—¿Y lo de
Thriller
…?
—Michael Jackson ya no era el pequeño de los Jackson 5. Había crecido. Pocos niños logran mantener la voz cuando se hacen mayores, pero él no solo la mantuvo, sino que maduró como músico y persona hasta convertirse, para mi gusto, en el artista completo, capaz de componer, cantar, bailar, ofrecer el gran espectáculo de los años ochenta.
Dejando aparte sus excentricidades, sus tres álbumes básicos,
Off the Wall, Thriller
y
Bad
, son muestras absolutas de genio y talento. La MTV no quería programar vídeos de artistas negros, ¡racismo, como en los cincuenta!, y tuvo que rendirse con él. «Hubo un antes y un después de eso y marcó la tendencia final hacia el AOR en Estados Unidos.
—Adult Oriented Rock —le explicó Juanjo a Valeria—. Rock orientado por y para adultos.
—La música se había hecho adulta, el rock ya era mayor —continuó Lester—.
Hablamos de Estados Unidos. Los que en los años sesenta eran adolescentes, con veinte años más eran ejecutivos, yuppies, tipos de entre treinta y cinco y cuarenta y cinco años, con poder adquisitivo, nivel, conocimientos. Así que la música se acomodó y se hizo endogámica. Solo faltó la aparición del sida, extendido entre 1981 y 1982. ¡Sé monógamo, no tengas relaciones sexuales antes de casarte, no seas promiscuo y, sobre todo, no seas gay! —Levantó las dos manos para dar mayor énfasis a sus palabras—.
Que en medio de esa tendencia creciera la música más violenta y racial fue todo un desafío.
—¿Qué artistas triunfaron en ese tiempo?
—Tina Turner emergió como rockera; Phil Collins triunfó al margen de Genesis; Stevie Nicks, al margen de Fleetwood Mac; Lionel Ritchie, ya fuera de los Commodores; Sting, sin Police; Stevie Winwood, solo… Las megaestrellas de los ochenta fueron Michael Jackson, Madonna, U2, Prince, Whitney Houston y Sting. De Michael y Sting ya hemos hablado. Madonna fue quizá la tía más inteligente del rock surgida en los ochenta. En un universo machista, ella más o menos dijo: «¿Queréis sexo, marcha? Vale, pero cuando yo quiera y como quiera». Lo que provocaron sus vídeos fue memorable.
¿Qué más puede pedirse? A finales de los ochenta Whitney Houston pudo haber sido su rival pero perdió la voz al dar a luz unos años después y le costó regresar. Prince era carismático y genial. Autor, cantante, músico, productor, investigador constante de sonidos, actor… Debutó a los dieciocho años y tiene una discografía tan completa como radical, siempre incansable. Por último llegamos a U2, sin duda la última gran banda de la historia, la única capaz de llenar estadios en el siglo XXI con noventa mil personas por concierto.
—Lo dices porque son irlandeses como tú.
—Lo digo porque Bono y The Edge son la leche, chaval. —Se hizo el ofendido—.
Aparecieron como grupo en 1980, cuando eran unos críos, pero ya con una música y un sonido propios. —Le miró con mala uva—. En la segunda mitad de los ochenta volvieron un sinfín de pequeñas modas o tendencias, el pospunk, el indie, el jangle, el power pop, el hardcore, el rock alternativo, el lo-fi… —Acentuó todavía más el tono de la mirada—. ¿A que te he pillado? ¿A que no tienes ni idea de lo que es eso del jangle o el lo-fi?
—Pues no.
—Me encanta demostrar lo listo que soy. —Hizo memoria, ordenó sus pensamientos y comenzó—: El fenómeno indie se extendió rápido para aglutinar esas pequeñas esencias repartidas por doquier. Por ejemplo el jangle. La expresión venía de un verso de «Mr. Tambourine Man» de Bob Dylan, de difícil traducción al español: «In the Jingle-Jangle Morning». Hace referencia a la intensa musicalidad de instrumentos, voces y armonías. El gran grupo del jangle es REM. El jangle tuvo el apelativo de «nuevo rock americano». O sea que ya hemos llagado a la llamada «música alternativa». El jangle precedió al grunge de comienzos de los años noventa. En el otro extremo del pop estaba el hardcore.
—Violencia pura —comentó Juanjo.
—Bueno —reflexionó Lester—, toda música a la que se adhiera el término
core
equivale a frenético, rápido. El hardcore era turbulento, derivado del punk. Nació en California, se disparó en la costa Este de Estados Unidos y llegó a Inglaterra muy rápido, pero nunca gozó de la simpatía de los medios. Era blanco, seudofascista. Con el tiempo hubo un trash-metal, un death-metal y se llegó al speedcore, ruido blanco, aún más rápido. Como grupo triunfante del hardcore aparecen los Beastie Boys. Al hardcore le siguió el emocore y el slowcore. Emo por
emotion
, emoción, que compensaba la violencia con un toque melódico, y el slowcore que ya te sumergía en lo fúnebre porque era depresivo de cagarse. Todo lo que no era popular, no salía en la tele ni en los medios, se llamaba alternativo, un enorme cajón de sastre.
