Authors: Alvaro Ganuza
-¿Qué es eso?
-Un regalo.- sonríe.- ¿Algún lugar donde puedas cambiarte?
Suspiro, me agarro a la barandilla de acerco y cristal, y empiezo a bajar las escaleras desde los despachos del concesionario.
El regalo de Maca ha constado de un precioso vestido blanco veraniego, de corte asimétrico con un lado de la falda más largo que el otro y un único tirante que se abrocha sobre mi hombro izquierdo con un elegante broche plateado. Además de eso, me ha regalado unas bonitas sandalias a juego con poco tacón.
Laura se encuentra hablando por teléfono, Mylo corretea detrás de mi niño por el hall de la recepción y Maca ríe al verlos. Todos se giran al escuchar mis pasos.
-¡Ay, Dios mío!- exclama Maca.- ¡Ésta es mi chica de siempre!
Río y voy hacia ella, balanceando en mi mano la bolsa donde llevo la ropa que me he quitado.
-Estás preciosa, Vic.- piropea Mylo.- Tomás, mira que guapa está mamá.
Mi pequeño, que está apoyado en el morro de un Ferrari, se gira y sonríe.
-¡Mamí!
Corre hasta mí y le abrazo cuando se tira a mis piernas.
-Estoy muy pálida para llevar un vestido blanco y mi pelo es un desastre.
-¡No digas tonterías, estás perfecta! Estoy por preguntarte si de verdad has estado en la cárcel o en un spa.- me reprende mi amiga y yo me carcajeo.- Venga, vamos.
-¿Me guardas esto, Mylo?- pregunto tendiendo la bolsa con mi ropa.
-Sí, dame.
Macarena me agarra del brazo, yo agarro a Tomás de la mano y nos vamos de allí.
-¡Te veo luego!- alza la voz Mylo mientras salimos.
A esto me refería cuando decía que al estar presa es como si tu vida estuviera en pause mientras que la de los demás sigue corriendo. He sido consciente de todo lo que ha pasado en mi ausencia, pero verlo en directo... me ha dejado un poco en shock.
Marisa, Raquel y Maca están casadas. Sufrí por no poder asistir a sus bodas, pero no sería justo ni correcto que hubiesen esperado por mí, debían seguir con sus vidas. A cambio me enviaron unos preciosos videos de los enlaces, que el director del centro me permitió ver. Lloré, lloré muchísimo, de emoción, de alegría, de pena... de ver como gritaban a cámara que se acordaban de mí en ese día tan especial y que ojalá estuviera allí con ellas.
Raquel y Marc tienen una preciosa niña de 18 meses, Vanesa, que es clavadita a su madre. Maca y Héctor tendrán a su primera hija dentro de unos meses. Marisa y Raúl fueron los primeros en casarse del grupito, al año de estar yo en prisión, y por lo que leí en las cartas de mi amiga, viven en una constante luna de miel, sin prisas en aumentar la familia.
Observo a los tres matrimonios, sonrientes, riendo y charlando, y me siento desubicada, sin saber qué decir, como si acabara de conocerlos a pesar de los fuertes abrazos que me han dado y las lágrimas de alegría que han soltado mis amigas.
Arrodillada en la playa, bajo la vista a mi niño y lo veo hundir sus pequeños dedos en la arena. Sonrío y le acaricio la melena rubia.
-Vicky, ¿estás bien?
Levanto la vista hacia Marisa y me percato que todos me miran preocupados.
-Sí.- sonrío falsamente.- Es que estoy hambrienta, ¿sabéis si Lucía va a tardar mucho en venir?
-Debe estar al caer.- contesta Raquel.
El claxon de un coche suena varias veces y todos miramos hacia el aparcamiento de la playa.
-Hablando de la reina de Roma...- murmura Maca.
Lucía y Pablo bajan de un todoterreno negro y tras saludar con la mano, se encaminan hacia nosotros.
