Authors: Alvaro Ganuza
Las manos de Marc me agarran de los sobacos y me alzan al tiempo que Tomás me ve en el suelo y se acerca veloz.
-¿Estás bien?
No puedo contestar, solo asiento mientras río a mandíbula batiente y con los ojos humedecidos.
-Ahora sí que nos vamos y no acepto una negativa. Si no sales por tu propio pie, te sacaré por la fuerza.
Su amenaza me resulta un tanto erótica. Se me corta la risa y me tienta decirle que no lo haré por mi propio pie para ver de qué es capaz, pero mi vejiga está a punto de estallar así que no me entretengo con juegos.
-Antes necesito ir al baño.
-¡Voy contigo!- se entromete Raquel.
Maca se nos une y cogidas de las manos atravesamos el bar de un lado a otro para llegar.
Hecha mi necesidad, salgo de la cabina tirando de mi mini minifalda hacia abajo.
-Creo que esta falda se me está encogiendo por momentos.- les digo.
-No guapa, era así de corta.- comenta Maca retocándose los labios en el espejo.
Me acerco a ella mientras Raquel entra al baño y me agarro al lavabo.
-He bebido demasiado.
-No te preocupes, tienes ahí fuera a un pedazo tío que se encargará de ti.
La miro a través del espejo y ella hace lo mismo.
-No me extraña que no quisieras presentárnoslo. Creo que Lucía mojó las bragas en cuanto lo vio.
Empiezo a reír y Maca también.
-¿De qué os reís, pedorras?- pregunta Raquel cuando sale del baño.
-Esta Maca que es una bruta.- respondo.
-¡Oye, guapa!- se queja ella.
Salimos del baño casi en procesión, Raquel abriendo camino y yo detrás de Maca, sujetándome a sus hombros para no volver a caer. Nuestra amiga se detiene de sopetón cuando Adrián se cruza en nuestro camino y casi nos empotramos contra ella.
-¡¿Y tú qué quieres ahora?!- le espeta.
-Hablar con Victoria.- contesta él, mirándome. Yo niego con la cabeza y empujo a Maca para que si gamos nuestro camino.
-¡De eso nada!- niega Raquel.- ¡Quítate!
Le hace a un lado y después agarra a Macarena de la mano para tirar de nosotras. Cuando paso por su lado evito mirarle, pero Adrián me agarra de la cintura para detenerme.
-¡Suéltame!- me revuelvo molesta y aparto sus manos de mí.
-¡Solo quiero hablar contigo!
-¡Eres muy pesado! ¡Olvídame, tío!
Me doy la vuelta y me empotro contra el pecho duro de Tomás que mira rabioso a Adrián.
-Vámonos.- le digo.
Él no se mueve y sigue mirando furioso al modelo.
-¡Es la segunda vez que le pones la mano encima, a la tercera no respondo!- le gruñe a Adrián.
-¡Ella puede defenderse sola!- responde éste.
-Tomás, vámonos.
Apoyo las manos en su pecho y le empujo suavemente hacia atrás. Da un par de pasos y baja la vista hacia mí. Parece cabreado conmigo también. Me agarra por la muñeca y tira de mí hacia la salida del bar. Maca y Raquel nos siguen.
-Tomás, espera, tengo que despedirme.
Él se detiene y acerca su rostro al mío.
-Debiste hacerlo cuando te lo dije.- gruñe en mi cara.
-¡Pero, ¿de qué cojones vas?!
Tiro de mi brazo para que me suelte, pero no lo hace.
-Suéltame o juro que te arrepentirás de lo que estás haciendo.- le amenazo al oído.
Tomás me suelta y regreso con las chicas a nuestra zona. Me despido de todas, de Marc y Raúl, y de los dueños del bar. Después, con el cabreo aún por las nubes, me dirijo a la salida donde espera Tomás. Le ignoro y paso por delante suya sin decirle nada. Ni siquiera le miro.
Camino a paso ligero, casi corriendo, hasta el coche y subo cuando las luces parpadean. Tomás ocupa el asiento del conductor segundos después. No nos miramos, no hablamos y partimos rumbo a casa.
Ahora que estoy sentada, el cansancio y el agotamiento se apoderan de mi cuerpo. También lo hace el dolor de pies. ¡Oh, Dios! Me suelto las cremalleras de las botas y libero mis machacados pies.
-¡Uff!- suspiro aliviada.
Levanto las piernas y las apoyo en el salpicadero.
-¿Cómoda?
-¡Ajam!- asiento con el cogote pegado al cabezal.
-Al menos podías bajarte la falda, se te ven las bragas. Sonrío y giro la cara hacia él.
-¿Y te gustan?- murmuro pícara.
Él no aparta la vista de la carretera, pero veo que sonríe levemente.
Me deleito con su rostro, su cuerpo, sus manos controlando el volante. Es sexy su forma de conducir, se nota que tiene experiencia al volante.
Bajo los pies del salpicadero, me suelto el cinturón de seguridad y acercándome a él, coloco una mano en el cabezal de su asiento y la otra en su brazo derecho.
-¿Qué haces?- musita.