—O sea que el término new wave ya no contaba —dijo Juanjo.
—Desapareció antes de que se llegara a mediados de los ochenta. Entre 1984 y 1985
bullían ya el AOR, el primer rap, la música de baile, el despuntar del house… En Estados Unidos el rock alternativo se cimentó en las pequeñas compañías, por esa vía pasaron muy buenos nombres que hicieron carrera después: 10.000 Maniacs, Sonic Youth, Smashing Pumpkins, Green Day, Cranberries, Red Hot Chilli Peppers, los primeros pregrunge que fueron Soundgarden… En Inglaterra el rock alternativo fue más comercial. Si REM fue el líder de la corriente norteamericana, los Smiths de Morrissey lo fueron de la británica.
—He oído hablar del Madchester Sound, con d —dijo Juanjo.
—Se han hecho incluso películas de ese movimiento:
24 hour party
de 2002 es la mejor.
El club The Hacienda, el sello Factory y el empresario Tony Wilson fueron los motores.
Stone Roses y Happy Mondays lideraron el proyecto, aunque duraron muy poco por problemas de contratos, drogas… La historia de siempre. Lo último de lo que vale la pena hablar, aunque solo sea como curiosidad, es el lo-fi,
low fidelity
, baja fidelidad.
Cualquier maqueta grabada en precario por un grupo novato en su local de ensayo tiene baja fidelidad. De pronto algunos grupos lanzaron discos así, tal cual, y el lo-fi se hizo marca.
—¿Y los hechos relevantes de esos años? —preguntó Valeria.
—Los discos y festivales benéficos. El más gigantesco, el Live Aid, para paliar la hambruna en África. En 1985, por iniciativa de Bob Geldof, exlíder de Boomtown Rats, se organizaron en el Wembley Stadium de Londres y en el JFK Stadium de Philadelphia dos macroconciertos de un día de duración y transmitidos al mundo entero. Fue una sensación. Ya antes los mejores artistas ingleses habían grabado en la Navidad de 1984
el tema «Do They Know It’s Christmas?», que fue el disco más vendido en el país hasta entonces. La réplica norteamericana la dieron Michael Jackson y Lionel Ritchie reuniendo a la mayor cantidad de estrellas jamás vista en torno a «We Are the World».
Ésa fue la canción del año y de la década. Cinco mil emisoras del mundo entero la radiaron a la misma hora el 5 de abril. Tras eso hubo una oleada de conciertos benéficos por cualquier tema o para conmemorar fechas, hasta que en 1988 se produjo la célebre gira a beneficio de Amnistía Internacional en el cuadragésimo aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos, con Springsteen, Peter Gabriel, Sting…
¿Hablamos de rap y de música electrónica?
Por primera vez querían escapar de allí, estar solos, refugiarse en el local de ensayo, tocarse y sentirse para mantener el efecto de aquella sorpresa llamada amor y hacerla real, pero sabían que las charlas, la historia, llegaba ya a su fin, y que buscar una excusa no solo sorprendería a Lester, sino que quizá le haría disgustarse.
Así que siguieron sentados.
Juanjo puso el mejor de sus empeños en dar consistencia a su voz al preguntar:
—¿Rap ya, en los ochenta?
—El primer rap conocido es de 1979 —disparó Lester—. En plena fiebre de la música disco un grupo de Nueva Jersey llamado Sugarhill Gang, formado por tipos negros, grabó «Rapper’s delight». La base rítmica era la del tema «Good times» de Chic y en lugar de cantar hablaban imprimiéndole ritmo a la voz. A eso se le llamó «rapear», y a lo de robar bases, «samplear». Primero fue una curiosidad y luego… el
boom
de las discotecas lo convirtió en un estilo con entidad propia. A mediados de los ochenta el rap era todo un éxito y en los noventa ya se convirtió en el género más fuerte y más importante de la población ne… afroamericana en Estados Unidos. El papel del afroamericano en su país también era todavía complicado. A los actores negros no se les daban Óscar en Hollywood y el presidente Reagan les recortó todo tipo de ayudas, había más ciudadanos negros en las cárceles que en las universidades… El rap volvió a ser la voz del gueto. Ese combate generó violencia. La fuerza de la palabra siempre ha sido notable. Envuelta en música es un dardo envenenado. Pronto hubo canciones consideradas «peligrosas» y artistas «poco recomendables», se impuso el etiquetado de los discos con marcas tipo «contiene expresiones explícitas», por no decir directamente
«tacos», sin olvidar el machismo, tema nada baladí en ese contexto.
—Dijiste que el rap fue neoyorquino.
—Primero el Bronx y después Brooklyn, dos de los barrios de Nueva York, sí. James Brown, Isaac Hayes o Gil Scott-Heron por la parte negra y Lou Reed por la parte blanca, en cierto modo, eran un ejemplo. «Rapper’s delight» mostró el camino: canciones sencillas, rimas fáciles, uso del
slang
, o sea el lenguaje popular callejero, bajos y percusiones mantenidas y ritmo monocorde. También la estética contó. En los setenta los negros usaban un tipo de peinado enorme, como una bola a modo de casquete.
