Authors: Alvaro Ganuza
El exterior del bar está plagado por fumadores y tengo que apartar a un par de chicos para poder cruzar.
-¡Guau, guapa!- grita uno de ellos.- ¡Quién fuera sol para calentarte todo el día!
Sus amigos ríen y yo resoplo, pongo los ojos en blanco e ignoro.
-¡Ey tío, mira por dónde vas!- vuelve a exclamar el niñato.
Ahora sonrío pensando en qué le habrá hecho Tomás.
No son los únicos ojos que me escanean y me siento un poco incómoda. Debería haberme puesto una falda un poco más larga, pero ya es tarde.
Tiro de la puerta de madera y cristal, y el sonido de los bafles a toda potencia casi me atraviesan los tímpanos.
El bar “Bitúrico” es bastante grande y por eso veníamos casi siempre. La música es buena, el ambiente también y es amplio. Aparte que los dueños son majísimos.
La barra de madera en forma de herradura está en el centro. A la derecha de ésta, las mesas que por las noches están recogidas en un rincón. A la izquierda de la barra la enorme pista de baile y los baños.
Desde la entrada observo todo el local en busca de alguna de mis amigas. Está algo a oscuras, con las luces de colores bailando por todo el local, pero aun así logro dar con ellas. Están en la barra charlando y riendo con Carlota.
Voy a dar un paso hacia ellas, pero dos manos me agarran fuerte de las caderas y tiran de mí hacia atrás, hacia un cuerpo duro. Me tenso y al mirar por encima del hombro veo a Tomás que se inclina hacia mi oído.
-Sé que estás enfadada, pero por favor, no hagas ninguna tontería.
Puede que sea su tacto que lo añoraba, o su voz tan cerca, o su cálido aliento que me roza la piel... pero estoy por derretirme. Su cabeza toca la mía y sus pulgares trazan círculos por mi piel. Llevo mi mano libre a la suya y mientras asiento con la cabeza, se la retiro. Después miro a mis amigas y compruebo que ya me han visto, que nos han visto, y levantan la mano para saludarme.
Sus ojos son de puro asombro al ver mi look de hoy y hago que no me entero mientras saludo a Marc y Raúl, novios de Raquel y Marisa respectivamente. Marc es tan pijo como su chica, quizá por eso hagan tan buena pareja. Raúl tiene planta de intelectual, con sus gafitas y su pelo moreno repeinado, pero es un cachondo mental. Cuenta unos chistes para morirse de la risa.
Las chicas lucen preciosos vestidos, pero está claro que yo he causado furor.
-¡Me encantan esas botas!- exclama Raquel.
Yo sonrío y señalo a Maca y Lucía.
Cruzo entre ellas y me apoyo en la barra para saludar a Carlota. No la veía desde la famosa Nochevieja y parece que por ella no pasan los años. Tiene cerca de cuarenta y aparenta diez menos, una brillante melena pelirroja, en coleta como siempre, una camiseta blanca de tirantes y ese tatuaje en su hombro derecho “Made in Valencia” que tanta gracia me hace.
Tras los saludos y la charla de cortesía: “
¿qué tal, cómo estás?
” “
¡cuánto tiempo sin verte!
” “
¿qué es de tu vida?
” etc etc, paso a preguntarle por su marido, Manu.
-Ahí lo tienes, de Dj.- contesta señalando el fondo.
Las dos reímos y miro hacia el final de la barra. Lo veo trasteando con el reproductor de música y unos cascos puestos en las orejas.
