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Authors: Jordi Sierra i Fabra

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

Sonidos del corazon (20 page)

El bajista debía de empezar a sentir los efectos del chute. Cerró los ojos y se apoyó en la pared.

—¿Juanjo? —Amalia le miró sin cambiar su tono adusto.

—Déjalo —suspiró él.

—¡Estáis locos y esto es una mierda! —Escupió cada una de sus palabras—. Lo estamos desde que llegó ella. —Miró a Valeria.

—No seas… —Juanjo intentó hablar.

—No. —Impidió que hablara apuntándole con un dedo—. Teníamos algo y la has fastidiado. Eso es lo que pasa. Tocamos de puta madre, los tres, pero tú…

Parecía a punto de echarse a llorar.

Lo evitó.

—Me largo —dijo de pronto—. Venía a decíroslo igualmente. Ahora no pienso quedarme ni un minuto más aquí. Ya recogeré mi batería otro día. Y si queréis mataros, os matáis. Me la suda.

Llegó a la puerta del local. La penúltima mirada fue para Juanjo, una mezcla de ansiedad, deseo, impotencia, cansancio… La última, para Valeria. Lo mismo que sus ojos, sus palabras fueron ahora igual que cuchillos afilados.

—Y tú, niña, como la cagues te hago una cara nueva.

Después se marchó.

No fue la única. Cristian ya se había levantado.

Nada en él hacía presumir que quisiera volver a la pelea.

Caminó casi arrastrando los pies y cruzó aquella puerta sin decir nada.

No era necesario.

Capítulo 37

Juanjo fue incapaz de mantenerse erguido. Con la espalda apoyada en la pared reculó hacia el suelo y se quedó sentado en él, con las piernas encogidas y las rodillas a la altura de la cabeza, visiblemente hundido. Valeria logró por fin reaccionar. De hecho, todo había sido muy rápido, todo, pero su parálisis no desapareció hasta ese instante. Se acercó y se arrodilló a su lado. El chico tenía un corte a la altura del pómulo derecho por el que brotaba la sangre y amenazaba con echar a rodar mejilla abajo.

Ella le pasó una mano por el pelo.

—¿Estás bien? —musitó.

¿Lo estaba?

No.

¿Qué les había sucedido?

—Fin —suspiró.

—No digas eso.

—Sí, lo digo: se acabó el grupo.

—¿Por qué?

—Amalia no volverá.

—Cristian sí. Es tu amigo. La ha fastidiado pero es tu amigo. Encontraréis otro batería.

—Valeria, por favor…

—Lo siento.

—No es culpa tuya.

—Creo que sí.

—No es culpa tuya. —Se lo dijo con determinación, mirándola a los ojos—. Cristian y yo nos juramos no tomar porquerías, pensar en la música y nada más. Y eso lo hicimos al comienzo de todo. Cuando entró Amalia también se lo dijimos a ella y estuvo de acuerdo. Era algo sagrado.

—¿Por qué lo haría?

—Conozco a Cristian, o al menos creía conocerle. A veces es inseguro, otras quiere correr demasiado. Es buen tío, pero por lo general los buenos tíos son los que primero meten la pata.

—Estás sangrando —le hizo ver Valeria.

—No es nada.

—Pero hay que lavar ese corte. —Se incorporó.

—¿Adónde vas?

—Arriba, a preguntarle a Lester si tiene alcohol o agua oxigenada.

—No le digas nada de lo de Cristian.

—Vale.

—Y…

Valeria ya había salido de allí.

Juanjo se quedó solo. Solo en medio de la nada. Miró los restos del naufragio: los platos y tambores de la batería desparramados por el suelo, aunque ninguno parecía haber sufrido el menor daño; los altavoces movidos; los soportes de las guitarras caídos; los cristales de aquel espejito diseminados junto al taburete. Un vendaval destructor.

Anímicamente destructor.

Y no podía contarle a Valeria la escena de Amalia.

Decirle la causa.

Apoyó la cabeza en la pared y notó cómo el primer reguero de sangre resbalaba por su mejilla hasta hacerle cosquillas en el mentón. En unos segundos, la primera gota saltaría al vacío impregnándole la camiseta. ¿Tendría que decirle a su madre que era una mancha de
ketchup
?

Su madre había restañado no pocas heridas de su padre.

Tiempos gloriosos.

La gota osciló casi al límite.

Y en ese instante entraron Valeria y Lester con algodón y una botellita de alcohol o agua oxigenada en manos de ella.

—Coño, chaval —fue el primer comentario del viejo rockero.

Le dolió cuando Valeria restañó la sangre y le limpió la herida, abriéndosela un poco para que el líquido penetrara en el corte. No era muy profundo, solo molesto. La cara de Lester parecía ingrávida.

—¿Qué ha pasado? —preguntó por fin, cuando Valeria acabó.

—Nada.

—Todos los grupos se pelean. Es parte del rollo.

—Ya.

—¿Música o cuestiones personales?

¿Qué podía decirle? Con Valeria delante mejor callar lo de Amalia. Y en cuanto a Cristian…

—¿No es todo lo mismo?

