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Authors: Ibéyise Pacheco

Tags: #Ensayo, Intriga

Sangre en el diván (9 page)

A los presentes les llamó la atención que el cadáver estaba desnudo. El pelo de Roxana destacó entre el triste espectáculo de su cuerpo deteriorado, que después de la autopsia no había sido suturado porque con tal estado de descomposición la piel no resistía la tensión del pabilo. Sin embargo, sus piernas se conservaban bastante bien, como si fueran de otro cuerpo. La cabeza era el centro de atención. Separaron el cuero cabelludo, y se tomaron muestras de la piel sobre las lesiones que en efecto tenía. Abrieron el cráneo y allí apareció una fractura, muy visible. Sobre la misma, la polémica se estableció de inmediato. Para la defensa, podía haberla producido el forense, que ante las difíciles condiciones en las que trabaja había palanqueando el hueso para su análisis, con un martillo y un cincel. De ser cierto este argumento, la fractura del hueso no tendría impregnación hemática porque habría ocurrido después de que Roxana muriera. De lo contrario, de encontrarse sangre en el hueso, la fractura habría sido con Roxana viva, y posiblemente sería la causa de su fallecimiento. Para establecer eso, estaba la exhumación.

Los representantes del Ministerio Público estaban seguros de que la evaluación de los expertos determinaría los golpes que habían causado la muerte de Roxana y las áreas donde se había generado su sangramiento.

Los técnicos convinieron en llevarse la cabeza. Con unos cuchillos especiales cortaron entre vértebra y vértebra. Ya en el laboratorio la cabeza se procesa, con más y mejores recursos; se pone a hervir en cloro y cal, y queda limpia y blanca. Así se puede determinar la presencia de impregnaciones hemáticas y las fracturas. Las muestras de la piel las mandaron al Hospital Oncológico para su análisis.

Luego de la exhumación, el equipo de profesionales determinó que Roxana había sido objeto de severos y repetidos golpes en su cabeza, que habían generado por lo menos siete lesiones con impregnaciones hemáticas que confirmaban que tales maltratos los recibió con vida. Hasta su maxilar derecho lo tenía lesionado. Uno de los expertos llegó a expresar que la cabeza de la joven había sido aplastada. La evaluación probaba además que Roxana sangró en el lugar donde fue asesinada.

El último trimestre de 2008 fue muy activo para la defensa del psiquiatra. Desde las primeras actuaciones del Ministerio Público, el equipo encabezado por Juan Carlos Gutiérrez había denunciado vicios en el procedimiento. Por eso introdujeron recursos ante el tribunal 48 de control y el Tribunal Supremo de Justicia. Los abogados insistían en denunciar limitaciones para conocer el contenido del expediente y otras variaciones de violación a la ley, en perjuicio del procesado.

El tribunal 48 declaró sin lugar la solicitud de nulidad interpuesta por la defensa el 24 de septiembre, y el 3 de noviembre la sala 3 de la Corte de Apelaciones del área metropolitana declaró sin lugar el amparo constitucional presentado por los abogados, con el que solicitaron la nulidad de las actuaciones del Ministerio Público alegando que fueron violados los derechos del imputado a ser escuchado.

El alto tribunal determinó que la Fiscalía no había violado esos derechos constitucionales, y los fiscales recordaron que en dos oportunidades Chirinos se había acogido al precepto constitucional que lo exime de declarar.

Que en los tribunales se cometieran atropellos contra un procesado no era novedad. Extrañaba, sí, que le ocurriera a Chirinos, personaje ligado al oficialismo, con amigos e incluso pacientes vinculados al Gobierno. Para nadie era un secreto que durante la gestión de Hugo Chávez la justicia en Venezuela se había convertido en instrumento de persecución política. Pero esa no era la circunstancia del psiquiatra.

