Read Puerto humano Online

Authors: John Ajvide Lindqvist

Tags: #Terror

Puerto humano (62 page)

BOOK: Puerto humano
2.73Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Lo encontramos en el mar de Åland. Su barco se encuentra a la deriva y se va a pique en medio de una densa niebla inusual en el mes de octubre. Aterrorizado y helado hasta la médula, Magnus consigue subirse a una parte de la popa rota. Grita los nombres de sus compañeros de viaje pero nadie responde. La niebla cae sobre él como una manta y le impide ver siquiera el tamaño de los restos sobre los que se mantiene a flote
.

Pero flota. Ha tenido suerte dentro de la desgracia. Los restos del naufragio sobre los que se encuentra poseen una forma que le permite tener el cuerpo fuera del agua. Ha tenido suerte. ¡Si no tuviera aquel frío tan terrible!

No sabemos cuánto tiempo permaneció Magnus a la deriva en esas condiciones. Puede que fueran días, pero lo más probable es que se tratara solo de horas porque la niebla no afloja. Magnus flota a través de un mundo blanco como la leche sin oír el más mínimo ruido, aparte de los que él mismo emite al cambiar de postura o gritar al vacío pidiendo ayuda
.

Lo primero que percibe no es una señal visual ni acústica. Es un olor. Y el olor, solo el olor es suficiente para que sienta el calor. Es olor a vacas
.

Ya le había pasado en otra ocasión en que se perdieron en la niebla. Entonces arriaron la vela y esperaron hasta que desapareciera la niebla. Pero antes de que eso ocurriera sintieron la proximidad de tierra a través de ese olor. ¡Estiércol, cuerpos de animales, tierra! Vacas significa asentamiento humano, significa salvación. Remaron en dirección al olor y llegaron a puerto
.

De ahí la chispa de esperanza que ahora se enciende en las aterradas entrañas de Magnus. Coge una tabla suelta y rema en la dirección de la cual cree que proviene el olor. Evidentemente va por buen camino, pues el olor se vuelve cada vez más fuerte
.

Oye mugir una vaca. La niebla empieza a disiparse en nubes y jirones. El frío se atempera y la suave brisa que trae consigo el olor es cálida, una brisa de verano sencillamente
.

Lo más probable es que Magnus sea creyente. Lo más probable es que Magnus alabe a Dios cuando la niebla se disipa y él por fin ve tierra. Pero apenas puede creer lo que ven sus ojos
.

El Paraíso
.

Esa es la única explicación. Que ha perdido tan absolutamente el rumbo que ha acabado en el Paraíso. Él ha oído contar historias acerca de que el jardín del Edén muy bien pudo estar en una isla. Parecía que él había encontrado esa isla
.

Unas últimas paladas con su remo provisional lo acercaron hasta una playa de arena fina y luminosa. Donde termina la playa sigue un prado de jugosa hierba. Unas cuantas vacas bien alimentadas pastan en él. Las casas se encuentran en una cuesta, bien construidas, y alrededor de las casas hay árboles frutales en flor
.

Y hace calor, no demasiado. Durante un buen rato Magnus no hace más que permanecer sentado sobre sus restos del naufragio, asombrado. No se atreve apenas a pisar tierra, tiene miedo de que este paraíso vaya a desaparecer como la niebla si él pone su pie en él
.

Todo se muestra lozano. Todo brilla y reluce como si fuera nuevo y creado exclusivamente para él. Sí, esa es la impresión. Una película de humedad lo envuelve todo y el agua gotea en las hojas de los árboles, como si esta isla hubiera emergido del mar solo para salir a su encuentro
.

Indeciso, mete el pie en el agua y comprueba que la arena del fondo no desaparece. Magnus camina hasta la orilla, cruza la playa, sube hacia los prados y las casas. Y desaparece de la historia sin que nunca más se oiga nada de él
.

