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Authors: Mark Walden

Tags: #Infantil y juvenil, #Aventuras, #Ciencia Ficción

Escuela de malhechores (19 page)

—Gracias, profesor, tal vez podamos dejar los detalles para más adelante. ¿Todo lo demás funcionó sin complicaciones? —preguntó Nero.

—Malpense se comportó exactamente como usted había predicho, doctor.

—Excelente.

Nero no había compartido con el resto de los comensales los detalles sobre la financiación de los estudios de Otto: él mismo tenía demasiadas preguntas sin respuesta como para hacerles saber que el Número Uno tenía un interés personal en el muchacho.

Afortunadamente, los profesores estaban acostumbrados a que todos los años Nero prestara especial atención a uno o dos de los chicos, así que no verían nada raro en su interés por aquel muchacho. Desde que Nero había conferido un trato especial a Diabolus Darkdoom hacía ya muchos años, el personal docente había dado muestras de poseer una fe ciega en su habilidad para identificar a los chicos dotados de más talento.

—Si esos dos alumnos son unos genios de la técnica, quizás podría usted solicitar su ayuda para intentar devolverme a mi forma original, profesor. Tengo la impresión de que no le vendría mal que alguien le echara una mano —la señorita León no se molestó en disimular el tono de desdén que se apreciaba en su voz.

—Ya le he dicho que estoy trabajando en ello. Fue un efecto secundario imprevisto. Llevará su tiempo revertido sin correr riesgos. Si se sometiera a unos cuantos experimentos más, tal vez podría…

—Como comprenderá, profesor, no me siento del todo predispuesta a someterme a sus experimentos. En los últimos tiempos, su índice de aciertos ha sido un tanto decepcionante. Aunque poseer un cuerpo como este tiene ciertas ventajas novedosas, empiezo a estar un poco harta de oír sus excusas por su aparente incapacidad para corregir sus errores —mientras hablaba, el pelo del lomo de la señorita León había empezado a erizarse.

—Ya le advertí que se trataba de un procedimiento experimental, pero usted insistió en…

—Lo que usted me dijo fue que quizás no funcionara, no que existía la posibilidad de que al despertar sintiera una irresistible tentación de ponerme a perseguir ovillos de lana por el suelo de mis aposentos. Se me prometió agilidad y unos sentidos agudizados, no zarpas y un montón de pelo. Tal vez debería recurrir a otros métodos para estimular sus esfuerzos —la señorita León alzó una pata y sacó las uñas de una de sus garras.

—No me amenace, Tabitha, si no quiere quedarse como está.

—¡Basta ya! —Nero parecía muy enfadado—. Ya estoy cansado de oírles discutir sobre este asunto. El Número Uno en persona ha dado órdenes al profesor para que siga investigando y no se me ocurre mejor motivación que el deseo de no defraudarle. Su antiguo cuerpo está perfectamente conservado en la cámara criogénica y tan pronto como se pueda revertir el proceso, se hará. Y en cuanto a usted, profesor, debe redoblar sus esfuerzos. El Número Uno quiere resultados, no excusas, y bien sabe usted que no es un hombre que destaque por su paciencia.

Los dos profesores se quedaron callados. Hacía mucho que habían aprendido a no tentar a la suerte con Nero. Pero al doctor le preocupaba que esos roces fueran cada vez más frecuentes y se preguntaba durante cuánto tiempo más iba a poder seguir impidiendo que se echaran el uno al cuello del otro, una posibilidad que en el caso de la señorita León tenía un sentido muy literal.

—¿Qué me dice del hijo de Darkdoom? —preguntó la condesa—. ¿No cree que también valdría la pena echarle un ojo?

—No estoy seguro —respondió Nero—. Tenía la esperanza de que confrontarle con la historia de los logros de su padre serviría para motivarle, pero me da la impresión de que no se parece mucho al tipo de chico que era su padre cuando vino aquí.

—Puede que necesite un período de adaptación —repuso la condesa—. No me haría ninguna gracia pensar que han resultado inútiles todas las molestias que me tomé con el fin de «convencer» a su madre para que le dejara venir a la escuela.

—Supongo que el chico aún no está al tanto de cuáles fueron las circunstancias exactas en que se produjo la muerte de su padre, ¿no es así? —preguntó el coronel mientras se llevaba la copa a los labios para echar un trago.

Al oír aquella pregunta, los demás profesores parecieron sentirse incómodos.

—Así es —respondió Nero— y espero que todos ustedes se aseguren de que siga ignorándolas. Ya tenemos suficientes preocupaciones.

