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Authors: Jordi Sierra i Fabra

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

Sonidos del corazon (26 page)

—Bruce Springsteen.

—¿Ya llega el Boss?

—Llegó en 1973, pero no fue hasta su tercer elepé, en 1975, cuando dio el gran salto y se convirtió en una leyenda. Él y su banda, la E Street Band. Ese álbum fue
Born on the
Run
. Poco más se puede decir de él, porque es uno de los grandes-grandes, a un peldaño de los Beatles, Dylan…

—Espera, espera, ¿cómo surgió alguien tan potente?

—La CBS buscaba al «nuevo Dylan», por eso sus dos primeros elepés se quedaron a medio camino. Todo cambió con el tercero. Pero es que además sus directos eran alucinantes, tres, cuatro horas de música en vivo. El tipo daba entonces la tira, ¡más de cien al año, uno cada tres días! ¡Ahí se forjó de verdad! El día que Jon Landau, su mánager, le descubrió, pronunció una frase que ya es leyenda: «He visto el futuro del rock». —Soltó un bufido, entrechocó sus manos y dijo—: Venga, vamos a hablar del rock alemán.

Capítulo 48

Has oído algo de Tangerine Dream, Klaus Schulze, Kraftwerk…? —le preguntó Lester a Juanjo.

—Algo sí, pero hace años. No me interesó mucho.

—¿Por qué?

—Bueno, es música electrónica y yo soy guitarra de rock.

—Mal hecho —le reprochó—. Las posibilidades que abrió el rock alemán no se reducen tan solo a la electrónica. Merecen ser destacadas y situadas en su contexto, así que preparaos para un rollo histórico.

Valeria se puso cómoda, encantada. Juanjo le dirigió una mirada de reojo y se le antojó, de pronto, lo más bonito que hubiera visto en la vida.

Casi se quedó sin aliento.

Arrebatado.

—En enero de 1973, el Mercado Común Europeo pasó de tener seis miembros a nueve. La cerrada Gran Bretaña se abría por fin a esa Europa a la que por lo general siempre había dado la espalda. Los holandeses Focus fueron el número uno de los grupos revelación, pero en la lista ya se incluían Tangerine Dream, Amon Duul II, Kraftwerk y Can. Así que a lo largo de 1973 y 1974 el flujo ya no cesaría. Rápidamente las compañías discográficas empezaron a buscar sus bandas de rock alemán, y también holandés, sueco o italiano. Eso sí, había que cantar en inglés, aunque, siendo ésta la segunda lengua de los países del norte de Europa, ningún problema. España, con la dictadura en sus estertores, seguía fuera de onda salvo por esporádicas incursiones de genios como Paco de Lucía, que con el tiempo haría discos memorables con John McLaughlin, Al DiMeola… Volviendo a ese alud de grupos europeos, de Suecia surgió Abba, que tras ganar el festival de Eurovisión de 1974 se convirtió en un fenómeno global hasta ser un grupo de culto en medio mundo. Vendieron cien millones de discos en menos de diez años. Tanto es así que el gobierno inglés tuvo que bloquear sus cuentas para que no se llevaran el dinero a Suecia. De Francia poco, el virtuoso de los teclados Jean Michel Jarre, el grupo Magma, el bretón Alan Stivell… De Italia llegaron grupos en oleadas. Emerson, Lake & Palmer habían creado su sello discográfico, Manticore, y a través de él lanzaron a Premiata Fornería Marconi primero y a Banco del mutuo Soccorso después, más algún solista diferente, como Franco Battiato. Hubo otros países que tuvieron a su estrella, el grupo Omega en Hungría, el teclista Isao Tomita en Japón…

—¿Y en España nada de nada?

