M
OYERS
: Y el éxtasis es una parte de ella.
C
AMPBELL
: Así es.
M
OYERS
: La danza hasta caer en el trance, por ejemplo, de la sociedad bosquimana.
C
AMPBELL
: Ahí tienes un ejemplo fantástico. Los bosquimanos viven en un mundo desierto. Es una vida muy dura, una vida de una tensión extraordinaria. Los sexos están disciplinadamente separados. Sólo en la danza los dos se reúnen. Y se reúnen de este modo. Las mujeres se sientan en círculo o en un grupito cerrado y se dan palmadas en los muslos, creando un ritmo para los hombres que bailan a su alrededor. Las mujeres son el centro alrededor del cual danzan los hombres. Y controlan la danza y lo que hacen los hombres con su canto y palmadas.
M
OYERS
: ¿Qué significa que la mujer controle la danza?
C
AMPBELL
: Bueno, la mujer es la vida, y el hombre es el sirviente de la vida. Esa es la idea básica en estas cosas. Durante el movimiento circular, que continúa toda la noche, uno de los hombres súbitamente se desvanece. Experimenta lo que podría llamarse una posesión. Pero se lo describe como un relámpago, una clase de resplandor que pasa de la zona pélvica, por la espina, hasta la cabeza.
M
OYERS
: Lo describes en tu libro
The Way of the Animal Powers
… Aquí está…
C
AMPBELL
: «Cuando cantan, yo danzo. Entro en la tierra. Voy a un lugar como si se tratara de un punto donde se bebe agua. Viajo mucho, muy lejos.» Está en trance, y ésta es una descripción de una experiencia. «Cuando salgo a la superficie, ya estoy trepando. Estoy trepando por hebras, las hebras que hay allá en el sur. Asciendo por una y la dejo, después trepo por otra. Más tarde la dejo y asciendo por otra… Y cuando llegas a la casa de Dios, te haces pequeño.
Te has vuelto pequeño. Eres pequeño al entrar en la casa de Dios. Haces lo que tienes que hacer allí. Después vuelves a donde están todos, y ocultas tu cara. Ocultas la cara para no ver nada. Te acercas y te acercas y te acercas y al fin vuelves a entrar en tu cuerpo. Todos los que se han quedado atrás te están esperando, y te temen. Entras y entras a la tierra, y vuelves a la piel de tu cuerpo. Y dices "¡he-e-e-e!". Ese es el sonido que indica la vuelta al cuerpo. Después empiezas a cantar. Los maestros-níum te rodean.»
Ntum
es el poder sobrenatural. «Ellos cogen polvo y te lo soplan en la cara. Te cogen la cara y la abofetean por ambos lados. Así es como puedes volver a vivir. Amigos, si ellos no te hacen eso te mueres… Simplemente te mueres y quedas muerto. Amigos, esto es lo que hace, este
ntum
que he hecho, este
ntum
que danzo.»
¡Cielo santo! Este tipo tuvo una experiencia totalmente distinta de un campo de la conciencia. En estas experiencias están, podría decirse, volando en los aires.
M
OYERS
: Después de eso se accede a la condición de chamán.
C
AMPBELL
: No en esta cultura. Se convierte en el bailarín de trance. Todos los hombres, potencialmente, pueden tener trances.
M
OYERS
: ¿Hay algo análogo a esto en la experiencia de nuestra cultura? Estoy pensando en los renacidos de nuestra cultura sureña.
C
AMPBELL
: Tiene que haber algún parecido. Se trata de una experiencia real de tránsito por la tierra hasta el reino de una imaginería mitológica, hasta Dios, el asiento del poder. No sé cómo será la experiencia de los renacidos cristianos. Supongo que los visionarios medievales, que tuvieron visiones de Dios y nos narraron historias, al regresar, habrán tenido una experiencia comparable.
M
OYERS
: Hay una sensación de éxtasis en esta experiencia, ¿no es así?
C
AMPBELL
: Tal como la cuentan, siempre es un éxtasis.
M
OYERS
: ¿Has visto alguna vez uno de esos ritos? ¿Una de esas ceremonias? ¿Has conocido ese tipo de éxtasis o lo has presenciado?
C
AMPBELL
: No. Tengo amigos que han estado muchas veces en Haití y han participado en ceremonias de vudú en las que algunas personas eran poseídas. Y hay danzas donde se simula el éxtasis. Había una vieja idea de enloquecerse en la guerra, de excitar a los guerreros antes de entrar en la batalla. Realmente debían de experimentar una especie de locura en la batalla, algo así como un frenesí guerrero.
M
OYERS
: ¿Es ésta la única manera en que podemos experimentar el inconsciente?