Capítulo 11

E
l horario de Otto y del resto de los alumnos siguió siendo implacable durante los dos meses siguientes. Sus nuevos estudios avanzaban a una velocidad vertiginosa, que no daba señales de ir a aminorar en un futuro inmediato. Tan pronto aprendían a forzar el último modelo de cámara acorazada de alta seguridad como estudiaban la logística necesaria para construir bases para lanzamientos orbitales secretos. No había tregua en el trabajo y no parecía que los que fueran incapaces de mantener aquel ritmo extenuante tuvieran mucho porvenir en HIVE. Para Otto aquello era un desafío, pero no un imposible, y sus extraordinarias dotes naturales le ayudaban a adaptarse rápidamente a esa nueva forma de vida. Las únicas asignaturas que le causaban algún problema eran Política y Economía, no porque fueran especialmente difíciles, sino porque le parecían aburridas hasta el sopor. Como a todo el mundo, le costaba sobresalir en temas que le interesaban poco o nada. Franz, en cambio, había revelado poseer un notable talento natural para la contabilidad «creativa»: parecía capaz de esconder o redistribuir el dinero de tal forma que ni los profesores conseguían descubrir lo que había hecho con los fondos ficticios que mencionaba en sus ejercicios.

También Wing seguía descollando en Formación Táctica. De hecho, en el transcurso de las siguientes clases del coronel había surgido entre Shelby y él una especie de rivalidad amistosa y las carreras que echaban en la caverna de los arpones cada vez ponían los pelos más de punta. Desde que la señorita León la desenmascaró públicamente en su primera clase, Shelby había resultado ser una persona muy distinta. Desapareció la imagen de niña mimada que había adoptado los dos primeros días y en su lugar surgió una serena seguridad en sí misma y la revelación de que ocasionalmente podía dar muestras de un sarcasmo tan hilarante como mordaz. Shelby no había perdonado a la señorita León que hubiera revelado a la clase su verdadera identidad y durante las semanas siguientes, mientras Otto era testigo de sus mutuos y violentos enfrentamientos verbales, ambas le recordaban a dos pesos pesados aguardando la ocasión de tumbar al adversario dejándole K.O. Otto dudaba que a Shelby se le hubiera permitido aquello si no hubiera sido una alumna tan brillante en las clases de Sigilo y Evasión. Se había ganado con todo derecho su nombre profesional pues, al parecer, cuando quería podía volverse tan invisible como un fantasma.

Shelby y Laura se habían hecho íntimas amigas, en parte por las largas conversaciones nocturnas que tenían en su cuarto y en parte porque Laura había conseguido convencer a Shelby para que se uniera al plan del grupo para fugarse de la isla. Al principio se había resistido un poco, insistiendo en que ella «trabajaba mejor sola», pero pronto comprendió, igual que Otto, que la huida iba a requerir el esfuerzo de todos para que fuera posible.

En realidad, era a Nigel al único al que parecía estar costándole un gran esfuerzo adaptarse a la vida en HIVE. Durante varios días bastaba con mirarle a la cara para darse cuenta de que con cada una de las clases el mundo se le venía más y más encima. A ello se añadía que los profesores esperaban mucho más de él que de los demás alumnos. Otto había perdido la cuenta de las veces que algún profesor le había formulado una pregunta especialmente difícil o había comparado desfavorablemente su respuesta con los éxitos de su padre en el pasado. Era evidente que el nombre de Darkdoom era una carga que se esperaba que llevara sin quejarse, pero Otto dudaba mucho que Nigel fuera un candidato idóneo para el nivel Alfa. La única asignatura con la que parecía no tener que bregar era Biotecnología, en la que a menudo había desplegado un saber tan grande y profundo que había sorprendido a sus profesores y hasta a sus compañeros. De ahí que el único lugar donde Nigel parecía feliz fuera el laboratorio de hidropónica, donde desde el primer momento se había sentido fascinado por las plantas carnívoras que HIVE cultivaba con fines experimentales. Una noche después de cenar, Otto había aceptado la invitación de Nigel para acompañarle a darles de comer y le había impresionado el cariño con que alimentaba con insectos a cada una de las muchas variedades de plantas que había allí.

—Yo solía ayudar a mi madre a cuidar los jardines —le explicó Nigel—, así que esto me recuerda a mi casa.

Otto no creía sufrir de nostalgia, pero en ese aspecto parecía ser la excepción más que la regla. Laura echaba terriblemente de menos a sus padres y se negaba a creer que fuera posible que hubieran consentido su rapto. Quería volver a casa, pensaba que sus padres estarían muertos de angustia por su desaparición y la ponía enferma no poder tranquilizarles y decirles que estaba bien. Esa era una de las razones de que estuvieran llevando a cabo sus «actividades extraescolares» con tanta rapidez. Si querían huir, más les valía actuar rápido. Porque cuanto más tiempo permanecieran en la isla, más posibilidades había de ser descubiertos.