—Tampoco estuvimos a cero, hombre. Un empresario llamado Gay Mercader empezó a traer por fin a grandes figuras internacionales. King Crimson fue el primero en 1973. Luego pasarían, principalmente por Barcelona, Genesis, Chicago, Santana, los Rolling Stones o Emerson, Lake & Palmer. En 1969 la llamada «música progresiva»

había disparado por fin a una generación de jóvenes músicos en Barcelona y Sevilla. A nivel internacional, Fernando Arbex, exbatería de Los Brincos, triunfó con su nuevo grupo, Barrabás, y Mocedades con «Eres tú». Habría de pasar casi una década hasta que la «movida» madrileña sentara unas nuevas bases ya con Franco criando malvas.

—Así que de todo eso, lo mejor fue el rock alemán.

—Sí —dijo Lester—. No olvidemos que esos mismos alemanes eran hijos de Wagner y muchos grandes compositores. ¿Por dónde encontraron una vía propia? Por la electrónica. Los primeros grupos alemanes no intentaron copiar el rock and roll, sino ahondar en él. Fue un sentimiento global y una respuesta a lo que estaba sucediendo en el país. En primer lugar aparecieron las comunas. Alemania había sido nazi, había desencadenado dos guerras, había masacrado a seis millones de judíos. Los jóvenes buscaban desengancharse de todo ese peso. En segundo lugar, los grupos. En el Festival Essen Song Tagen de 1968 debutaron grupos desconocidos, entre ellos Tangerine Dream y Amon Duul, que rápidamente se hicieron escuchar y crecieron. Apareció el sello discográfico Ohr, la primera compañía alternativa alemana. Allí debutaron los Dream, Klaus Schulze, Guru Guru, Ash Temple y Embyro. Un segundo sello, Pilz, precedió a la escisión de Ohr, cuando dos de sus ejecutivos se fueron para impulsar Brain. Esta compañía descubrió a Neu y Cluster. También se crearon estupendos estudios de grabación. En 1972 el fenómeno resultaba imparable y las compañías inglesas y estadounidenses ficharon a los mejores grupos para el mercado internacional.

—¿Por qué la mayoría utilizó los teclados como instrumento principal?

—El pilar de la revolución sónica alemana es Karlheinz Stockhausen. Él creó el vínculo hombre-máquina y exploró las posibilidades de la vanguardia musical. Él se movía en círculos de vanguardia alemanes y franceses, fue influenciado por Pierre Boulez, el gran compositor y director. Pero salvo Tangerine Dream o Kraftwerk, que se dedicaron a los teclados, otros exploraron distintos límites. Passport o Embyro fueron jazzísticos, Popol Vuh se decantó por el exotismo oriental, Klaus Schulze optó por investigar, Floh de Cologne estaba muy politizado… Términos como «música planeadora» o «música cósmica», por los fondos de teclado, se hicieron populares.

Kraftwerk, tocando como autómata, de uniforme, fue el gran referente de la música electrónica. Los pioneros del hip-hop los tomaron como referencia.

—¿Negros haciendo hip-hop con influencias de rock alemán?

—Pues sí. Ya lo verás cuando hablemos de ello. El rock alemán fue un vendaval muy importante a mediados de los setenta.

—Debió de ser la primera vez que todo un país aporta algo a la música, porque siempre son ciudades, Liverpool, San Francisco, Nueva York, Seattle más adelante con el grunge…

—Tu apreciación es precisa pero incorrecta. En esos mismos días apareció otro fenómeno importante en Estados Unidos, y no partió de una ciudad, sino de todo el sur del país. Fue el rock sureño, que también tuvo su espacio. Nació en estados como los de Georgia o Alabama, en ciudades como Macon o Atlanta. La primera gran banda fue Allman Brothers Band, con Duane Allman a la guitarra. Dos compañías discográficas se responsabilizaron de ese
boom
, Capricorn y Sounds of the South.

—¿Qué diferenciaba al rock sureño del rock en general?

—Procedía del folk rural, mezclaba guitarras duras con el
steel guitar
, violines, acordeones, banjos… Primero los Allman, después la Marshall Tucker Band y los definitivos Lynyrd Skynyrd de Ronnie van Zant con su himno «Sweet home Alabama».