C
AMPBELL
: No, hay otra manera que surge, como una ruptura, entre gente que no pensaba de ese modo… y de pronto les llega, bang, de repente.
M
OYERS
: Y el que haya tenido esta experiencia psicológica, esta experiencia traumática, este éxtasis, será el intérprete para otros de cosas no vistas.
C
AMPBELL
: Será el intérprete de la herencia de la vida mitológica, podría decirse, sí.
M
OYERS
: ¿Y qué lo empuja a eso?
C
AMPBELL
: El mejor ejemplo que conozco y que podría ayudarnos a responder tu pregunta es la experiencia de Alce Negro.
Alce Negro era un niño Sioux de unos nueve años. Sucedió antes de que la caballería blanca se hubiera enfrentado a los sioux, que eran el gran pueblo de las praderas. El chico cayó enfermo, psicológicamente hablando. Su familia cuenta la típica historia del chamán. El muchacho empieza a temblar, y queda inmovilizado. La familia está terriblemente preocupada, y envía a buscar a un chamán que ha tenido la experiencia en su propia juventud; le pide que actúe como una especie de psicoanalista para que saque al niño del trance. Pero en lugar de liberarlo de las deidades, el chamán lo adapta a ellas, y las deidades a él. Es un problema diferente al del psicoanálisis. Creo que fue Nietzsche quien dijo: «Ten cuidado, cuando expulses a los demonios, de no expulsar lo mejor que hay en ti». Aquí, las deidades que han aparecido (o bien llamémoslas «poderes») son retenidas. La conexión se mantiene, no se rompe. Y estos hombres, después, serán los consejeros espirituales y los ofrecedores de dones de su pueblo.
Bueno, lo que sucedió con este niño fue que tuvo una visión profética sobre el terrible futuro de su tribu. Fue una visión de lo que él llamó «el aro» de la nación. En la visión, Alce Negro vio que el aro de su nación era uno entre otros muchos aros, cosa que no hemos aprendido del todo todavía. Vio la interrelación de todos los aros, de todas las naciones en gran procesión. Pero más que eso, la visión fue una experiencia de sí mismo pasando por los campos de la imaginería espiritual de su cultura, y asimilando su importancia. Llega a una gran formulación, que para mí es la clave de la comprensión del mito y los símbolos. Dice: «Me vi en la montaña central del mundo, en el lugar más alto, y tuve una visión porque veía lo sagrado del mundo». Y la montaña sagrada central era Harney Peak, en Dakota del Sur. Y después dice: «Pero la montaña central está en todas partes».
He ahí una auténtica comprensión mitológica. Distingue entre la imagen de culto local, Harney Peak, y su connotación como el centro del mundo. El centro del mundo es el
axis mundi
, el punto central, el eje alrededor del cual todo gira. El punto central del mundo es el punto donde la quietud y el movimiento se unen. El movimiento es tiempo, pero la quietud es eternidad. Comprender cómo este momento de tu vida es realmente un momento de eternidad y experimentar el aspecto infinito de lo que estás haciendo en la experiencia temporal, eso es la experiencia mitológica.
Entonces, ¿la montaña central del mundo es Jerusalén? ¿Roma? ¿Benarés? ¿Lhasa? ¿Ciudad de México?
M
OYERS
: Este muchacho indio estaba diciendo que hay un punto de resplandor donde se cortan todas las líneas.
C
AMPBELL
: Es exactamente lo que estaba diciendo.
M
OYERS
: ¿Y decía también que Dios no tiene circunferencia?
C
AMPBELL
: Hay una definición de Dios que ha sido repetida por muchos filósofos. Dios es una esfera inteligible (una esfera que conoce la mente, no los sentidos) cuyo centro está en todas partes y cuya circunferencia se halla en ninguna. Y el centro, Bill, es esa silla en la que estás sentado. Y el otro centro es la silla donde yo estoy sentado. Y cada uno de nosotros es una manifestación de ese misterio. Es una buena idea mitológica que te da un sentido de quién eres y qué eres.
M
OYERS
: Es una metáfora, una imagen de la realidad.
C
AMPBELL
: Sí. Lo que aquí tenemos es algo que podría traducirse en el más crudo individualismo, si no comprendemos que el centro también está allí donde se encuentra la otra persona. Es el modo mitológico de ser un individuo. Eres la montaña central, y la montaña central está en todas partes.
Si buscas la bienaventuranza, caminas por un sendero que ha estado ahí todo el tiempo, esperándote, y la vida que deberías estar viviendo es la que estás viviendo. Dondequiera que estés, si vas en pos de tu bienaventuranza, estás gozando de esa renovación, de esa vida que hay dentro de ti, continuamente
.
