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Authors: John Ajvide Lindqvist

Tags: #Terror

Puerto humano (64 page)

BOOK: Puerto humano
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Anders cerró la mano izquierda alrededor de la borla del gorro de Bamse, la derecha alrededor del Spiritus y le pidió al agua que se abriera.

El agua se agitó y se encrespó alrededor de sus pies, se elevó en cascadas por encima de los bordes del hielo y algunas gotas frías le salpicaron la cara. Se formó una cuña en forma de uve por debajo de él, como si el agua se hubiera filtrado hacia abajo en algún agujero en vez de haber sido lanzada sobre los bordes del hielo. La cuña, sin embargo, no era lo suficientemente profunda como para despejar el escalón siguiente.

¡Ábrete!

La fuerza del Spiritus recorrió su cuerpo como una corriente de baja tensión, llegó hasta sus pies y salió al agua, pero no pasó nada. Anders apretó el puño alrededor del Spiritus todo lo que se atrevió. Sabía que la fuerza para hacer lo que él quería estaba allí. Solo que él no era capaz de transmitirla. Jadeando, renunció a su ruego y dejó que el agua volviera a golpearle los pies.

Le cayó una cagada de gaviota en la cabeza y le escurrió por la frente. También le había salpicado en el brazo izquierdo y una gota de aquella papilla blanca se resbalaba por el punto de canalé del jersey. Anders se sacudió el brazo antes de que la mierda alcanzara al muñeco, se quitó los excrementos de la frente, levantó la cabeza hacia arriba y gritó:

—¿Qué tengo que hacer? ¡Contestad en lugar de cagaros encima de mí! ¡Decidme qué tengo que hacer!

Las gaviotas no tenían ninguna respuesta que darle. Caían las unas sobre las otras en un roce continuo de plumas mientras seguían chillando con todas sus fuerzas y soltando chorretones de desechos viscosos en el agua y sobre el hielo.

Asqueroso. Esto es asqueroso
.

Anders se quedó mirando al insecto, también él parecía una pequeña deposición.

Tendría que ser bello. Pero solo es repulsivo
.

La náusea se apoderó de él, puesto que sabía cuál era el siguiente paso. Qué era lo que tenía que hacer para dar a su fuente de energía una mejor conexión, cómo crear un contacto más íntimo entre él y... la batería.

Es una batería. Yo soy la máquina y él es la batería. Así de sencillo
.

Su estómago no aceptó el razonamiento y se le encogió, se retorció como frente a la amenaza de un golpe, cuando Anders se llevó la mano derecha a la boca. Un espasmo de aversión le subió desde los pies congelados recorriéndole el cuerpo para evitar que lo hiciera, para parar aquello, para protegerse.

Anders cerró los ojos y abrió la boca; aterrado, levantó la mano derecha. El Spiritus aterrizó en su boca y se arrastró sobre la lengua. Antes de que le diera tiempo a arrepentirse o de que su cuerpo opusiera más resistencia, tragó.

Tomar una decisión es una cosa, pero llevarla a cabo eso ya es un asunto distinto. Aquel cuerpo gordo y resbaladizo se detuvo en la garganta, la faringe se contrajo, negándose a dejarlo pasar. Anders tragó de nuevo mientras los movimientos del Spiritus le hacían cosquillas en la campanilla y amenazaban con provocarle la arcada, que solo estaba esperando eso, una provocación.

Anders formó un cuenco con las manos y cogió un poco de agua del mar, se la echó en la boca y volvió a tragar. La presión de la garganta cedió y el Spiritus resbaló hacia abajo.

Se quedó con los brazos caídos a lo largo del cuerpo y respiró profundadamente varias veces. Todos los ruidos a su alrededor fueron bajando el volumen poco a poco y ante sus ojos el mundo empezó a cambiar y a volverse borroso, como si lo viera a través de una capa de telarañas.

Luego llegó...

Si antes había tenido la impresión de que su mano se había convertido en un mando a distancia, ahora esa impresión era extensiva a todo el cuerpo. Y no era solo que pudiera controlar, sino que él
era
eso que controlaba. Cuando miró hacia abajo, a la superficie del agua, ya no veía agua, veía aquello de lo que él estaba hecho y de lo cual formaba parte.

Se pasó la mano por la cara. Todavía seguía allí. Se pellizcó las mejillas. La piel opuso algo de resistencia y le escoció un poco. Era una persona de carne y hueso, pero
otra
persona. Alguien cuyo cuerpo era una estancia en la que él vivía. Fuera de esa estancia podía oír los chillidos de las aves, a través de las ventanas de los ojos se veía a sí mismo y él era el mar.

Pidió vía libre para su portador y empezó a bajar por la escalera. Ni una gota de agua se movía en los bordes, era como si el mar se abriera por el medio, haciéndose más denso a los lados, mientras él bajaba las escaleras entre dos resplandecientes paredes de agua.

