—¿A qué te refieres? —preguntó mi madre.
—Si les parece bien, esperaba poder sacar a Bianca del campus de vez en cuando. A partir de este fin de semana, quizá. Podríamos ir a Riverton, o a donde sea, y ella podría enseñarme algo sobre cómo se vive en el siglo
XXI
. Yo podría contarle más cosas de los sitios en los que he estado. —Balthazar lo planteó como si se le acabara de ocurrir, no como si lleváramos semanas planeándolo—. Sé que es demasiado joven para salir del campus con su novio, pero, mientras ese fantasma ronde por aquí, yo me sentiría más seguro en otro sitio. Seguro que Bianca también.
—Desde luego que sí —dije.
Mis padres no se olieron nada. De hecho, parecieron entusiasmados, demasiado, la verdad. Sabía que Balthazar les caía bien. ¿A quién no? Pero parecían demasiado impacientes por emparejarnos. Aun así, mientras eso nos favoreciera, yo no iba a protestar. Mi padre se dirigió primero a Balthazar.
—La traerás de vuelta a una hora decente.
—Por supuesto.
—Y nos mantendrás informados de lo que hacéis y de dónde estáis —dijo mi madre levantando los talones del suelo.
—En todo momento —prometió Balthazar—. También le pediré permiso a la señora Bethany.
—Yo me ocupo de eso —dijo mi madre—. Es más probable que diga que sí si se lo pedimos nosotros.
—Esto es una gran responsabilidad —me dijo mi padre—. ¿Seguro que estás preparada?
Yo solo estaba pensando en que pronto volvería a estar con Lucas.
—Estoy preparadísima.
Ellos sonrieron, tan contentos y confiados que me sentí mal por mentirles, pero sabía lo que tenía que hacer, y no iba a echarme atrás.
En el período inmediatamente posterior al Baile de Otoño, la gente estuvo bastante histérica. Raquel comenzó a hacer el equipaje para fugarse del internado en tres ocasiones distintas y, en cada una, yo tardé más de media hora en tranquilizarla. Nos pasamos una semana durmiendo con las luces encendidas, y no fuimos las únicas. Se sumaron más profesores para hacer guardia en los pasillos durante la noche. En una ocasión incluso vi a la mismísima señora Bethany caminando resueltamente por un pasillo con una vela en la mano, tan alerta que casi parecía impaciente.
Nadie se acercaba al gran vestíbulo para estudiar, pasar el rato o hacer cualquier otra cosa. La lona alquitranada que cubría la ventana rota mientras no llegaban los cristales nuevos no era la mejor solución, y dejaba entrar frías ráfagas de aire invernal, pero esa no era la razón de que la gente se mantuviera alejada de ella. Cuando llegó el fin de semana, yo estaba más que preparada para pasar unas horas fuera del internado por otros motivos aparte de ver a Lucas, aunque, por supuesto, él continuaba siendo la razón más importante de todas.
—¿Estoy bien? —Me di varias veces la vuelta delante del espejo, intentando ignorar la leve borrosidad de mi reflejo. Llevaba demasiado tiempo sin sangre; tendría que beber un poco de camino a la ciudad.
—Por enésima vez, estás estupenda —dijo Raquel sin alzar la vista de su último proyecto artístico. Se había refugiado en el arte para rehuir sus miedos—. Balthazar te ve todos los días, no puede decirse que no sepa qué pinta tienes.
—Eso ya lo sé. —Me había vestido bastante informalmente por ese motivo, con vaqueros y una afelpada chaqueta azul, pero, naturalmente, era a Lucas a quien iba a ver.
Raquel dejó sus tijeras y revistas.
—Está claro que la señora Bethany hace favoritismos. Me alegro de que puedas pasar la tarde fuera del internado, pero ojalá pudiéramos hacerlo todos.
—Sé que no es justo, pero de momento no se lo voy a comentar. Además, sabes mejor que nadie que yo no estoy en su lista de alumnos favoritos. Solo tengo suerte de que Balthazar sí lo esté.
