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Authors: Elaine Cunningham

Tags: #Aventuras, #Fantástico, #Juvenil

Canción Élfica (29 page)

Oyó al caballero un hechicero

y le concedió su deseo.

Al principio, se sintió de gozo pleno

al ver concedido su sueño.

La espada siguió otra vez con la tonada, advirtiendo a los luchadores en tono jovial que no se fiaran de los deseos pronunciados con ligereza. Las arpías también parecían tomarse el consejo al pie de la letra. Quizá recordasen su última batalla contra aquellos contrincantes, o al menos habían aprendido a desconfiar de aquellas presas que no se mantenían quietas pese a su poder, pero el caso es que se mantenían en círculo alrededor del claro, fuera del alcance de las centellantes espadas mientras cantaban su hermosa y mortífera canción. Pero por encima del embrujador canto de las arpías sonaba la alegre voz de barítono.

El caballero fue a una fiesta invitado

con su nueva arma.

Pero comer le resultó difícil con la lanza

pues al bailar tropezaba.

Morgalla chasqueó la lengua y luego frunció el entrecejo llena de frustración. La lucha no resultaba de su agrado porque sus contrincantes permanecían fuera de su alcance. Utilizando la lanza a modo de jabalina, la lanzó contra una arpía que volaba bajo. La punta se incrustó en el cuerpo de la criatura y la fuerza del impulso hizo que la lanza siguiera avanzando hasta hundirse en profundidad contra un árbol. Atravesada por la lanza, la arpía moribunda se retorcía y chillaba, pero Morgalla se limitó a hacer un gesto de satisfacción y desenfundar el hacha para preparar un nuevo ataque.

—¡Disparemos contra ellas! —gritó Danilo, al ver lo que había hecho la enana. Apartó la espada y tensó el arco, pero la primera flecha falló el blanco. El Arpista esbozó una mueca y preparó otra mientras por el rabillo del ojo veía cómo Elaith apretaba los labios en gesto de impotencia y frustración por no poder alcanzar con sus embestidas a los monstruos que se acercaban. Los mercenarios de Elaith lanzaron andanada tras andanada de flechas y, al final del estribillo, todas habían sido derribadas, algunas de ellas todavía con vida a pesar de las puntas de flecha que sobresalían de sus fétidos cuerpos.

Una de las arpías heridas se abalanzó sobre Sarna, pero el astuto mercenario agarró a la criatura por las patas, consciente de que una simple rozadura de sus garras podía dejarlo inmovilizado, y al mismo tiempo dio un puntapié al horripilante rostro. La criatura reculó, cubriéndose la nariz destrozada.

Un furioso Elaith se abalanzó sobre la arpía herida y hundió la espada mágica hasta la empuñadura en su garganta. La expresión del rostro del elfo sugería que pretendía acabar con el canto de la espada a base de sangre, pero la hoja seguía cantando, impertérrita.

Al día siguiente, en el torneo,

ganó todas las justas

porque aquellos que se enfrentaban a su espantosa punta,

se caían, riendo, del asiento.

El hacha de Morgalla resplandeció mientras combatía con una arpía armada con una porra. Dio un traspié y se quedó con una rodilla en tierra. La arpía levantó la porra de hueso y se echó hacia adelante para dar el golpe definitivo, pero en el último momento la experta enana se apartó a un lado y se puso rápidamente de pie para pillar a la arpía desequilibrada y poder hundirle el hacha en la nuca. Una sangre oscura salió a borbotones a través de la espesa mata de pelo enmarañado y la criatura cayó de bruces. En ese momento, Elaith destripó al único monstruo que quedaba. Con la muerte de la última arpía, el canto mortal de las arpías se desvaneció, pero la espada cantora siguió la mar de alegre:

¡Ajá, por aquí!, ¡ajá, por allí!

