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Authors: Alvaro Ganuza

Romance Extremo (28 page)

BOOK: Romance Extremo
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-¿Bailamos?

-¡Claro, preciosa!- exclama él.- Los navarros sabemos movernos muy bien.

Ella se ríe con los movimientos de cadera de Pablo y ambos marchan a la pista.

No puedo evitar sonreír al verlos, incluso hacen buena pareja, pero me tenso cuando veo llegar solas a Maca y Raquel.

-¿Se ha ido Victoria?- les pregunto.

La rubia pasa de mí, pero Maca niega con la cabeza.

-Está... bailando.

¿Bailando? Frunzo el ceño y la busco con la mirada. No me cuesta encontrarla ya que el tío con el que lo hace se encarga de quedar bien a la vista. Adrián y sus juegos.

Quiero ir hacia allí, pero alguien me agarra del brazo para impedírmelo. Al darme la vuelta veo que se trata de Maca.

-No vayas, deja que se tranquilice.- me pide.

-¡No pienso dejar que baile con ese gilipollas!- rujo.

Me zafo de su agarre y cruzo entre la gente con paso firme y el objetivo marcado.

Estoy a punto de llegar hasta ellos, cuando una chica rubia, con un vestido rojo tan ceñido como una segunda piel y bastante ebria, se cruza en mi camino y me echa las manos a los hombros.

-¡Oh, qué guapo eres!

-Gracias, pero si me disculpas, tengo que...

-Tú no eres de aquí, ¿verdad? No, no, me habría quedado con esta cara.- murmura con aliento a ginebra.

Sonrío e intento quitármela de encima una vez más.

-Baila conmigo.- pide.

La chica empieza a contonearse y restregarse contra mí.

-Escucha, preciosa...

-¿Te parezco preciosa?

-Sí, lo eres.- contesto.- Y caería rendido a tus pies si no estaría rendido a los pies de otra.

-¡Oh!- se lamenta.

Alzo la vista hacia Victoria y Adrián, y sonrío malicioso.

-Pero sí que podrías hacerme un favor.- le digo.

CAPÍTULO 6

 

 

Camino entre la gente, alrededor de Victoria y Adrián, pero manteniendo las distancias y esperando el momento de actuar. Igual que una fiera acechando a su presa y que aguarda el momento exacto para abordarla.

Ver como ese capullo la agarra y la toca, me saca de mis casillas.

-¡Y ahora, por expreso deseo de la anfitriona...!- anuncia el Dj a través de un micrófono.- ¡...buscaos una pareja porque viene una lenta! ¡Ouu Yeah!

Me yergo incómodo al escucharle y busco a mi compinche entre el gentío. Debe actuar, debe entretener y apartar a Adrián, y lo debe hacer ahora. Espero que su estado de embriaguez no haga que todo sea un desastre.

Estallo en carcajadas cuando veo que la rubia salta a la espalda de Adrián. Una curiosa forma de distraerlo, pero parece que funciona. Él se gira sorprendido, intentando quitarse a la chica de encima, y Victoria retrocede hacia mi lado, apartándose de ellos y de un posible golpe.

¡Éste es mi momento!

Me hago hueco entre las personas que tengo delante, cojo a Victoria de la muñeca y me la llevo, mientras suena por los altavoces de la sala, el famoso bolero versionado por Luis Miguel,
Por debajo de la mesa.

Ella no pone impedimentos, hasta que ve que soy yo quién la arrastro. Es entonces cuando intenta soltarse a base de tirones, golpes y arañazos, pero por mucho que duelan no pienso soltarla. O esa es mi intención hasta que noto sus dientes en mi brazo.

-¡Victoria, por Dios!- exclamo girándome hacia ella.

Rodeo con mi otro brazo su cintura y la atraigo hacia mí.

-Solo quiero bailar contigo.- le digo.

-¡Pero yo no, suéltame, mal nacido!- exclama, intentando apartarme.