—Supongo que sí —reflexionó Lester.

También captó la intensidad de la mirada de Juanjo.

—Ayudadme a levantarme —les pidió.

Le cogieron uno por cada mano y tiraron de él. Al ver el caos que le rodeaba, la pelea y el entorno se juntaron en su recuerdo.

—¿Qué tal si arreglamos esto y nos relajamos? —propuso Lester iniciando la reconstrucción de la batería.

—¿Relajarnos?

—O nos ponemos a tocar algo o sigo con la historia, lo que prefiráis.

—No me apetece tocar —gruñó Juanjo sin dejar de sorprenderse por la propuesta de Lester de tocar con ellos.

—Entonces ¿os cuento más? ¿Adelanto lo que sería la próxima sesión?

Parecía un niño con zapatos nuevos, o un viejo batallitas deseoso de compartir sus recuerdos.

—Vale. —Valeria se adelantó a la respuesta de Juanjo.

—De acuerdo, se rindió el chico.

Se instalaron allí mismo, menos cómodos pero sin ganas de volver al piso de arriba, tratando de superar la tensión. Ocuparon las dos sillas y Lester se sentó en el taburete de la batería, con la espalda apoyada en la pared. Pese a la tensión previa, por lo sucedido allí mismo unos minutos antes, su voz se revistió del mismo tono que cuando había estado hablando de música antes de la pelea.

—De hecho no habíamos terminado con el luminoso 1967, porque, llegada a Londres desde San Francisco, ese año alumbró también la capital de Inglaterra y el mundo la psicodelia, llamada inicialmente «pop progresivo».

—Pero ¿la psicodelia no fue algo estético, vinculado a los conciertos en vivo? —

inquirió Valeria, dispuesta a darle vivacidad a la nueva charla de Lester.

—En efecto, el fenómeno venía de los
light shows
, la proyección de imágenes estroboscópicas, la mezcla del culto a las drogas alucinógenas con la música, pero en aquella Inglaterra, y sobre todo en aquel Londres ávido de sensaciones, donde todo tenía un eco multiplicador, la psicodelia se puso de moda y no dejó de crecer como fenómeno desde el otoño de 1966 hasta la primera mitad de 1967, hallando su punto álgido en el verano del amor. Las principales difusoras del género fueron las radios piratas. No solo fue la radio, muy pronto aparecieron clubs adscritos a la moda y hasta revistas especializadas. El primer club básico fue el UFO, que tanto podía entenderse como Underground Freak Out, «Marginados subterráneos», como por Unidentified Flying Object, es decir, las siglas de «Objeto Volante No Identificado», OVNI en su versión no anglosajona. El Club UFO fue el foco psicodélico por antonomasia.

—No me imagino a las minifalderas, a las que asocio con chicas pijas, con la psicodelia o los hippies —dijo Valeria.

—Tiempo de libertad. Por la calle veías esas minifaldas junto con saris indios, ropas de colores, camisas con chorreras, casacas y, sobre todo, gafas de formas estrafalarias.

Una imaginería cien por cien
kitsch
. La psicodelia nace y crece paralela al interés por la música y la cultura oriental y el espiritualismo. Duró un año y medio. Pero fue la base por la que luego entró el vanguardismo, la música llamada
underground
, subterránea.

Sabes quién fue el gran grupo psicodélico, ¿no?

—Pink Floyd.

—Ellos y Soft Machine —asintió el rockero—. Pink Floyd se convertiría en una de las grandes bandas de la historia, pasando a obras tan poderosas como
The Dark Side of the
Moon
. Además hicieron obras para ballet con Roland Petit, pusieron música a películas…

Antes de tirarse los trastos a la cabeza, Roger Waters escribió otra de las óperas rock más célebres,
The Wall, El muro
, escenificada, llevada al cine…

—¿Por qué todos los grupos han de tirarse los trastos a la cabeza? —rezongó Juanjo.

—Venga, no seas fatalista. Los grupos se pelean después del desgaste del éxito, o por no llegar a él. Vosotros ni siquiera habéis empezado, aunque es normal que también haya diferencias de criterios por el liderazgo, el derecho a componer los temas, escoger el modelo de música… No te calientes los cascos. Si algo tiene la música es que no te deja alienarte ni amuermarte, ¡está viva!, y tú con ella.

—Antes has hablado de la influencia de la cultura oriental y el espiritualismo —dijo Valeria—. Pero ¿la música y la religión no se dan un poco la espalda? Quiero decir que todas las religiones son castrantes y en cambio la música te da el poder de la libertad.

—Bien dicho. —Lester la apoyó—. Pero inexacto al cien por cien. Muchos intérpretes del soul venían de los coros de sus iglesias, pero el rock para la Iglesia católica fue la música del diablo. Sin embargo, en ese tiempo la búsqueda de una nueva espiritualidad, algo inherente a todo ser humano, caracterizó a no pocos artistas de todos los géneros.

—¿Y en España? Papá dice que España fue un erial, que aparte de los discos y de la censura no había actuaciones. Hasta se cargaron a los Beatles en 1965.

