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Authors: David Brin

Tags: #Ciencia Ficción

La rebelión de los pupilos (15 page)

BOOK: La rebelión de los pupilos
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Sucedió durante la noche. No lejos de allí, otros fragmentos celestes aún más ardientes habían roto piedras y provocado incendios, pero aquí el impacto había sido sólo un golpe natural.

Muchos minutos después de que decreciera el ruido explosivo de la colisión, todavía quedaban otras alteraciones. Se producían corrimientos de tierra en el precipicio contiguo y los árboles cercanos al atormentado camino crujían y se balanceaban. En el extremo del surco, el oscuro objeto culpable de ese estrago emitía chasquidos y castañeteos a medida que el metal súper-recalentado entraba en contacto con una fría bruma que procedía del valle de abajo.

Por fin las cosas se calmaron y todo empezó a adquirir normalidad. Los animales de la zona volvían a salir de sus escondites. Unos pocos incluso se aproximaban para husmear con aversión el objeto caliente, y luego se alejaban para enfrentarse con un asunto más serio, el de vivir un día más.

Fue un mal aterrizaje. En el interior de la vaina de escape, el piloto no se movió. Transcurrió esa noche y todo el día siguiente sin que se apreciara ningún tipo de movimiento.

Finalmente, con una tos y un sordo gruñido, Fiben despertó.

—¿Dónde? ¿Qué? —profirió con voz ronca.

Su primer pensamiento coherente consistió en advertir que había hablado en ánglico.
Eso está bien
, consideró aturdido.
Entonces es que el cerebro no ha sufrido daños.

La habilidad de un neochimpancé para utilizar el lenguaje era su posesión más crucial y podía perderse con mucha facilidad. La afasia del habla era una buena manera de ser reevaluado y hasta registrado como genético en período de prueba.

Como era natural, se habían enviado muestras del plasma de Fiben a la Tierra y quizás era demasiado tarde para anularlas, pero ¿le importaba realmente ser re-evaluado? ¿Le había preocupado nunca de qué color era su carnet de procreación?

O, al menos, no le preocupaba más que a cualquier chimp normal.

Ah, así que ahora nos ponemos filosóficos. ¿Retrasando lo inevitable? No te pongas nervioso, Fiben, viejo chimp. ¡Muévete! Abre los ojos. Pálpate. Asegúrate de que todo lo tienes en su sitio.

Muy fácil de decir pero muy difícil de hacer. Fiben gruñó al levantar la cabeza. Estaba tan deshidratado que separar los párpados fue como intentar abrir un cajón oxidado.

Al final consiguió entreabrir los ojos. Vio que las pantallas protectoras contra la luz estaban resquebrajadas y con regueros de hollín y que unas gruesas capas de suciedad y vegetación chamuscada se habían pegado a ellas debido a una lluvia ligera caída en algún momento después de la colisión.

Fiben descubrió uno de los motivos de su desorientación: la cápsula estaba inclinada más de cincuenta grados. Manipuló con torpeza los cinturones de seguridad hasta que se soltaron y se desplomó contra el reposabrazos. Reunió un poco de fuerza y luego golpeó la atorada escotilla, murmurando roncas maldiciones hasta que el cierre cedió y se abrió lanzando una lluvia de hojas y piedras pequeñas.

Siguieron varios minutos de estornudos secos para terminar con la cabeza colgando por fuera de la escotilla y respirando hondo.

—Venga —murmuró Fiben para sí apretando los dientes—. Vamos a salir de aquí. Se impulsó hacia arriba.

A pesar del insoportable calor de la superficie externa de la cápsula y las quejas de sus heridas, se deslizó con desespero por la abertura, girando y buscando un punto en donde apoyar el pie. Sintió el sucio y bendito suelo, pero cuando se soltó de la escotilla, su tobillo izquierdo se negó a sostenerlo. Cayó dándose un doloroso golpe.

—¡Ay! —gritó Fiben. Pasó una mano debajo de su cuerpo y sacó un afilado palo que había horadado sus pantalones de vuelo. Lo miró unos momentos antes de echarlo a un lado y luego cayó sobre el montón de escombros que rodeaban la cápsula.

Frente a él, la luz del alba mostraba el borde de un profundo precipicio. Abajo, a lo lejos, se oía el rumor de una corriente de agua.

Uf
, pensó, absorto al borde del desfallecimiento.
Unos cuantos metros más y ahora no me sentiría tan sediento.

Con el sol naciente, la ladera de la montaña que había al otro lado del valle se veía muy diáfana y en ella podían distinguirse estelas humeantes en los lugares en que habían caído piezas más grandes de desechos espaciales.

¡Bravo por la vieja Procónsul!
, pensó Fiben. Siete mil años de servicio leal a medio centenar de antiguas razas galácticas para terminar estrellada sobre un planeta menor, pilotada por un tal Fiben Bolger, pupilo semientrenado de una milicia de lobeznos. ¡Qué final tan indigno para un guerrero tan valiente y antiguo!