-¡Uno solo!- ruego.- Y después me iré.

Ella sigue respirando fuerte, cabreada, pero parece que se lo piensa.

-Solo uno.- murmuro.- Por favor.

Con mi mano maltratada cojo su diestra y al deslizar el pulgar por sus dedos, noto algo duro y grande en uno de ellos. Subo su mano y veo el anillo dorado de compromiso, anillo que no vi el encuentro pasado al esconder la mano dentro del bolso, anillo que me hace sentir como si fuera traspasado con el filo de una espada.

-Así que...- murmuro y trago saliva.- Es verdad que te vas a casar.

Ella, incómoda y molesta, retira su mano y la pone sobre mi hombro. Al igual que la otra, donde lleva el bolso.

-Un baile y te vas.- finiquita.

Asiento dolorido con su desprecio, la rodeo fuerte entre mis brazos y pego la nariz a su pelo. Necesito sentirla, olerla, porque no hay nada más duro que estar cerca del ser amado y sentir que lo tienes a años luz de ti.

Nos movemos lentamente mientras Luis Miguel habla por mí, porque yo tampoco sé que hacer, si contener mis instintos o jamás dejarla ir.

-Estás preciosa.- susurro en su oído y deslizo una mano por su espalda.

-¿Puedes dejar de sobarme?

Sonrío y niego lentamente.

-No pidas imposibles.- contesto.

-Entonces me voy.- dice e intenta marcharse.

-¡Vale, ya paro!- la retengo.- No te vayas.

Ella vuelve a colocar los brazos alrededor de mi cuello y a mirar en otra dirección. Es otra puñalada para mi corazón el que no quiera verme.

-¿No vas a perdonarme nunca?- pregunto, aunque no obtengo respuesta.- Intenté decirte quién era una infinidad de veces, pero no podía y tenía miedo que reaccionaras como lo haces ahora. Sigo siendo el mismo, Victoria, y sigo siendo tuyo en cuerpo, alma y corazón.

-¡Déjalo, quieres!- gruñe y me mira cabreada.- No me interesa lo que me digas y quiero que me dejes en paz.

-Eso jamás.- le aseguro.- Te quiero y te seguiré al mismo infierno si hace falta.

Y sin poder contenerme más, me lanzo a besarla.

Apenas es un roce porque ella se aparta y me empuja.

-¡Joder, Tomás!- grita.

Que vuelva a llamarme así me deja tan frío como a ella y hace que no vea al capullo que se acerca por mi izquierda para propinarme un puñetazo en la cara que me tira al suelo.

-¡Y me importa una mierda que seas policía!- bufa Adrián.

La gente se aparta al ver lo que ha sucedido y forman un círculo. Me levanto y deslizo el dorso de mi mano por mi labio sangrante.

-Sabes.- murmuro y miro al tipejo.- En este momento a mí también me importa una mierda ser policía.

Voy hacia él, le pego una patada en el pecho y cuando cae al suelo, me subo encima para agarrarle del pescuezo y empotrar mi puño en su cara, una y otra vez.

-¡Para!- grita Victoria.

Pero no lo hago y desfogo con él toda mi ira acumulada. Ira que él ha provocado, que Sorel ha provocado, que los desprecios de Victoria han provocado.

Alguien me agarra por la espalda y me separa forzosamente del modelo.

-¡Joder, Gab, qué cojones haces!- grita Pablo.

-¡Suéltame!- exclamo revolviéndome.- ¡Suéltame hostia!

Pablo no lo hace y Victoria, que está agachada junto a Adrián, se levanta para venir rabiosa hacia mí. Tan rabiosa que lo primero que hace es cruzarme la cara.

-¡Animal!- me increpa.- ¡Casi lo matas, bestia!

Después nos empuja.

-¡Llévatelo de aquí!

Me libero del agarre de mi compañero y miro agitado a la gente que nos observa, donde se encuentran Maca, Lucía y Héctor. También miro a Victoria, que cabreada se yergue frente a mí. Por último veo al patético de Adrián, sentado en el suelo y sangrando de la nariz y ceja.

