El director me ofrecía para el otro año habitaciones mejores, pero yo tenía apego a la mía; ahora entraba en ella sin sentir nunca el olor a petiveria, y mi pensamiento, que con tanta dificultad se elevaba antes por aquellas paredes, llegó a conocer tan exactamente sus dimensiones, que tuve que obligarlo a un tratamiento inverso cuando me acosté en París en mi alcoba de siempre, que era baja de techo.
Porque al fin tuvimos que marcharnos de Balbec; hacía ya demasiado frío y humedad para poder resistir en aquel hotel sin chimeneas ni calefacción. Aquellas últimas semanas las olvidé casi en seguida. Lo que veía invariablemente cuando pensaba en Balbec eran aquellos momentos de la mañana que mi abuela me hacía pasar echado, a obscuras, por orden del médico, porque aquella tarde tenía que salir con Albertina y sus amigas. El director daba órdenes para que en mi piso no hiciesen ruido, y él mismo cuidaba de que fueran obedecidas. Como la luz era muy fuerte, yo dejaba cerrados todo el tiempo posible los cortinones violetas que tanta hostilidad me demostraron la primera noche. Pero a pesar de los alfileres con que Francisca los sujetaba por la noche, y que ella sola sabía quitar, y a pesar de las mantas, del tapete y de otras telas que cogía para cerrar las aberturas, no lo lograba por completo, y resultaba que la obscuridad no era total; parecía que en la alfombra habían estado deshojando anémonas, y yo no podía por menos de ir un instante a bañar mis pies desnudos en aquellos ilusorios pétalos escarlata. En la pared frontera a la ventana, parcialmente iluminada, había un cilindro de oro, sin base alguna, colocado verticalmente y que iba cambiando de sitio despacio, cómo la columna luminosa que precedía a los hebreos por el desierto. Volvía a acostarme y me veía en el trance de saborear, sin moverme, sólo con la imaginación, y todos a la vez, los placeres del juego, del bailo y del paseo que la tarde aconsejaba; el corazón me palpitaba ruidosamente de alegría corno máquina en plena acción, pero inmóvil, y que para descargar su velocidad no puede hacer más que dar vueltas sobre sí misiva.
Yo sabía que mis amigas estaban en el paseo; pero no las veía pasar por delante de los desiguales eslabones del mar, el cual tenía al fondo, encaramado en sus azuladas cimas, como un poblado italiano, el pueblecillo de Rivebelle, que en un claro se distinguía perfectamente detallado por el sol. No veía a mis amigas; pero (mientras que llegaban hasta mi mirador los gritos de los vendedores de periódicos —los
periodistas
como decía Francisca—, las voces de los bañistas y de los niños, que puntuaban cauro piar de pájaros marinos, y el ruido de las olas, que se rompían suavemente) adivinaba su presencia y oía su risa, envuelta, como la de las Nereidas, en el dulce son de las ondas en la arena, que subía hasta mis oídos. "Hemos mirado —me decía Albertina por la tarde— a ver si bajaba usted. Pero las maderas del balcón estaban cerradas hasta la hora del concierto." Ocie en efecto estallaba a las diez al pie de mi cuarto. Entre los intervalos de los instrumentos musicales, cuando la mar estaba muy llena, se oía, continuo y ligado, el resbalar del agua de una ola que envolvía los trazos del violín en sus volutas de cristal y parecía lanzar su espuma por encima de los ecos intermitentes de tina música submarina. Yo me impacientaba porque no me habían traído aún las cosas para empezar a vestirme. Daban las doce, y Francisca aparecía. Y durante varios meses seguidos, en ese Balbec que tanto codicié, porque me lo imaginaba batido por las tempestades y perdido entre brumas, hizo un tiempo tan seguro y tan brillante que cuando venía a descorrer las cortinas nunca me vi defraudado en mi esperanza de encontrar ese mismo lienzo de sol pegado al rincón de la pared de afuera y de un inmutable color, que impresionaba, más aún que por ser signo del estío, por su colorido melancólico, cual el de un esmalte inerte y ficticio. Y mientras que Francisca iba quitando los alfileres de las impostas, arrancaba telas y descorría cortinas, el día de verano que descubría ella parecía tan muerto, tan inmemorial como una momia suntuosa y milenaria que nuestra vieja criada despojaba cuidadosamente de toda su lencería antes de mostrarla embalsamada en su túnica de oro.
FIN
MARCEL PROUST (1871-1922), Marcel Proust nació el 10 de julio de 1871 en Auteuil, París (Francia), en el seno de una familia acomodada. Su padre era el médico Adrien Proust y su madre, Jeanne Weil, era una mujer culta descendiente de una adinerada familia de origen judío. Proust era un niño enfermizo, pues desde temprana edad padeció asma. Se instruyó en el Liceo Condorcet. Sus padres querían que estudiase Derecho, cosa que hizo en la Sorbona y en la Escuela de Ciencias Políticas, aunque finalmente dedicó casi todo su tiempo en exclusiva a la escritura.
