Read Medstar I: Médicos de guerra Online
Authors: Steve Perry Michael Reaves
—Bueno, pues aquí sí importa que alguien entre en nuestros barracones.
Explícate. Rápido —le apremió ligeramente con el láser.
Escuchó un pequeño clic detrás de él, como si alguien estuviera intentando abrir la puerta. Bleyd se concentró en aquel ruido por una milésima de segundo ...
El nediji se desvaneció.
No, eso no era del todo cierto. El ser se había movido, pero tan rápido que Bleyd no podía creer lo que había visto. En un abrir y cerrar de ojos pasó de estar sentado en el catre a estar junto a Bleyd, pero lejos de la mira del láser.
Bleyd empezó a girar hacia él, pero se detuvo. Si aquel ser podía moverse tan rápido en un campo de gravedad única, él jamás podría enfrentarse a él en igualdad de condiciones.
Bajó el láser.
—Muy sabio, almirante.
Bleyd advirtió un destello en algo que tenía el nediji en la mano, pero,fuera lo que fuera, desapareció.
—Vale —dijo Bleyd—. Ya has dejado claro que eres más rápido que un demonio del barro. Pero si yo no me hubiera distraído con ese ruido ...
Kaird regresó al catre caminando lentamente y con movimientos que recordaban infinitamente a un pájaro. Cuando llegó, se giró, enseñó los dientes de nuevo y dijo:
—¿Te refieres a este ruido?
Se escuchó de nuevo aquel clic. Bleyd no se dejó distraer aquella vez. Kaird alzó un pequeño dispositivo del tamaño de su pulgar. Se trataba del objeto que había relucido momentos antes. Tenía espolones amarillentos en la yema de los dedos, según pudo ver Bleyd.
—Es sólo un clicador, operado por control remoto.
—Muy bien. Has venido preparado. ¿Qué quieres?
—Que sigamos beneficiándonos mutuamente, almirante. Al parecer, nuestro último agente era un piloto temerario. Yo vuelo mucho mejor. Lo llevo en los genes, ya sabe ...
Bleyd sintió un pequeño, pero patente, temblor de miedo. ¡Sol Negro!
No les esperaba tan pronto.
—Vaya —dijo él.
—Así es —dijo Kaird.
Desde luego, Kaird iba a ser una sorpresa en más de una dimensión. Al parecer, Sol Negro no quería cambiar el arreglo inicial con respecto a la bota. A Bleyd le costó un momento darse cuenta de que Mathal, el agente al que había despachado al Más Allá, había decidido realizar aquel movimiento por su cuenta. El propósito de Kaird era investigar la muerte de Mathal, cosa que había hecho sin problemas disfrazado de Silencioso, además de asegurarse de que el flujo de bota permanecía constante. La oferta y la demanda mantenían el valor muy alto, y mover una pequeña cantidad de material con un elevado margen de ganancias era preferible a mover mucha cantidad por menos beneficio, que era lo que Bleyd había pensado desde el principio. Así que la verdadera intención de Mathal había sido conseguir toda la bota que pudiera y huir antes de que sus superiores en la organización criminal descubrieran el tinglado. Qué interesante.
Si Sol Negro supiera lo que su difunto agente se traía entre manos, es probable que se hubieran ocupado de eliminarlo directamente, pensó Bleyd. Les había hecho un favor. Pero no pensaba revelar la forma en que había eliminado a Mathal. Eso sería suicida.
A pesar de su determinación por evitar semejantes imprudencias, Bleyd empezó a relamerse ante la idea de probarse a sí mismo contra el nuevo agente. El nediji era mucho más rápido que él, e inteligente. Sin duda estaba entrenado en muchas artes de combate. Las aves depredadoras tenían una forma distinta de ver a las presas que los se habían criado en el suelo. Aquél era un enemigo digno del valor de Bleyd.
Pero ... no. Si moría con el honor de su familia todavía mancillado, no habría cumplido con su objetivo en la vida. Por no mencionar la pérdida del palacio en Coruscant. Por tentadora que fuese la confrontación, tenía que resistirse. No podía considerarlo ni un minuto más. .
Aun así, sería una pelea gloriosa ...
—Me voy a quedar unos días en el campamento —dijo Kaird—. Voy a seguir fingiendo ser un Silencioso, observaré a los médicos y a los pacientes para no levantar sospechas por irme tan pronto. El asunto éste del hutt..., ¿fue cosa suya?
Bleyd pensó la respuesta un momento. Lo que menos le hacía falta era un agente de Sol Negro metiendo las narices en sus asuntos. Si el nediji creía que había sido Bleyd quien había envenenado a Filba, no se hablaría más.
—Sí. Se estaba volviendo codicioso. Pensé que lo mejor era eliminarle antes de que diera problemas.
—Muy sabio. Nos gusta tener gente prudente como socios —el ser—pájaro se encaminó hacia la puerta—. Seguiremos en contacto, almirante. Hasta entonces, siga el plan original acordado entre mis superiores y usted. —Entendido.