—Balthazar está loco por ti, se ve a la legua.
Fingí que me retocaba el maquillaje frente al espejo para que no pudiera percibir la incertidumbre de mis ojos.
—Es estupendo.
—Lo principal es que estáis enamorados y sois felices. —Era la afirmación más romántica que le había oído decir nunca. Tanto era así que habría creído que estaba bromeando de no ser por su tono de voz—. Lo demás no importa, ¿no?
Raquel se había acercado más a la verdad de lo que imaginaba.
—Así es.
—Bien. —Nos sonreímos y entonces Raquel puso los ojos en blanco—. No te creas que te voy a abrazar ni nada de eso.
—¡Gracias a Dios!
Me arrojó una bola de papel que esquivé.
Balthazar había pedido prestado el sedán gris del internado para ir a Riverton. Escuchamos música en la radio, yo intentando sintonizar mis cantantes favoritos mientras Balthazar insistía en que buscara una emisora donde pusieran música carroza.
—Tienes que ponerte al día —insistí—. ¿No es por eso por lo que estás en la Academia Medianoche?
—A lo mejor estoy por la compañía —dijo con una sonrisa burlona.
El buen humor nos acompañó hasta que estuvimos cerca del Riverton y nos aproximamos al puente que cruzaba el río. Balthazar paró en el arcén en un intento por tranquilizarse.
—Lo odio —dijo—. Profundamente.
—¿Cómo conseguiste viajar a Europa, el Caribe y todos esos sitios? Si cruzar un río es malo, ¿no es imposible cruzar un océano?
—De hecho, las masas de agua grandes son más fáciles en algunos aspectos. Siempre que estamos demasiado estresados, si tenemos que hacer un viaje transoceánico o nos quedamos atrapados en suelo sagrado, básicamente nos sumimos en un largo letargo. Es como hibernar, creo. El estado de trance nos protege. De lo que hay que tener cuidado es de que los humanos no te encuentren mientras estás inconsciente. Nosotros no tenemos pulso, y no nos despertamos fácilmente; es un buen modo de que terminen dándote por muerto, por realmente muerto, quiero decir. Una vez te entierran en suelo sagrado, se acabó.
—O te incineran.
—Exactamente. Pero, si estás en un barco, puedes esconderte durante unas cuantas semanas. Te despiertas muerto de hambre, pero eso tiene remedio. En un avión, suponen que estás dormido y normalmente recobras el sentido poco después de que el avión haya vuelto a sobrevolar tierra firme. No me malinterpretes, no es divertido. Pero al menos de esa forma pasas lo peor durmiendo. Esto… esto no es nada salvo la impresión.
Pensé en todas las absurdas películas de vampiros que había visto en televisión, donde condes rumanos vestidos con capas negras viajaban por mar a Inglaterra dormidos en sus ataúdes. Ahora me daba cuenta de que aquellas leyendas estaban basadas en hechos reales. La forma más segura de cerciorarte de que llegabas a tu destino era embarcarte como cadáver. ¿Quién se iba a imaginar que las películas de terror podían enseñar algo?
El río relució ligeramente a la luz de la luna y yo sentí la tenaza del miedo.
—¿No podemos hacerlo ya? El fin de semana pasado no fue tan malo, porque lo hicimos deprisa. Quizá sea lo mejor.
Balthazar se volvió hacia mí, mirándome atentamente.
—¿Tú también lo sentiste la última vez?
—Oh. Hum, sí.
—Estás empezando a sentir más de lo que sentimos nosotros. Cada vez eres más vampiro.
Parecía bastante entusiasmado con la idea.
—También necesito sangre más a menudo —confesé—. Y he empezado a pensar en… bueno, matar cosas. Ardillas.
—¿Has matado algo?
Se me cayó la cara de vergüenza.
—Un ratón, una vez. —Aún recordaba su lastimoso grito.