La seguridad de la sala se entromete en el círculo y uno de ellos camina hacia mí. Intenta agarrarme, pero aparto el brazo.

-¡Soy policía, no me toques!- le gruño.

Vuelvo a centrarme en Victoria y doy un paso hacia ella.

-Ya me voy, si es lo que quieres.

Me doy la vuelta y pasando junto a Pablo, me dirijo a la salida.

Cruzo el recibidor, seguido por mi amigo, y salimos por la puerta que el gorila B mantiene abierta. En el exterior parece que cae la tromba del siglo.

-¿Lloviendo? ¡No me jodas!- exclama Pablo.- Esto en mi tierra, pero en Valencia...

Sin detenerme sigo hacia el coche.

-Lamento que no haya acabado bien esta noche, Gab.

No hablo, tan solo suspiro mientras la gotas de agua me mojan y relajan.

De pronto, noto un fuerte impacto en mi espalda.

-¡Oh!- me quejo y me doy la vuelta.

Alucino al ver a Victoria caminando furiosa hacia nosotros, hacia mí, y me percato que el golpe ha sido con su bolso.

-¡¿Si es lo que quiero?!- grita furiosa.- ¡Eres un cabrón por decir eso!

Se detiene a varios metros y me apunta con el dedo mientras sus amigas Macarena y Lucía aguardan en la entrada de Crazy World.

-¡Tú me jodiste la vida!- vuelve a gritar, pero su voz se quiebra y empieza a llorar.- ¡Me jodiste a mí!

Apenado al verla tan rota de dolor, doy un paso hacia ella.

-¡No te acerques!- solloza retrocediendo.

-Victoria, por favor.- murmuro dolido.- No llores.

Se limpia las mejillas de un manotazo, pero es inútil, sigue llorando y sus lágrimas se mezclan con las gotas de lluvia.

-¡Me dijiste que me querías, que jamás me harías daño voluntariamente! ¡Y me mentiste! ¡Y me destrozaste!

-Jamás podré perdonarme el daño que te he causado.

-¡Mentiroso!- grita entre lloros.- ¡Ya no te creo nada!

Vuelvo a dar un paso hacia ella, con un nudo que contrae mi garganta y mi corazón por su estado.

-¡Que no te acerques!- exclama retrocediendo una vez más.

-Me mata verte así, me mata saber que soy el culpable.

Victoria sigue llorando, sigue gimiendo de dolor, y miro a sus amigas en busca de ayuda.

-Gab, vámonos.- murmura Pablo agarrándome del brazo.

Tira de mí y yo retrocedo, ansioso de abrazarla y consolarla, pero controlándome para que deje de sufrir. Maca se acerca corriendo, como puede sobre esos zapatones, y abraza fuerte a su amiga para calmarla.

Recojo el bolso de Victoria del suelo y me quedo observándolas. Hasta que un todoterreno que ya conozco entra a toda pastilla en el parking de la sala de fiestas y frena derrapando junto a nosotros. De su interior salen tres hombres rudos, entre los que identifico a Ling, el asiático que me vapuleó hace varios días. Sorel desciende en último lugar.

-Victoria, sube al coche.- ordena mientras camina hacia mí.

Tenso la mandíbula y aprieto el duro bolso entre mis manos.

Ella besa a Maca y marcha hacia el coche despidiéndose con la mano de la cumpleañera.

-¡Victoria, no lo hagas!- pido en un último esfuerzo.

Román, trajeado, se detiene frente a mí y extiende una mano.

-El bolso.

Gruño y le taladro con la mirada.

-Gab.- dice Pablo a mi lado.

Empotro el bolso contra su pecho y Sorel lo agarra, retrocediendo del impacto.

-Esto no acaba aquí.- bufo entre dientes.

-Claro que no, inspector.

