Read Por qué fracasan los países Online
Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu
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Soportar el retraso
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La revolución industrial creó una coyuntura crÃtica transformadora para todo el mundo durante el siglo
XIX
y más allá: las sociedades que permitieron a sus ciudadanos invertir en nuevas tecnologÃas podÃan crecer rápido. Sin embargo, muchas no pudieron hacerlo, o eligieron explÃcitamente no hacerlo. Los paÃses controlados por instituciones polÃticas y económicas extractivas no generaron aquellos incentivos. España y EtiopÃa proporcionan ejemplos de que el control absolutista de las instituciones polÃticas y las instituciones económicas extractivas implicadas asfixiaban los incentivos económicos mucho antes de la llegada del siglo
XIX
. El resultado fue similar en otros regÃmenes absolutistas (por ejemplo, en Austria-HungrÃa, Rusia, el Imperio otomano y China, aunque, en estos casos, los gobernantes, debido a su temor a la destrucción creativa, no solamente dejaron de fomentar el progreso económico, sino que dieron pasos explÃcitamente para bloquear la extensión de las nuevas tecnologÃas que aportarÃan industrialización).
El absolutismo no es la única forma de institución polÃtica extractiva y tampoco fue el único factor que impidió la industrialización. Las instituciones polÃticas y económicas inclusivas exigen cierto grado de centralización polÃtica para que el Estado pueda imponer la ley y el orden, defender derechos de propiedad y fomentar la actividad económica invirtiendo en servicios públicos cuando sea necesario. Sin embargo, todavÃa hoy, muchos paÃses, como Afganistán, HaitÃ, Nepal y Somalia, tienen Estados que son incapaces de mantener el orden más rudimentario y los incentivos económicos prácticamente se destruyen. El caso de Somalia ilustra que el proceso de industrialización también pasó de largo en aquellas sociedades. Existe resistencia a la centralización polÃtica por la misma razón que los regÃmenes absolutistas se resisten al cambio: el temor a menudo justificado de que el cambio reasignará el poder polÃtico y que éste pasará de los que lo dominan hoy a individuos y grupos nuevos. Por lo tanto, cuando los bloques del absolutismo se mueven hacia el pluralismo y el cambio económico, también lo hacen los clanes y las élites tradicionales que dominan la escena en sociedades sin centralización estatal. En consecuencia, las sociedades que todavÃa carecÃan de esta centralización en los siglos
XVIII
y
XIX
tenÃan una desventaja concreta en la era de la industria.
Mientras que la variedad de instituciones extractivas del absolutismo y los Estados con poca centralización no aprovecharon la expansión de la industria, la coyuntura crÃtica de la revolución industrial tuvo efectos muy distintos en otras partes del mundo. Como veremos en el capÃtulo 10, las sociedades que ya habÃan dado pasos hacia las instituciones polÃticas y económicas inclusivas, como Estados Unidos y Australia, y aquellos en los que el absolutismo se cuestionaba más seriamente, como Francia y Japón, aprovecharon aquellas nuevas oportunidades económicas e iniciaron un proceso de rápido crecimiento económico. Como tal, el patrón habitual de interacción entre una coyuntura crÃtica y las diferencias institucionales existentes que conducen a una mayor divergencia institucional y económica se manifestó de nuevo en el siglo
XIX,
y esta vez con un mayor efecto sobre la prosperidad y la pobreza de los paÃses.
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Especia y genocidio
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El archipiélago de las Molucas de la Indonesia moderna está formado por tres grupos de islas. A principios del siglo
XVII
, las Molucas del norte albergaban los reinos independientes de Tidore, Ternate y Bacan. Las Molucas medianas eran el hogar de la isla reino de Ambon. Al sur, se encontraban las islas de Banda, un pequeño archipiélago que todavÃa no estaba unificado polÃticamente. Aunque nos parezcan remotas hoy en dÃa, las Molucas en aquel momento eran cruciales para el comercio mundial porque eran las únicas productoras de especias valiosas como clavo, macis y nuez moscada. La macis y la nuez moscada solamente crecÃan en las islas de Banda. Los habitantes de estas islas producÃan y exportaban estas especias escasas a cambio de comida y productos manufacturados procedentes de la isla de Java, del centro de distribución de Melaka en la penÃnsula Malasia y de la India, China y Arabia.