La escalera era resbaladiza a causa de las algas, y las burbujas que creaban reventaban con ligeras explosiones cuando él pisaba sobre ellas. Sufrió un resbalón y se agarró al escalón superior.

Esto no es para personas
...

La sensación de ser el mar permanecía, pero su viejo yo se abrió paso y empezó a hablarle con una sencillez tal que le permitió bajar por una escalera hacia la profundidad.

Esto no es para personas
.
Vas a morir
.

Sí. Pero eso ya lo había aceptado, ¿o no? Ni siquiera tenía combustible para volver al mundo normal, ya no necesitaba combustible. Ahora iba a bajar esa escalera y ver a dónde conducía. Después no había nada más.

Maja
.

Iba a encontrar a Maja.

Ya había bajado seis escalones. Cerró la mano izquierda alrededor de la borla que tenía al lado de la cadera y eso le hizo volver aún más a su cuerpo y a su conciencia humana. Se produjo un ruido áspero y un golpeteo por encima de su cabeza y casi toda la luz desapareció. Anders se volvió.

Solo algunos débiles puntos de luz se filtraban a través de la pelea encarnizada que liberaba la bandada de aves que había atravesado el pasaje para acompañarlo. La agitación de sus alas movía el aire que le daba en la cara y era como si los pulmones de los pájaros se hubieran comprimido o hubiera cambiado la acústica: ahora solo se salían de sus gaznates chillidos ahogados mientras peleaban por mantener la distancia con respecto a él, pero sin dejar de seguirlo.

Algunas gaviotas se colaban por los bordes, se introducían por las paredes de agua y salían despedidas a la superficie. Un pájaro herido cayó a dos peldaños de él, se golpeó contra la piedra y se quedó quieto.

Esto no puede seguir
...

Anders pidió al agua que se cerrara despacio alrededor de las gaviotas. El túnel se estrechó y las gaviotas se largaron hacia arriba por encima de los bordes o se tiraron al agua, nadaron un poco y luego alzaron el vuelo. Se hizo el silencio. Anders estaba en el sexto escalón dentro de una burbuja de aire y luz propia del anochecer. Podía entrever el siguiente escalón, pero no más.

Siguió bajando.

Después de bajar otros siete escalones, la oscuridad era casi total a su alrededor. Las algas fueron raleando hasta desaparecer. Si levantaba la cabeza, aún podía ver la superficie allá arriba, azul oscura como el cielo de una noche de verano, pero la luz apenas se filtraba. Anders continuó.

Los escalones tenían cada vez menor altura. Cuando había bajado treinta o cuarenta metros, en medio de una oscuridad total, los escalones eran de las mismas dimensiones que los de una escalera normal. Él había perdido la noción de tiempo y espacio, solo era un cuerpo que se movía hacia abajo. Para no perder el contacto consigo mismo y verse absorbido por la oscuridad, empezó a contar los escalones.

Se imaginaba los números escritos en amarillo sobre la pizarra de la oscuridad. Los adornaba con guirnaldas de flores y dejaba que aparecieran algunos animalitos entre ellos para evitar perder definitivamente el contacto con lo que él mismo era, un ser pensante. Y siguió bajando.

Setenta y nueve... ochenta... ochenta y uno... ochenta y dos
...

Estaba tan ocupado imaginando decoraciones y colores alrededor de los números, tratando de seguir siendo una persona en medio de la gran oscuridad, que no notó cuándo pasó. En un lapsus, mientras pensaba si iba a poner una ardilla o una urraca encima de la rama que salía del ochenta y dos, se dio cuenta de que la escalera ya no iba hacia abajo, sino hacia arriba.

Se detuvo. Miró a su alrededor. No le sirvió de nada. Reinaba una oscuridad total. Podría jurar que no había pasado por ningún descansillo, por ningún sitio en el que hubiera terminado la escalera de bajada y hubiera empezado la de subida. En algún punto la escalera había... cambiado de dirección.

Anders trató de imaginárselo, cómo era posible una construcción así. Imposible. Lo único que podía responder de alguna manera a ese supuesto sería una escalera que se pusiera al revés, invertida y reflejada.

No hay ningún camino. Solo hay una escalera. Y no va
.

Fueron las palabras de Maja en el sueño. Ahora las comprendía. No iba. La escalera no iba. Lo único que iba era él, y continuó. Hacia arriba.

Después de subir veinte escalones más empezó a entrever el cielo de las noches de verano por encima. Diez escalones más y se volvió un cielo normal, visto desde el agua. Los escalones se habían vuelto otra vez más altos y al intentar subir el siguiente se resbaló y se golpeó la rodilla contra el borde.

Se sentó y miró hacia el cielo. El aire de la burbuja estaba empezando a acabarse y le pidió al agua que se abriera hasta la superficie. Se abrió el pasillo como si él con unos brazos increíblemente largos hubiera abierto un telón. Lo que vio le hizo agachar la cabeza de desesperación.

¡No, no, no! Todo esto y ahora
...

Las ventanas del faro de Gåvasten resplandecían a la luz del sol por encima de él allá en lo alto.

