta para hombres?
C
AMPBELL
: No era una sociedad secreta, era lo que debían superar los jóvenes varones. Por supuesto ignoramos qué pasaba exactamente con la mujer en aquel periodo, porque tenemos muy pocos indicios que nos lo digan. Pero en las culturas primitivas actuales la joven se vuelve mujer con su primera menstruación. Es algo que le sucede. Lo hace la naturaleza. Y así ha pasado la transformación, ¿y cuál es su iniciación? Lo típico es encerrarse en una pequeña choza cierta cantidad de días y comprender lo que es.
M
OYERS
: ¿Cómo lo hace?
C
AMPBELL
: Se queda allí sentada. Ahora es una mujer. ¿Y qué es una mujer? Una mujer es un vehículo de vida. La vida se ha apoderado de ella. La mujer es eso: dadora de nacimiento y de alimento. En sus poderes se identifica con la diosa tierra, y tiene que comprenderlo por sí misma. El varón no experimenta un suceso de ese tipo, así que tiene que hacerse hombre y devenir por propia voluntad sirviente de algo más grande que él.
M
OYERS
: Ahí es donde empieza a operar, por lo que sabemos, la imaginación mítica.
C
AMPBELL
: Sí.
M
OYERS
: ¿Cuáles eran los temas principales de esa era? ¿La muerte?
C
AMPBELL
: El misterio de la muerte es uno de ellos, y equilibra el tema del misterio de la vida. Es el mismo misterio en sus dos aspectos. El tema siguiente es la relación de esto con el mundo animal, que muere y vuelve a vivir.
Después aparece el motivo de procurarse sustento. La relación de la mujer con la naturaleza del mundo exterior reside ahí. Después debemos tomar en cuenta el problema de la transformación de los niños en adultos. Esa transformación es una preocupación fundamental en la vida ritual de los pueblos. Lo tenemos hoy. Está el problema de transformar unos niños ingobernables, que expresan únicamente los impulsos ingenuos de la naturaleza, en miembros de la sociedad. Eso implica un gran esfuerzo. Aquellos pueblos primitivos no podían tolerar a nadie que no siguiera las reglas. La sociedad no habría podido soportarlos. Los habrían matado.
M
OYERS
: ¿Porque constituían una amenaza para la salud de todos?
C
AMPBELL
: Claro, por supuesto. Eran como un cáncer, algo que estaba destruyendo el cuerpo. Aquellos grupos tribales estaban siempre en el límite de la superviviencia.
M
OYERS
: Y aun allí, en el borde, empezaron a hacer las preguntas fundamentales.
C
AMPBELL
: Sí. Pero la actitud frente a la muerte no era en absoluto como la nuestra. La idea de un mundo trascendente era considerada realmente en serio.
M
OYERS
: Una parte importante del antiguo ritual era que te hacía miembro de la tribu, miembro de la comunidad, miembro de la sociedad. La historia de la cultura occidental ha sido la separación incesante del individuo y la sociedad. «Yo» primero, el individuo primero.
C
AMPBELL
: Yo no diría que eso es característico de la cultura occidental, porque la separación no es la separación de una entidad biológica desnuda. Siempre ha existido, hasta fecha reciente, el interés espiritual. Cuando ves viejas imágenes de la toma de posesión del presidente de los Estados Unidos, lo ves usando sombrero de copa. El mismo presidente Wilson, en su tiempo, usó un sombrero de copa. No lo usaba en su vida corriente. Pero, como Presidente, le da a su presencia un aspecto ritual. Hoy día el presidente prefiere mostrarse como un vecino cualquiera con el que te encuentras en el campo de golf y te pones a charlar sobre si habrá o no bombas atómicas. Es otro estilo. Ha habido una reducción de ritual. Hasta en la Iglesia Católica Romana, Dios santo, han traducido la misa del idioma ritual a un idioma que posee asociaciones cotidianas. El latín de la misa era una lengua que te
sacaba
del campo de lo cotidiano. El altar miraba hacia el presbiterio, de modo que el sacerdote te daba la espalda, y tú lo acompañabas saliendo de ti mismo. Ahora han girado el altar… parece un ama de casa enseñando una receta de cocina… todo muy doméstico y amable.
