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Authors: David Brin

Tags: #Ciencia Ficción

La rebelión de los pupilos (63 page)

BOOK: La rebelión de los pupilos
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—Toda esa construcción al sur de la bahía forma parte de ello ¿no? —preguntó Fiben en un arranque de inspiración—. ¿Es un plan del Suzerano para resarcirse de su error?

—Supongo que sí. —Gailet frunció los labios—. ¿Has pensado qué es ese edificio?

El pájaro de múltiples colores graznó agudamente y dio la impresión de estar riéndose de Fiben. Pero cuando éste lo miró, había vuelto su atención al serio asunto de picotear entre los imaginarios detritos del suelo de la jungla.

—Dímelo tú —Fiben volvió a mirar a Gailet.

—No estoy segura de recordar bien todo lo que dijo el Suzerano y traducirlo. Acuérdate de que estaba muy nerviosa —cerró los ojos unos instantes—. ¿Significaba algo para ti una derivación hiperespacial?

El pájaro de la pared levantó vuelo entre una explosión de plumas y hojas cuando Fiben se puso en pie de un salto. Miró a Gailet con incredulidad.

—Una ¿qué? Pero… pero eso es una locura. ¿Construyen una derivación en la superficie de un planeta? Eso no…

Entonces se interrumpió al recordar el gran bol de mármol y las monumentales plantas de energía. Sintió que le temblaban los labios y juntó las manos apretando entre sí ambos pulgares. Así Fiben recordó que oficialmente era casi igual a un hombre y que tenía que ser capaz de pensar como uno de ellos al enfrentarse con tan increíble probabilidad.

—Pero ¿para…? —susurró, lamiéndose los labios e intentando concentrarse en las palabras—… ¿para qué?

—Eso no lo tengo claro —respondió Gailet. Apenas podía oírla debido a los sonidos de la jungla imaginaria. La chima hizo con el dedo una señal en la alfombra, una señal que significaba confusión—. Creo que originariamente estaba destinado a alguna ceremonia, en caso de que hubieran encontrado
garthianos
y reivindicado sus derechos sobre ellos. Ahora el Suzerano tiene que buscar algo que justifique su inversión, encontrar otro uso para la derivación.

—Si entendí bien al líder
gubru
, quiere utilizar la derivación con nosotros.

Fiben se sentó de nuevo. Durante un buen rato permanecieron sin mirarse. Sólo se percibían los sonidos amplificados de la jungla, los colores de una luminiscente niebla que se deslizaba entre las hojas de la holográfica jungla tropical, y el inaudible murmullo de su incierto temor. El facsímil de un brillante pájaro los miró un rato más desde la réplica de una elevada rama, pero, cuando la fantasmagórica niebla se convirtió en lluvia, desplegó finalmente sus ficticias alas y levantó vuelo.

Capítulo
60
UTHALCALTHING

El
thenanio
era obstinado. Parecía no haber forma de poder comunicar con él.

Kault era casi como un estereotipo, una caricatura de su raza: brusco, franco, excesivamente pundonoroso y tan confiado que amenazaba con provocar en Uthacalthing ataques de frustración. El glifo
teev'nus
era incapaz de expresar el desconcierto del
tymbrimi
. Durante los últimos días, algo más fuerte había empezado a tomar forma en los zarcillos de su corona; algo punzante y evocador de las metáforas humanas.

Uthacalthing se dio cuenta de que empezaba a estar «resentido».

¿Qué se necesitaba para despertar las sospechas de Kault? Uthacalthing se preguntó si tendría que fingir que hablaba en sueños para dejar escapar espantosos indicios y confesiones. ¿Había algo que picase la curiosidad de la dura cabeza del
thenanio
? ¿O debía tal vez abandonar toda sutileza, escribir toda la trama y dejar las páginas a la vista para que Kault las encontrara?

Uthacalthing sabía que entre individuos de la misma especie podían darse grandes diferencias. Y Kault era un individuo anómalo, incluso para ser
thenanio
. Seguramente nunca se le ocurriría espiar a su compañero
tymbrimi
. Era difícil concebir cómo había llegado Kault tan lejos en la carrera diplomática, aun sin tener en cuenta la raza a que pertenecía.

Por fortuna, los aspectos más negros de la naturaleza
thenania
no estaban acentuados en él. Al parecer, los miembros de la facción de Kault no eran tan relamidamente mojigatos ni estaban tan convencidos de tener siempre razón como los encargados de la política del clan. Y lo malo era que, si la broma planeada por Uthacalthing llegaba a tener éxito, debilitaría aún más a esa facción moderada.

Lamentable. Pero, de todas formas, se necesitaría un milagro para que el grupo de Kault tuviera acceso al poder, se consoló Uthacalthing.

Además, dada la dirección que estaban tomando las cosas, iba a ser liberado de la obligación moral de preocuparse por las consecuencias de su pesada broma. Por el momento no había conseguido nada. Hasta entonces, había sido un viaje de lo más frustrante. Su única compensación era que, al menos, no se hallaba en una prisión
gubru
.