Cuando va a empezar a pelear

Cuando se hizo de día, Anders ya no tenía un cuerpo. Solo tenía una herida. Le dolían todos los miembros después de haber pasado la noche sobre el duro suelo, le dolía la cabeza y sentía tirantez y palpitaciones en el cuello. Tenía los dedos entumecidos y la vejiga ejercía presión uniéndose al coro de dolores.

Al abrir los ojos, que se le habían quedado pegados durante la noche, le pareció que le dolía hasta el interior de las pupilas cuando los alfilerazos de la luz del día penetraron en ellas. Permaneció quieto en el suelo mirando la puerta del cuarto de baño y tratando de localizar alguna parte de su cuerpo que no le doliera. Dio vueltas con la lengua dentro de la boca y advirtió que la lengua no le dolía, que ni la boca ni los dientes habían sufrido daños aquellos últimos días. Tenía la boca pastosa y un sabor asqueroso, sí. Pero no le dolía.

Se frotó los ojos y se le despegaron restos de sangre reseca que le mancharon ligeramente de rojo las yemas de los dedos. Había perdido el sentido del tacto en la oreja apretada contra la alfombra durante la noche. Resopló y le salió por la nariz sangre mezclada con mocos.

Hoy es el primer día del resto de tu vida
.

Consiguió sentarse y agarrarse al tirador de la puerta. Apoyándose en él consiguió levantarse y llegar tambaleándose hasta el cuarto de baño, donde bebió agua directamente del grifo hasta que no le entró ni una gota más. Le bailaban delante de los ojos unos puntos blancos que lo obligaron a sentarse en el retrete cuando iba a orinar. Siguió un rato allí sentado con la cabeza apoyada en las manos.

Cuando se le pasó lo peor del mareo, se levantó y se sacó el buzo de Maja de debajo del jersey. Ya no estaba mojado, pero tenía manchas oscuras de sangre seca. Lo tiró en el suelo de la entrada y se desnudó.

El jersey de Helly Hansen estaba tieso y tenía la camiseta y los vaqueros pegados a la piel. Se los quitó y sintió el escozor cuando se le abrió de nuevo la herida de la pierna y empezó a sangrar. Subía de su cuerpo un hedor a podrido y Anders no se atrevió a mirarse en el espejo.

El calentador funcionaba mal y él puso el agua caliente de la ducha al máximo. Después permaneció bajo el chorro de agua templada con la cara vuelta hacia arriba. De vez en cuando se bebía un par de tragos de agua. Tenía que reponer la sangre que había perdido. Cuando el agua empezó a enfriarse se enjabonó y se limpió con cuidado el tajo de la pierna.

Cerró los ojos y se llevó las manos enjabonadas a la herida del cuello. La piel estaba separada por un corte de medio centímetro de ancho y le dolía la carne al tacto. Podía sentir el pulso bajo las yemas de sus dedos. La artería se había repuesto durante la noche pero estaba casi al descubierto por falta de piel que la protegiera. Se limpió la herida con cuidado y se aclaró con el agua ya casi fría.

Permaneció bajo el agua hasta que el chorro se volvió casi helado, dejando que le cayera sobre la cara y bebiendo, bebiendo mucho. Cerró la ducha y después de secarse con cuidado con una toalla se dio cuenta de que los puntos blancos habían desaparecido, que podía ver con nitidez.

El espejo del baño estaba cubierto de vapor y él secó un espacio con la mano, se examinó la herida del cuello. No parecía tan grave como era, pero podía ver la arteria coleando bajo el tejido conjuntivo como un pececillo en una red. Encontró un par de compresas de gasa y esparadrapo quirúrgico y se protegió las heridas lo mejor que pudo. El cuello necesitaba unos puntos, pero ir hasta Norrtälje, esperar en servicio de urgencias, intentar explicar a un médico... No había manera.

Y además...

