Read Por qué fracasan los países Online
Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu
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No se permite la navegación
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El absolutismo reinó no solamente en gran parte de Europa, sino también en Asia, y, de manera similar, impidió la industrialización durante la coyuntura crÃtica creada por la revolución industrial. Las dinastÃas Ming y Qing de China y el absolutismo del Imperio otomano ilustran este patrón. Durante la dinastÃa Song, entre los años 960 y 1279, China era lÃder mundial en muchas innovaciones tecnológicas. Inventaron el reloj, la brújula, la pólvora, el papel y el papel moneda, la porcelana y los altos hornos para hacer hierro fundido antes que Europa. Desarrollaron independientemente ruecas y energÃa hidráulica más o menos a la vez que aparecieron en el otro extremo de Eurasia. En consecuencia, en el año 1500, el nivel de vida era probablemente como mÃnimo tan alto en China como en Europa. Durante siglos, China también tuvo un Estado centralizado con una función pública contratada meritocráticamente.
Sin embargo, China era absolutista y el crecimiento bajo la dinastÃa Song se realizaba con instituciones extractivas. No habÃa representación polÃtica para ningún grupo que no fuera la monarquÃa en la sociedad, nada que se pareciera al Parlamento inglés o a las Cortes españolas. Los comerciantes siempre habÃan tenido un estatus precario en China, y los grandes inventos de los Song no fueron impulsados por incentivos del mercado, sino auspiciados o, incluso, ordenados, por el gobierno. Poco de aquello fue comercializado. Tras la dinastÃa Song, el control del Estado se intensificó durante las dinastÃas Ming y Qing. En la raÃz de aquel control encontramos la lógica habitual de las instituciones extractivas. Como la mayorÃa de los gobernantes que presidÃan con instituciones extractivas, los emperadores absolutistas de China se oponÃan al cambio, buscaban la estabilidad y, esencialmente, temÃan la destrucción creativa.
El caso que mejor lo ilustra es la historia del comercio internacional. Como hemos visto, el descubrimiento de América y la organización del comercio internacional tuvieron un papel crucial en los conflictos polÃticos y los cambios institucionales de la incipiente Europa moderna. En China, los comerciantes privados normalmente hacÃan negocios dentro del paÃs, pero el Estado monopolizaba el comercio exterior. Cuando la dinastÃa Ming llegó al poder en el año 1368, el emperador Hongwu gobernó durante treinta años. A Hongwu le preocupaba que el comercio exterior fuera desestabilizador desde el punto de vista polÃtico y social, y permitió que hubiera comercio internacional solamente si estaba organizado por el gobierno y si implicaba recaudar impuestos, no llevar a cabo actividades comerciales. Hongwu incluso ejecutó a cientos de personas acusadas de intentar convertir las misiones tributarias en aventuras comerciales. Entre 1377 y 1397, no se permitieron misiones tributarias que supusieran navegar en el océano. Prohibió a las personas fÃsicas comerciar con el extranjero y no permitió que los chinos navegaran fuera del paÃs.
En 1402, el emperador Yongle llegó al trono e inició uno de los perÃodos más famosos de la historia china reanudando el comercio exterior patrocinado por el gobierno a gran escala. Yongle patrocinó al almirante Zheng He para que realizara seis enormes misiones al sureste y al sur de Asia, Arabia y Ãfrica. Los chinos conocÃan aquellos lugares por su larga historia de relaciones comerciales, pero nunca habÃa sucedido nada a esa escala antes. La primera flota incluÃa a veintisiete mil ochocientos hombres y sesenta y dos grandes barcos de tesoros, acompañados por ciento noventa barcos más pequeños, entre los que se contaban algunos especÃficamente para llevar agua dulce, otros para provisiones y otros para tropas. Sin embargo, el emperador Yongle detuvo temporalmente las misiones después de la sexta en 1422. Esto se hizo permanente por parte de su sucesor, Hongxi, que gobernó de 1424 a 1425. La muerte prematura de Hongxi llevó al trono al emperador Xuande, que, al principio, permitió que Zheng He llevara a cabo su misión final, en 1433. No obstante, después de ésta, se prohibió todo el comercio exterior. En 1436, incluso se declaró ilegal construir barcos para la navegación marÃtima. La prohibición del comercio exterior continuó hasta 1567.
