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Authors: Steve Perry Michael Reaves

Medstar I: Médicos de guerra (23 page)

Filba tenía enemigos, por supuesto, y era posible que alguno hubiera elegido precisamente ese momento para saldar una vieja deuda, y que luego hubiese empleado la cámara espía para asegurarse de que todo salía bien. Pero quien lo hubiera hecho, por los motivos que fueran, tenía ahora información que relacionaba al hutt muerto con Bleyd en un asunto ilegal. Lo mirara por donde lo mirara, la situación era negativa. Tenía que averiguar quién era, hacerse con las grabaciones que pudiera haber y eliminarlas junto con su dueño.

Consideró la posibilidad de que fuera alguien del bando contrario, pero la rechazó de inmediato. No le parecía probable que un espía separatista se hubiera infiltrado en el campamento para envenenar a Filba, teniendo luego que volver corriendo entre los pantanos, los acechantes y la hierba sierra para ver, mediante la cámara espía, cómo acababa todo. ¿Y qué espía podría estar interesado por lo que ocurriera en un Uquemer? Allí no ocurría nada estratégico, aparte de los envíos ocasionales de bota. Era cierto que uno de los transportes había explotado, y, si bien no había motivos para suponer que Filba tenía algo que ver con eso, el rumor que flotaba por la unidad afirmaba que sí. Filba era tan retorcido como el que más, algo que, obviamente, era sabido por todos. Eso podía servirle, ya que se había reservado al hutt por si acaso algo salía mal en su operación de contrabando. Podía haber culpado a la gorda babosa de cualquier cosa, y luego Filba habría sufrido un "accidente" antes del consejo de guerra. Y ahora ...

Ahora que ya no estaba, quizá sería aún más fácil convertirle en el cabeza de drall de cualquier irregularidad que saliera a la luz.

Bleyd dejó de andar de un lado para otro y sonrió. Sí. Igual podía convertir eso en una ventaja. Hasta una tormenta salvaje servía para regar el jardín.

Pero si el operador de la cámara espía estaba en el campamento, como Bleyd sospechaba, eso era harina de otro costal. Él, ella o ello intentaría emplear esa información contra Bleyd, cosa que, obviamente, no podía permitirse.

Ya estaba. El cazador sabía que había una presa. Bleyd enseñó los dientes. Que comenzara el rastreo ...

~

Den Dhur acudió al lugar al que solía ir a pensar en sus problemas: la cantina. Pero apenas probó la bebida allí, sentado en la penumbra y sintiendo cómo el aire húmedo y pesado, removido a duras penas por los ventiladores, se deslizaba por él como el aceite caliente. No era momento para nublar sus percepciones o su intelecto. Por muy mermado que ya pudiera estarlo.

Filba era historia, como la noticia que pensaba dar. Nadie querría oír la denuncia de los crímenes de un hutt muerto en un planeta de tercera. Las masas querían pan y circo. Un criminal infame descubierto, capturado y castigado: eso sí que valía la pena, eso era lo que vendía periodiscos. Pero la muerte de Filba por un fallo cardíaco, aunque fuera envenenado a manos de un viejo enemigo, antes de ser llevado a la justicia, no era precisamente lo que querían los lectores.

Tal y como había sospechado, Bleyd había estado involucrado en el asunto que Filba se traía entre manos. Eso sí que era una buena noticia, pero no podía darla mientras no se encontrara al menos a cincuenta pársecs de distancia, porque la enemistad de un almirante enfadado, traicionero y feroz no resulta nada buena para la salud. Y aún quedaba pendiente la cuestión de que el almirante sabía que alguien había visto y oído todo lo ocurrido antes de que Fi1ba fuera devuelto a la fuerza a la baba primigenia de la que procedía. No era el almirante quien le había envenenado, de eso estaba seguro, a juzgar por la reacción del almirante. Tampoco es que importara mucho, ya que el contrabando en tiempos de guerra solía considerarse traición y se castigaba con la pena de muerte. Si publicaba la noticia mientras permaneciera en el mismo sector que B1eyd, con suerte, y siempre que Den gozara de los favores de algún pez gordo, cosa que no tenía, su carrera se habría ido a paseo. Sin suerte, sería ejecutado lentamente y se esparcirían sus restos.

