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Authors: Alvaro Ganuza

Romance Extremo (13 page)

BOOK: Romance Extremo
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-Sí.- asiente sin mirarme.- Es que estás tan buena que como te siga mirando no voy a poder contenerme.

Sonrío, me ruborizo, me caliento... y antes de cometer una locura, me visto veloz. Por último me calzo las sandalias playeras.

-Vamos.- digo mientras le golpeo divertida con mi brazo en el suyo.

Conforme regresamos al interior de la Villa, seguidos por los chicos, Tomás y yo hablamos sobre mi afición a nadar y se sorprende cuando le cuento que estuve a punto de dedicarme exclusivamente a eso, a ser nadadora profesional, pero que lo pensé mejor cuando me hablaron de la rutina tan estricta que debía seguir.

-Prácticamente debía vivir dentro de una piscina.- sigo explicando y él asiente.- Y me gusta tanto nadar que tuve miedo a cogerle asco.

-Es una conclusión razonable.

-Además, odio que me den ordenes.

Los dos estallamos en carcajadas y entro en la cocina seguida por él. Los escoltas se quedan fuera. Mejor.

CAPÍTULO 10

 

 

Encontramos a Adela cantando sevillanas mientras se mueve por la cocina con el salero que ella tiene.

-¡Ole!- grito.

Tomás y yo reímos, y Adela también.

-Buenos días,
juventú
.- nos dice.

-Buenos días.- saludamos al unísono.

-Sentaos que os sirvo el desayuno.

Nos acomodamos en la mesa y como veo que Adela está a lo suyo, aprovecho para coger de la mano a Tomás.

Aunque es breve, porque la retiro cuando mi padre entra cual tornado en la cocina, acompañado por su mano derecha, Mylo. Hablan de algo, pero silencian en cuanto nos ven allí. Papá, que va tan trajeado como siempre, se acerca sonriente mientras Mylo marcha a la nevera y tras coger un zumo, se queda allí de pie, mirándonos.

-Buenos días.- nos saluda.

Respondemos igual, a dúo.

-Princesa.- susurra y me besa la cabeza.- ¿Y este pelo mojado?

-He estado en la piscina.

-Tú y el agua.- se ríe.- Sécatelo antes de que cojas un resfriado.

Sonrío y asiento. Tomás me mira con una sonrisa en la cara aunque se le nota algo de tensión. Sí, mi padre impone un huevo, ya me lo dijo.

-¿Qué tal, Tomás?- le pregunta mientras se sienta frente a mí en la mesa.- ¿Cómo te encuentras?

-Muy bien, señor, gracias.

Adela se acerca y coloca sobre la mesa varios platos de bollería, tostadas, fruta...

-Buenos días, Adela.- saluda papá.

-Buenos días, señor.

-Hoy solo tomaré un café, debo salir enseguida.

La cocinera asiente y regresa a su puesto para coger la jarra de zumo, vasos, fiambre... y preparar los cafés.

-¿Solucionaste ayer el tema del proveedor?- pregunto.

-Sí, princesa.- contesta.- Ya sabes que a tu padre no se le resiste nada.

Sonrío y de reojo veo que Tomás también lo hace.

-Habían retenido al transportista en la frontera porque le faltaba algún papel.- sigue contando.- Hoy deben llegar y espero que así sea porque mañana vienen los clientes a por sus coches.

Asiento y bebo del rico zumo de naranja, más que nada para ocultar la sonrisa que nace en mi cara al ver cómo Tomás observa a mi padre, parece fascinado, como si lo admirara.

Adela nos sirve los cafés y le entrega la prensa a papá.

Nosotros dos empezamos a desayunar aunque me doy cuenta que Tomás se controla un poco por la presencia de mi padre, sino, acabaría con todo lo que Adela nos ha servido.

-¿La cena de ayer, bien?- pregunto a papá.