Me levanto, me sacudo la arena de piernas y vestido, y espero sonriente a la pareja. La primera en llegar en Lucía, con la que me fundo en un fuerte abrazo.
-Qué guapa estás, Vicky.
-Tú también.- le digo.
Al igual que Marisa y Raquel, Lucía luce un bonito y colorido vestido veraniego.
Después abrazo al guapo de Pablo y nos mantenemos así de unidos varios minutos. Le estoy tan agradecida, sin él hoy no estaría aquí.
El testimonio de Pablo fue decisivo en el juicio. Iban a condenarme por pertenencia a banda armada y por tráfico de drogas, con una pena entre 8 y 10 años. Gracias a él y a su declaración, en la que aseguró y confirmó que mi colaboración policial fue importantísima para destapar el mercado más importante de drogas, la condena se redujo a 3 años y un día.
Me separo y le sonrío.
-Me alegra verte.
-Lo mismo digo. ¿Cómo te encuentras?
-Algo desubicada.- me sincero.
-Es lógico. Desaparecerá esa sensación.
Asiento y me giro hacia mis amigos. Lucía está saludando eufórica a todos.
-Pero qué guapo está mi Tomás.- dice, revolviendo el cabello de mi niño.-¿Y mi princesita, cómo está?
-Fabulosa.- presume su madre.
-¿Y la gordi?
-¡Oye!- se queja Maca.
Lucía se carcajea y le toca la barriga.
-Entonces, ¿nos vamos a comer?- insisto.
-¡Ay, espera un poco, chica! ¡Aún es pronto!- exclama Lucía.- Déjame que disfrute un poco de la playa que desde que estoy en la capi, apenas la piso.
Miro a su pareja y éste sonríe. Desde hace algo más de un año, Lucía se ha mudado a Madrid con Pablo. Parece que les va bien. ¿Será la siguiente en pasar por el altar?
Tomás se levanta de la arena y se acerca a mí con los brazos estirados. Antes de que toque mi pulcro vestido nuevo, le cojo en volandas y lo llevo a la orilla para lavárselas. También juego con él a escapar de las pequeñas olas que reptan por la arena y el crío ríe divertido. Mañana vendré preparada para poder bañarme con él.
Agachada frente a mi precioso Tomás, le arreglo la camiseta y limpio su pantalón corto. También intento peinar su cabellera con los dedos.
-Voy a cortarte este pelaje, ¿eh?.- le digo.
-No, no quiero.- niega con la cabeza.
Rompo a reír al recordar que Gabriel tampoco quería cortarse el pelo de pequeño. ¡Es igual a él hasta en eso!
Le abrazo fuerte y me lo vuelvo a comer a besos.
-Mira, la abu.- señala por encima de mi hombro.
Me doy la vuelta y abro la boca, sorprendida de ver a mis seres queridos acercándose a nosotros.
Mis abuelos son los primeros en abrazarnos muy fuerte, a mi pequeño y a mí, y no puedo evitar sollozar de la inmensa alegría. Me emociona tenerlos enfrente, abrazarles, besarles, pero sobretodo ver como cogen en brazos a Tomás, a su bisnieto, y le hacen carantoñas.
La familia de Gabriel también me recibe con los brazos abiertos, aunque a mí me da algo de vergüenza que sepan que he estado en prisión. Saludo a Teresa y Rafael, que son tan cariñosos como el día que los conocí. Saludo a Tere, la hermana mayor de Gabriel, que sostiene por los hombros a Gito, hecho ya un hombrecito de siete años, y saludo a Jorge, que lleva en sus brazos a la nueva miembro de la familia, Gabriela. Paula me abraza eufórica y su novio Charlie, que está irreconocible sin las rastas y con el pelo cortito, me alza entre sus fuertes brazos.
Mis ojos expelen lágrimas y más lágrimas cuando me dirijo hacia Adela, Graciela y su marido Mario, que están acompañados por Mylo. Hacía mucho tiempo que nos los veía y me alegra enormemente ver que están bien.