En la misma perspectiva histórica encontramos el
rock
degeneration
.

—¡Jope! —Juanjo fue comedido.

—Otra definición que no conoces, ¿eh? Así se bautizó a unos pioneros como New York Dolls o incluso a Kiss. Había que etiquetarlo todo. Después del glam y antes del punk, New York Dolls fue pionero en el maquillaje hortera. Padre putativo de Marilyn Manson mucho después. Kiss actuaba vestido estrafalariamente, pero se convirtió en una de las grandes bandas norteamericanas de la mano de su líder, Gene Simmons, que vomitaba sangre en escena o se montaba unos espectáculos demenciales. Y antes de seguir con la historia, me gustaría hacer un paréntesis para comentar algo al margen.

—¿Qué es? —inquirió Juanjo.

—El factor espiritual.

—¿Religión?

—Pues ya ves, sí. En todo tiempo de crisis aparecen fuerzas externas que de alguna forma inciden en lo que pasa. Es normal que haya música más comercial, es normal que se produzcan cambios radicales… y en el fondo el ser humano, cagueta él, acaba buscando en sus creencias o en el más allá, del color que sea y del signo que resulte, una esperanza que le ayuda a sobrellevarlo todo. Muchos grandes músicos, algunos con carreras sumergidas en drogas o borracheras o a la caza de respuestas para sus angustias, buscaron la redención vía Dios, Buda, Alá o Krishna. El rock aún era joven.

La historia había dejado pocos «cadáveres hermosos» y el lema punk, «No future», todavía no estaba patentado. Lo de «Sexo, drogas y rock and roll» se mantenía. Hay muchos ejemplos de músicos influenciados por la religión, comenzando por los Beatles y lo que se montaron en 1967 y 1968. George Harrison seguía vivamente influenciado por todo lo hindú.

—Dinos alguno —propuso Juanjo.

—A eso iba. Por ejemplo Carlos Santana, al que la riqueza le sentó mal. Mujeres, vicio… Un día descubrió al gurú Sri Chinmoy, se vistió de blanco y se convirtió en un insoportable profeta, aunque no dejó de ser un gran músico. Te lo digo porque intentó llevarme a mí por el «buen camino». No preguntes. —Detuvo a Juanjo y continuó—: John McLaughlin también era adicto a Chinmoy, ya os lo dije, y Mike Shrieve, al que bautizó Maitreya, o Alice Coltrane, a la que llamó Turiya. Pete Townshend de los Who era seguidor de Meher Baba, Roger McGuinn de los Byrds y Seals & Crofts practicaban la fe Bahai, Jeremy Spencer se unió a los Hijos de Dios, Michael Jackson y sus hermanos eran de los Testigos de Jehová; Bob Marley, rastafari; Cliff Richard estuvo a punto de dejar la música para hacerse sacerdote; Cat Stevens la dejó para hacerse musulmán con el nombre de Yusuf Islam, y así un montón.

—¿Era más «divertido» el mundo de entonces? —preguntó Valeria.

—Exactamente tan loco, absurdo y complicado como el actual, querida. No había vídeos, ni MTV, solo dos canales de televisión en blanco y negro, ni Internet, ni móviles, ni chats, ni videojuegos… Pero la gente se mataba igual, la Iglesia se metía en todo como hoy y los políticos hacían lo mismo de siempre: joder la marrana. Siempre que uno mira al pasado se pregunta: ¿cómo era posible que pasara esto o se dijera esto otro? Dentro de treinta o cuarenta años, los que haya entonces harán lo mismo cuando nos miren a nosotros.

—¿Todavía estamos en la antesala del punk?

