Una de las cosas más interesantes sobre las leyendas del Grial es que tienen lugar unos quinientos años después de la imposición del cristianismo sobre Europa. Representan una reunión de dos tradiciones.
A fines del siglo XII, el abad Joachim de Floris escribió sobre las tres edades del espíritu. Tras la Caída en el Jardín, dijo, Dios tuvo que compensar el desastre y reintroducir el principio espiritual en la historia. Eligió una raza para que fuera el vehículo de esta comunicación, y ésa es la edad del Padre y de Israel. Y después esta raza, preparada como raza sacerdotal, preparada para convertirse en receptáculo de la Encarnación, produce el Hijo. De modo que la segunda edad es la del Hijo y la Iglesia, cuando, no una sola raza, sino la humanidad entera ha de recibir el mensaje de la voluntad espiritual de Dios.
La tercera edad, que este filósofo que escribió alrededor del año 1260 dijo que estaba por empezar, es la edad del Espíritu Santo, que habla directamente al individuo. Cualquiera que encarne o traiga a la vida el mensaje de la Palabra es equivalente a Jesús; ése es el sentido de esta tercera edad. Así como Israel se había quedado arcaico ante la institución de la Iglesia, así la Iglesia se quedaría arcaica ante la experiencia individual.
Esto dio origen a todo un movimiento de ermitaños que iban a los bosques a recibir la experiencia. El santo a quien se consideraba el primer representante de este movimiento fue san Francisco de Asís, que representó el equivalente de Cristo, siendo él mismo una manifestación en el mundo físico del Espíritu Santo.
Pues bien, esto es lo que hay detrás de la búsqueda del Grial. Galahad, en su búsqueda, era un equivalente de Cristo. Fue introducido en la corte de Arturo, con una armadura de color rojo fuego, en la Fiesta de Pentecostés, que es la fiesta del descenso del Espíritu Santo entre los apóstoles en forma de fuego. Cualquiera de nosotros podemos ser Galahad, ya sabes. Es una posición gnóstica con respecto al mensaje del cristianismo. Los documentos gnósticos, enterrados en el desierto durante la época de Teodosio, expresan esta idea.
En el Evangelio gnóstico según santo Tomás, por ejemplo, Jesús dice: «Quien beba de mi boca será como yo soy, y yo seré él». Esa es la idea subyacente en las historias del Grial.
M
OYERS
: Has dicho que lo que sucedió en los siglos XII y XIII fue una de las mutaciones más importantes del sentimiento y la conciencia espiritual del ser humano, que apareció en escena un modo nuevo de experimentar el amor.
C
AMPBELL
: Sí.
M
OYERS
: Y que se oponía al despotismo que la Iglesia ejercía sobre el corazón al exigir que la gente, particularmente las jóvenes, se casaran con quienes les mandaran los sacerdotes o sus padres. ¿Qué significaba esto para la pasión del corazón?
C
AMPBELL
: Bueno, antes quisiera decir una palabra en favor de la otra posición… Hay que reconocer que en la vida doméstica crece una relación de amor entre marido y mujer aun cuando se hayan casado por un acuerdo ajeno a sus voluntades. En otras palabras, en los matrimonios arreglados hay mucho amor también. Hay amor familiar, un amor muy rico en su nivel. Pero lo que no tienes es lo otro, el rapto que sobreviene al reconocer al complemento de tu alma en la otra persona. Y eso fue lo que preconizaron los trovadores, y es lo que hoy día se ha convertido en el ideal de nuestras vidas.
Pero el matrimonio es el matrimonio, ya sabes. El matrimonio no es un amorío. Un amorío es una cosa totalmente diferente. Un matrimonio es un compromiso con lo que tú eres. Esa persona es literalmente tu otra mitad. Y tú y el otro sois uno. Un amorío no es eso. Es una relación por placer, y cuando empieza a no dar tanto placer, se termina. Pero un matrimonio constituye un compromiso de por vida, y un compromiso de por vida significa un interés central en tu vida. Si el matrimonio no es el interés central para ti, es que no estás casado.
M
OYERS
: ¿Puede durar el romance en el matrimonio?
C
AMPBELL
: En algunos matrimonios, sí. En otros no. Pero el problema, y he aquí la palabra clave en esta tradición trovadoresca, es la «lealtad».
M
OYERS
: ¿Qué quieres decir con lealtad?
C
AMPBELL
: No hacer trampas, no abandonar… Continuar siendo fiel, sean cuales sean las pruebas que haya que pasar.