Deslizo la mano de su brazo a su pecho.
-Tocarte.- susurro.
-Ya lo veo, pero ¿por qué?
-Porque quiero y porque me gusta.
Con la otra mano, enredo los dedos entre su pelo.
-Te deseo, Tomás.
Me acerco más a él y beso su hombro para después ir subiendo hacia su cuello y oreja.
-Estás borracha.- exhala.
-Dicen que los borrachos siempre dicen la verdad.
Beso su cuello, lamo su mentón y muerdo el pequeño lóbulo de su oreja derecha.
-Para, Victoria.- jadea.
Sonrío y desciendo la mano por su pecho hasta su entrepierna.
-Ummm...- ronroneo.- Aquí abajo hay alguien al que le gusta lo que hago.
-Estoy conduciendo.
-Podrías parar en el arcén.
Introduzco de golpe la mano entre sus piernas, agarrando su más que generoso paquete, y él, de la sorpresa, gira el volante de golpe ocupando el carril contrario.
-¡Joder, Victoria!- gruñe volviendo al nuestro.- ¡Vas a hacer que nos matemos!
Me carcajeo y cuando voy a seguir a lo mío, vemos unas luces azules detrás nuestra. ¡Oh, oh!
-¡Genial, la policía!- vuelve a gruñir Tomás.- Estarás contenta.
-Bueno...- musito atontada.- Siempre me ha dado algo de morbo montármelo con los putos maderos siguiéndome.
-¿Los putos maderos?- se sorprende.
-Sí.
-Solo hacen su trabajo. Vuelve a tu asiento.- dice serio y me empuja levemente.- Y abróchate el cinturón.
Reduce la velocidad hasta detenerse en el arcén.
-¡Ponte las botas y no digas nada!- bufa una vez más.
-Eres un soso.
Me carcajeo y me calzo las botas.
Tomás enciende las luces interiores del coche y baja la ventanilla, aguardando la llegada de un agente.
-Buenas noches.- saluda cuando llega.
-Buenas noches.- responde Tomás.
El guardia civil agacha un poco la cabeza y me mira. Yo le saludo agitando los dedos.
-Unos metros atrás se pasó al carril contrario. ¿Conduce bebido?
-No.- contesta Tomás.- Me pareció ver un animal en mi carril.
El agente de policía enciende una linterna y observa el todoterreno por fuera y por dentro.
-¿Puede darme su documentación, por favor?
Tomás me lanza una mirada asesina y saca la cartera de su bolsillo. Después le tiende el carnet al policía.
-Disculpe, agente.- me inclino hacia la ventanilla del conductor.- Le importaría hacerle el test de alcoholemia para que le dé cero cero y podamos marcharnos, tenemos algo de prisa.
El guardia civil, que observa con la linterna el carnet, levanta la vista hacia mí.
-¿Conocen la nueva campaña contra la prostitución? Hay graves penalizaciones tanto para las que la ejercen como para los que la consumen.
Abro la boca alucinada y miro a Tomás que intenta ocultar una sonrisa.
-¿Me estás llamando puta? ¡Su número de placa!- alzo la voz.
Tomás me empuja hacia el asiento.
-¿Quieres callarte de una puta vez?- me gruñe.
-Baje del coche, por favor.- dice el agente.
Mi acompañante se suelta el cinturón y lo hace. El policía le indica que vaya a la delantera del todoterreno.
Yo no me puedo estar quieta y también bajo del coche.
-Señorita, suba de nuevo al vehículo.- ordena el guardia civil, apuntándome con la linterna a la cara.
-Agente, conozco las leyes y si quiero bajar de un coche que usted ha detenido, puedo hacerlo. No hemos hecho nada y no tiene porqué retenernos. Y mucho menos fichar a mi amigo.
-¡Victoria!- grita furioso Tomás.- ¡Quieres subir al puto coche de una vez! ¡Niñata, que eres una niñata y no sabes de lo que hablas!
Aprieto los puños hasta clavarme las uñas en las palmas de las manos y me doy la vuelta.
-Disculpe, agente.- murmura Tomás.
Eso me remata. Doy un paso atrás y lanzo con fuerza el codo, impactando en los riñones de Tomás. Éste gruñe dolorido y cae de rodillas al suelo, agarrándose al chaleco del policía.
CAPÍTULO 14
-Victoria Pomeró, puede irse. Miro al agente uniformado que abre la celda, me levanto del duro banco de piedra y salgo con la cabeza lo más alta posible. ¡Yo! ¡Detenida!
Sigo al joven policía por el corto pasillo de baldosas azules oscuras y paredes verde menta hasta un mostrador de madera donde me entregan mis pertenencias. Desde allí puedo ver a Mylo junto a Tomás. ¡Genial!
Salgo hacia la recepción por la puerta que me abren y ni siquiera me detengo a hablar con ellos, voy directa a la salida.
En la acera me detengo a esperarles.
-¿Estás bien?- me pregunta Mylo.
-Sí. ¿Dónde está tu coche?
Mylo me señala la dirección y voy hacia allí. Me niego a volver con Tomás.