Lo primero que hizo al ver que Bleyd aplastaba la bicho cámara fue depositar la unidad receptora en un contenedor que la convertiría en desperdicios y la canalizaría hasta el pantano con el resto de las aguas residuales. Maldijo tener que hacer aquello, porque la unidad no le había salido barata, pero su vida valía mucho más. Y sin la cámara no era más que un lastre.

La grabación de la cámara, un disco del tamaño de la uña de su dedo meñique, estaba pegada a la parte de atrás de una viga del aseo sur, un palmo por encima de los tanques catalíticos. No era lugar donde alguien pudiera encontrárselo por casualidad, y, en caso de que ocurriera, nadie podría relacionarlo con él. Necesitaba la grabación para poder probar la historia, pero no necesitaba a B1eyd encontrándola y haciendo que le pegaran un tiro. Estaría a salvo mientras mantuviera la boca cerrada. Bleyd no podía saber quién les había visto, y no se sentiría inclinado a iniciar una investigación que pudiera revelar su propia complicidad en las actividades clandestinas de Fi1ba.

Lo único malo era que eso implicaba que Den tendría que quedarse más tiempo en el "paradisíaco" Drongar, Cualquier gesto apresurado para marcharse atropelladamente atraería miradas sospechosas. Si Bleyd buscaba al operador de la cámara, y se apostaba el cuello a que sí, cualquier miembro del Uquemer que intentase irse de pronto acabaría sometido a un escáner cerebral, y era más que probable que un periodista tuviera que sufrir una prueba todavía más dura. Den no tenía ganas de ser interrogado por un oficial de alto rango que sabía que su vida correría peligro si sus crímenes salían a la luz.

Era una pena. La noticia era una bomba, mucho mejor que si sólo Filba hubiera estado implicado. Al populacho le encantaba ver caer a los poderosos, y un almirante de flota ladrón era el tipo de noticia que podía procurarte un premio Nova si se daba con cuidado. Pobres tropas, muriendo en el campo de batalla porque los medicamentos o el equipo no llegan a tiempo por culpa de un malvado almirante que se llena los bolsillos. Ah, sí, a las masas enardecidas les encantaría algo así. Pedirían a gritos la cabeza del almirante Bleyd.

Pero si se movía demasiado rápido podía acabar convertido en abono, y si había algo que no necesitaba aquel planeta era abono. Por no mencionar lo poco que él lo necesitaba.

No, tendría que olvidarse de ello. Encontrar otra noticia que justificara su estancia allí. Quizás algo relacionado con Phow Ji, el luchador que había asesinado a los mercenarios. No sería buena idea hacerle enfadar, pero al menos conseguiría algo de protección de las altas instancias, ya que Ji sólo era teniente. Sí. Eso le serviría de excusa para poder seguir allí el tiempo suficiente para conseguir salir de aquel planeta—pantano. Ya desenmascararía al almirante Bleyd una vez estuviera en el otro extremo del Núcleo.

¡Descubierto almirante contrabandista! ¡SU socio muere misteriosamente!

Den sonrió. Cómo le gustaba un buen titular.

Dio un buen trago a su bebida. Problema planteado, problema solucionado. Otra victoria para el gran periodista Den Dhur, en directo desde el frente Jasserak de las Guerras Clon ...

26

H
abía momentos, durante sus meditaciones, en los que Barriss se desconcentraba y su mente se alejaba del presente para sumirse en los recuerdos. Los primeros años nunca supo si aquello era bueno o no. Luego aprendió a aceptar simplemente que era así. Cierto, no le ayudaba en su propósito de despejarse la mente, pero a veces el pasado arroja algo de luz sobre el presente. Por eso a veces se dejaba llevar.

Como esa noche. Porque ella seguía sintiéndose perseguida por las fuertes sensaciones que había tenido en la lucha contra Phow Ji la noche antes, y cuando el recuerdo acudió de pronto a ella, dejó que la llevara a donde fuera ...