Desde 1905, año de la muerte de su querida madre, se recluyó en su hogar y volcó todo su tiempo en la escritura de su obra más importante, "En busca del tiempo perdido" (1913-1927), caracterizada en su narrativa por su ahondamiento en la instrospección personal y en el retrato psicológico de sus caracteres. Esta obra, dividida en varios volúmenes con tintes autobiográficos, le proporcionó el Premio Goncourt en 1919. Póstumamente apareció la novela "Jean Santeuil" (1956), un libro que había comenzado a escribir en 1895.
Respecto a su vida sentimental, Proust era homosexual a pesar de que estuvo enamorado en su infancia de Marie de Benardaky. Su relación amorosa más importante la mantuvo con su secretario Alfred Agostinelli, fallecido en un accidente de aviación cuando pilotaba una avioneta que el propio Proust le había regalado.
El escritor francés murió de neumonía el 18 de noviembre de 1922, acompañado de su criada Celeste Albaret. Tenía 51 años.
[1]
Decimos que una salida rápida de nuestra parte, Señor…
<<
[2]
Conjunto de personas contratadas para aplaudir en los teatros u otros espectáculos.
<<
[3]
Cambiando lo que se deba cambiar.
<<
[4]
brindis (discurso).
<<
[5]
Ciudad y el mundo.
<<
[6]
Relativo al mendelismo o a Johann Mendel (botánico austriaco, 1822-1884).
<<
[7]
Cortesana; mujer de vida alegre.
<<
[8]
Locales de moda en el siglo XIX, decorados al estilo Art Nouveau donde se servía comida.
<<
[9]
Por la noche en el bosque.
<<
[10]
Insomio; desvelo
<<
[11]
Juego de palabras intraducible, basado en la semejanza de pronunciación existente entre olé y au lait (a leche en francés).—N. del T.
<<
[12]
Por el camino correcto
<<
[13]
De color blanco (como la nieve).
<<
[14]
Supongo que hace referencia a alguna quiebra.
<<
[15]
Rápida, diligente (aquí en en tocar el piano).
<<
[16]
Persona que adopta actitudes modas, valores, formas de hablar de acuerdo con lo que esta de moda.
<<
[17]
Ser bastante directo, no ir con rodeos…
<<
[18]
Condescendiente.
<<
[19]
Carruaje de caballos.
<<
[22]
Artículo de fondo.
<<
[23]
Exactamente el hombre adecuado en el lugar correcto.
<<
[24]
Baile de la época.
<<
[25]
El té de las cinco de la tarde.
<<
[26]
Sin formulismos (en italiano).
<<
[27]
Niños, niñas.
<<
[28]
No más; es suficiente.
<<
[29]
Bañera.
<<
[30]
Paseo, caminata.
<<
[31]
Banalidades, ordinarieces
<<
[32]
Abrigo tres cuartos, largo, sin mangas con falda al juego (de moda en la época).
<<
[33]
Suivzemoi
,
jeune homme
: Vestidos de moda a primeros del siglo XX.
<<
[34]
Puntillas.
<<
[35]
Grandes mangas comenzaron a llegar a ponerse de moda a finales de 1820, pero en realidad golpeó su paso grande en la década de 1830. Llamado pierna de cordero o las mangas Gigot (la traducción francesa de la pierna de cordero), que comenzó un poco sobre el hombro y la sopló hacia fuera antes de reducir de nuevo hacia la parte inferior del brazo. En combinación con la falda muy popular V-cuello y completo, mangas gigot ayudó a dar una ilusión de una cintura más estrecha.
<<
[36]
Vestíbulo.
<<
[37]
Paseo, avenida.
<<
[38]
Un juego para jugar con las palabras y apropiado para niños.
<<
[39]
ascensor (en inglés).
<<
[40]
Saloncito que antiguamente había entre el dormitorio y la sala de estar.
<<
[41]
Juego de naipes.
<<
[42]
Comedia ligera.
<<
[43]
Botones.
<<
[44]
Ascensorista.
<<
[45]
Gitanos.
<<
[46]
Juego de naipes.
<<
[47]
Se lo pasarán bien.
<<
[48]
Padua es un lugar muy hermoso donde los grandes doctores de la ley ... Pero yo prefiero la polenta ... Me siento en mi dominó negro.
<<
[49]
En Havre antes de que el Atlántico. En Venecia, en el horrible Lido. Donde se halla bajo la hierba de una tumba. Morir de los límites del Adriático.
<<
[50]
Sin posibilidad de cambios.
<<
[51]
Mujeres navegantes (se refiere a que vam con bañador)
<<
[52]
Jinete profesional que monta los caballos en las carreras.
<<
[53]
Lugar donde se exhiben los animales que van a participar en una carrera canina o hípica.
<<
[54]
Reuniones de personas que navegan.
<<
[55]
Encuentros, reuniones.
<<
[56]
Entrechar la mano.
<<
[57]
mozo.
<<