El primer contacto que tuvieron los habitantes con europeos fue en el siglo
XVI
, con marineros portugueses que llegaron para comprar especias. Antes de aquel momento, las especias tenÃan que enviarse por Oriente Próximo, a través de las rutas comerciales controladas por el Imperio otomano. Los europeos buscaban un paso alrededor de Ãfrica o a través del Atlántico para lograr un acceso directo a las islas y al comercio de especias. El cabo de Buena Esperanza fue rodeado por el navegante portugués Bartolomeu Dias en 1488, y Vasco de Gama llegó a la India siguiendo la misma ruta en 1498. Por primera vez, los europeos tenÃan su propia ruta independiente a las islas de las Especias.
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Los portugueses inmediatamente se propusieron controlar el comercio de especias. Tomaron Melaka en 1511. Estratégicamente situada en el lado oeste de la penÃnsula Malasia, los comerciantes de todo el Sudeste asiático llegaban allà para vender sus especias a otros comerciantes indios, chinos y árabes, que las enviaban a Occidente. Tal y como dijo el viajero portugués Tomé Pires en 1515: «El comercio entre los distintos paÃses de mil leguas debe venir a Melaka [...]. Quienquiera que sea señor de Melaka tiene en sus manos la garganta de Venecia».
Con Melaka en sus manos, los portugueses intentaron lograr el monopolio del valioso comercio de especias sistemáticamente, pero fracasaron.
Los adversarios a los que se enfrentaban no eran desdeñables. Entre los siglos
XIV
y
XVI
, hubo un gran desarrollo económico en el Sudeste asiático basado en el comercio de especias. Ciudades-Estado como Aceh, Banten, Melaka, Makassar, Pegu y Brunéi se expandieron rápidamente y produjeron y exportaron especias junto con otros productos como maderas duras.
Estos Estados tenÃan formas absolutistas de gobierno similares a los de Europa en el mismo perÃodo. El desarrollo de instituciones polÃticas fue impulsado por procesos similares que incluÃan el cambio tecnológico en métodos de guerra y comercio internacional. Las instituciones estatales se centralizaron más, con un rey en el centro que reclamaba el poder absoluto. Igual que los gobernantes absolutistas de Europa, los reyes del Sudeste asiático se basaban fuertemente en los ingresos del comercio, ya fuera dedicándose ellos mismos a la actividad comercial o concediendo monopolios a élites locales o extranjeras. Igual que en la Europa absolutista, aquello generó cierto crecimiento, pero distaba mucho de ser el ideal de instituciones económicas para la prosperidad económica, con obstáculos de entrada importantes y derechos de propiedad inseguros para la mayorÃa. Sin embargo, el proceso de comercialización estaba en marcha incluso cuando los portugueses intentaban establecer su dominio en el océano Ãndico.
La presencia de europeos creció y tuvo un impacto mucho mayor con la llegada de los holandeses, que en seguida se dieron cuenta de que monopolizar la oferta de especias valiosas de las Molucas serÃa mucho más rentable que competir contra otros comerciantes europeos o locales. En el año 1600, convencieron al gobernante de Ambon para que firmara un acuerdo de exclusividad que les dio el monopolio del comercio de clavo en Ambon. Con la fundación de la CompañÃa Holandesa de las Indias Orientales en 1602, los intentos holandeses de hacerse con todo el comercio de especias y eliminar a su competencia, por las buenas o por las malas, cambiaron a mejor para los holandeses y a peor para el Sudeste asiático. La CompañÃa Holandesa de las Indias Orientales fue la segunda sociedad anónima europea, tras la CompañÃa Inglesa de las Indias Orientales, que supuso un antes y un después en el desarrollo de la corporación moderna, que posteriormente tendrÃa un papel crucial en el desarrollo industrial europeo. También fue la segunda empresa que tenÃa su propio ejército y el poder de hacer guerras y colonizar territorios extranjeros. Con el poder militar de la empresa, los holandeses procedieron a eliminar todos los intrusos potenciales para imponer su tratado con el gobernante de Ambon. Capturaron un fuerte clave en manos de los portugueses en 1605 y eliminaron por la fuerza a todos los demás comerciantes. Posteriormente, se expandieron al norte de las Molucas, obligando a los gobernantes de Tidore, Ternate y Bacan a acordar que no se cultivarÃa ni comerciarÃa con clavo en sus territorios. El tratado que impusieron en Ternate incluso permitÃa a los holandeses llegar y destruir cualquier árbol de clavo que encontraran allÃ.