~

Fue una mañana soleada pero fría en Coruscant. No se esperaban lluvias en aquel sector hasta el día siguiente, y había bastante gente en la pasarela que llevaba al parque, aunque no estaba abarrotada. La Maestra Unduli y ella llegaron al cinturón verde. Los demás seres que iban camino de la gran extensión natural representaban una increíble variedad de especies: niktos, phindianos, zeltrones, wookiees, twi'lekos ... Todo un muestrario fascinante de la infinita diversidad de la galaxia, todos en dirección al parque Oa. Había mucho ferro cemento y metal en aquel planeta, mucho, y los parques se habían ubicado aquí y allá para aquellos que deseaban mantener contacto con la naturaleza. El parque Oa contenía más de treinta entornos distintos que simulaban otros tantos planetas, cada uno con su propia mezcla atmosférica, espectro solar y campo de gravedad, separados entre sí por fronteras energéticas.

El Lado Oscuro le parecía a Barriss muy lejano en aquella brillante mañana, en medio de la gente alegre y sonriente que acudía a disfrutar de la variada flora, los paisajes y los ríos. Pero cuando ese pensamiento le pasó por la cabeza, estando su Maestra y ella a la sombra de un pino negro de cuatrocientos años de edad, de tres metros de ancho y doscientos de alto, la Iedi Unduli sonrió.

—El Lado Oscuro siempre está cerca, padawan. A tan sólo un latido, un parpadeo, codo con codo con el reverso luminoso de la Fuerza, con una separación ínfima. Al acecho de los incautos, vistiendo miles de disfraces.

Barriss había oído eso antes, muchas veces, y creía en lo que le decía su Maestra, pero nunca había sentido o comprendido exactamente lo que significaba. Nunca había sentido la tentación del Lado Oscuro, no que ella supiera. Y así lo dijo mientras caminaban hacia un tranquilo lugar donde el césped había sido manipulado genéticamente para ser corto y suave, como una alfombra viviente.

—Aquí haremos el Saludo —dijo su Maestra.

Barriss asintió. Se hizo a un lado para dejar espacio a la Jedi.

— Para responder a tu pregunta, deja que te diga esto: cada movimiento consciente que haces, desde el más pequeño hasta el más grande, requiere una elección. Siempre habrá una rama en el camino y deberás decidir qué desvío coger. ¿Recuerdas el examen en el que tuviste que percibir un remoto con los ojos vendados?

—Por supuesto —aquélla era una de las habilidades más básicas de los Jedi. Un remoto era un pequeño androide levitatorio del tamaño de una argendarina que podía programarse para sobrevolar y disparar descargas eléctricas ínfimas a los estudiantes. Llevando un casco protector con el visor bajado, la única forma de conocer la posición del dispositivo era mediante la Fuerza. Durante el aprendizaje para utilizar el sable láser, los alumnos bloqueaban los mecanismos del remoto como ejercicio estándar. Dado que no podían utilizarse ni ojos ni oídos para localizar el dispositivo, la única forma de evitar una descarga era dejándose guiar por la Fuerza.

Su Maestra prosiguió:

—¿Y no hubo momentos en los que tu uso de la Fuerza fue menos que perfecto y las descargas escaparon a tu sable láser?

—Muchos, demasiados —dijo Barriss en tono quejumbroso. Negó con la cabeza—. Hubo ocasiones en los que me sentí como un alfiletero.

—¿Yen alguno de esos momentos no te dieron ganas de destruir el remoto? ¿De utilizar la Fuerza para aplastarlo como una bolita de papel?

Mientras hablaba, la Maestra Unduli comenzó a realizar el Saludo a la Fuerza, una combinación de ejercicio y postura meditativa que se iniciaba trazando un arco, tras lo cual había que agacharse y extender las piernas hacia atrás.

Barriss imitó la postura de su Maestra.

—Confieso que hubo momentos en los que sentí muy poco aprecio por el dispositivo de entrenamiento, sí.