Manu es lo que se conoce coloquialmente como “un armario empotrado”. No es que sea alto, es que es grande, gigante, casi más que Mylo y el doble de ancho. Es como un culturista, pero en macho. Un par de años mayor que su esposa, pero tampoco pasan los años por él. Sus greñas negras están revueltas como siempre y aunque ahora solo veo su enorme espalda cubierta por una camiseta blanca, tiene una cara de tipo de duro. De esos que preferirías no encontrarte a solas por la calle y de mala hostia. El secreto que muy poca gente conoce y en las que me incluyo, es que es un cielo de hombre. No sonríe mucho, pero cuando lo hace, cuando te sonríe, te transmite un sentimiento de afecto verdadero que no todo el mundo lo hace cuando te sonríe. Lo apodan “el dos por dos” porque uno de sus puños puede matar a dos personas del tirón.
En este bar no se necesitan gorilas en la puerta porque él solo se basta para vaciar todo el local si hiciera falta. Hemos estado muchas veces y creo que nunca he visto una pelea. La gente que frecuenta este bar, respeta al matrimonio.
Y como si notara mis ojos clavados en él, se da la vuelta y yo levanto la mano para saludarlo. Manu sonríe, se quita los cascos y se acerca con esos andares de macho alfa que juraría que hasta hace temblar el suelo.
-¡Cuánto tiempo sin verte, preciosa!
Se estira sobre la barra y nos damos dos cariñosos besos. Y vuelvo a la charla de cortesía, esta vez con él.
-¿Así que has venido para quedarte?- pregunta.
-Sí.- contesto asintiendo.
-Pues me alegro. Tu padre estará feliz.
-No lo sabes tú bien.
Maca se cierne sobre mí y empuja divertida a Manu.
-¡Aquí venimos a beber, no a hablar!- exclama.
Él y yo nos tronchamos de la risa.
-Está bien, ¿qué os pongo?
Macarena hace el pedido y yo añado una cerveza para Tomás, que está apoyado en la pared a mi espalda. Hay gente en el bar, pero aun así puede controlarme.
Manu se pone manos a la obra. Tienen tres camareras más aparte de ellos, pero son tan máquinas tanto él como su mujer, que podrían atender el bar ellos solos.
Nos sorprende cuando aparte de las copas, nos sirve unos chupitos de tequila, cortesía de la casa. Antes de que se me adelante nadie, pago esta ronda. Después brindamos con el tequila y bebemos.
Las chicas se contonean al ritmo de la música y yo cojo la cerveza para llevársela a mi escolta.
Tomás frunce el ceño al verme llegar y mucho más cuando le tiendo la bebida.
-No tienes por qué invitarme, tengo dinero.- bufa.
Esta molesto y eso me molesta a mí.
-Estás aquí porque yo quería venir. Cierra el pico y bebe.
Vuelvo con las chicas y sonrío a pesar del coraje que llevo dentro.
-¿Nos vas a decir quién es?- cotillea Marisa.
Bailoteo, cojo mi gintonic y bebo.
-Es la nueva sombra que me ha puesto mi padre. Con eso no hace falta que diga más, ellas me entienden.
-¡Tu padre es un puto paranoico!- exclama Maca.
-Sí, pero esta vez ha acertado.- comenta Lucía.- ¿Habéis visto que macizo?
Las chicas lo miran para hacerle el escáner mientras yo sigo bailando al son de
Ella no volverá
de Doctor Bellido.
-¡Yo quiero uno como esos!- chilla Lucía y todas reímos.
-¿Cómo se llama?- pregunta Raquel.
-Tomás.
Bebo de mi gintonic y de reojo veo a Maca que se para en el acto. Las demás nos dicen nada por lo que sé que ella no ha dicho nada. ¡Ésa es mi chica! Pero noto sus ojos clavados en mí y sé que quiere una confirmación a sus pensamientos, confirmación que de momento no estoy dispuesta a dársela por lo que sigo bebiendo y para cuando me doy cuenta he acabado con mi copa.
Marcho a la barra y pido otro a Carlota. Como era de esperar Maca surge a mi lado.
-¿Tomás? ¿Ése es Tomás?
Asiento, pero no la miro.
-¿Y por qué no me dijiste que era tu nuevo guardaespaldas?