M
OYERS
: Lo que me llama la atención cuando leo lo que has escrito sobre el impacto del medio sobre los relatos es que estos pueblos (los pueblos de las praderas, los cazadores, los pueblos de las selvas, los cultivadores) están participando en su paisaje. Son parte de su mundo, y cada elemento de su mundo es sagrado para ellos.
C
AMPBELL
: La santificación del paisaje local es una función fundamental de la mitología. Esto puedes verlo muy claramente entre los navajos, que identificarán una montaña del norte, una montaña del sur, una montaña del este, una montaña del oeste y una montaña central. En una tienda navajo, la entrada siempre da al este. El fuego está en el centro, que corresponde a un centro cósmico, con el humo saliendo por el agujero del techo de modo que el aroma del incienso vaya a las narices de los dioses. El paisaje, el espacio en que se vive, se convierte en un icono, un cuadro sagrado. Dondequiera que estés, estarás relacionado con el orden cósmico.
Cuando contemples una pintura navajo en arena, habrá una figura envolvente, que puede representar un espejismo o el arco iris o cualquier cosa, pero siempre será una figura que rodeará al resto, con una apertura al este para que el espíritu nuevo pueda entrar. Cuando Buda se sentó bajo la higuera sagrada, miraba al este, que es la dirección del sol naciente.
M
OYERS
: En mi primer viaje a Kenia visité, en lo que había sido la orilla de un lago, un asentamiento primitivo, y me quedé hasta la caída de la noche, sintiendo la presencia de toda la creación; bajo el cielo nocturno, en ese lugar inmenso, sentía que pertenecía a algo antiguo, algo que en gran medida seguía vivo.
C
AMPBELL
: Creo que es Cicerón quien dice que cuando entras en un bosque muy alto, se te hace evidente la presencia de la divinidad. En todas partes hay bosques sagrados. Recuerdo que siendo un niño pequeño, yo adoraba un gran árbol muy viejo en el bosque, pensando: «Tú sí que has visto cosas». Creo que este sentimiento de la presencia de la creación es un instinto básico del hombre. Pero ahora vivimos en una ciudad. Todo es piedra y cemento, todo fabricado por manos humanas. Tendrás un mundo diferente si creces en un bosque con las ardillas y los búhos. Ahí todas las cosas te rodean como presencias, representando fuerzas y poderes y posibilidades mágicas de vida que no son tuyas y, sin embargo, son parte de la vida, y es algo que se abre a ti. Entonces oyes el eco dentro de ti, porque tú eres parte de la naturaleza. Cuando un indio sioux tomaba el calumet, la pipa, la tendía con la boquilla hacia el cielo de modo que el sol fumara primero. Y después se dirigía siempre a los cuatro puntos cardinales. En ese marco espiritual, cuando te diriges al horizonte, al mundo en el que estás, estás en tu lugar en el mundo. Es un modo diferente de vivir.
M
OYERS
: En
The Mythic Image
caracterizas el centro de transformación como aquel lugar sagrado donde los muros temporales puedan disolverse para revelar una maravilla. ¿Qué significa tener un lugar sagrado?
C
AMPBELL
: Hoy día es una necesidad absoluta para todos. Debes tener un cuarto, o una cierta hora o rato del día, donde no sepas lo que dicen los periódicos de la mañana, ni quiénes son tus amigos, ni qué debes ni qué te deben. Es un lugar donde simplemente puedes experimentar y sacar a luz lo que eres y lo que podrías ser. El lugar de la incubación creativa. Al principio puede parecerte que ahí no sucede nada. Pero si tienes un lugar sagrado y lo usas, con el tiempo algo sucederá.
M
OYERS
: Ese lugar sagrado hace por ti lo que las praderas hicieron por el cazador.
C
AMPBELL
: Para ellos el mundo entero era un lugar sagrado. Pero nuestra vida se ha vuelto tan económica y práctica en su orientación que, cuando eres adulto, las exigencias del momento sobre ti son tan grandes que apenas si sabes dónde diablos estás, o qué es lo que te proponías. Siempre estás haciendo algo que te exigen. ¿Cuál es tu estadio de felicidad? Debes tratar de hallarlo. Enciende el tocadiscos y pon una música que realmente adores, aun cuando sea una música barata que nadie se tome en serio. O lee el libro que más te gusta. En tu lugar sagrado tienes el sentimiento de «adoración» ante la vida que aquellos pueblos tenían respecto del mundo entero en el que vivían.
M
OYERS
: Hemos hablado del impacto del paisaje en la gente. Pero ¿qué hay del efecto de la gente sobre el paisaje?