M
OYERS
: Los puritanos llamaron al matrimonio «la pequeña iglesia dentro de la Iglesia». En el matrimonio, todos los días se ama, y todos los días se perdona. Es un sacramento continuo, amor y perdón.
C
AMPBELL
: Bueno, la mejor descripción, pienso, es «ordalía» en su sentido estricto. Esto es, la sumisión del individuo a algo superior a él. La vida real de un matrimonio o de un amorío auténtico está en la relación, que es donde tú estás también. ¿Entiendes lo que quiero decir?
M
OYERS
: No, no del todo.
C
AMPBELL
: Es como el símbolo del yin y el yang. Aquí estoy yo, y aquí está ella, y aquí estamos nosotros. Cuando yo tengo que hacer un sacrificio, no lo hago por ella, sino por la relación. Sentir resentimiento contra el otro es equivocarnos de dirección. La vida está en la relación, ahí es donde está ahora tu vida. Eso es el matrimonio; mientras que en un amorío tú tienes dos vidas en una relación más o menos buena que dura un cierto lapso de tiempo, tanto como resulte agradable.
M
OYERS
: En el sagrado matrimonio, lo que Dios ha unido es uno y no puede ser separado por el hombre.
C
AMPBELL
: Era uno desde el comienzo, y el matrimonio restablece simbólicamente esta unidad.
M
OYERS
: ¿Era uno desde el comienzo?
C
AMPBELL
: El matrimonio es el reconocimiento simbólico de nuestra identidad; dos aspectos del mismo ser.
M
OYERS
: ¿Conoces esa curiosa leyenda del profeta ciego, Tiresias?
C
AMPBELL
: Sí, es una gran historia. Tiresias caminaba por el bosque un día y vio dos serpientes copulando. Puso su bastón entre ellas y se transformó en mujer, y vivió como mujer durante años. Hasta que otra vez, Tiresias mujer, hallándose caminando por el bosque, vio dos serpientes copulando, puso su bastón entre ellas y se transformó nuevamente en hombre.
Bueno, un buen día en la colina del Capitolio, donde vivía Zeus…
M
OYERS
: ¿El monte Olimpo?
C
AMPBELL
: Sí, el monte Olimpo… Zeus y su mujer estaban discutiendo sobre quién disfrutaba más del coito, si el hombre o la mujer. Y por supuesto nadie podía decidirlo porque sólo conocían un lado de la cuestión. Hasta que alguien dijo: «Preguntémosle a Tiresias».
Así que van a ver a Tiresias y le hacen la pregunta, y él dice: «Bueno, la mujer, nueve veces más que el hombre». Pues bien, por algún motivo que no entiendo bien, Hera, la esposa de Zeus, tomó a mal esta declaración y lo castigó con la ceguera. Y Zeus, que sentía cierta responsabilidad, le dio a Tiresias el don de la profecía dentro de su ceguera. He ahí algo que vale la pena destacar: cuando tus ojos se cierran a los fenómenos que te distraen, estás en el terreno de tus intuiciones, y puedes entrar en contacto con la morfología, con la forma básica de las cosas.
M
OYERS
: Entonces, lo que la historia quiere decir… es que Tiresias, por haber sido transformado en hombre y en mujer por las serpientes, tenía conocimiento de la experiencia masculina y femenina y sabía más que el dios o la diosa, cada uno por separado.
C
AMPBELL
: Así es. Más aún, representaba simbólicamente el hecho de la unidad de los dos. Y cuando Ulíses fue enviado al submundo por Circe, su auténtica iniciación se produjo cuando encontró a Tiresias y comprendió la unidad entre macho y hembra.
M
OYERS
: Muchas veces he pensado que si pudiéramos ponernos en contacto con nuestro lado femenino, o en el caso de una mujer, con su lado masculino, sabríamos lo que saben los dioses y quizás más que ellos.
C
AMPBELL
: Esa es la información que obtenemos al casarnos. Es así como nos ponemos en contacto con nuestro lado femenino.
M
OYERS
: Pero ¿qué sucede con este autodescubrimiento en el amor cuando conocemos a alguien, y de pronto pensamos: «Conozco a esta persona» o «Quiero conocer a esta persona»?
C
AMPBELL
: Es muy misterioso. Es casi como si la vida futura que tendrás con esa persona ya se hubiera comunicado contigo. Y ésta es la persona con la que compartirás esa vida.
M
OYERS
: ¿Es algo procedente de nuestro inventario de recuerdos que no comprendemos y no reconocemos? Tender una mano y tocar a esa persona que…
C
AMPBELL
: Es casi como si estuvieras reaccionando ante el futuro. La voz te llega desde lo que será. Esto está relacionado con el misterio del tiempo y la trascendencia del tiempo. Pero pienso que aquí estamos tocando un misterio muy profundo.