—Tranquila. Todos necesitamos sangre fresca de vez en cuando.
—No dejo de repetirme que en realidad no es peor que comerse una hamburguesa de lo que antes ha sido una vaca.
—No lo es. —Balthazar se quedó un momento callado antes de preguntar—: ¿Se lo has contado a Lucas?
—Sí —mentí. No le había contado nada, porque apenas había tenido ocasión; así como tampoco pensaba contarle a él nada sobre los poderes vampíricos que había adquirido Lucas.
—¿Sabe que pronto serás un vampiro completo? ¿Está listo para afrontar eso?
—No seré un vampiro completo hasta que mate a un ser humano, y va a pasar bastante tiempo antes de que eso suceda, ¿de acuerdo?
—No he conocido a nadie como tú, Bianca. A nadie que haya nacido para ser vampiro. Pero, tal como yo lo veo, no puedes posponerlo eternamente. Tarde o temprano, tendrás que matar.
—Tengo que poder elegir —insistí—. ¿Sabes qué pasaría si no matara nunca a nadie?
—No. —No dudé de que estuviera diciendo la verdad—. ¿Lo sabes tú?
—Lo único que sé es que Lucas me ama sin que le importe lo que soy.
Balthazar apretó los labios y puso la primera.
—Terminemos de una vez con esto —masculló, y pisó el acelerador a fondo.
Cuando aparcamos delante del cine, Lucas ya estaba allí, con las manos en los bolsillos. Alzó la cabeza y sonrió, pero entonces vio a Balthazar. Se quedó inmóvil, instantáneamente en guardia. Yo sonreí para mostrarle que no sucedía nada, pero él no pareció tranquilizarse.
—Hola —dije mientras corría hacia él—. Tranquilo, Balthazar nos está ayudando.
—¿Y por qué iba a hacerlo? —Lucas entornó los ojos.
Balthazar se cruzó de brazos.
—No hay de qué.
—Haced el favor de parar —dije. Las luces de la marquesina parpadeaban rítmicamente y en la cartelera aparecían Bogart y Kacall en
Tener y no tener
. Besé a Lucas en la mejilla, lo cual consiguió que por fin dejara de mirar con cara de pocos amigos a Balthazar—. Lucas y yo nos vamos un segundo a hablar, ¿vale, Balthazar?
A Lucas no pareció entusiasmarle que yo acabara de pedir permiso a Balthazar. Lo cogí rápidamente del brazo y me lo llevé a un lado del cine. Balthazar se apoyó en el coche, enarcando una ceja. Cuando doblamos la esquina, susurré a Lucas:
—Te lo puedo explicar.
—De todas las personas del mundo a quien podías contarles esto…
—No se lo conté, lo descubrió. Básicamente, me pilló cuando volvía al internado la última vez que nos vimos. Pero no nos delatará, Lucas. Incluso está dispuesto a ayudarnos a vernos siempre que nosotros lo ayudemos con Charity.
—¿De qué estás hablando?
Había olvidado que Lucas no sabía cómo se llamaba la vampira.
—La vampira de Amherst.
—Un momento… ¿Charity? ¿Se llama así? Has averiguado quién es. —Sonrió con tanto orgullo que toda la tensión del momento desapareció al instante—. Estoy enamorado de un genio.
—No exactamente. Solo sé cómo se llama porque resulta que Balthazar es su hermano.
—¿Qué?
Le conté la parte de la historia que creía que comprendería: que habían vivido en la Nueva Inglaterra colonial, que habían sido diezmados por unos vampiros y que Balthazar insistía en que necesitaba encontrar a Charity para poder cuidar de ella y sacarla del peligro.
—¿Sacarla del peligro? —preguntó Lucas—. ¿No habría que hacer eso con los seres humanos que la rodean?
—Por supuesto que no. Ya te dije que no era una asesina.