Pero, después de todo, él había sobrevivido a la patrullera. Al menos, por un rato.

Alguien dijo una vez que un buen baremo para medir la sensitividad consistía en ver cuánta energía utilizaba un sofonte en asuntos que no fueran la propia supervivencia. El cuerpo de Fiben parecía un trozo de carne a medio asar y sin embargo encontró fuerzas suficientes para sonreír. Había caído desde una distancia de dos millones de millas y quizá viviría para poder contar lo ocurrido a unos nietos sabihondos con dos generaciones más de Elevación.

Palmeó el chamuscado suelo que lo rodeaba y rió con la boca reseca por la sed.

—¡Largo de aquí, Tarzán!

Capítulo
14
UTHACALTHING


… Estamos aquí como amigos de la Tradición Galáctica, como protectores de la propiedad y el honor, para hacer cumplir la voluntad de los más antiguos que encontraron el Camino de las Cosas hace tanto tiempo…

Uthacalthing no dominaba demasiado el galáctico-Tres, por lo cual utilizaba su secretario portátil para registrar el Manifiesto de Invasión
gubru
y poder estudiarlo más tarde. Escuchaba sólo con medio oído mientras se dedicaba a completar el resto de sus preparativos.

…sólo con medio oído…
Su corona emitió un destello de diversión al darse cuenta de que había utilizado esa frase en sus pensamientos. En realidad, ¡la metáfora humana le producía picor en los oídos!

Los chimps cercanos tenían sus receptores conectados a la traducción en ánglico, emitida también desde las naves
gubru
. Era una versión no oficial del manifiesto ya que el ánglico estaba considerado una lengua de lobeznos, inadecuada para la diplomacia.

Uthacalthing formó
l'yuth'tsaka
, el equivalente aproximado de pan-y-pipa y abucheo para los invasores. Uno de sus ayudantes neochimpancés lo miró con expresión de asombro.
El chimp debe de tener algún don psi latente
, pensó el embajador. Los otros tres peludos pupilos se tumbaron bajo un árbol a escuchar las teorías de la armada invasora.

—…
siguiendo el protocolo y todas las Normas de la Guerra, ha sido enviado un escrito a la Tierra explicando nuestros motivos de agravio y nuestras exigencias para enmendar…

Uthacalthing colocó un último sello en su sitio sobre la compuerta de la Reserva Secreta Diplomática. La estructura piramidal se alzaba sobre un acantilado que dominaba el Mar de Cilmar, un poco al sudoeste de los demás edificios de la embajada
tymbrimi
. Fuera, en el océano, todo parecía agradable y primaveral. Incluso ese día, pequeños botes de pesca surcaban las plácidas aguas, como si el cielo no retuviera nada hostil fuera de las salpicadas nubes.

Sin embargo, en el otro lado, detrás de una pequeña arboleda de hierbagrande Thula, trasplantada de su mundo nativo, la cancillería y las dependencias oficiales estaban vacías y abandonadas.

Estrictamente hablando, podría haber permanecido en su puesto. Pero Uthacalthing no deseaba confiar en la palabra de los invasores acerca de que respetaban todas las Normas de Guerra. Los
gubru
eran famosos por interpretar la tradición según su propia conveniencia.

Y de todos modos, ya había trazado sus planes.

Uthacalthing terminó el sellado y salió de la Reserva Diplomática. Situada fuera de la embajada, cerrada herméticamente y vigilada, estaba protegida por millones de años de tradición. La cancillería y los demás edificios de la embajada podían ser cotos no vedados, pero el invasor tendría que aportar una excusa muy satisfactoria para irrumpir en este sacrosanto depósito.

Uthacalthing, sin embargo, sonreía. Tenía confianza en los
gubru
.

Después de retroceder unos diez metros se concentró y formó un glifo sencillo, proyectándolo hacia la cúspide de la pirámide, donde un pequeño globo azul giraba sin ruido. El guardián se iluminó de repente y dejó escapar un audible murmullo. Entonces Uthacalthing se volvió, aproximándose a los chimps que lo esperaban.


…considerado nuestro primer agravio el que la raza pupila de los terrestres, formalmente conocida como tursiops amicus, o «neodelfín» ha hecho un descubrimiento que no comparte. Se dice que este descubrimiento puede acarrear importantes consecuencias a la sociedad galáctica.

»
¡El clan de los gooksyu-gubru, como protector de la tradición y la herencia de los Progenitores, no será excluido! Tenemos el legítimo derecho de tomar rehenes para obligar a esas criaturas acuáticas semiformadas y a sus tutores lobeznos a que divulguen la información que atesoran…

Un pequeño rincón de los pensamientos de Uthacalthing se preguntó qué debía de haber descubierto la otra raza de pupilos más allá del disco galáctico. Suspiró con vehemencia. Tal como funcionaban las cosas en las Cinco Galaxias, tendría que emprender un largo viaje por el nivel-D del hiperespacio y aparecer a un millón de años del presente para poder enterarse de toda la historia. Para entonces, ya sería, por supuesto, una vieja historia.