Él asiente sin apartar la vista de las noticias. Tiene una pose tan caballeresca y a pesar de sus cuarenta y cuatro años, su pelo sigue tan negro como cuando era joven, sin una mísera cana. En su rostro siempre afeitado apenas se ve la sombra de la barba y solo cuenta, a pesar de su “trabajo” tan peculiar, unas minúsculas arruguitas en las patas de gallo. Es guapísimo, de esas bellezas masculinas que gustan a toda mujer, y entiendo que mi madre estuviera loca por él. Lástima que solo pudieran pasar juntos cuatro años. Maravillosos, pero cuatro.

Mi padre es atractivo, tiene un físico cuidado y trabajado, y sé que muchas mujeres han intentado que se fijara en ellas. Todavía recuerdo esas reuniones de padres en el colegio o instituto donde todas las madres le rodeaban como si fuera un famoso.

Aunque nunca he visto a otra mujer en casa, sé que ha tenido sus pequeños escarceos como debe ser, no se iba a meter a monje, ¿no?, todo hombre tiene sus necesidades.

Más de una vez me ha dicho que sigue queriendo con toda su alma a mamá y que no quiere que otra ocupe su corazón, aparte de mí por supuesto.

-¿Qué tal el señor Pons?- sigo curioseando.

-Bien, bueno, ya sabes la verborrea que tiene Abel.responde con una fantástica sonrisa que tan solo uno que yo me sé, podría hacerle sombra.- Te manda recuerdos.

-Gracias.- contesto.- Hace mucho que no me paso por el concesionario para verle.

-Pues desde que empotraste el Maserati.

-¡Papá!- exclamo.

No me molesta que lo diga, Tomás ya lo sabe, me molesta que lo diga como si lo hubiera hecho a propósito o fuese una torpe conduciendo o hubiese destruido el coche. Tan solo fue el morro y no he tenido más accidentes aparte de eso.

Mi padre se carcajea, Tomás también se ríe e incluso Mylo lo hace desde la entrada de la cocina.

-¡Hombres!- gruño y me centro en desayunar.

Papá se termina el café, dobla la prensa, la deja sobre la mesa y mira a Tomás.

-¿Eres buen trabajador?

Tomás se queda con la taza junto a la boca y le mira sorprendido. Yo también me quedo alucinada con los ojos puestos en papá.

-¿Trabajador?

-Sí. ¿Eres puntual? ¿Eficaz? ¿Currante? En un trabajo serio, nada de cosas ilegales.

-Sí, señor.

Papá clava sus ojos oscuros en él y se le queda mirando durante un rato. Para mi grata sorpresa, Tomás le mantiene el contacto visual, como si supiera que si la evita está perdido.

-Bien.- dice papá levantándose de la silla y colocándose el traje gris oscuro.- He hecho unas llamadas y estoy esperando respuesta, pero lo más seguro es que esta semana tengas trabajo.

Sonrío ampliamente, mi padre es el mejor.

-Muchas gracias, señor, no sé como podré agradecer todo lo que están haciendo por mí.

Mylo tose, gruñe algo ininteligible y le lanzo una mirada asesina.

-No hay de qué.

Papá le palmea en el hombro y se acerca a mí.

-Me voy, princesa.- dice y besa mi cabeza.- Vendré a comer. Si vas a salir, avísame.

-¿Como me avisaste tú a mí ayer?- respondo picajosa.

-Te mandé un mensaje, ¿no lo leíste?

Sonrío y arrugo la nariz. La verdad es que no miré el móvil porque estaba con Tomás.

-¡Atenta al móvil!- dice papá con ese duro tono de voz que es capaz de poner firme a cualquiera.

A cualquiera menos a mí que ya estoy curada de espanto. Sonrío, mi padre vuelve a besarme en la cabeza y se marcha con su jefe de seguridad.

-¡Adiós Mylo!- grito levantando la mano.

Él me guiña un ojo antes de salir de la cocina.