Ambon era gobernado de una forma similar a gran parte de Europa y América durante aquella época. La población tenÃa que pagar un tributo al gobernante y estaba sujeta a trabajos forzados. Los holandeses se apoderaron de aquellos sistemas y los intensificaron para extraer más mano de obra y más clavo de la isla. Desde siempre, las familias extensas pagaban tributos en clavos a la élite de Ambon. Pero, tras la llegada de los holandeses, todas las casas quedaron sujetas a la tierra y debÃan cultivar cierto número de árboles de clavo. Además, estaban obligadas a hacer trabajos forzados para los holandeses.
Los holandeses también se apoderaron de las islas de Banda, en un intento de monopolizar la macis y la nuez moscada. Sin embargo, estas islas estaban organizadas de forma muy distinta a Ambon. Estaban formadas por muchas ciudades-Estado pequeñas y autónomas y no habÃa ninguna estructura jerárquica social o polÃtica. Aquellos pequeños Estados, que, en realidad, no eran más que pueblos pequeños, estaban gobernados por reuniones de ciudadanos. No habÃa ninguna autoridad central que los holandeses pudieran coaccionar para que firmara un tratado de monopolio y tampoco un sistema de tributos del que se pudieran apoderar para capturar toda la oferta de macis y nuez moscada. Al principio, esto significó que los holandeses tuvieron que competir con comerciantes ingleses, portugueses, indios y chinos, y perdieron especias cuando no pudieron pagar los precios elevados de su competencia. Dado que su plan inicial de establecer un monopolio de macis y nuez moscada quedó frustrado, el gobernador holandés de Batavia, Jan Pieterszoon Coen, presentó un plan alternativo. Coen fundó Batavia, en la isla de Java, como nueva capital de la CompañÃa Holandesa de las Indias Orientales en 1618. En 1621, navegó hasta Banda con una flota y masacró a prácticamente toda la población de las islas, probablemente quince mil personas. Todos sus lÃderes fueron ejecutados con el resto del pueblo, y solamente dejaron a unos cuantos vivos, los suficientes para conservar el saber hacer necesario para producir macis y nuez moscada. Tras acabar el genocidio, Coen creó la estructura polÃtica y económica necesaria para su plan: una sociedad de plantación. Las islas fueron divididas en sesenta y ocho parcelas, que se entregaron a sesenta y ocho holandeses, la mayorÃa de los cuales eran o habÃan sido empleados de la CompañÃa Holandesa de las Indias Orientales. Los pocos bandaneses que habÃan sobrevivido tuvieron que enseñar a estos nuevos propietarios de plantaciones a producir las especias. Los propietarios podÃan comprar esclavos a la CompañÃa Holandesa de las Indias Orientales para poblar las islas, que se habÃan quedado deshabitadas, y producir especias, que debÃan venderse a precios fijos a la empresa.
Las instituciones extractivas creadas por los holandeses en las islas de las Especias tuvieron los efectos deseados, aunque en Banda fuera a costa de quince mil vidas inocentes y del establecimiento de un conjunto de instituciones económicas y polÃticas que condenarÃa a las islas al subdesarrollo. A finales del sigloÂ
XVII
, los holandeses habÃan reducido la oferta mundial de estas especias alrededor del 60 por ciento y el precio de la nuez moscada se habÃa duplicado.
Los holandeses extendieron la estrategia que habÃan perfeccionado en las Molucas a toda la región, con implicaciones profundas para las instituciones económicas y polÃticas del resto del Sudeste asiático. La larga expansión comercial de varios Estados en el área que la habÃa iniciado en el siglo
XIV
cambió drásticamente de rumbo. Incluso los Estados que no fueron colonizados y aplastados directamente por la CompañÃa Holandesa de las Indias Orientales se replegaron sobre sà mismos y abandonaron el comercio. El cambio económico y polÃtico naciente del Sudeste asiático se detuvo en seco.