—En España la censura causaba estragos, se editaban elepés con menos canciones, portadas censuradas… En Francia había chovinismo; en Italia dominaban los adictos al festival de San Remo, y en Alemania, llena de bases norteamericanas en el lado occidental, porque no olvidéis que tras la guerra eran dos países y la República Democrática Alemana era comunista, pronto encontrarían su propia identidad, aunque también falta un poco para eso. Aquí las grandes giras nos dejaban de lado, sí. Ni interesaba abrir fronteras ni a las estrellas del rock las seducía venir a un país regido por una dictadura que, además, estaba lejos de los circuitos. La ruptura generacional costó mucho, Elvis nunca fue un éxito masivo, los Beatles y sus pelos largos… Aquí traían a los Animals para sacarlos en televisión en un programa de marionetas, flamenco, payasos… Todos pegados a la tele y para tres minutos, que eso puede contártelo tu padre, Juanjo. Los felices sesenta pasaron de largo, pero dejaron su huella. La
cançó
catalana
reivindicó un modelo musical en franca oposición al régimen, con Raimon a la cabeza, pero su influencia era francesa, no rockera. De la
cançó
, no obstante, salieron verdaderos artistas de la voz y la palabra, como Joan Manuel Serrat. Ya os dije que los primeros ídolos juveniles fueron el Dúo Dinámico, y el primero rockero, Miguel Ríos. A partir de 1964 algunos grupos se hicieron expertos en hacer versiones propias de los temas de los grandes grupos foráneos. Ahí estaban Los Mustangs, Los Sirex, Los Salvajes, Lone Star, Pekenikes, Los Gatos Negros… hasta llegar a los primeros conjuntos de éxito masivo, Los Brincos, y Los Bravos, gracias a su épico «Black is black». Pero éramos el culo del universo. Sin embargo, hubo una era dorada del pop patrio, como en todas partes, con Módulos, Los Ángeles, Los Pasos y, sobre todo, Los Canarios. Un ejemplo de cómo funcionaban las cosas: a Los Mustangs su compañía discográfica, que era la misma que la de los Beatles, los dejaba anticiparse a hacer versiones en español de los Beatles retrasando la aparición del disco original. En el caso de «Yellow Submarine»

vendieron más que los Beatles. Frente a los grupos, hubo una buena tropa de solistas de éxito, Massiel, Luis Eduardo Aute, Camilo Sesto, Julio Iglesias, Mari Trini, Nino Bravo, Víctor Manuel. El cambio de década no mejoró mucho las cosas. Los nuevos grupos fueron Los Diablos, Formula V, triunfaba «la canción del verano»… Faltaba mucho para la muerte de Franco en 1975, aunque ya en 1973 y 1974 empezaron a haber actuaciones de relieve y tímidos intentos de normalizar las cosas. Ahora… —Lester pareció revitalizarse— ¿qué tal empezar con 1968, el fin del pop y la introducción al vanguardismo?

Capítulo 38

El año 1968 fue especialmente duro, lleno de conflictos sociales. El famoso «mayo francés» llevó la imaginación al poder de las calles, pero salvo esa «fiesta», tenemos en Estados Unidos los asesinatos del aspirante a la Casa Blanca Bob Kennedy y del líder del pueblo negro Martin Luther King; la invasión de Checoslovaquia por parte de las tropas rusas poniendo fin a la llamada «primavera de Praga», signo de la apertura que deseaban los países del Telón de Acero; la matanza de la plaza de las Tres Culturas en México… Lo de King y Kennedy volvió a cambiar el signo de los tiempos. En términos musicales fue el año en que acabó el pop, regresó Dylan en disco y Elvis al mundo de los vivos, amén de ver el nacimiento de la gran banda de rock de los setenta: Led Zeppelin.

—Miró solemnemente a Juanjo—. Yo los vi en directo, y no una vez, sino muchas.

Estuve en una de sus giras, la de 1973. —Señaló el techo, el piso de arriba, donde estaba aquella foto colgada de la pared—. Vosotros los jóvenes tendríais que poneros en pie para hablar de Led Zeppelin.

—Vaaale.

—Volvamos a 1968. La cumbre pop marcada por
Sgt. Pepper’s
fue demasiado. Obligó a todos los grupos a hacer examen de conciencia. Podían seguir haciendo música comercial, pero los artistas de verdad revisaron sus conceptos. Era el momento de cambiar y apuntar al futuro. Las nuevas tecnologías ampliaban el pop y sus miras. La aparición del melotrón, un teclado capaz de reproducir cualquier sonido, antesala del sintetizador, fue decisiva. Moody Blues y Nice fueron los pioneros. La guitarra eléctrica no perdería su poder, pero el melotrón pasó a convertirse en muy poco tiempo en un instrumento esencial. Podía programarse. Eso era increíble. —Lester hizo una pausa y retomó el hilo de su explicación—. Resumiendo, que desaparecieron la tira de grupos y nacieron otros, en algunos casos formados por músicos de los ya fenecidos. Se los conoció como los supergrupos.

—¿Lo llamarías selección natural?

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