Ahí va la lección:

tened cuidado con lo que pedís,

porque vuestros deseos reali…

Elaith lanzó la espada al suelo y la canción finalizó bruscamente con una exclamación ahogada, como si el rapsoda mágico hubiese sido estrangulado por unas manos invisibles. El elfo de la luna se acercó a Danilo y, temblando de rabia mal contenida, puso un dedo sobre el pecho del Arpista.

—¡Estás loco! —tronó—. Nadie, nadie salvo tú tendría un arma tan ridícula.

Danilo se cruzó de brazos y se recostó contra un árbol.

—Oh, no lo sé. Pensé que lo estabas haciendo bastante bien.

Una daga de plata centelleó en la mano del elfo y, con un rápido movimiento, Elaith se echó hacia adelante y sostuvo la punta del arma contra la garganta del Arpista. Danilo apenas arqueó una ceja.

—De veras, mi querido Elaith, no me gustaría ver cómo cambias tus métodos a estas alturas. ¿No preferirías que me pusiera primero de espaldas?

—¿Puedo recordaros a los dos que tenemos cosas que hacer en Aguas Profundas? —interrumpió la voz indiferente de Vartain—. Nuestro contrincante se encuentra allí y va a atacar el día del Escudo. Nos quedan tres días.

El elfo contempló a Danilo con mal disimulado rencor, pero hizo un visible esfuerzo por apartar la daga.

—Hicimos un pacto como aventureros, y pienso atenerme a él, pero no prometo nada en cuanto recuperemos el arpa.

—Lo recordaré. —Danilo recogió la espada cantora y la devolvió a su funda—. Me voy a Aguas Profundas. Puedo llevar dos personas conmigo y volver después del crepúsculo a por dos más. Vartain, deberías venir el primero. Quizá si tú y Khelben Arunsun unís vuestros esfuerzos, podréis dar con la identidad de ese bardo enemigo.

El maestro de acertijos hizo una reverencia.

—Será un honor.

—Yo también voy —intervino Elaith—. Dispongo de fuentes de información en Aguas Profundas que el propio archimago envidiaría.

—Modestia aparte —comentó Danilo en tono jocoso mientras examinaba a los que se quedaban atrás. Estaban Wyn y Morgalla, el ermitaño elfo, Balindar, Sarna y Cory, un joven de tez oscura que era el espadachín a sueldo de menor edad de Elaith—. Antes de iros, procurad encontrar los demás caballos y luego poned rumbo a las granjas del templo del Campo Dorado. En cuanto encontréis el río, seguid su curso hasta llegar a un embalse profundo y tranquilo y montad el campamento. Os encontraré allí poco después de la puesta de sol.

Danilo hizo que Vartain y Elaith se acercaran a él y giró el anillo para invocar el hechizo de teletransporte. La visión se les llenó de una agitada luz blanca y al poco se convirtió en un sólido muro de granito negro.

El trío se encontró en un patio situado frente al cono alto y liso que constituía la torre de Báculo Oscuro, con un muro de casi siete metros de altura a su espalda. En la estructura no se veía ninguna puerta, ni portalones ni ventanas y los dos compañeros del Arpista se quedaron mirando el hogar del archimago con patente interés.

La pared sólida de la torre se agitó un breve instante y el archimago apareció por un hueco para saludar a los recién llegados. Danilo se encargó de las presentaciones y Khelben Arunsun dio una lección de auténtica diplomacia cuando se enteró de que el elfo canalla Elaith Craulnober se había convertido en el compañero de su sobrino.

—Bienvenidos a la torre de Báculo Oscuro. Os ruego que os unáis a mi dama y a mí para disfrutar de la comida. Tenemos muchas cosas de que hablar, y podemos hacerlo mientras comemos.

Elaith respondió con una sonrisa misteriosa.

—Un placer que tendré que posponer. Si tiene la amabilidad de enseñarme por dónde se sale, tengo cosas que hacer. —Tras prometer que se encontraría con Danilo en una taberna al día siguiente a mediodía, Elaith se deslizó por la puerta invisible del muro.