El problema para Chirinos y su defensa no sólo era su posible responsabilidad en el homicidio contra Roxana Vargas. Al psiquiatra le había llegado el momento de confrontar denuncias numerosas que comenzaron a circular, en especial vía Internet, sobre abusos sexuales cometidos por el médico en ejercicio de funciones. El juicio moral comenzó a cobrar una fuerza impresionante. En cualquier esquina de Caracas surgía un personaje que, verdad o no, aseguraba conocer a alguna paciente que había sido abusada por el psiquiatra Chirinos.

«Pasaron 40 años desde que este deleznable médico utilizó las mismas prácticas con mi hermana, también una joven saliendo de la adolescencia y quien finalmente se suicidó», fue uno de los textos que rodó por Internet.

No todas las denuncias circulaban de manera anónima. Además de la señora alemana de 70 años Gysela Klynger, quien presentó evidencias de haber sido violada por el psiquiatra, el CICPC registró el testimonio de la mamá de una víctima adolescente de l7 años. Su hija había sido paciente de Chirinos entre mayo y octubre de 2007. Cinco veces fue al consultorio con su mamá, quien contó: «En las cinco consultas le hizo terapia de sueño. Pero en la última, sangró por la vagina y no la llevé más. Chirinos nunca me dejaba entrar, él me mantenía fuera, en el consultorio, y a mi hija la metía en un cuartito en el que sólo se veía quién entraba. Mi hija salía atontada. Una vez me comentó que la desnudó, que le tocó los senos y que le dijo que tenía las piernas muy lindas. Yo pensé que era parte del examen médico. La inyectaba en el brazo. Después de que mi hija sangró, tuve un mal presentimiento. Ese día, mientras esperaba a mi hija en la consulta, conocí a la mamá de Roxana, quien al día siguiente me llamó porque su hija tenía síntomas parecidos. Espantada, más nunca llevé a mi niña a ese lugar. Y no denuncié a Chirinos, porque ese señor es de poder», dijo la madre denunciante.

Carmen Guédez, autora de un blog llamado Tinta Indeleble, se convirtió en colectora de denuncias contra el psiquiatra. Ella misma dijo saber de un caso oscuro: «Un chico del que no se conoce qué sucedió, porque Chirinos lo entregó a su familia luego de una consulta inusual de seis horas con un paro respiratorio. El caso me fue narrado por su hermana, con pruebas de la hospitalización urgente que necesitó su hermano».

La defensa insistía en que el psiquiatra no estaba siendo juzgado por su comportamiento en el ejercicio de la medicina, sino por un supuesto homicidio. Entretanto, comenzó la ruta del diferimiento de la audiencia preliminar, que es el paso en el que un tribunal decide si hay elementos para llevar al imputado a juicio, o no. Sólo Chirinos y sus amigos parecían confiados en que el juez no encontraría elementos para procesarlo. La defensa no sólo estaba bastante clara de lo que decidiría el tribunal de control, sino que había expresado su aspiración de que su defendido fuese llevado a juicio, «para demostrar en el proceso su inocencia».

La primera audiencia estaba fijada para el 8 de diciembre y se suspendió por huelga de tribunales. Ya para la segunda audiencia, la defensa tenía la solicitud de una evaluación médica para el psiquiatra, por la dolencia de una hernia inguinal. Chirinos fue operado en la última semana de enero. Siete veces más fue diferida la audiencia preliminar. En el camino, el 24 de abril de 2009, el Tribunal Supremo de Justicia había declarado inadmisible otra solicitud de nulidad presentada por la defensa, que alegaba que a Chirinos se le había vulnerado el derecho al debido proceso.

Fue el 27 de mayo cuando finalmente el tribunal 48 de control determinó que sí existían elementos de convicción suficientes para iniciar el juicio contra Edmundo Chirinos. La juez, tras evaluar los elementos de prueba presentados por el fiscal 50 del área metropolitana, Pedro Montes, decidió llevar a juicio al psiquiatra, por la comisión de homicidio intencional, previsto y sancionado en el artículo 405 del Código Penal, en concordancia con el 65 de la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia.