Cuando Kaird se fue, Bleyd se sintió aliviado. No tener a Sol Negro pisándole los talones era una preocupación menos con la que lidiar.
Lo único que necesitaba para que todo volviera a estar como antes era encontrar al espía de una vez.
E
l espía no se sorprendió al ver un Silencioso parado en las sombras cercanas al pabellón médico. No se había asignado ninguno al Uquemer en los últimos meses, pero donde había médicos y sufrimiento, la presencia de los Silenciosos siempre era una posibilidad. Sólo vivían para servir a su meta de ayudar a los enfermos o heridos con sólo su presencia. A simple vista, era una creencia sin base científica alguna, pero era bien sabido que cuando un Silencioso se establecía junto a un centro médico, las tasas de mortandad decrecían en la mayor parte de los casos, y las estancias hospitalarias se acortaban. Algunos afirmaban que se trataba simplemente del efecto placebo, pero había casos donde los pacientes enfermos no sabían que el Silencioso estaba por allí, y aun así, tendían a mejorar más rápido. Sin duda se trataba de un fenómeno extraño. Quizá tenía algo que ver con la Fuerza. Quizá fuera algo totalmente distinto. Pero se había documentado demasiadas veces como para pasarlo por alto.
Aunque la visión de un Silencioso no era ninguna sorpresa, le sobresaltó el susurro de la figura encapuchada:
—Tenemos que hablar, Lente.
Fue lo bastante sorprendente como para provocar una reacción visible. El espía estaba demasiado bien entrenado como para delatarse, pero en todo caso, tampoco había nadie cerca. El nombre en clave Lente le daba toda la información que necesitaba para saber quién era el ser disfrazado de Silencioso, aunque su identidad siguiera oculta. El disfraz era inesperado e inteligente.
El espía tenía dos nombres clave en aquel planeta: uno para los separatistas, sus jefes, y otro para la organización criminal Sol Negro. Para esta última, el espía era Lente.
Cualquiera que dijera ese nombre en voz alta sólo podía saberlo por Sol Negro, y ellos no daban ese tipo de información a cualquiera, salvo a uno de los suyos.
—En mi dormitorio dentro de diez minutos —dijo Lente sin mover los labios.
Cuando el agente de Sol Negro llegó al cubículo, diez minutos justos después, Lente ya estaba preparado para tratar con él. Tampoco le sorprendía que le hubieran mandado un agente. Lente tenía información que su visitante quería.
La capucha se retiró. Lente vio que el rostro pertenecía a un nediji, yeso le hizo sonreír. Otra decisión acertada por parte de Sol Negro. Pocos conocían aquella recóndita especie aérea, y muchos menos eran conscientes de lo que eran capaces. Eran rápidos, despiadados e inteligentes, y sólo había un puñado de ellos fuera de su propio sistema, por lo que sus habilidades eran poco conocidas. No para Lente, claro. De alguna manera, ambas especies estaban hermanadas, si bien no por sangre o por genética.
—Soy Kaird.
Lente asintió. Había que reconocer que el nediji no parecía preocupado porque su presencia allí supusiera un problema. Suponía que el espía no le habría invitado a su dormitorio privado si así fuera. Pero Lente lo dijo sólo para asegurarse de que estaban en la misma onda:
—Es poco probable que nadie te pregunte nada, pero si así lo hicieran, estoy aquí para escribir un monográfico sobre el efecto de los Silenciosos en los pacientes de una zona en guerra.
El nediji asintió, con los ojos brillantes y firmes.
—Tengo entendido que se ha producido recientemente una muerte aquí.
Lente asintió.
—El hutt nos es más útil muerto que vivo.
Como agente de Sol Negro en aquel planeta, Lente había obtenido información referente a su operación allí. Eso incluía saber de Filba, de sus tratos con el almirante y de la reciente pérdida del mensajero que habían enviado allí para saber cómo iba la bota.
Kaird ladeó la cabeza.
—¿Fue cosa tuya?
Lente asintió.
—Pues claro. ¿De quién si no? Ya sabes, que tengo ... otras obligaciones que no interfieren con mis responsabilidades con Sol Negro. Filba se estaba volviendo codicioso y estaba perdiendo el control. Su muerte era sólo cuestión de tiempo, y al acelerarla, procuré un poco más de protección para mi puesto aquí.
—Interesante —dijo Kaird.
—¿Te parece mal?
—En absoluto. Estás aquí porque tu organización ha confiado en tus habilidades. Mientras las cosas marchen bien, cómo lo hagas no es problema nuestro. Es sólo que he tenido oportunidad de hablar con nuestro socio de aquí hace un rato, y el almirante afirma que fue él el que dejó inerte al hutt.
Lente frunció el ceño.
—¿Y por qué ha dicho eso?
—Excelente pregunta. Espero poder responderla antes de dejar este planeta.
Lente asintió de nuevo. —¿Y qué hay de mi misión?
—No ha cambiado. ¿Cómo va el mapeo?