-Por que no lo era, Maca. Y no quiero hablar más.
-¿Y tu padre sabe...?
-Y sabe que ya no.- añado.
Maca se da la vuelta y apoya la espalda en la barra.
-Hay que reconocer que cada vez te los buscas mejor.
Me carcajeo, cojo la copa que me entrega Carlota y se la pago. Después me centro en bailar y beber. No hago más que beber, debo estar más seca que la cañería de una pirámide.
De pronto empieza a sonar
Macarena
de Los del Río y nosotras reímos mientras nuestra amiga grita porque odia la canción.
-¡Nooooo! ¡Manu, cabrón, quita eso!- chilla inclinándose en la barra.
El dueño se carcajea desde el reproductor.
-
¡Dale a tu cuerpo alegría, Macarena/ que tu cuerpo es pa' darle alegría y cosa buena/ Dale a tu cuerpo alegría, Macarena/ Eheeee Macarena, aaayy!
- cantamos las cuatro mientras bailamos la coreografía.
Dicen que no es bueno ahogar las penas en alcohol, pero... ¡Dios, te hace sentir taaannn bien!
Los gintonics me entran como agua y no hago más que reír y bailar, y ni siquiera me acuerdo que Tomás está a pocos pasos. Me olvido de todo lo que ha pasado desde que llegué de Madrid y me centro en disfrutar de la noche con mis amigas. Incluso bailo con Marisa estilo sevillana cuando suena
Por eso te canto
de La Húngara. Se me da de pena, pero río sin parar.
-Las zorras se acercan a tu carne.- murmura Maca en mi oído.
-¿Qué?- pregunto perpleja y perdida.
-Que acechan a Tomás.- aclara.
Me giro y le veo apoyado en la pared sonriendo y charlando con dos chicas monas. Incluso les da dos besos a cada una. Después me mira, sonríe y bebe de una botella de agua que no sé cuando la ha comprado. Una de ellas apoya una mano en su hombro como si nada y él no se la aparta.
Vuelvo la vista al frente, le doy un buen trago a mi copa y se la paso a Maca, junto con el bolso de mano.
-Guárdamelo.
-¿Adónde vas?
No voy donde Tomás no, me dirijo al fondo del bar donde están las mesas recogidas y me subo en una de ellas. El destino debía querer que lo hiciera porque empieza a sonar
Princesa
de Romántico Latino y me contoneo dejándome llevar por el alcohol que corre por mis venas.
Varios chicos se acercan y me corean al grito de “Princesa”. Sonrío y provoco con mis movimientos de caderas y hombros. Tomás me está mirando, al igual que mis amigas, y empiezo a dar vueltas sobre la mesa de madera, levantando los brazos, agitando el pelo y cierro los ojos metida en un estado de euforia. Dejo que el ritmo de la canción se apodere de mi cuerpo y cuando termina, hago una locura y me dejo caer de espaldas, como si estuviera en una prueba terapéutica de confianza.
Dos fuertes brazos me atrapan en el aire y me pegan a un fornido pecho.
Río, más ebria de lo normal, y rodeo su cuello para pegar la boca en su oreja.
-Sabía que me cogerías.
-Siempre, preciosa.
Me separo asustada al no reconocer la voz de Tomás y veo quién es el que me ha cogido.
-¿Adrián, qué haces? Bájame.
“El modelo” sonríe y niega con la cabeza.
-Casi se me para el corazón cuando entré al bar y te vi subida en la mesa.
-Bájame, por favor.
¿Cómo he podido confundirlo con Tomás?
-¡Tú, suéltala!
Los dos miramos a Tomás, que con el ceño fruncido atraviesa a Adrián con la mirada.
-¿Y quién coño eres tú?
-¡Tomás, no te metas!- exclamo estirando el brazo para que no se acerque.
No quiero que hoy sea la primera pelea que vea en el bar y menos que sea por mi culpa.