El tribunal mantuvo el arresto domiciliario y la prohibición de salir del país que habían sido acordadas el l de agosto, por el tribunal l8 de control.

La audiencia tuvo que realizarse en dos días por lo extenso de los argumentos de la Fiscalía, que presentó l09 elementos para la acusación.

Para la fecha de la realización de la audiencia, el psiquiatra había cambiado de estrategia. Un mes antes, Chirinos sorprendió con una modificación en el equipo de su defensa. Sustituyó a casi todo el trabuco profesional jurídico y de expertos que había designado, conformado por los abogados Juan Carlos Gutiérrez, Claudia Mujica y Alberto Yépez, y los consultores técnicos Daisy Cañizales, Antonieta de Dominicis y Luis Godoy. El médico había decidido incorporar al abogado José de Jesús Jiménez Loyo. Sólo mantuvo por un tiempo a Juan Carlos Gutiérrez, y lo hizo, según manifestó en privado, porque estaba empapado de todos los pormenores del caso.

A Chirinos lo que le interesaba de Jiménez Loyo eran sus relaciones con el Gobierno.

Se trata de un abogado peculiar, que en voz alta en los pasillos de los tribunales, engalanado con sortijas y cadenas de oro, se atribuye las mejores relaciones con la élite del oficialismo. A tal punto que su nombre alguna vez fue mencionado para incorporarlo como magistrado al Tribunal Supremo de Justicia. Jiménez Loyo ha sido el abogado de Nicolás Rivera —enjuiciado y absuelto por el caso de los pistoleros de Puente Llaguno (delito relacionado con los sucesos del ll de abril de 2002)—; de Lina Ron; del jefe del Colectivo La Piedrita, Valentín David Santana (a quien le atribuyen un homicidio); del ex Alcalde Metropolitano Juan Barreto y de los diputados Reinaldo García e Iris Várela. El éxito de sus relaciones en los tribunales ha llevado a una variedad de personajes a contratar sus servicios, como lo hizo el compositor y cantante Hany Kauam, a quien la estrategia le funcionó.

La especulación reporteril destacó de inmediato el manejo político que el psiquiatra había decidido darle a su caso. Apelaría entonces a su condición de chavista. Por eso, en la audiencia preliminar se hizo acompañar por Elio Gómez Grillo, abogado veterano, también vinculado al Gobierno y quien ya había hecho públicos comunicados a favor del psiquiatra. Sin embargo, el estilo de Jiménez Loyo no era del gusto de Chirinos. «Demasiado ordinario», llegó a expresarse sobre él. Esa relación terminó mal. Para octubre, el abogado acabó demandando a su cliente por emisión de cheques sin fondo y por fraude. Refería que Chirinos había enviado a Estados Unidos una emisaria llamada María Texeira con un cheque suscrito por ella por l00 mil dólares, el cual le había sido devuelto. Además, Jiménez Loyo consideró que el psiquiatra le debía l.5 millones de bolívares de los llamados fuertes por honorarios ganados en el desarrollo de su defensa. Agregó que de no ser cancelada de inmediato tal cantidad solicitaría el embargo de sus bienes.

Chirinos había decidido reactivar sus relaciones con el chavismo y un evento que no trascendió apoya esa teoría. Un personaje, identificado como Dani Lezama, había aparecido en una ciudad del estado Bolívar cobrando un cheque por un monto cercano a los 400 mil bolívares fuertes. El emisor del cheque era el psiquiatra. El personaje, investigado después como estafador al intentar engañar al banco y cobrar dos veces el cheque, se atribuía ser facilitador en las relaciones con importantes personalidades del oficialismo, o muy cercano a ellos, entre otros, José Vicente Rangel y José Jiménez Loyo. Después Chirinos lo denunció por estafa. Si es cierto o no que Chirinos pagó los servicios de Dani Lezama, queda por aclararse. Lo que sí fue realidad, es que poco tiempo después, el psiquiatra había contratado a Jiménez Loyo como su abogado, aunque por breve tiempo.