Para evitar la amenaza de la CompañÃa Holandesa de las Indias Orientales, varios Estados dejaron de producir cultivos para la exportación y cesaron su actividad comercial. La autarquÃa era más segura que enfrentarse a los holandeses. En 1620, el Estado de Banten, en la isla de Java, cortó sus árboles de pimienta con la esperanza de que asà los holandeses los dejaran en paz. Cuando un comerciante holandés visitó Maguindanao, al sur de las Filipinas, en 1686, le dijeron: «El clavo y la nuez moscada pueden cultivarse aquÃ, igual que en Malaku. Ahora no hay aquà porque el antiguo rajá hizo que se echaran a perder antes de su muerte. TemÃa que la CompañÃa Holandesa de las Indias Orientales viniera a luchar por ellos». Otro comerciante oyó una historia similar sobre el gobernante de Maguindanao en 1699: «HabÃa prohibido la plantación continuada de pimienta para asà no verse involucrado en guerras con la CompañÃa Holandesa de las Indias Orientales u otros potentados». Se produjo una desurbanización e incluso el declive de la población. En 1635, los birmanos trasladaron su capital desde Pegu, en la costa, hasta Ava, mucho más tierra adentro en el rÃo Irrawaddy.
No sabemos cuál habrÃa sido el camino del desarrollo económico y polÃtico de los Estados del Sudeste asiático si no se hubiera producido la agresión holandesa. Quizá habrÃan desarrollado su propio tipo de absolutismo, habrÃan permanecido en el mismo estado que tenÃan a finales del siglo
XVI
o habrÃan continuado su comercialización adoptando gradualmente cada vez más instituciones inclusivas. Sin embargo, igual que en las Molucas, el colonialismo holandés cambió fundamentalmente su desarrollo polÃtico y económico. Los pueblos del Sudeste asiático dejaron de comerciar, se replegaron sobre sà mismos y se hicieron más absolutistas. En los dos siglos siguientes, no estarÃan en condiciones de aprovechar las innovaciones que surgirÃan en la revolución industrial. Y, finalmente, su retirada del comercio no los salvarÃa de los europeos, ya que, a finales del siglo
XVIII
, casi todos formaban parte de los imperios coloniales europeos.
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Como vimos en el capÃtulo 7, la expansión europea en el Atlántico impulsó el auge de las instituciones inclusivas en Gran Bretaña. Sin embargo, tal y como ilustra la experiencia de las Molucas bajo el dominio holandés, esta expansión sembró las semillas del subdesarrollo en muchos puntos distintos del mundo al imponer instituciones extractivas o reforzar las instituciones extractivas que ya existÃan. Ãstas destruyeron directa o indirectamente la actividad comercial e industrial naciente en todo el mundo o perpetuaron instituciones que detuvieron la industrialización. En consecuencia, la industrialización se desarrollaba en algunas partes del mundo, pero no en las que formaban parte de los imperios coloniales europeos, que no tuvieron ninguna oportunidad de beneficiarse de aquellas nuevas tecnologÃas.
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Una institución demasiado habitual
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En el Sudeste asiático, la expansión del poder naval y comercial europeo a principios de la Edad Moderna limitó un perÃodo prometedor de expansión económica y cambio institucional. Durante el mismo perÃodo que la CompañÃa Holandesa de las Indias Orientales se expandÃa, un tipo de comercio muy distinto se intensificaba en Ãfrica: el tráfico de esclavos.
En Estados Unidos, la esclavitud del Sur a menudo recibÃa el nombre de «institución peculiar». No obstante, desde el punto de vista histórico, como señaló el gran erudito clásico Moses Finlay, la esclavitud era cualquier cosa menos peculiar, ya que estaba presente prácticamente en todas las sociedades. Como mencionamos anteriormente, la esclavitud era endémica en la Roma antigua y en Ãfrica, y durante mucho tiempo constituyó una fuente de esclavos para Europa, aunque no la única.