-¡Eso, no te metas, Tomás!- espeta el otro.
-¡Y tú bájame de una puta vez!
Adrián lo hace y aparto de malas maneras la mano que tiene en mi cintura.
Voy hacia Tomás y le empujo para que retroceda y se aleje de Adrián. No me fío de ninguno.
-¿A eso le llamas no hacer ninguna tontería?
Su tono de cabreo me sienta como una bofetada.
-¡No me trates como a una cría! ¡No se lo consiento ni a mi padre!- espeto rabiosa.
-Creo que ya has bebido suficiente.
Me agarra del brazo y me lleva con mis amigas. Ellas, al verlo llegar, sacan pecho, levantan la cabeza y sonríen.
¡Menudas son!
Marc y Raúl por el contrario, están sumergidos en una conversación y no se coscan de nada. ¿Hablarán de fútbol, de coches, de mujeres?
-Despídete, que nos vamos.- me dice al oído cuando llegamos.
-¡Chicas, os presento a Tomás, mi nueva sombra!
Hago las presentaciones mientras ellas se acercan para darle dos gustosos besos. Los chicos le estrechan la mano y le miran con cierta... ¿competitividad?
-Tomás, ¿quieres un copa?- pregunta Lucía mientras se atusa el pelo.
-No, gracias, tenemos que...
-¡Venga, tómate una, no seas aburrido!- le interrumpo.
Él me mira cabreado y río mientras lo empujo hacia la barra. Lucía me ayuda, agarrándolo del brazo y llevándolo hacia allí. Nadie dice que no a Lucía, más que nada porque para ella esa palabra no existe.
Maca me devuelve mi medio gintonic y el bolso. Doy un trago y veo que Carlota pasa una cerveza a Tomás con una amplía sonrisa. Otra encandilada por él.
-¿A qué ha venido eso?- me pregunta Maca.
-¿El qué?
-¡Ya sabes el qué! Esa llamada de loba en celo.
Estallo en risas y meneo la cabeza.
-Solo estaba bailando.- me escudo.
-Sí, seguro.
Tomás se gira y levanta su cerveza hacia mí. Yo hago lo mismo con mi gin y le doy un buen trago. Después sonrío al ver la cháchara que le está pegando Lucía y cómo Marisa mete algo de baza también. ¿Qué le estarán contando o preguntado? ¡Son un peligro!
Raquel se acerca y me coge por la cintura.
-Es mono.- me dice.- Y parece simpático.
Asiento y sigo bebiendo.
-Está cañón.- añade Maca que no le quita ojo de encima.
Las dos se ponen a charlar sobre él y yo, entre la bebida, la música, el calor... y la lujuria que me está entrando de ver a Tomás, me evado de esta realidad en la que nos encontramos rodeados de personas, a una en la que solo estamos él y yo. Me chifla ver como se le marca el bíceps cada vez que levanta el botellín a su boca. Y esa boca...
Me mira y frunce el ceño. Deja la cerveza en la barra y se acerca. Cada paso que da, es como un pequeño toque en mi clítoris. Jadeo cuando me agarra del mentón y me levanta el rostro hacia él.
-¿Qué miras? ¿Te encuentras bien?
-Muy bien, solo estaba admirándote.
Tomás sonríe, me quita la copa de la mano y se la lleva a la boca. Termina el culín de gin que queda y atrapa un hielo entre sus dientes para después masticarlo. ¡Uff, qué sexy!
-¿Admirándome? Ahora sí que estás borracha.
Me suelta y se marcha a la barra a dejar mi vaso vacío. Intento ir detrás para pedir otra copa, pero mi tacón derecho resbala y caigo de rodillas a los pies de Raquel.
Un torbellino de risa descontrolada se desata en mi interior y aunque tanto ella como Maca intentan levantarme, no pueden. Soy un peso muerto... muerto de risa, valga la redundancia.