Estos acontecimientos, aunque solamente eran la punta del iceberg extractivo que impedÃa muchas actividades económicas consideradas potencialmente desestabilizadoras, tuvieron un impacto crucial en el desarrollo económico chino. Justo en el momento en el que el comercio internacional y el descubrimiento de América estaban transformando fundamentalmente las instituciones de Inglaterra, China se apartó de esta coyuntura crÃtica y se replegó hacia el interior. Este cambio no acabó en 1567. La dinastÃa Ming fue derrocada en 1644 por el pueblo yurchen, los manchúes del interior de Asia, que crearon la dinastÃa Qing. Posteriormente, se vivió un perÃodo de intensa inestabilidad polÃtica. Los Qing expropiaron propiedades y activos de forma masiva. T'ang Chen, un erudito chino retirado y comerciante frustrado, escribió hacia 1690:
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Han pasado más de cincuenta años desde la fundación de la dinastÃa Ch'ing [Qing], y el Imperio cada dÃa que pasa es más pobre. Los agricultores están en la miseria, los artesanos están en la miseria, los comerciantes están en la miseria y los oficiales también están en la miseria. El cereal es barato, pero es difÃcil tener suficiente para comer. La ropa es barata, pero es difÃcil cubrirse la piel. Cantidades enormes de productos viajan de un mercado a otro, pero hay que vender la carga con pérdidas. Al dejar sus puestos, los oficiales descubren que no tienen medios para ganarse la vida. De hecho, las cuatro profesiones están empobrecidas.
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En 1661, el emperador Kangxi ordenó que todas las personas que vivÃan en la costa desde Vietnam hasta Chekiang (básicamente, toda la costa sur, la que fue en el pasado la parte activa más comercial de China) debÃan irse a vivir veintisiete kilómetros hacia el interior. La costa fue patrullada por tropas para imponer aquella medida y, hasta 1693, se prohibió navegar por toda la costa. Esta prohibición se volvió a imponer periódicamente en el siglo
XVIII
, con lo que, de hecho, se atrofió la aparición del comercio extranjero chino. Aunque se desarrollaron algunas relaciones, pocas personas estaban dispuestas a invertir cuando el emperador podÃa cambiar de repente de idea y prohibir el comercio, con lo que la inversión en barcos, equipos y relaciones comerciales no valdrÃa nada o incluso conducirÃa a una situación peor.
El razonamiento de los Estados Ming y Qing para oponerse al comercio internacional ya resulta familiar: el temor a la destrucción creativa. El objetivo principal de los lÃderes era la estabilidad polÃtica. El comercio internacional era potencialmente desestabilizador ya que los comerciantes se enriquecÃan y se envalentonaban, como en el caso de Inglaterra durante la expansión por el Atlántico. No era solamente lo que creÃan los gobernantes durante las dinastÃas Ming y Qing, sino también la actitud de los gobernantes de la dinastÃa Song, aunque éstos sà estuvieron dispuestos a patrocinar innovaciones tecnológicas y permitir una mayor libertad comercial, pero bajo la condición de que estuvieran bajo su control. Las cosas empeoraron bajo las dinastÃas Ming y Qing cuando se intensificó el control del Estado sobre la actividad económica y se prohibió el comercio con el extranjero. Sin duda, habÃa mercados y comercio en la China Ming y Qing, y el gobierno recaudaba impuestos bastante bajos en la economÃa nacional. Sin embargo, hacÃa poco para apoyar la innovación e intercambió la estabilidad polÃtica por el desarrollo de la prosperidad industrial o mercantil. La consecuencia de todo este control absolutista de la economÃa era previsible: la economÃa china estuvo estancada a lo largo del siglo
XIX
y principios del
XX,
mientras que otras economÃas se industrializaban. Cuando Mao estableció su régimen comunista en 1949, China se habÃa convertido en uno de los paÃses más pobres del mundo.