Da media vuelta, sube al coche y se marchan.

Me agacho en pleno parking, bajo el aguacero, y me cubro la cara mojada con las manos, haciendo unas inmensas fuerzas para controlar el llanto. Verla así, saber que he sido yo el que la ha destrozado, me está matando.

-Vámonos, Gab.- murmura Pablo, apoyando una mano en mi hombro.

Suelto un quejido sin poder evitarlo y siento como mis ojos, fuertemente contraídos, expelen lágrimas.

Una mano acaricia mi pelo mojado y otra agarra uno de mis brazos.

-Gabriel.- susurra una compungida Macarena.- Vamos dentro que nos estamos empapando.

Niego y sigo sollozando con la respiración entrecortada. Tras varios segundos así y sin levantar la cabeza, me froto los ojos para retirar las lágrimas, sorbo por la nariz un par de veces y resoplo otro par, intentando calmarme.

-No... no he sido consciente del daño que la hice, hasta ahora.- balbuceo con la voz rota.

Resoplo y vuelvo a frotarme los ojos, fábrica de lágrimas incontrolables.

Maca, que se encuentra agachada a mi lado, me agarra del mentón para que la mire.

-Sí, le hiciste mucho daño, Gabriel.- comenta.- Pero ninguna mujer se pone así por alguien al que ya no quiere.

Niego con la cabeza y me levanto. Ella también.

-No voy a atosigarla más.- le digo.- No quiero que siga sufriendo. Que haga su vida, que se case si es lo que quiere... pero que sea feliz.

-Ninguna de nosotras estamos de acuerdo con esa boda y ella lo sabe.- comenta Maca.

-Da igual.- me encojo de hombros.- Si es lo que desea lo hará y yo no voy a cruzarme más en su camino.

Me giro hacia Pablo, que me observa preocupado, y le hago con la cabeza para que vayamos al coche.

-¡Espera, Pablo!- grita Lucía.

Nos detenemos y la miramos. La cumpleañera, agarrando su corona para que no se le caiga de la cabeza, corre sobre sus tacones hacia nosotros. Cuando llega hasta mi amigo, le echa los brazos al cuello y le besa. Él rodea su cintura y le devuelve el profundo beso en los labios.

Aparto la mirada, celoso porque a él la noche le salió redonda, y miro a Maca.

-Pero, ¿ésta no salía con aquel Drag Queen?

-Que va.- niega ella.- Lo dejaron a los pocos meses. Tras el ardiente beso, se separan jadeantes.

-Llámame, ¿vale?- pide Lucía.

-Por supuesto, preciosa.

Vuelven a besarse y tras despedirnos, marchamos hacia el coche mientras ellas regresan a la fiesta.

Lanzo las llaves a mi amigo y subo al asiento del pasajero.

-¿Estás bien?- pregunta un preocupado Pablo mientras arranca y enciende la calefacción al máximo.

Exhalo, apoyo la cabeza en el asiento y niego.

-Creo que nunca volveré a estar bien.- musito.

Pablo suspira, mete primera y partimos de regreso a Madrid.

**********

Con la mente en blanco y manteniendo la agitada respiración, salto a la comba frente a uno de los espejos del gimnasio.

-Hola, colega.- saluda Pablo, colocándose delante mía.

-Hola.- respondo sin parar de saltar.

-¿Cómo vas? ¿Te falta mucho?

-No.

Acelero el movimiento de la cuerda, los saltos y cuando llego a mil, paro. Dejo caer la comba al suelo, inspiro y espiro intensamente mientras bajan mis pulsaciones, y cojo la toalla para secarme el sudor de la cara, el cuello y los brazos, que deja descubiertos mi camiseta de tirantes roja.

-Pero, ¡¿qué estoy viendo?!- exclama Pablo.- ¿Cuándo te has hecho ese tatuaje?

Me miro el hombro izquierdo y sonrío.

-Hará como un mes o así, cuando me quitaron los puntos.- le cuento.

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