En realidad, lo que había hecho el
Streaker
para provocar la presente crisis apenas importaba. El Gran Consejo
tymbrimi
había calculado que, de todas formas, iba a producirse algún tipo de explosión en los siglos venideros. Los terrestres se las habían apañado para que ocurriera un poco antes, eso era todo.

Para que ocurriera un poco antes…
Uthacalthing buscaba la metáfora apropiada. ¡Era como si un niño se escapase de su cuna, fuera a gatas hasta la madriguera de la bestia Vl'Korg y le diera una bofetada en pleno hocico!


…como segundo agravio, y la causa precipitadora de nuestra intervención, es nuestra fuerte sospecha de que se están dando irregularidades en el proceso de Elevación en Garth.

«
En nuestro poder obran pruebas de que la especie semisapiente conocida como neochimpancé está recibiendo una dirección incorrecta por parte de sus tutores los humanos y de sus aliados, los tymbrimi…
».

¿Los tymbrimi, aliados incorrectos? Oh, criaturas pajariles, pagaréis caro vuestros insultos
, se prometió Uthacalthing.

Los chimps corrieron hacia él y le hicieron una reverencia. El
syulff-kuonn
brilló unos instantes en los extremos de su corona al tiempo que les devolvía el gesto.

—Me gustaría enviar unos mensajes. ¿Me prestaríais ese servicio?

Todos asintieron. Era obvio que los chimps estaban incómodos los unos con los otros porque procedían de capas sociales distintas.

Uno vestía con orgullo el uniforme de oficial del ejército. Otros dos llevaban vistosa ropa civil. El último, que era el más modestamente vestido, ostentaba una especie de visor en el pecho con una hilera de teclas a ambos lados, con lo cual podía la pobre criatura producir algo parecido al lenguaje. Ése estaba un poco rezagado y alejado de los demás y apenas si levantaba la vista del suelo.

—Estamos a su servicio —dijo el joven y pulcro teniente. Parecía por completo indiferente a las agrias miradas que los dos civiles, con sus trajes ostentosos, le dirigían.

—Eso está bien, joven amigo. —Uthacalthing cogió al chimp por el hombro y le tendió una pequeña caja negra—. Por favor, entrega esto a la Coordinadora Planetaria Oneagle, con mis saludos. Dile que tengo que retrasar mi partida hacia el refugio, pero que espero verla pronto.

En realidad no estoy mintiendo
, se dijo Uthacalthing.
¡Bendito sea el ánglico y su maravillosa ambigüedad!

El teniente chimp tomó la caja y saludó de nuevo al embajador con el ángulo de inclinación correcto que demostraba el respeto de un bípedo hacia un tutor aliado más antiguo. Sin mirar siquiera a los otros, salió corriendo a montarse en su moto-correo.

Uno de los civiles, pensando que Uthacalthing no lo oiría, le susurró a su vistosamente vestido compañero:

—Espero que el pelotillero del carnet azul se caiga en un charco de lodo y que su brillante uniforme quede empapado.

Uthacalthing fingió no enterarse. A veces prefería fingir creer que el oído
tymbrimi
era tan malo como su vista. —Esto es para vosotros —les dijo a los de la ropa ostentosa, dándoles una bolsita a cada uno. El dinero que había en su interior eran galMonedas, cuyo origen era imposible averiguar, incuestionables durante períodos de guerra y disturbios ya que estaban respaldadas por las tablas de la Gran Biblioteca.

Los dos chimps se inclinaron ante Uthacalthing, tratando de imitar la precisión del oficial. Tuvo que contener una carcajada de satisfacción ya que había notado que sus
foci
, los centros de conciencia de los chimps, se habían concentrado en la mano que sostenía la bolsa, ajenos a todo lo demás.

—Id, pues, y gastadlo como queráis. Os doy las gracias por los servicios que me habéis prestado.

Los dos miembros del pequeño submundo delincuente de Puerto Helenia se volvieron y desaparecieron a toda prisa por la arboleda. Como diría otra metáfora humana, desde que había llegado allí, ellos habían sido «su mano derecha» y ahora sin duda consideraban terminada su labor.

Y gracias por lo que estáis a punto de hacer
, pensó Uthacalthing. Conocía bien a ese grupo concreto de chimps marginales. Gastarían todo el dinero y pronto anhelarían tener más. Dentro de pocos días, sólo habría una fuente de dicha moneda.

Uthacalthing estaba seguro de que pronto tendrían nuevos jefes.


…hemos venido como amigos y protectores de los presensitivos, para ver si reciben una dirección adecuada y formar parte de un clan digno…

Sólo quedaba un chimp, que trataba de estar lo más quieto que podía pero que se movía nerviosamente y sonreía con ansiedad.

BOOK: La rebelión de los pupilos
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