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El absolutismo del preste Juan
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El absolutismo como conjunto de instituciones polÃticas y las consecuencias económicas que provocaba no se limitaban a Europa y Asia. Estaban presentes en Ãfrica, por ejemplo, en el reino del Congo, como vimos en el capÃtulo 2. Un ejemplo todavÃa más duradero del absolutismo africano es EtiopÃa o Abisinia, cuyas raÃces vimos en el capÃtulo 6, cuando comentamos la aparición del feudalismo tras el declive de Aksum. El absolutismo abisino fue incluso más duradero que sus homólogos europeos porque se enfrentó a desafÃos y coyunturas crÃticas muy distintos.
Después de la conversión del rey Ezana de Aksum al cristianismo, los etÃopes continuaron siendo cristianos y, en el siglo
XIV
, se habÃan convertido en el foco del mito del rey preste Juan. El preste Juan era un rey cristiano que habÃa sido apartado de Europa por el auge del islam en Oriente Próximo. Inicialmente, se pensaba que su reino estaba en la India. Sin embargo, a medida que el conocimiento europeo sobre la India aumentaba, la gente se dio cuenta de que no era verdad. El rey de EtiopÃa, como era cristiano, se convirtió en un objetivo natural para el mito. De hecho, los reyes etÃopes se esforzaron por forjar alianzas con los monarcas europeos contra las invasiones árabes, enviando misiones diplomáticas a Europa desde como mÃnimo el año 1300 en adelante, e incluso convencieron al rey portugués para que enviara soldados.
Estos soldados, junto con diplomáticos, jesuitas y viajeros que deseaban conocer al preste Juan, dejaron muchos relatos sobre EtiopÃa. Algunos de los más interesantes desde el punto de vista económico son los de Francisco Ãlvares, capellán que acompañaba a una misión diplomática portuguesa que estuvo en EtiopÃa entre 1520 y 1527. Además, hay relatos del jesuita Manoel de Almeida, que vivió en EtiopÃa desde 1624, y de John Bruce, un viajero que estuvo en el paÃs entre 1768 y 1773. En estos textos, se describen con todo lujo de detalle las instituciones polÃticas y económicas de aquel momento en EtiopÃa y no dejan lugar a dudas acerca de que EtiopÃa era un ejemplo perfecto de absolutismo. No habÃa instituciones pluralistas de ningún tipo, ni controles ni limitaciones al poder del emperador, que reclamaba el derecho a gobernar basándose en sus supuestos antepasados legendarios, el rey Salomón y la reina de Saba.
La consecuencia del absolutismo fue una gran inseguridad de los derechos de propiedad impulsados por la estrategia polÃtica del emperador. John Bruce, por ejemplo, anotó:
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Toda la tierra es del rey; él la da a quien él desea cuando le place y la recupera cuando le apetece. En cuanto muera, toda la tierra del reino estará a disposición de la Corona, y no sólo eso, sino que, si se produce la muerte del propietario actual, sus posesiones, por mucho tiempo que las haya disfrutado, pasan al rey, y no a su hijo mayor.
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Ãlvares aseguró que habrÃa mucha más «fruta y labranza si los grandes hombres no trataran mal al pueblo». El relato de Manoel de Alameida sobre el funcionamiento de la sociedad concuerda con lo anterior. Alameida observó:
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Es tan habitual que el emperador intercambie, altere y arrebate las tierras que tiene cada hombre cada dos o tres años, en ocasiones cada año e incluso muchas veces al año, que no causa sorpresa alguna. A menudo, un hombre ara la tierra, otro siembra y otro recoge la cosecha. Por eso, sucede que nadie cuida de la tierra que disfruta, ni siquiera hay nadie que plante un árbol porque sabe que el que lo planta rara vez recoge el fruto. Sin embargo, para el rey, es útil que ellos dependan tanto de él.