Ahora se impuso el corte al cero, con palabras esculpidas en él, la ropa chillona y, con los años, varias tallas mayor. Una moda que, por cierto, viene de las cárceles, porque allí no dejan usar cinturones y todos llevan los pantalones caídos —tras el inciso hizo memoria—. El segundo grupo importante fue Grandmaster Flash & The Furious Five, a los que luego se unió la cantante Melle Mel. Debutaron en el mismo 1979 que Sugarhill Gang pero su primer hit lo lograron en 1982, aunque no en Estados Unidos, sino en Inglaterra. Fue «The message». A mediados de los ochenta el rap era un subgénero ignorado por los
mass media
. Para los blancos era aburrido, monótono. Pero los negros veían en él algo mucho más propio. Salieron raperos como setas. Siguiendo con la estela de Sugarhill Gang y Grandmaster, llegaron Kurtis Blow y Afrika Bambaataa, un tipo muy comprometido socialmente, disc-jockey y cantante. Fue uno de los cuarenta y nueve artistas del movimiento Artists United Against Apartheid que luchó contra el régimen racista de Sudáfrica. ¿Recuerdas que al hablar del rock alemán te dije que Kraftwerk era una influencia para el rap? Pues aquí estamos. No solo usó a Kraftwerk, sino también a Tangerine Dream.
—Pero ¿cómo los usó?
—Afrika fue pionero junto a Grandmaster en el empleo del
scratching
, es decir, el uso de discos de vinilo y uno o dos platos para hacerlos girar adelante y atrás a voluntad, en breves ráfagas, e «inventar» una base musical sobre la que rapear. Hacer sonar un disco al revés se denomina
spinback
. El seudónimo MC, Master of Ceremonies, el presentador y animador de una discoteca, sería utilizado por otros muchos cantantes algo más tarde, como MC Hammer. Como disc-jockey e intérprete, Afrika Bambaataa fue una factoría de la que salieron otras formaciones. Aportó también uno de los temas clave de esta historia rap/hip-hop, «Planet rock», heredero directo del «Trans-Europe express» de Kraftwerk. Y con él nació el electro-funk. ¿Captas ahora la fusión y su trascendencia?
Volviendo al
scratching
, fue una revolución que permitió crear nueva música procedente de la vieja, aunque fuera «pirateando» los discos, obviamente. La palabra
scratch
equivale a «rayar».
—Has dicho que al rap le costó ser reconocido.
—Aparecieron LL Cool J, los Beastie Boys, un trío de blancos reciclados del hardcore, y Run-D.M.C., los primeros en conseguir un disco de oro para el nuevo género. Cuando los mismísimos Aerosmith grabaron un tema con ellos, fusionando rock y rap, fue todo un respaldo. A finales de los ochenta los raperos ya eran mayoría en el mundo musical negro, MC Hammer, Ice Cube, Ice-T… También apareció el primer blanco, Vanilla Ice.
De hecho, Hammer y él fueron bautizados como rap-pop.
—Todo lo de las guerras de bandas entre la costa Este y la Oeste… —Juanjo vaciló.
—Public Enemy fueron los primeros raperos gangsta, combativos y radicales. Los gangsta eran la versión musical de los pandilleros callejeros. La violencia de sus letras y los escándalos que marcaron su carrera fueron determinantes. Peor fue 2 Live Crew. En 1989 la PMRC, Parents Music Resource Center, y un juez evangelista los denunciaron por obscenos. Por primera vez en Estados Unidos se reclamaba que un disco fuera prohibido. El caso acabó siendo una bomba internacional porque iba a sentar jurisprudencia y se iba a poner un límite a las estrellas de la música. El disco
As Nasty As
They Wanna Be
fue el primero en llevar pegada en su portada la etiqueta advirtiendo del contenido de las canciones. Desde este momento todos los discos demasiado
«explícitos» tenían la obligación de advertirlo. ¿Qué me habías preguntado? ¡Ah, sí, lo de las guerras! Bueno, la música se convirtió una vez más en la enseña negra, pero para contrarrestar la violencia usaron la violencia. Denunciaban injusticias sociales, defendían la autoestima de los afroamericanos, pero las fórmulas eran tan xenófobas como las de los blancos. De la misma forma que se relacionó marihuana con hippies, LSD con psicodelia o cocaína con las guitarras puras de la costa Oeste en los setenta, al rap se le relacionó con el crack, la droga que hizo estragos en ese tiempo. El crack fue una variedad de la cocaína de efectos muy rápidos aunque breves, bajo coste y muy adictiva. Con todo este potaje tenemos a Nueva York, en la costa Este, erigiéndose en adalid del rap, pero era justo en la otra costa, la Oeste, donde había más bandas callejeras, con epicentro en Los Ángeles. La guerra entre las dos costas acabó siendo azuzada por la prensa y por las declaraciones de los líderes raperos. Según los californianos, ellos eran más duros. Según los neoyorquinos, ellos eran auténticos.