—Es una larga historia —comenzó Danilo con voz seca mientras hacía un gesto en dirección al lugar por donde acababa de desaparecer el elfo.

—Esperaré. Pero ahora decidme, ¿qué habéis conseguido?

En compañía de un almuerzo a base de cocido de lentejas y queso ahumado, Danilo puso al corriente a su tío de los sucesos acontecidos aquellos últimos días. Vartain relató al archimago de forma escueta su encuentro con el dragón, y enseguida se puso a contar los detalles del pergamino hasta poder aventurar el perfil que según él debía de tener la hechicera.

—Nuestro enemigo es un bardo y un mago de considerable poder. Habla sespechiano medio, lo cual significa que o bien es especialista en dialectos remotos o es nativa del reino de Sespech, que desapareció hace casi trescientos años. También es una maestra del acertijo experimentada y el estilo del acertijo sugiere que tal vez sea, o lo haya sido hasta cierto punto, Arpista.

Khelben asintió con el gesto serio.

—El hecho de que haya alterado baladas me indica que tal vez estés en lo cierto en ese último aspecto. Decís que se la vio en Luna Plateada, ¿verdad? ¿Es elfa?

Danilo sacudió la cabeza.

—Nadie que la haya visto puede afirmar que sea cierto o no, pero por la edad que le calcula Vartain quizá sea lo más probable. Wyn también está de acuerdo en eso. ¿Por qué lo preguntas?

—Se me ocurre una persona que pudiese encajar en ese perfil. Iriador Niebla Invernal era hija de un famoso juglar elfo y una humana baronesa de Sespech. Fue una hechicera notable y una bardo prometedora. Unió sus fuerzas con la banda de Finder Espolón de Wyvern y estuvo viajando con él durante una temporada. Según todos los indicios, murió durante una batalla en las guerras Estella del Arpa.

—Una semielfa, ¿no? ¿Qué aspecto tiene?

—Iriador era una afamada belleza de brillante pelo rojizo y vivaces ojos azules. Era muy ágil, de poco más de metro sesenta de estatura y rasgos delicados. Si sigue todavía con vida, aunque se haya tomado pociones de longevidad, sin duda tendrá aspecto de anciana. Trescientos años son muchos para una semielfa.

—No es demasiado para empezar —comentó Danilo con tristeza mientras se levantaba de la mesa—. Tenemos que advertir a Kriios Halambar. Si podemos evitar que la hechicera entre en el lugar donde se alzaba el colegio de bardos de Ollamn, quizá ganemos un poco de tiempo. Al menos, podemos hacer que vigilen la tienda por si aparece alguien que encaje con esa descripción. Vartain, tú te encargarás de eso. Ven, salgamos.

El maestro de acertijos salió con él en silencio de la torre rumbo a la calle.

—¿Puedo preguntarte por qué me encomiendas esta misión? —preguntó.

—Tú ves cosas en las que los demás no nos fijamos —respondió Danilo sin pretender alabarlo.

—Últimamente, parece que me he perdido gran cantidad de detalles —musitó el maestro con voz taciturna.

Danilo lo observó sorprendido, pues semejante confesión no era propia de Vartain.

—La verdad es que tu precisión es inaudita y posees una mente privilegiada. Nunca había visto a nadie que poseyera un conocimiento tan amplio ni que prestara tanta atención a los pormenores. Me he dado cuenta de que cuando te pierdes un detalle, es sólo cuando estás demasiado enfrascado en analizar ciertos hechos o encajar las piezas entre sí. Si no te importa que te lo pregunte, ¿cómo definirías el humor?

Vartain pareció sorprendido por aquel aparente cambio de tema.

—Frivolidad, aquello que es alegre y divertido.