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Estas descripciones sugieren que habÃa grandes similitudes entre las estructuras polÃticas y económicas de EtiopÃa y las del absolutismo europeo, aunque también dejan claro que el absolutismo fue más intenso en EtiopÃa y las instituciones económicas, todavÃa más extractivas. Además, como destacamos en el capÃtulo 6, EtiopÃa no estaba sujeta a las mismas coyunturas crÃticas que ayudaron a minar el régimen absolutista de Inglaterra. EtiopÃa estaba aislada de muchos de los procesos que configuraron el mundo moderno. Incluso aunque no hubiera sido asÃ, la intensidad de su absolutismo probablemente habrÃa provocado que el absolutismo se reforzara aún más. Por ejemplo, como en España, el comercio internacional en EtiopÃa, incluido el lucrativo tráfico de esclavos, estaba controlado por el monarca. EtiopÃa no estaba completamente aislada. Los europeos realmente buscaron al preste Juan, y realmente tuvo que luchar contra los Estados islámicos circundantes. Sin embargo, el historiador Edward Gibbon observó con cierta precisión que «rodeados por todas partes por los enemigos de su religión, los etÃopes durmieron casi mil años, olvidando al mundo, que también se olvidaba de ellos».
Cuando empezó la colonización europea de Ãfrica en el sigloÂ
XIX
, EtiopÃa era un reino independiente bajo el mando de Ras Kassa, coronado como emperador Teodoro II en 1855. Teodoro se embarcó en la modernización del Estado y creó una burocracia y un poder judicial centralizados y un poder militar capaz de controlar el paÃs y, posiblemente, de luchar contra los europeos. Destinó gobernadores militares, responsables de recaudar impuestos y enviárselos a él, para que se encargaran de todas las provincias. Sus negociaciones con las potencias europeas fueron difÃciles y, debido a su exasperación, encarceló al cónsul inglés. En 1868, los ingleses enviaron una fuerza expedicionaria que saqueó la capital. Teodoro se suicidó.
De todas formas, el gobierno reconstruido por Teodoro logró uno de los grandes triunfos anticolonialistas del siglo
XIX
, contra los italianos. En 1889, Menelik II llegó al trono, y se tuvo que enfrentar de inmediato al interés de Italia por establecer una colonia allÃ. En 1885, el canciller alemán Bismarck habÃa convocado una conferencia en BerlÃn en la que las potencias europeas planearon la «lucha por Ãfrica», es decir, decidieron cómo dividir Ãfrica en distintas esferas de interés. En la conferencia, Italia aseguró su derecho a tener colonias en Eritrea, la costa de EtiopÃa y Somalia. EtiopÃa, aunque no estuviera representada en la conferencia, consiguió sobrevivir intacta. Sin embargo, los italianos todavÃa tenÃan los ojos puestos allà y, en 1896, enviaron un ejército hacia el sur desde Eritrea. La respuesta de Menelik fue parecida a la que hubiera dado un rey medieval europeo; formó un ejército haciendo que la nobleza convocara a sus hombres armados. Mediante este enfoque no se podÃa conseguir un ejército en el campo de batalla durante mucho tiempo, pero sà se conseguÃa un ejército enorme durante un perÃodo corto de tiempo. Este perÃodo corto bastó para derrotar a los italianos, cuyos quince mil hombres fueron aplastados por los cien mil de Menelik en la batalla de Adua de 1896. Fue la derrota militar más seria que pudo infligir un paÃs africano precolonial a una potencia europea, y garantizó la independencia de EtiopÃa durante otros cuarenta años.