-Y ahora que se ha ido mi padre...- murmuro inclinándome hacia Tomás.- Venga, ponte las botas y no te quedes con hambre.

El chico estalla en carcajadas e incluso llega a ruborizarse un poco.

-¿Tanto se me nota?

Me encojo de hombros, doy un sorbo al café y sonrío cuando Tomás coge un par de magdalenas, varias galletas y un par de rebanadas de pan con aceite.

-Tú come, que el desayuno es la comida más importante del día. Además debes tener un metabolismo increíble porque no tienes ni un gramo de grasa. Si yo comiera todo eso, se me pondrían unas cartucheras como las de John Wayne.

Él vuelve a reír y después me guiña un ojo.

O puede que queme todas las calorías en el gimnasio y en otras actividades en las que me ha demostrado que es muy... muy bueno.

-Voy a seguir tomando el sol, ¿te animas?

Tomás me mira con la boca llena y esos brillantes ojos verdes, y asiente. Bebo del café sin poder evitar mirarlo. Es que es tan guapo y tan atractivo que lo podría catalogar como la perfección encarnada, aunque en su rostro aún queden las secuelas de una paliza.

¡Qué ganas de verlo con ese sexy bañador oro!

Y así paso los tres siguientes días, con un tío que cada vez que me besa siento que se mueven hasta los cimientos de la tierra. Y ya no hablo cuando hacemos el amor, porque ¡sí, hacemos el amor! Y tomamos el sol, y nos bañamos en la piscina, y hacemos deporte en el gimnasio ya que él tiene necesidad de entrenar, y desayunamos, comemos y cenamos juntos...

Las chicas me llaman para salir, pero no quiero, solo deseo quedarme con él, y como no saben de su existencia por el momento, me invento excusas. Y ya se sabe,
excusiato non petita, accusatio manifesta
, o lo que es lo mismo, excusa no pedida, acusación manifiesta.

-Venga zorra, suéltalo.- murmura Maca. Perpleja, me giro hacia ella sobre la silla acolchada de la sala de espera de nuestra ginecóloga.

-¿A qué te refieres?

-¿A qué me refiero?- repite con el ceño fruncido.- Me refiero a quién es el tío con el que estás saliendo.

Abro la boca aturdida y me dedico a dejar la revista que estaba leyendo, sobre la mesa baja de cristal que hay en el centro de la sala.

-No estoy saliendo con nadie, Maca.

Técnicamente no la estoy mintiendo. Salir, lo que se dice salir, no lo hemos hecho, solo estamos en la Villa, de momento.

-¡Ay, qué no!- exclama y se carcajea.- Las chicas piensan igual. Y estamos dudando en que: o es tan feo que te da vergüenza presentárnoslo o es tan guapo que solo lo quieres para ti. Yo me decanto por la segunda opción.

Miro al otro lado de la sala y finjo que me peino con los dedos, solo para que no vea mi sonrisa. ¿Guapo? ¡Es un Dios!

-¡Te estás riendo so perra!- alza la voz.

-Maca, no grites.- la reprendo.

-Cuéntamelo ahora mismo.

-Se llama Tomás...

-¡Ahaa!- grita llevándose las manos a la boca.

-Macarena Suárez, si chillas no te cuento nada.

-Vale, vale, lo siento, es que para que tú ocultes a un tío y pases del modelo... ese Tomás debe ser un monumento.

No puedo evitarlo, cada vez que escucho su nombre sonrío como una boba, una boba enamorada.

-Y no solo eso.- suspiro.

-¿Dónde lo conociste? ¿Cuándo? ¡Detalles, detalles!

Todavía no tengo preparadas las mentiras para tantas preguntas. Esta jodida Maca se me ha adelantado.

-Macarena Suárez.- llama la enfermera.

¡Sí! Casi salto y levanto los brazos porque me ha salvado.