Finalmente, después de tanta inestabilidad para seleccionar su equipo defensor, Chirinos se inclinó por el ex fiscal Gilberto Landaeta, conocido por participar en las investigaciones del asesinato del fiscal Danilo Anderson. Luego de ello, Landaeta había salido obligado del Ministerio Público, al ser, según medios de comunicación, protagonista de un par de escándalos; mas después, con suerte, había devenido en defensor penal privado de conocidos oficialistas, con relativo éxito.

El 29 de mayo, los deseos de Chirinos de acercarse otra vez al Gobierno parecieron comenzar a verse recompensados. El presidente Hugo Chávez se refirió a él. Fue en su programa Aló Presidente, ese día transmitido desde El Calvario, lugar histórico ubicado en el centro de la capital. En ese momento había una polémica entre Chávez y un grupo de intelectuales encabezados por el escritor Mario Vargas Llosa, invitados a Caracas para un seminario organizado por Cedice, institución enfrascada en temas de interés nacional. Los oficialistas habían realizado un foro paralelo, tratando de minimizar los efectos de las opiniones de tan ilustrados visitantes sobre la realidad venezolana. Chávez había anunciado estar dispuesto a debatir con ellos en defensa de su Gobierno. El grupo decidió que el interlocutor del Presidente sería el escritor peruano, pero casi enseguida, Chávez se arrepintió de su oferta de diálogo, con el argumento de que haría un tú a tú con Vargas Llosa tan sólo si éste llegaba a ser Presidente de Perú.

En medio de esa circunstancia, Chávez, en uno de sus tantos cuentos que gusta compartir con su obligada audiencia, recordó una oportunidad en la que él era candidato a la presidencia, y Luis Alberto Machado conocido intelectual venezolano lo había retado a un debate. En ese entonces, designó para que lo representara a Edmundo Chirinos.

Chávez narró, sudado, en una mañana cálida de Caracas, al aire libre y atosigado con su chaleco antibalas oculto bajo tela roja: «A mí se me ocurre, Dios mío, y a quién llamamos ahora, ¿quién, tú?, no, yo no, (risas), entonces llamamos a este hombre que fue un buen amigo, que entró en desgracia ahora, Edmundo Chirinos; entró en desgracia lamentablemente en lo personal. Ahora, las cosas de la vida, Edmundo, desde aquí lo saludo, ¿por qué no, verdad?, fue un buen amigo, un buen amigo, fue un rector de la Universidad Central, un intelectual. Bueno, Edmundo, llamamos a Edmundo, porque Edmundo y este Machado tienen más o menos la misma personalidad, el mismo tipo de gente, ¿no? Así de… son espelucaos (risas), entonces dicen cosas y tal. Edmundo aceptó, chico, al día siguiente fue. ¿Ustedes no vieron eso? ¿El debate entre Edmundo Chirinos y Machado? Mira, pasen eso (el programa era
La Silla Caliente
, que transmitía Venevisión, moderado por Oscar Yánez), pásenlo en
Dando y Dando
(programa que transmite VTV); eso es pa' reírse y morirse de la risa, porque Edmundo se ponía, Edmundo se ponía así (imita un gesto pensativo)… Yo llamé a Edmundo y le dije Edmundo, mira, ¿tú aceptas? Yo voy, y lo que voy a hacer, es que lo voy a tratar como paciente» (risas). Él es psiquiatra y así lo hizo. Y Edmundo se quedaba mirándolo así, fijo, y aquel hablaba de no sé qué más, y decía, eso es signo de paranoia; no sé qué, y tá, tá, tá, tá (risas). Y así lo tuvo todo el programa. El pobre hombre salió como loco de verdad. Lo volvió loco (risas), Edmundo Chirinos. Oye, Vargas Llosa, no tengas miedo, que yo estoy seguro de que Brito García no te va a aplicar la estrategia que le aplicó Edmundo Chirinos a… ¿cómo se llama? (risas)».

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