—Bien, es correcta porque es cierta, pero yo tengo otra definición: humor es mirar el cuadro en su conjunto y encontrar el detalle incongruente. Humor es otra palabra para definir el acto de mirar la vida desde un ángulo distinto y significa que no te tomas a ti mismo demasiado en serio. Además, añade una pizca de diversión a la vida.

—¿Diversión?

Danilo palmeó al maestro en el hombro.

—Diversión —repitió—. Cuando todo esto haya acabado, te sugiero que estudies esa palabra.

Vartain parecía poco convencido, pero hizo una inclinación de cabeza y se apresuró a poner rumbo hacia la tienda de laúdes de Halambar mientras el Arpista retrocedía lo andado al vestíbulo de la torre.

—Veamos el pergamino —exigió Khelben de inmediato.

Danilo rebuscó en su bolsa mágica y frunció las cejas con gesto de sorpresa.

—Es curioso —musitó mientras escudriñaba las pertenencias—. Estaba justo aquí arriba. —El Arpista empezó a sacar los objetos uno por uno, hasta que el montón en el suelo le llegó casi a la altura de las rodillas.

—¡Ya basta! —exclamó Khelben, exasperado—. Es evidente que el pergamino ha desaparecido.

Su sobrino hizo un gesto de asentimiento para admitir su derrota.

—Elaith Craulnober ha vuelto a mofarse de mí. No tengo ni idea de cómo lo hizo, pero me quitó el anillo del dedo sin que yo me diese cuenta.

—¿Por qué querrá el pergamino?

—Quiere mantenerlo alejado de ti por miedo a que encuentres a la hechicera antes que él. Por eso no vine aquí de inmediato con el pergamino —admitió Danilo—. Al parecer, nuestra hechicera posee un artefacto elfo, un arpa mágica muy poderosa conocida con el nombre de Alondra Matutina, y Elaith está ansioso por hacerse con ella.

El archimago recibió las noticias en silencio.

—Así que Elaith Craulnober estará escudriñando la ciudad y preguntando a todos por esa arpa mágica.

—Lo más seguro. ¿Puedes seguirle la pista?

—Me ocuparé del elfo. Mientras, ¿por qué no vas a casa de Halambar y ves si Vartain nos consigue información útil?

El Arpista se apresuró a ir a la tienda del jefe de la cofradía. Kriios Halambar recibió a Danilo con cortesía pero pareció sorprendido cuando Dan le preguntó por Vartain.

—El maestro de acertijos no ha sido visto por aquí desde que fue contratado por Elaith Craulnober hace muchos días. ¿Por qué?

—Me temo que acabáis de responder a mi pregunta —admitió el Arpista tristemente—. Vartain sigue trabajando para Elaith. —Proporcionó a Halambar una versión abreviada de toda la historia y le pidió que cerrara la tienda y estuviera alerta para que la hechicera no pudiese lanzar su hechizo desde la sede del colegio de Ollamn.

—Aquí acuden muchos bardos a firmar el registro, pero el colegio se alzaba donde ahora está la cofradía —lo corrigió Halambar mientras meditaba sobre esa posibilidad—. Sería algo sin precedentes cerrar la sede de la cofradía durante la Fiesta del Solsticio de Verano. Muchos bardos que vienen de visita se alojan allí.

—Pero ¿podría hacerse?

—Oh, sí, admito haber puesto protecciones mágicas alrededor del edificio porque, además de las precauciones habituales, los sucesos acaecidos en Aguas Profundas últimamente nos hacen actuar con más prudencia si cabe.

—Nuestro bardo domina a la perfección la magia —convino Danilo mientras rebuscaba en su bolsa el cofre del dragón. En él encontró menos piedras que las que recordaba haber dejado, pero eligió varias gemas de gran tamaño para dárselas a Halambar—. Aumentad la vigilancia en vuestra tienda y en la cofradía con tanta magia y acero como podáis comprar con estas piedras. Y haced que vigilen en busca de cualquier persona que pueda encajar en la descripción que os he dado.

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