Se encontraban en una baja y ondulante campiña que ascendía inexorablemente hacia las vertientes meridionales de las Montañas de Mulun. El ecosistema de los llanos, de famélicas especies, iba dando paso gradualmente a un escenario algo menos monótono: árboles achaparrados y erosionadas terrazas cuyas rojizas y ocres capas de sedimento brillaban bajo la luz matutina, como si centellearan con el conocimiento secreto de días muy lejanos.

Mientras que la fatigosa caminata los acercaba cada vez más a las montañas, Uthacalthing siguió corrigiendo el rumbo, guiándose por un cierto destello azul en el horizonte: un brillo tan débil que muchas veces sus ojos no podían captarlo. Sabía a ciencia cierta que el aparato visual de Kault no detectaba aquella luz en absoluto. Así había sido planeado.

Uthacalthing abría la marcha, siempre en pos del intermitente destello, mientras vigilaba la aparición de las pistas falsas. Cada vez que localizaba una, la examinaba con atención y luego, si se trataba de pisadas, las borraba a toda prisa; si era una herramienta de piedra, la tiraba lejos del camino. Al mismo tiempo, tomaba furtivas notas y las escondía cuando veía aparecer a su compañero tras el recodo del camino.

A aquellas alturas, cualquier otro habría estado muriéndose de curiosidad. Pero Kault no. Él no.

Precisamente aquella mañana le tocó a Kault abrir la marcha. El camino los llevó a lo largo del borde de un lodoso llano, todavía húmedo por el reciente inicio de las lluvias de otoño. Allí, a plena vista, cruzando el sendero, había unas huellas que no tenían más de unas horas, dejadas por alguien que obviamente caminaba sobre dos piernas y un nudillo. Pero Kault pasó sobre ellas, husmeando el aire con esas grandes ranuras respiratorias que tenía y comentando con su atronadora voz lo fresco que era el día.

Uthacalthing se consoló pensando que aquella parte de su plan siempre había sido una conjetura aventurada. Tal vez nunca daría resultado.

Quizá no soy lo bastante inteligente. Quizá tanto la raza de Kault como la mía asignaron a sus dos tipos más obtusos como embajadores en este remoto e insignificante planeta.

Incluso entre los humanos, los había capaces de idear algo mejor. Uno de esos legendarios agentes del Concejo de Terragens, por ejemplo.

Pero cuando se desató la crisis, no había en Garth otros
tymbrimi
más imaginativos; así que tuvo que arreglárselas él solo con el mejor plan que se le ocurrió.

Uthacalthing se preguntó por la otra mitad de su broma. Estaba claro que los
gubru
habían caído en su trampa. Pero ¿hasta qué profundidad? ¿Cuántos problemas y gastos les había ocasionado? Y, lo que era más importante desde el punto de vista de un diplomático galáctico, ¿hasta qué punto habían sido avergonzados?

Si los
gubru
resultaban ser tan estúpidos y lentos como Kault…

Pero no, los gubru son dignos de confianza
, se tranquilizó.
Al menos, son diestros para los embustes y la hipocresía.
Eso los convertía en enemigos más fáciles que los
thenanios
.

Se protegió los ojos con la mano para contemplar cómo había avanzado la mañana. El aire era cada vez más cálido. Oyó un chasquido y el crujir del follaje al romperse. Kault apareció ante sus ojos, unos cuantos metros más atrás, cantando una grave canción de marcha y con un bastón en la mano para abrirse paso entre los arbustos.
Si nuestros pueblos están oficialmente en guerra, ¿por qué le resulta tan difícil a Kault notar que le estoy ocultando algo?
, se preguntó Uthacalthing.

—Hummm —gruñó el
thenanio
mientras se acercaba—. ¿Por qué nos hemos detenido, colega?

Hablaba en ánglico. Últimamente habían decidido, como distracción, practicar cada día una lengua diferente.

—Es casi mediodía —Uthacalthing señaló el cielo—. Será mejor que busquemos un sitio que nos permita salir del sol.

—¿Salir del sol? —la correosa cresta de Kault se hinchó—. Pero si no estamos en… Oh, ja, ja, ja. Una figura lobezna de lenguaje. Muy gracioso. Sí, Uthacalthing. Cuando Gimelhai alcanza el cénit, puede hacer que nos sintamos como si estuviéramos asándonos sobre su corteza exterior. Busquemos refugio.

No lejos de allí había un pequeño grupo de árboles zarzosos en un altozano. Kault abrió la marcha moviendo su improvisado bastón para apartar del camino la alta y verde vegetación.

A aquellas alturas ya se habían acostumbrado por completo a su rutina. A Kault le correspondía el duro trabajo de cavar un agujero cómodo, donde la tierra estaba más fresca. Las ágiles manos de Uthacalthing ataban la capa del
thenanio
en el lugar adecuado para que les proporcionase sombra. Descansaban apoyados en sus mochilas hasta que pasaba el calor del mediodía.