—Y confío en tu palabra. Pero esa chica, Charity, anda con unos vampiros que sí son un problema.
—Bueno, si se ha juntado con gente poco recomendable, Balthazar puede sacarla de allí, o al menos eso cree. Si lo ayudamos, él está dispuesto a ayudarnos a nosotros. Nos dirá todo lo que sabe sobre vampiros y fantasmas…
—Oye, oye, para el carro. ¿Fantasmas? ¿Qué pintan los fantasmas en todo esto?
—Hay un fantasma en la Academia Medianoche. —La expresión de Lucas me hizo sonreír en contra de mi voluntad—. Sí, justo cuando parecía que no podía pasar nada más.
—Vaya mierda.
—Te lo cuento luego, ¿vale? El caso es que Balthazar puede darnos mucha información que no podríamos obtener de ninguna otra forma. Incluso está dispuesto a ayudarme a salir del internado para verte. Lo único que quiere es una oportunidad para encontrar a su hermana. Podemos ayudarlo a hacerlo, ¿verdad?
Lucas guardó silencio durante varios segundos antes de decir:
—Creía que ese tío me odiaba a muerte.
—No le caes bien, pero mantendrá su palabra.
—¿Y cómo te está ayudando a salir de Medianoche? ¿Conoce algún pasadizo secreto o qué?
Ahora venía la parte difícil.
—Bueno, como él es mayor y bastante responsable, hemos hecho que parezca que me está enseñando a ser un vampiro, y mis padres y la señora Bethany le dejan hacerlo. —Respiré hondo y dije—: Les hemos convencido de que salimos juntos.
Silencio. Lucas me miró con recelo.
—No salimos juntos para nada. Lo entiendes, ¿verdad? Porque desde luego yo sí, y él también. —Al menos, esperaba que Balthazar lo entendiera.
—Sí, lo entiendo. —Lucas no parecía convencido—. Pero tú siempre le has gustado. Me acuerdo de cómo estuvo contigo la noche del Baile de Otoño. Posesivo. Muy posesivo.
—De hecho, mi acompañante era él, ¿recuerdas? Porque tú perdiste los estribos en Riverton y yo me asusté.
—Llevo toda la vida resolviendo las cosas a puñetazos, Bianca. Cuando te dedicas a cazar vampiros, es el mejor modo de sobrevivir.
Me acerqué más a él, y percibí el olor de su piel.
—Lo entiendo. Así que, por favor, intenta entender esto tú. Es la única forma que se nos ocurrió.
Lucas respiró de forma entrecortada.
—No quiero montar un numerito, te lo juro. Lo siento, Bianca, es solo que te echo muchísimo de menos y nunca tenemos oportunidad de hablar de todas estas cosas, y de lo último que esperaba enterarme esta noche era de que otro tío se pasa un montón de tiempo contigo cuando yo no puedo.
—Tú eres el único que me importa. —Le cogí la cara entre las manos y lo besé dulcemente—. ¿De acuerdo?
—De acuerdo. —Se puso muy derecho—. Bien, haré las paces con Balthazar y luego podremos irnos los dos, ¿vale?
—Vale.
Regresamos a la entrada del cine, cogidos del brazo. Balthazar no se había movido del coche. No obstante, cuando nos vio se ir guió y vino hacia nosotros con aire arrogante. Yo no me habría reído disimuladamente de él si Lucas no hubiera estado haciendo exactamente lo mismo.
—Balthazar —dijo Lucas, arrastrando las palabras—, la última vez que te vi, me diste un puñetazo en las tripas.
—La última vez que te vi yo, casi me rompiste la nariz. Es una suerte que estemos juntos en esto.
—¿Una suerte para ti o para mí? —Por el engreimiento con que le sonrió, quedó claro que, para Lucas, era Balthazar quien salía ganando si no se peleaban—. Por cierto, bonito coche. Es ideal para ir del banco a una reunión de padres de alumnos. Deja perfectamente claro que tienes más de un siglo.