—¿Y tenías suficiente manejo de la Fuerza como para haberlo destruido, en caso de decidir hacerlo? —la Maestra Unduli se levantó y repitió la sucesión de posturas, terminando esta vez con la otra pierna. Barriss la imitó de nuevo.

—Sí, sin problemas.

—¿Y por qué no lo hiciste? Si la meta era protegerte de las descargas, ¿no habría estado justificado?

Barriss frunció el ceño.

—Pero ésa no era la meta del ejercicio. La meta era aprender a manejar mi sable láser con la Fuerza para poder evitar que el dispositivo me diera. Las descargas eran dolorosas, pero el daño no era demasiado grave. En una pelea real, si no puedo bloquear una descarga completa de láser acercándose a mí, quizá tampoco pueda impedir que un tirador a cincuenta o cien metros de distancia apriete el gatillo.

—Exacto. Pero ¿sabías que un estudiante de cada ocho acaba por utilizar la Fuerza para destruir un remoto? ¿Y que suelen justificarlo diciendo que es más eficaz detener la fuente de las descargas que rechazarlas sin parar? Postura Láser, por favor.

Su Maestra se tumbó en el mullido césped, se impulsó y elevó el cuerpo hacia el cielo, apoyándose sólo en la nuca y los hombros, con una mano a cada lado, posada en el suelo.

Barriss también adoptó la Postura Láser.

—Puedo entender perfectamente por qué se sintieron así. Y la verdad es que tiene cierta lógica, sobre todo teniendo en cuenta la premisa del combate frente a frente, que dice que la defensa pura es inferior a una combinación de defensa y ataque.

—Sí, es cierto. Postura del Arco.

Con las manos y los pies en el suelo, la Maestra Unduli se impulsó hacia arriba, formando un puente con su cuerpo.

—Ahora es cuando viene el "pero" —dijo Barriss, mientras cumplía con la petición.

—y veo que la tuya podría separarse más del suelo.

Barriss sonrió y se impulsó para acentuar más el arco. Su Maestra prosiguió.

—Muchos de los ejercicios que los jedi en periodo de formación deben aprender, y un Jedi siempre está en periodo de formación, sea padawan, Caballero o Maestro, están relacionados con la definición del verdadero propósito del ejercicio. Sin duda recuerdas lo del ejercicio levitatorio y la pastelería.

—Difícil de olvidar.

— Destruir el remoto no es de por sí una opción incorrecta. Si has desarrollado el suficiente talento como para bloquear las descargas y tomas la decisión a través de la lógica y con la mente despejada, entonces puedes justificar la utilización del uso de la Fuerza para detener el ataque desde su origen. Algunos de los mejores estudiantes tomaron esa opción. Pero si lo haces por ira, por dolor o por miedo, o por cualquier otro sentimiento que has permitido que te controle, entonces habrás entrado en el Lado Oscuro. Si te atienes a que el fin justifica los medios sin detallarlo lógicamente, habrás sucumbido a la insidiosa energía. Si sólo vas a retener una frase de esta charla, Barriss, que sea ésta: "el poder quiere ser utilizado. Hay que mantenerlo bajo constante vigilancia o te seducirá y corromperá". Un día estás aplastando un muñeco de entrenamiento y al siguiente te encuentras paralizando los pulmones de un contrincante para asfixiarlo hasta la muerte. Y lo haces porque puedes. Yeso se convierte en un fin en sí mismo. Como J edi, siempre estarás al filo. Un solo paso en falso y caerás en el Lado Oscuro. Le ha ocurrido a muchos, y siempre es una tragedia. Como pasa con las drogas adictivas, es demasiado fácil decir: "Sólo por esta vez". No es así como funciona. Lo único que hay entre el Lado Oscuro y tú es tu voluntad y disciplina. Si cedes a la ira o al miedo, a la envidia o al odio, el Lado Oscuro te reclamará como suya. Y, si eso ocurre, te convertirás en enemiga de todo lo que defienden los jedi, además de enemiga de todos los jedi que sigan el camino correcto. Postura Rocosa, por favor.

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