Mientras Uthacalthing sesteaba, Kault pasaba el tiempo introduciendo información en su pequeño ordenador. Recogía ramitas, bayas, fragmentos de cortezas y lo reducía todo a polvo entre sus grandes y fuertes dedos. Luego se lo acercaba a las ranuras olfativas antes de examinarlo con la pequeña colección de instrumentos que pudo salvar de la colisión de la nave.

La diligente labor del
thenanio
resultaba completamente frustrante para Uthacalthing. Sus concienzudas investigaciones sobre el ecosistema local habían pasado por alto todas las pistas que él había puesto en su camino.

Tal vez sea porque fueron puestas en su camino
, pensó Uthacalthing. El
thenanio
era un tipo sistemático. Quizá su visión del mundo le impedía descubrir aquello que no encajaba en el esquema que sus atentos estudios revelaban.

Una idea interesante.
La corona de Uthacalthing formó un glifo de agradecida sorpresa, y de pronto comprendió que el enfoque del
thenanio
no debía de ser tan difícil de manejar como él había pensado. Había asumido que era la estupidez lo que hacía a Kault impermeable a sus pistas fabricadas, pero…

Después de todo, las pistas son falsas. Mi cómplice deja pistas para que yo las «encuentre» y las «esconda».

Si Kault las ignora ¿puede deberse a que su obstinada visión del mundo sea en realidad superior? En definitiva, ha demostrado que es imposible engañarlo.

Verdadera o no, aquélla era una idea interesante.
Syrtunu
empezó a tomar forma y a tratar de elevarse, pero la corona de Uthacalthing estaba fláccida, demasiado perezosa para sostener al glifo.

En lugar de eso, sus pensamientos derivaron hacia Athaclena.

Sabía que su hija seguía con vida. Si intentaba conocer más detalles, podía incitar la detección de los aparatos psi del enemigo. Y sin embargo, había algo en aquellos indicios, en aquellas vibrantes tendencias latentes que se producían en los niveles de sensación
nahakieri
, que le indicaban que, si alguna vez se encontraba de nuevo con su hija en este mundo, ella tendría muchas novedades que comunicarle.

A fin de cuentas, hay un límite para la guía que los padres pueden ejercer sobre los hijos
, parecía decirle una suave voz mientras él flotaba medio dormido.
Más allá de esa guía, los hijos tienen su propio destino.

¿Y qué hay de los extraños que entren en sus vidas?
, preguntó Uthalcalthing a la brillante figura de su esposa, fallecida hacía tanto tiempo, que parecía flotar ante él, más allá de sus párpados cerrados.

¿Y los maridos? ellos también la influirán, como ocurrirá a la inversa. Pero nuestro tiempo está declinando.

Su rostro era tan claro… Se trataba de un sueño, semejante a los humanos, pero extraño entre los
tymbrimi
.

Era visual y el significado se transmitía por palabras y no por glifos. Un flujo de emoción le estremeció las puntas de los dedos.

Los ojos de Mathicluanna se separaron y su sonrisa le recordó aquel día en la capital cuando sus coronas se habían tocado por primera vez, deteniéndolo, dejándolo asombrado e inmóvil en medio de una calle abarrotada.

Medio cegado por un glifo sin nombre, había buscado el rastro de ella por los callejones, había cruzado puentes y pasado ante oscuros cafés, buscándola con una desesperación que iba en aumento, hasta que por fin la encontró aguardándolo en un banco, a no más de doce
sistaars
de donde la había captado por primera vez.

¿If es?
, preguntó ella con la voz de muchacha que tuvo hacía tanto tiempo.
Nos hemos influido, hemos cambiado, pero lo que una vez fuimos siempre permanece.

Uthacalthing se movió. La imagen de su esposa se agitó y luego desapareció entre oleadas de luz ondulante.

En el lugar que ella había ocupado flotaba el glifo
syullf-tha
, que significaba la alegría de un misterio aún no resuelto.

Se sentó suspirando.

Por algún motivo, Uthacalthing creyó que el glifo se dispensaría en la brillante luz diurna. Pero en aquellos momentos
syullf-tha
era mucho más que un simple sueño. Sin ningún acto volitivo por su parte, el glifo se levantó y se alejó de Uthacalthing en dirección a su compañero, el enorme
thenanio
.

Kault estaba sentado de espaldas a Uthacalthing, todavía enfrascado en sus estudios, y completamente ajeno a la transformación de
syullf-tha
, que había cambiado sutilmente para convertirse en
syulff-kuonn
. Empezó a descender despacio hacia la cresta de Kault, se posó en ella y desapareció. Uthacalthing miraba, asombrado, cuando de pronto Kault gruñó y alzó la cabeza. Las ranuras respiratorias del
thenanio
silbaron al tiempo que dejaba a un lado sus instrumentos y volvía el rostro hacia Uthacalthing.

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