El jefe de seguridad no abre la boca, pero puedo escuchar los engranajes de su cabeza. Paso de preguntar, porque sé que lo primero será un “
¿en qué estabas pensando?
”.
Me froto las muñecas donde hace una hora llevé esposas. La primera vez que me esposan y tienen razón en las películas, hacen daño. En la oscuridad del Jeep no me veo, pero seguro que tendré alguna marca.
-¿Te hicieron daño al esposar?- pregunta Mylo.
-No.- miento sin dejar de mirar por la ventanilla. Por el retrovisor veo las luces del X6 que lleva Tomás.
-¿En qué estabas pensando?
Pongo los ojos en blanco y no contesto. Solo quiero llegar a casa, meterme en la cama y no salir durante dos días.
Mylo avisa cuando estamos llegando y papá aguarda en la entrada.
Bajo del Jeep y me dirijo hacia él.
-Victoria, ¿qué demonios ha pasado?
-Que te lo cuente Tomás, para eso le pagas.
Entro en casa y subo las escaleras lo más rápido que puedo con estas botas. Costaron un pastón, pero creo que no me las voy a poner más.
Percibo un leve movimiento en mi cama y me despierto.
-Buenos días.- murmura Tomás.- Te he subido el desayuno.
Me giro hacia él sin poder abrir los ojos del todo.
-¿Qué cojones haces en mi...?
No puedo terminar. Una arcada me viene a la boca y salgo corriendo de la cama para ir al baño.
Llego a tiempo de levantar la tapa y vomitar. Me arrodillo, me sujeto el pelo y me deshago sobre el váter.
-Caray, como os levantáis las princesas.- se mofa Tomás desde la entrada a mi baño.
-Eres gilipollas.- gruño con la cabeza en el retrete.- Te quieres ir de una vez.
-¿Y dejarte así? No.
Abro la boca con otra arcada, pero no expulso nada.
Cuando parece que mi estómago no me va a traicionar más, pulso el botón de la cisterna y me levanto al lavabo para enjuagarme la boca.
-¿También vas a ver cómo me lavo los dientes?- pregunto irritada mientras vierto la pasta de dientes sobre el cepillo.
-Y ducharte si es necesario.- contesta con una amplia sonrisa.
Resoplo y me dedico a lo mío.
Parece mentira que él esté tan fresco como una lechuga cuando ha debido dormir incluso alguna hora menos que yo. Viste vaqueros, camiseta blanca y parece recién duchado y afeitado.
Escupo la espuma en el lavabo, me enjuago y me seco la boca con la toalla.
-Ya puedes irte. Voy a ducharme.
-¿No quieres que me quede?
Me acerco, le echo fuera del baño y cierro la puerta corredera de cristal opaco.
-Ayer estabas más melosa.- dice acercándose a la puerta para que vea su silueta.
Le ignoro y tras quitarme el pijama naranja de verano, paso al interior de la ducha.
Vestida con un pantalón corto blanco y una camiseta de tirantes estilo marinera, salgo a mi habitación y me dirijo a la cama donde se encuentra la bandeja del desayuno. Me han puesto de todo y no tengo hambre. Cojo el zumo de naranja y salgo al balcón.
Hace una espléndida mañana de sábado.
-Buenos días, princesa.
Me giro hacia mi padre, que sale al balcón.
-Buenos días.- respondo.
Se acerca y me da un cariñoso beso en la frente.
-¿Cómo estás?
-Bien.
-Quiero hablar contigo de lo que ha pasado estos días, pero tendrá que ser esta noche porque ahora tengo reuniones con unos socios. Reuniones con socios quiere decir reuniones con narcos, ya sea para encargar o repartir mercancía. Mi padre tiene grandes contactos fuera del país que le hacen llegar la droga sin que la policía pueda rastrearla.
-Entonces pasaré el día fuera.- murmuro.
-Sí. Tomás irá contigo.
-Cómo no.- contesto resignada.
Papá me da otro beso en la cabeza.
-Te quiero, princesa.
-Y yo a ti.
Se marcha y yo me termino el zumo mientras observo la delantera de la casa que pronto estará ocupada por varios coches de alta gama. A papá nunca le ha preocupado hacer las reuniones en la Villa y que la policía pueda hacer una redada, de hecho, alguna ya han hecho, cuando era más pequeña, pero no han encontrado nada porque la mercancía no entra en casa. Papá da unas directrices a sus “socios” y ellos mismos la recogen en el punto señalado.
Entro en el cuarto, dejo el vaso vacío en la bandeja y cojo el móvil del bolso para llamar a Macarena.
-Buenos días, teta.- contesta adormilada.
-Buenos días, ¿te hace un día de playa?
-Joder, es que está tremendo.- murmura Maca.
-El pobre se va a derretir.- añade Lucía.
-¿No os da pena? ¿Le decimos que se acerque y se ponga bajo la sombrilla?- comenta Marisa.
Gruño y me incorporo en la toalla.
-¡¿Queréis dejarlo ya?! ¡Está haciendo su trabajo! Las cuatro me miran sorprendidas por mi arrebato. Me quito las gafas de sol, las tiro sobre mi toalla y me levanto.