Ambas nos levantamos de los asientos y tras arreglarnos los vestidos veraniegos coloridos, entramos en la sala que nos indica la enfermera.

La doctora, Carmen Osés, está sentada tras su mesa con su bata blanca de rigor y nos recibe con una sonrisa cordial tras sus gafas. Cincuenta años, bajita, rellenita y un pelo corto rubio con mechas color cobre.

-Buenos días.- saludamos tomando asiento frente a su escritorio.

-Hola chicas, ¿cómo estáis? ¿Qué me contáis?

-Verás Carmen.- empieza Maca.- Este mes he tenido un gran retraso del periodo y estoy algo preocupada.

-¿Cuánto retraso?

-Una semana. Me bajó hace cuatro días, el domingo.

-Bueno Macarena, un retraso puede deberse a varios factores. ¿Has estado estresada últimamente?

-Pues... un poco. Ya sabes, exámenes finales, terminas la carrera, empezar a trabajar...

-¿Y el flujo ha sido el mismo, más, menos?

Yo me mantengo a la escucha.

-Sí, el mismo.

-Vale. Túmbate en la camilla y quítate la ropa interior que te echo un ojo para que te quedes más tranquila, pero seguro que es el estrés.

Maca se levanta de la silla, deja su bolso y marcha a la camilla. La doctora se pone unos guantes de látex, va a su lado y corre una cortina para mayor intimidad.

Mientras ellas charlan y la doctora tranquiliza a mi amiga, yo reviso el móvil. Tengo un mensaje de Tomás.

“¿Cuándo vuelves? Te echo de menos. Bss”
Me muerdo el labio inferior y le contesto que enseguida y que yo también le echo de menos.

-Ya puedes vestirte.- escucho a la doctora.

Carmen cruza la cortina quitándose los guantes y Maca lo hace poco después.

-Está todo bien, Macarena. Como te he dicho, el retraso ha debido causarlo el estrés. De todas formas, como eres una mujer sexualmente activa... y con sexualmente activa me refiero a tener relaciones esporádicas, voy a recetarte la píldora anticonceptiva que regula la menstruación.

-En realidad, las dos queríamos empezar a tomarla.entro de lleno en el diálogo.

La doctora levanta la vista del recetario y me mira.

-Bien, pero me gustaría hacerte una revisión antes. Ya sé que te las haces después del verano, pero ya que estás aquí...

-Claro, no hay problema.

Tras la revisión, me pongo las bragas azules de encaje, me bajo el vestido, me calzo los zapatos y atravieso la cortina para sentarme junto a mi amiga.

La doctora Osés me dice que estoy perfectamente y tras darnos las recetas para las píldoras, pasa a explicar las pautas que debemos seguir.

-Y lo más importante chicas, esto...- dice señalando las recetas.-...no significa que los chicos no deben usar protección. No os fiéis porque son capaces de decir cualquier cosa con tal de meterla sin gorrito y las ETS están a la orden del día.

Macarena y yo reímos por la expresión “meterla sin gorrito” pero asentimos al estar de acuerdo con ella.

Cuando salimos de la consulta, vamos en busca de una farmacia donde poder comprarlas.

-No pienses que me he olvidado del asunto que teníamos entre manos cuando entramos a la consulta.- dice mi amiga a lo que salimos de la farmacia.

Ya sabía yo que no se le había olvidado, pero no sé que decirle. Va a darse cuenta que la estoy mintiendo.

-Lo sé.- resoplo.- Pero tampoco hay mucho que contar.

-Bueno, por poco que haya ya es algo. Vamos a tomar un café.

-¿Ahora? Es la una y media.

-Sí, uno rápido.

Gruño y bajo la cabeza agitando mi larga melena morena. Maca me agarra del brazo y tira de mí por la acera.

Sus dos ojos castaños me observan intensamente por encima de la taza y casi ni pestañea. ¡Me está poniendo hasta nerviosa!

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