Ahora comprendía lo que significaba el absurdo funcionamiento de la escalera. Había vuelto al punto de partida. El Spiritus le había permitido pasar, pero no le había permitido
entrar
. Lo único que había sacado de tanto esfuerzo era una rodilla dolorida.

Apoyó la espalda contra el escalón siguiente y se arremangó los pantalones. Los bordes irregulares de la escalera le habían hecho una herida y le salía un poco de sangre. Se burló de ello y echó la cabeza hacia atrás. El cielo era claro y la parte que se veía de la torre del faro por encima del borde de las rocas resplandecía. Se preguntó qué pasaría si le pedía al mar sencillamente que se cerrara a su alrededor. Lo más probable era que él no muriera, pero siempre cabía esa posibilidad.

Agotado, entornó los ojos frente a la luz de arriba y decidió esperar un poco. Era hermoso como era. No quedaba ya ninguna esperanza, pero...

Las gaviotas
.

¿A dónde se habían ido las gaviotas? Pese a que su ángulo de visión era limitado, debería verse al menos algún pájaro. Pero en el cielo no se movía nada salvo alguna nube ligera, y no se oía ni un chillido.

Se puso de pie y subió el siguiente escalón. Y el siguiente. Los últimos escalones tuvo que subirlos arrastrándose con ayuda de los brazos, hasta que se encontró de nuevo sobre las rocas de Gåvasten.

Era principios del verano.

El aire era agradablemente fresco y había flores en todas las grietas. Chirivitas y aliáceas se mecían con la suave brisa del mar. El faro relucía blanco como la tiza bajo el calor agradable de primeras horas de la tarde. Un día maravilloso.

Anders miró a su alrededor. No había ninguna gaviota en el agua, ni en el cielo. No, hasta donde podía alcanzar su vista no se veía ni un solo pájaro. El jersey de lana le molestaba con aquel calor y Anders se lo quitó y se lo anudó a la cintura, por encima del buzo de Maja.

Desconcertado, caminó sobre las rocas. Cuando vio que el barco de Simon estaba resguardado en la orilla y no abandonado en el agua, se sentó y apoyó la barbilla entre las manos.

¿Dónde estoy? ¿Cuándo estoy?

Entornó los ojos frente a los reflejos del sol en el agua y observó el barco. No era exactamente igual. Parecía más nuevo, o... más arreglado. No tenía rozaduras ni grietas en el casco y la tapa del motor estaba reluciente. De repente se apoderó de Anders la inquietud y giró la cabeza hacia el sur.

Domarö estaba donde debía. Una aglomeración más densa en la línea del horizonte, una pincelada de abetos contra el cielo claro. Pero pasaba lo mismo que con el barco: todo parecía como más... nuevo. Más fresco. Más vigoroso.

Sintió un movimiento en el estómago parecido a los primeros movimientos de un feto. Anders introdujo la mano por debajo de la camisa, la colocó encima del estómago y sintió asqueado cómo la negra larva vivía su propia vida allí dentro. Se habían separado y ya no eran uno y el mismo. Él era Anders y un insecto se arrastraba dentro de su estómago.

Se levantó y fue hacia el barco. El amarre estaba primorosamente enrollado en la bancada de proa y los remos brillaban recién barnizados. Anders lo empujó un poco y el barco se deslizó libremente hasta el mar mientras él subía a bordo.

Tiró del cable y el agua del radiador salió por el pequeño agujero que había debajo de la cubierta del motor. Tocó el motor. Estaba vibrando. Estaba en marcha. Lo único que pasaba era que no hacía nada de ruido. Puso la marcha y el barco se puso en marcha. Aceleró y el barco se movía más deprisa, todavía sin hacer un solo ruido.

Viró la proa hacia Domarö y aceleró. El aire fresco debería sentirse más frío contra la cara a esa velocidad, pero seguía teniendo la misma temperatura agradable tanto si la aumentaba como si la reducía. Todo era perfecto y la angustia seguía creciendo en su pecho.

El viaje hasta Domarö fue increíblemente rápido, como si la distancia se hubiera encogido mientras él la surcaba. En menos de un minuto giraba a la altura de uno de los embarcaderos pequeños próximo al muelle, amarró el barco con la cuerda suave y blanca de algodón y bajó del barco.

Las casetas de los pescadores estaban primorosamente pintadas de color rojo Falun y parecían hechas de terciopelo a la suave luz de la tarde. Anders miró a su alrededor y vio a una persona arriba en el muelle que estaba vuelta de espaldas a él.

Caminó a lo largo de la orilla y cuando miró hacia arriba, hacia el pueblo, vio que estaba abierta la tienda y que se mecían ligeramente las banderas anunciando los helados. Se mecían ligeramente. Storstrut, Päronsplitt. Que él supiera, ya no se vendía ninguno de esos helados. Había alguien allí arriba mirando los carteles de las ofertas.

CARNE PICADA 7,95/KG, PEPINO 2,95/KG

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