—Sí, y me gustaría hablarte de algunos grandes nombres que merecen la pena. Por ejemplo Supertramp, a los que descubrí cuando no eran nada en un club de Londres y me quedé conmocionado. Acababan de grabar
Crime of the Century
, con el que conquistaron el mundo y arrasaron durante cinco años. Luego Aerosmith, la gran banda de rock norteamericana, los Stones yanquis. El ingeniero de sonido Alan Parsons, que sin cantar ni tocar nada produjo una larga serie de elepés con temas compuestos por él y con músicos y cantantes de alquiler bajo el nombre de Alan Parsons Project. Tampoco faltó otra ópera rock digna de los tiempos de crisis:
Rocky Horror Show
.

—No está mal para que luego digas que hubo un bajón —opinó Juanjo.

—¿Cuántos nombres de los que mencioné entre 1969 y 1973 conocías?

—Muchos —admitió.

—¿Cuántos recuerdas después?

—Pocos. —Fue sincero—. Supertramp, Aerosmith…

—Pues antes de hablar del punk en nuestra próxima cita, porque ya es tarde, cerraré la charla de hoy con el primer
disco
sound
de la historia.

—¿No fue a finales de los años setenta?

—El esplendor, con Bee Gees y
Saturday Night Fever
, pero antes hubo ya escarceos.

Recuerda que el soul llenó las pistas de la parte final de los años sesenta. Hubo un adelante del
disco sound
con las reinas Gloria Gaynor y Donna Summer. Luego destacaron Commodores o Earth, Wind & Fire, coloristas y explosivos, y los
llenapistas
Boney M., que de hecho no existían como grupo. No puede hablarse de música disco sin citar al padre del funk, George Clinton, que tuvo dos bandas, Parliament y Funkadelic.

Fue toda esta fiebre la que hizo de puente de plata para que en la segunda mitad de los años setenta, con la segunda crisis del petróleo…

—¿Hubo otra?

—Pero menor. El mundo ha estado entrando y saliendo de crisis desde entonces.

Decía que fue esta gente la que puso la alfombra para convertir las discotecas en los templos de la evasión absoluta. El definitivo impulso lo dio el maxisingle, o sea una canción por cada cara de un elepé. Las estrías eran más profundas y sonaban mejor. —

Lester se puso en pie y suspiró—: Fin por hoy. Ya os he dicho que era tarde. Y supongo que querréis ir a ensayar algo.

—Hoy no puedo —se excusó Juanjo.

Valeria no dijo nada.

—¿Por qué? —preguntó Lester.

—He venido por tu charla, para no dejarte colgado, pero he de volver a casa. Papá graba este fin de semana y yo tocaré tres temas con él. He de practicar con él.

—Tres temas, en disco, con tu padre. —La voz de Lester se revistió de un cierto orgullo.

—Sí.

El rockero le puso la mano por delante.

—Chócala, tío.

Golpearon sus palmas.

—Yo sí me quedaré un rato abajo, si no te importa —manifestó Valeria—. Me gusta tocar el violín ahí.

Juanjo la miró sin saber cómo reaccionar. No iban a coger el autobús juntos. No caminarían solos un rato. Por el momento, era la despedida.

Las vibraciones del último día persistían.

—Claro —asintió.

Todo estaba dicho. Una sensación rara.

Lester puso el punto final a la escena.

—Suerte —le deseó.

—La necesitaré —suspiró Juanjo dirigiéndose a la puerta sin esperar a Valeria.

Capítulo 49

La grabación de «Bárbara» había sido perfecta.

Redonda y a la primera.

Quizá porque era una balada y, de pronto, se sentía cómodo con los temas lentos.

Quizá porque era la canción que su padre le dedicaba a su madre y la sentía como propia. Quizá porque se notaba fresco, vital, y se trataba de una de las mejores composiciones que Agustín
Angus
Rosell hubiera hecho en la vida. Tanto daba. Fluyó limpia, espléndida, y para cuando acabó su solo, asentado sobre el resto de la canción grabado previamente, no hubo que hacer una segunda toma.

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