—Lento pero seguro. Tengo ubicados los principales campos de bota de este cuadrante, muchos del cuadrante vecino y varios parches silvestres al otro lado del planeta que hasta el momento no han sido registrados oficialmente. Ni lo serán, a no ser que sea por accidente. He manipulado los registros para que el escáner muestre esos lugares como vacíos.
—Excelente. Cuando los separatistas de la República consigan triunfar, estaremos preparados para negociar con ellos sobre la bota. Y si las fuentes son desconocidas, tanto mejor. Cuanta más información tengamos, más fuertes seremos.
Lente sonrió.
—A ti te da igual quien gane, ¿verdad?
El nediji sonrió también, con un gesto maligno, sin labios. —Eso te molesta porque tú has elegido bando.
Lente no dijo nada.
Kaird prosiguió:
—Siempre habrá vicios a los que satisfacer. Las guerras vienen y van, pero el negocio permanece. Los sistemas políticos cambian, la gente no.
Hace diez mil años, la gente ya bebía, inhalaba o consumía intoxicantes, jugaba y vivía del contrabando. Y dentro de diez mil años lo seguirán haciendo, mande quien mande. Aunque Sol Negro se hunda, aparecerá alguien para satisfacer esos deseos.
—y hacerse con un gran beneficio.
—Por supuesto. ¿Conoces la obra del filósofo Burdock?
Lente no la conocía y así lo dijo.
—Burdock decía: "Afrontémoslo, si el crimen no compensara, habría muy pocos criminales".
—Casi todos acaban en la cárcel —dijo Lente—. Porque muchos de ellos no tienen muchas luces.
—Cierto. Lo cual hace que los inteligentes se enriquezcan todavía más.
Sol Negro no soporta a los estúpidos —Kaird sonrió de nuevo—. ¿Tienes la nueva información codificada?
—Sí. Está en un chip implantado —Lente cogió un dispositivo del tamaño de una uña de un cajón y lo alzó. El chip que se veía dentro del dispositivo de plasta id e transparente era del tamaño de una pestaña pequeña y afilada en la punta—. Ponte el extremo plano en la piel y enróscalo para insertártelo subcutáneamente. Y acuérdate del lugar exacto, porque no es detectable ni siquiera mediante un escáner doppraymagno, —Siempre es un placer hacer negocios con un profesional —dijo Kaird.
Se puso en pie—. No volveremos a hablar mientras yo esté aquí. Quizá volvamos a encontrarnos en otro momento, en otro lugar, Lente. Hasta entonces, que te vaya bien.
Lente asintió.
—Vuela libre, recto, Hermano del Aire.
Eso sorprendió al nediji, como Lente sabía que pasaría. Alzó una ceja emplumada.
—Conoces la Bendición del Nido. Estoy impresionado.
Lente le saludó lentamente, al estilo militar, con una ligera inclinación.
—El conocimiento es poder.
—Desde luego.
Cuando se fue, Lente se sentó un momento, pensativo. El hecho de que Bleyd hubiera reclamado la autoría de la muerte de Filba, como le había contado el nediji, era interesante, pero era un tema del que ya se ocuparía el nediji; no era asunto de Lente. El destino del almirante no tenía importancia real. Lente tenía una presa mayor en el punto de mira. Después de todo, ¿a quién le importaba un almirante cuando se perseguía a la República entera?
C
uando Barriss entró en el centro médico para hacer sus rondas, se dio cuenta de que el androide de guardia era el mismo al que había ayudado durante el diagnóstico. El mismo androide de la partida de sabacc de unas noches atrás. I-Cinco. El androide con el que Jos había discutido los principios básicos que definían a los humanos.
Le contempló un momento. Estaba cambiando el fluido de bacta de un tanque. Se movía con la precisión económica de un androide, pero había algo sutilmente distinto en él. Algo que ella también había percibido en su rostro metálico: en ocasiones parecía ser capaz de gesticular. Sintiendo curiosidad, Barriss empleó la Fuerza para percibirle. Los tentáculos etéreos, invisibles e insustanciales, pero no por ello menos efectivos, envolvieron la forma del androide, buscando conocimiento y enviándolo de vuelta a ella. No había un análogo sensorial que describiera la forma en la que ella recibía y procesaba la información de la Fuerza. Los que no eran sensibles a ella no podían entenderla, igual que un ciego de nacimiento no puede entender lo que es ver. Pero para Barriss era un mensaje alto y claro.
Al principio no parecía haber nada inusual en I-Cinco. Podía percibir el casi imperceptible susurro de incontables quarks y bosuns cambiando de ubicación y polaridad, proporcionando conexiones potencialmente ilimitadas a la red sináptica. Podía sentir el zumbido de sus circuitos, el suave latido del fluido hidráulico y la contenida energía de los servomotores. El androide estaba bien hecho, pese a que tenía algunas piezas antiguas.
Pero parecía haber algo más ... , algo demasiado sutil incluso para ser llamado aura. Un mero atisbo de que de alguna manera, de una manera inexplicable por métodos científicos, el todo de I-Cinco era mayor que sus partes. —¿Puedo ayudarle en algo, padawan Offee?