Otto esperó a que transcurriera un mes desde su llegada a HIVE para explicarles a Wing, Laura y Shelby los detalles de su plan. Los cuatro se habían sentado en un rincón solitario del patio mientras él, hablando en voz baja para que nadie pudiera oírle, les explicaba cómo se iban a fugar. Como Otto había supuesto, al principio habían acogido su idea con franco escepticismo. Shelby, sobre todo, parecía dudar muy mucho de que los cuatro fueran capaces de hacer lo que Otto sugería sin que los descubrieran. Otto estaba preparado para aquello y había tranquilizado a los otros tres conspiradores repasando al detalle cada fase del plan y dando respuestas aparentemente satisfactorias a cada una de sus muchas preguntas. Tras celebrar un par de reuniones secretas más, todos empezaron a creer que realmente podían hacerlo y, a partir de entonces, Otto hizo que se concentraran en resolver los problemas prácticos previos a cualquier intento de huida.

En primer lugar, había repasado la lista de componentes que Laura necesitaría para construir parte del equipo que tendrían que llevar. Otto pensaba que él mismo podría agenciarse algunos de los objetos más normales en las clases de Tecnología Aplicada. Después de todo, el profesor Pike no se distinguía precisamente por tener muy vigilados a sus alumnos durante su clase. Pero otros componentes más exóticos serían algo más difíciles de escamotear. Él sabía dónde se podían obtener algunos, pero era posible que estuvieran protegidos con grandes medidas de seguridad. Había hablado de esos materiales con Shelby, quien, tras un par de días de discreta investigación, le había asegurado que podía conseguir todo lo que fuera necesario sin ser descubierta. Entonces le tocó a Otto mostrarse escéptico: sabía que era una fuera de serie para hacerse con objetos difíciles de conseguir, pero aquello iba a suponer un auténtico reto para su destreza.

Así pues, no fue poca la sorpresa cuando, al cabo de solo un par de días, Shelby entró en el cuarto de Otto y Wing y colocó cuidadosamente sobre sus camas todos y cada uno de los artículos de la lista. Otto tomó nota mentalmente de que en el futuro debía tener más fe en sus habilidades. Esa fue la señal para que Otto y Laura empezaran a utilizar los componentes para montar algo que les pudiera ser útil. Después de registrar concienzudamente cada centímetro de sus cuartos, Otto quedó un noventa y nueve por ciento convencido de que en ellos no se vigilaba a los estudiantes, por lo que decidieron convertir sus cuartos de baño en improvisados talleres. En su opinión, si les estaban vigilando mientras trabajaban en sus proyectos científicos no autorizados, no tardarían en darse cuenta. El hecho de que finalmente lograran completar sus preparativos sin que los omnipresentes guardias de seguridad irrumpieran en sus cuartos de baño significaba que, por fortuna, sus actividades habían pasado inadvertidas.

Y así, cuando se aproximaba el mes de noviembre, pudieron al fin poner su plan en práctica. Seguía habiendo puntos en el proyecto que preocupaban a Otto, puntos en los que quizá tuvieran que confiarse demasiado a la suerte, cosa que no le hacía ninguna gracia, pero tampoco podían permitirse el lujo de quedarse sentados preocupándose. Por fin, fijaron una fecha para el intento y, según se fue acercando el día fatídico, Otto no pudo evitar sentirse a partes iguales nervioso y emocionado. No cabía duda de que HIVE era una institución única y mucho de lo que allí había aprendido le parecía fascinante, pero seguía sintiéndose como una rata de laboratorio en un laberinto. En el fondo tenía miedo de que, si se quedaba allí más tiempo, los estudios pudieran empezar a gustarle demasiado, lo cual haría que le resultara mucho más difícil marcharse. Una insistente voz interior no paraba de preguntarle por qué tenía tanto empeño en volver a su vida anterior. El orfanato había sido su hogar durante muchos años, pero no lo echaba tanto de menos como había temido en un principio y, además, tampoco podía pasarse allí la vida entera. Cuanto más alta sonaba esa voz, más decidido estaba a irse antes de que le fuera imposible rechazar aquellas dudas.

—De modo que con una combinación tan potente de neurotoxinas naturales se comprende fácilmente por qué esta familia de plantas ofrece tan grandes posibilidades. Su cultivo a gran escala podría incluso…

¡¡¡UAAA, UAAA, UAAA!

La sirena de la escuela resonó en la bóveda hidropónica y ahogó las últimas palabras de la lección de Biotecnología que estaba impartiendo la señorita González. Cuando todo el mundo empezó a recoger sus cosas, la profesora levantó la voz:

—Recordad que la semana que viene tenéis que presentarme un trabajo sobre la manipulación genética de las características del crecimiento en plantas complejas.

Otto no pudo evitar reírse para sus adentros. Si a la noche todo salía como estaba previsto, no tendría que preocuparse precisamente por ese trabajo. Wing advirtió la expresión de Otto y sonrió también.

—Podríamos mandarle los trabajos por correo —dijo en voz baja.

—Si tuviéramos una dirección adonde mandarlos —respondió Otto, que al ver que se aproximaba Nigel se llevó un dedo a los labios para advertir a Wing que se callara.

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