Mientras peleaba con Henrik y Björn y luego mientras daba zancadas en el agua para subirse al barco, tuvo una especie de revelación. Podía ser que se viera influida por el estado lamentable en que se encontraba, pero no lo creía, y Simon había dicho algo parecido: que estaba debilitado.

Había debilidad en el mar. Por eso Sigrid había llegado a tierra y por eso algunas de las personas desaparecidas habían conseguido liberarse y filtrarse en los pozos. Había un cansancio, una falta de atención, y él pensaba valerse de ella. Si podía. Si es que existía.

Cruzó la entrada desnudo, cogió el buzo del suelo y siguió hasta el dormitorio. Se le puso carne de gallina del frío que hacía en la casa. Se vistió con ropa limpia de la maleta que había traído de la ciudad. Ropa interior, un par de pantalones de pana negros y una camisa de cuadros azules y blancos. En el armario encontró el grueso jersey de su padre, verde, de lana, y se lo pasó por la cabeza con mucho cuidado. El cuello alto le picaba un poco pero estaba bien porque sujetaba las compresas en su sitio.

Se sentía como si se estuviera vistiendo y arreglando para su propia ejecución, y esa sensación le gustaba. Hasta allí había llegado. Debería haber limpiado también la casa, haberla dejado ordenada, pero no tenía ni tiempo ni fuerzas.

Observó el buzo de Maja y comprendió que las manchas solo saldrían lavándolo y tampoco para eso había ahora tiempo. Se lo colocó alrededor del estómago y consiguió atar las mangas y remeterse las perneras de manera que parecía un bolso algo grande de los que se llevan a la cintura.

Salió a la entrada y cogió la cazadora de Simon. Sus dedos se encontraron con la caja de cerillas, medio escondida en el forro roto del bolsillo. La llevó a la cocina y se sentó a la mesa, echó una ojeada a través de la ventana.

Era evidente que a pesar de todo había dejado el barco amarrado, al menos la parte posterior. La proa salía del embarcadero en ángulo recto y el motor rozaba contra las piedras de los cimientos, pero el mar parecía casi en calma y no era nada por lo que tuviera que preocuparse. Más allá del embarcadero, fuera en la bahía vio el faro de Gåvasten, un punto blanco a la luz de la mañana. Centelleó un reflejo como un guiño provocador.

No te preocupes. Iré
.

El Spiritus se enroscaba torpemente contra las paredes de la caja cuando Anders la abrió y dejó caer un escupitajo. Al intentar cerrarla de nuevo, la piel se trababa porque el insecto se había puesto tan gordo que realmente ya no cabía en ella.

Él podía empujarlo con el dedo y apretarlo dentro de aquel espacio, pero aquello era demasiado. A pesar de todo le había salvado la vida la noche pasada. En el cajón de los trastos encontró una caja de cerillas de madera que era algo más grande. Quitó las cerillas y puso dentro al Spiritus.

Era imposible saber si el insecto se sentía mejor en su nueva cárcel, pero al menos se podía cerrar la tapa sin pillarlo. Anders se levantó y se guardó la nueva caja en el bolsillo del pantalón.

La verdad es que debería tener hambre, pero no tenía. Era como si el estómago se hubiera endurecido alrededor de su propio vacío y no estuviera dispuesto a dejar entrar ningún alimento. Mejor así. Él no podía imaginarse de todos modos ni qué comer.

Se llenó un vaso de agua del grifo y se lo bebió,
¡salud!, cariño mío
, llenó otro más. Y luego otro. El estómago ya rígido se contrajo alrededor del agua fría.

En la encimera de la cocina estaba la botella de ajenjo. Sin pensárselo dos veces, Anders se la llevó a los labios y dio un par de tragos. El sabor era pestilente y el aturdimiento se le subió inmediatamente a la cabeza, haciéndole tambalearse allí en el sitio.