M
OYERS
: ¿Tú en tu propia vida lo dejas en ese estado de misterio? ¿O piensas que uno puede tener un matrimonio y una relación distinta del matrimonio?
C
AMPBELL
: Técnicamente, podría decirse que sí, por supuesto.
M
OYERS
: Pero parece como si todo lo que uno diera en el amorío quedara excluido de la relación matrimonial y disminuyera la lealtad en esta relación.
C
AMPBELL
: Son cosas que cada cual debe resolver por sí mismos. Puede producirse un enamoramiento fulminante tras haber aceptado el compromiso del matrimonio, y puede ser algo que, si no recibe su respuesta, entorpezca la experiencia de la vitalidad del amor.
M
OYERS
: Creo que ahí está el nudo de la cuestión. Si los ojos son la avanzadilla del corazón y capturan lo que el corazón apasionadamente desea, ¿el corazón deseará sólo una vez?
C
AMPBELL
: El amor no inmuniza a la persona respecto de otras relaciones, eso puedo decírtelo. Pero si me preguntas si uno puede tener una relación amorosa seria, y quiero decir verdaderamente seria, y al mismo tiempo ser leal al matrimonio… bueno, no creo que eso pueda suceder ahora.
M
OYERS
: ¿Por qué?
C
AMPBELL
: Son incompatibles. Pero la lealtad no te prohibe tener una relación afectuosa, incluso de amor, con otra persona del sexo opuesto. El modo en que las novelas de caballerías describen la relación que mantiene con otras mujeres el caballero que sigue leal a su propio amor, es muy tierno y sensible.
M
OYERS
: Los trovadores le cantaban a sus damas aun cuando hubiera muy poca esperanza de llegar a entablar una relación con ellas.
C
AMPBELL
: Sí.
M
OYERS
: Dime, ¿la mitología dice algo sobre si es mejor haber amado y perdido?
C
AMPBELL
: La mitología, en términos generales, no se ocupa del problema del amor personal, individual. Uno se casa con quien puede casarse, ya sabes. Si perteneces al clan, entonces te casas con éste y no con aquél, ya sabes.
M
OYERS
: ¿Qué tiene que ver entonces el amor con la moralidad?
C
AMPBELL
: La transgrede.
M
OYERS
: ¿La transgrede?
C
AMPBELL
: Sí. En la medida en que el amor se expresa a sí mismo, no se expresa según los modos de vida aprobados. Es por eso que resulta tan secreto. El amor no tiene nada que ver con el orden social: Es una experiencia espiritual más elevada que la del matrimonio socialmente organizado.
M
OYERS
: Cuando decimos que Dios es amor, ¿eso tiene algo que ver con el amor romántico? ¿La mitología ha relacionado el amor romántico con Dios?
C
AMPBELL
: Eso es lo que ha hecho, precisamente. El amor era una revelación divina, y eso es lo que lo hacía superior al matrimonio. Esa era la idea de los trovadores. Si Dios es amor, bueno, entonces el amor es Dios. Meister Eckhart dijo: «El amor no conoce dolor». Y eso es exactamente lo que quiso decir Tristán con su: «Estoy dispuesto a aceptar las penas del infierno por mi amor».
M
OYERS
: Pero estás diciendo que el amor implica sufrimiento.
C
AMPBELL
: Esa es la otra idea. Tristán estaba experimentando el amor; Meister Eckhart hablaba sobre él. El dolor del amor no es la otra clase de dolor, es el dolor de la vida. Donde está tu dolor, allí está tu vida, podríamos decir.
M
OYERS
: También tenemos ese pasaje en la Epístola a los Corintios donde san Pablo dice: «El amor lo sufre todo, lo soporta todo».
C
AMPBELL
: Es lo mismo.
M
OYERS
: Pero uno de mis mitos preferidos es la historia persa según la cual Satán fue condenado al infierno por amar tanto a Dios.
C
AMPBELL
: Sí, ésa es la idea musulmana básica de Satán como el mayor amante de Dios. Nos encontramos con infinidad de modos de pensar sobre Satán, pero éste se basa en la pregunta: ¿por qué Satán fue arrojado al infierno? La historia más habitual es que cuando Dios creó a los ángeles, les dijo que no reverenciaran a nadie más que a él. Después creó al hombre, a quien consideró una forma más elevada que los ángeles, y les pidió a éstos que sirvieran al hombre. Y Satán no quiso inclinarse ante el hombre.