El señor Pons con su mujer e hijos, el doctor Martínez con su mujer e hijas, incluso Rubén, amigo de Gabriel y Pablo, está aquí, acompañado por una hermosa joven.
No paro de retirarme las lágrimas de las mejillas, pero éstas no cesan de brotar.
-¡¿Qué hacéis todos aquí?!- exclamo emocionada.
Es entonces cuando veo junto a Mylo, a un señor que no conozco y que lleva una carpeta negra en las manos. Tendrá alrededor de 50 años, el pelo le escasea y viste de oscuro, pantalón y camisa.
-¿Y usted quién es?- curioseo.
-Él te lo dirá.- contesta el hombre, señalando a mis espaldas.
Me doy la vuelta, me pongo la mano en la frente para que el sol no me impida ver y sonrío de oreja a oreja cuando veo a Gabriel acercarse por la orilla de la playa.
Vestido de blanco, con unos pantalones de tela y una camisa remangada y apenas abotonada, me mira sonriente mientras esquiva a parejas que juegan con la raqueta o a niños que entran y salen del agua.
Salgo corriendo hacia él y él empieza a correr hacia mí. Como si estuviéramos en una de esas películas romanticonas. Me lanzo a sus brazos y Gabriel me coge muy fuerte, para después darme vueltas en el aire.
Cuando me deja en el suelo, me agarra del rostro y me besa. Yo rodeo su cintura y me entrego a él.
-Mi amor, por fin estás aquí.- susurra junto a mi boca.
-Sí.- exhalo temblorosa.
-Las visitas eran tan cortas.
-Lo sé.- asiento.
-Y las llamadas tan breves.
-Lo sé.- vuelvo a asentir.
Volvemos a abrazarnos y a besarnos.
En su día, Gabriel llegó al hospital con parada cardíorespiratoria, pero gracias a Dios, a un milagro y a los médicos, logró resistir. Vino a la cárcel cada día de visita, hablábamos por teléfono siempre que podíamos, estuvo a mi lado en el parto y se encargó de Tomás cuando yo ya no podía hacerlo.
Acaricio el rostro que tantas fuerzas me ha dado allí dentro y sonrío.
-¿Qué haces aquí?- pregunto sonriente.- Me dijiste que hoy trabajabas todo el día. Te han trasladado hace unos meses, ¿y ya te estás escaqueando?
Gabriel sonríe y frota su nariz con la mía.
-Quería darte una sorpresa.
-Pues lo has conseguido.
Me estiro y le beso. Aunque estemos rodeados por docenas de personas.
-Victoria, tengo algo para ti.
Suelto su cuello y le sonrío.
-¿Qué es?
Gabriel mete la mano en uno de sus bolsillos y saca un precioso anillo de oro con pequeños diamantes incrustados alrededor.
-Gabriel.- musito alucinada.
-Quise dártelo hace unos años, pero no pudo ser. Así que ahora te lo ofrezco y te lo pregunto. ¿Quieres casarte conmigo?
-Sí.- respondo veloz y emocionada.- Por supuesto que quiero.
Él sonríe feliz e introduce el anillo en mi dedo corazón.
-Menos mal que has dicho que sí.- suspira.- Porque nos vamos a casar ahora mismo.
-¿Qué?- pregunto perpleja.
Gabriel me gira entre sus brazos y veo a todos nuestros seres queridos de pie y al hombre desconocido, a un par de metros frente a ellos.
Me llevo las manos a la boca y mis ojos vuelven a aguarse. ¡Por eso están aquí!
-No puedo esperar más a que seas mi mujer.- susurra en mi oído.
Le miro por encima del hombro y niego con la cabeza mientras lágrimas de alegría corren por mi rostro.
-Yo tampoco.
FIN
NOTA DEL AUTOR
Los personajes de esta novela son completamente ficticios. Cualquier parecido con la realidad, es mera coincidencia. Gracias.