Con la espalda contra el fregadero se resbaló hasta el suelo riéndose tontamente. Cuando se golpeó el culo contra el linóleo las risitas dieron paso a jadeantes carcajadas. Golpeó el suelo con la palma de la mano, pero no podía parar de reír y tenía que dejarlo salir, así que se puso a cantar en voz alta:


Súper miel, súper miel de la abuela, come cuando va a empezar a pelear
.

Todavía riéndose y tambaleándose entró en el dormitorio y cogió el muñeco de Bamse. Lo metió debajo de las mangas atadas del buzo de manera que la cabeza de Bamse sobresalía por encima de la cadera y sus cortas piernas se bamboleaban sobre la pierna izquierda de Anders; le dio una palmadita en el gorro y le dijo:

—Afortunado el que tiene un amigo así. —Y apoyándose en las paredes y en los muebles, cruzó la casa y salió al porche.

La cabeza se le aclaró un poco al salir al aire frío. Se frotó los ojos con fuerza, se le pasó la risa boba y los entornó ante la luz del sol. Hacía un hermoso, apacible y radiante día de otoño, no tan distinto de aquel día de invierno de hacía dos años que le había llevado hasta este punto.

Caminó con paso firme hasta el embarcadero. Podía ver la naturaleza a su alrededor con una nitidez exagerada y sentir el agua dentro, debajo y delante de él. Él era una conciencia hipersensible en un cuerpo frágil, un ordenador orgánico infinitamente complicado en una cáscara de hojalata oxidada.

¡Y el oso más fuerte del mundo!

Soltó el amarre y subió a bordo, se sentó en el asiento del piloto y levantó el bidón de la gasolina, lo agitó: sonaba casi vacío. Alzó la mirada y la fijó en Gåvasten.

Solo tengo que llegar allí, ¿no? Lo más seguro es que no vuelva a casa
.

Observó la burbuja de aire que marcaba el nivel del combustible. Cayó hasta el fondo cuando él dejó el bidón en su sitio; al mismo tiempo, algo dentro de él también tocó fondo. La fatídica calma que había ido creciendo dentro de él languideció ante este hecho: no necesitaba echar combustible puesto que no iba a regresar.

Lentamente el barco se deslizaba hacia el sur mientras él iba sentado con las manos sobre las rodillas sin apartar la mirada de Gåvasten. Luego asintió brevemente, subió gasolina al motor, sacó el estárter y tiró del cable.

Mientras navegues el mar
...

El motor arrancó y Anders cerró el pensamiento a las dudas, metió la marcha y aceleró a tope. Gåvasten venía lentamente a su encuentro y él no pensó en nada más, mantuvo la mirada fija en el faro viendo cómo se acortaba la distancia. Cuando se encontraba aproximadamente a mitad de camino pudo observar que los pájaros aún seguían allí. Cientos o miles de puntitos volando en bandadas alrededor de las relucientes paredes blancas del faro como polillas alrededor de una bombilla.

Apenas quedaban unos cientos de metros para llegar cuando carraspeó el motor. El combustible estaba a punto de terminarse, pero lo extraño era que el barco parecía que se movía
más despacio
. Cuando había recorrido unos cien metros más se oyó un crujido.

Asustado, Anders miró a ambos lados del barco porque sonó como si este estuviera a punto de agrietarse. No se veía nada, pero aquel sonido chirriante iba en aumento y el barco empezó a vibrar.

Qué putada es esta
...

El motor volvió a quejarse y cuando recuperó su marcha fue como si luchara con el viento en contra. El motor aullaba a tope pero el barco no se movía apenas hacia delante. Las vibraciones se convirtieron en golpes y sacudidas y el motor estaba a punto de pararse.

BOOK: Puerto humano
2.73Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

In Too Deep by Mary Connealy
Another Time, Another Life by Leif G. W. Persson
One Stolen Kiss by Boutain, Lauren
Deadly Pursuit by Michael Prescott
Falconer by John Cheever
The Waiting Room by T. M. Wright
Impulse by Vanessa Garden
Divided by Eloise Dyson


readsbookonline.com Copyright 2016 - 2024