M
OYERS
: Y tocan la guitarra.
C
AMPBELL
: Tocan la guitarra. Han olvidado que la función del ritual es elevarte, no mantenerte en el nivel en que estás habitualmente.
M
OYERS
: Así como el ritual de la ceremonia del matrimonio te eleva al nivel del otro.
C
AMPBELL
: Claro. Pero los rituales, que antes eran portadores de una realidad interior, ahora sólo son meras formas. Eso es cierto tanto para los rituales de la sociedad como para los ritos personales del matrimonio.
M
OYERS
: Puedo entender por qué, en algunos aspectos, la instrucción religiosa se ha vuelto obsoleta para mucha gente.
C
AMPBELL
: Con relación al ritual, éste ha de mantenerse con vida. Muchos de nuestros rituales han muerto. Es extremadamente interesante leer sobre las culturas primitivas, elementales, cómo transforman continuamente los cuentos populares, los mitos, en función de las circunstancias. Los pueblos se trasladan de un área donde, digamos, la vegetación es el sostén principal, y pasan a las praderas. La mayoría de nuestros indios de las praderas en el periodo del uso del caballo habían formado parte originalmente de la cultura del Mississippi. Vivían a lo largo del río en ciudades establecidas y aldeas de explotación agrícola.
Y entonces recibieron el caballo de los españoles, que les hizo posible aventurarse en las llanuras y lanzarse a la caza del búfalo. En ese momento, la mitología se transforma de una mitología de la vegetación en una mitología del búfalo. Puedes ver la estructura de las primitivas mitologías de vegetación subyacentes en las mitologías de los indios dakota y los pawnee y los kiowa y muchos otros.
M
OYERS
: ¿Quieres decir que el medio conforma la historia?
C
AMPBELL
: El pueblo responde al ambiente. Pero ahora tenemos una tradición que no responde al ambiente; viene de otra parte, del primer milenio antes de Cristo. No ha asimilado las cualidades de nuestra cultura moderna, así como las nuevas cosas que son posibles y la nueva visión del universo.
El mito debe mantenerse con vida. Los que pueden mantenerlo con vida son los artistas de una u otra clase. La función de los artistas es la mitologización del ambiente y el mundo.
M
OYERS
: ¿Quieres decir que los artistas son los creadores de mitos de nuestro tiempo?
C
AMPBELL
: Los creadores de mitos de los tiempos remotos fueron el equivalente de nuestros artistas.
M
OYERS
: Realizan las pinturas en las paredes, practican los ritos.
C
AMPBELL
: Sí. En alemán hay una vieja idea romántica,
das Volk dichtet
, que dice que las ideas y la poesía de las culturas tradicionales vienen del pueblo. No es así. Proceden de una experiencia de élite, la experiencia de gente particularmente dotada, cuyos oídos están abiertos al canto del universo. Esta gente le habla al pueblo, y hay una respuesta del pueblo, que luego es recibida como interacción. Pero el primer impulso en la conformación de una tradición folklórica viene de arriba, no de abajo.
M
OYERS
: En esas tempranas culturas elementales, como las llamas, ¿quién pudo ser el equivalente del poeta actual?
C
AMPBELL
: Los chamanes. El chamán es la persona, hombre o mujer, que a fines de su infancia o comienzos de su juventud tiene una abrumadora experiencia psicológica que lo impulsa totalmente hacia dentro. Es una especie de derrumbe esquizofrénico. Todo el inconsciente se abre, y el chamán cae en él. Esta experiencia chamanística ha sido descrita muchas, muchas veces. La encontramos en el mundo entero, desde Siberia hasta Tierra del Fuego.