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Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu

Por qué fracasan los países (41 page)

Por lo tanto, la abolición del tráfico de esclavos, en lugar de hacer que la esclavitud africana se debilitara, simplemente condujo a una reorganización de los esclavos, que empezaron a utilizarse en África en lugar de en América. Además, muchas de las instituciones políticas que habían creado el tráfico de esclavos en los dos siglos anteriores no cambiaron y los patrones de comportamiento perduraron. Por ejemplo, en Nigeria, entre 1820 y 1840, el anterior gran reino Oyo desapareció. Fue socavado por guerras civiles y el auge de las ciudades-Estado yorubas, como Illorin e Ibadan, que participaron directamente en el tráfico de esclavos, al sur. Poco después de 1830, la capital de Oyo fue saqueada, como consecuencia de que las ciudades yorubas cuestionaran el poder de Dahomey por el dominio regional. Libraron una serie prácticamente continua de guerras en la primera mitad del siglo, que generaron una oferta masiva de esclavos. A esto había que sumar las rondas habituales de secuestros y condenas por parte de oráculos y redadas a menor escala. El secuestro era un problema de tal magnitud en algunas partes de Nigeria que los padres no dejaban a los niños jugar fuera de casa por miedo a que se los llevaran y fueran vendidos como esclavos.

En consecuencia, la esclavitud, en lugar de reducirse, parece haberse ampliado en África a lo largo del siglo
XIX
. Es difícil encontrar cifras precisas, pero existen una serie de relatos escritos por viajeros y comerciantes durante esta época que sugieren que, en los reinos africanos occidentales de Asante y Dahomey y en las ciudades-Estado yorubas, más de la mitad de la población eran esclavos. Existen datos más precisos de los primeros registros coloniales franceses del Sudán occidental, una gran extensión del África occidental, que va desde Senegal, a través de Mali y Burkina Faso, a Níger y Chad. En esta región, el 30 por ciento de la población estaba esclavizada en el año 1900.

Igual que con la aparición del comercio legítimo, la colonización formal tras la lucha por África no destruyó la esclavitud en África. A pesar de que gran parte de la penetración europea en África se justificó con el argumento de que la esclavitud debía ser combatida y abolida, la realidad era distinta. En la mayor parte del África colonial, la esclavitud continuó hasta bien entrado el siglo
XX
. En Sierra Leona, por ejemplo, hubo que esperar hasta 1928 para que la esclavitud fuera abolida finalmente, aunque la capital, Freetown, hubiera sido fijada originalmente a finales del siglo
XVIII
como refugio para esclavos repatriados desde América. Pronto se convirtió en una base importante para el escuadrón antiesclavitud británico y un nuevo hogar para los esclavos libertos rescatados de barcos de esclavos capturados por la armada británica. Incluso con este simbolismo, la esclavitud duró en Sierra Leona ciento treinta años más. Liberia, al sur de Sierra Leona, también fue fundada por esclavos americanos libertos a partir de 1840. Sin embargo, también allí la esclavitud duró hasta el siglo
XX
, hasta los años sesenta. Se estima que una cuarta parte de la mano de obra estaba coaccionada y trabajaba en condiciones parecidas a la esclavitud. Debido a las instituciones políticas y económicas basadas en el tráfico de esclavos, la industrialización no se extendió al África subsahariana, que se estancó o incluso experimentó un retraso económico, mientras otras partes del mundo transformaban sus economías.

 

 

La creación de una economía dual

 

El paradigma de la «economía dual», propuesto originalmente en 1955 por sir Arthur Lewis, todavía define la forma en la que la mayoría de los sociólogos piensan sobre los problemas económicos de los países menos desarrollados. Según Lewis, muchas economías menos desarrolladas o subdesarrolladas tienen una estructura dual y están divididas en un sector moderno y otro tradicional. El sector moderno, que corresponde a la parte más desarrollada de la economía, se asocia con la vida urbana, la industria moderna y el uso de tecnologías avanzadas. El sector tradicional se asocia con la vida rural, la agricultura e instituciones y tecnologías «atrasadas». Las instituciones agrícolas atrasadas incluyen la propiedad común de la tierra, que implica la inexistencia de derechos de propiedad privada sobre ésta. Según Lewis, la mano de obra se utilizaba con tanta ineficiencia en el sector tradicional que se podía reasignar al sector moderno sin reducir la cantidad que podía producir el sector rural. Para varias generaciones de economistas de desarrollo que se basaban en las ideas de Lewis, el «problema del desarrollo» ha llegado a significar el traslado de personas y recursos del sector tradicional, la agricultura y el campo, al sector moderno, la industria y las ciudades. En 1979, Lewis recibió el Premio Nobel por su trabajo sobre el desarrollo económico.

Lewis y los economistas del desarrollo que se basan en su trabajo sin duda tenían razón al identificar las economías duales. Sudáfrica era uno de los ejemplos más claros, dividida en un sector tradicional que estaba retrasado y era pobre y un sector moderno que era activo y próspero. Incluso hoy en día, la economía dual que identificó Lewis está por todas partes en Sudáfrica. Una de las formas más espectaculares de verlo es conducir por la frontera entre el estado de KwaZulu-Natal, anteriormente Natal, y el estado del Transkei. La frontera sigue el río Gran Kei. Al este del río, en Natal, a lo largo de la costa, existen propiedades ricas frente al mar en amplias extensiones de playas de arena maravillosas. El interior está cubierto por plantaciones de caña de azúcar verde y exuberante. Las carreteras son bonitas; toda la zona rezuma prosperidad. Al otro lado del río, como si fuera otro tiempo y otro país, el área está prácticamente devastada. La tierra no es verde, sino marrón, y está fuertemente deforestada. En lugar de casas modernas y opulentas con agua corriente, inodoros y todas las comodidades modernas, la gente vive en cabañas provisionales y prepara la comida cocinando en fuegos al aire libre. La vida, sin duda, es tradicional, lejos de la existencia moderna que hay al este del río. Pero ahora el lector no se extrañará de que esas diferencias estén relacionadas con grandes diferencias en las instituciones económicas entre ambos lados del río.

Al este, en Natal, hay derechos de propiedad privada, sistemas legales, mercados, agricultura comercial y una industria que funcionan. Al oeste, en el Transkei, tenían propiedad común de la tierra y jefes tradicionales todopoderosos hasta hace poco. Mirado con la perspectiva de la teoría de Lewis de la economía dual, el contraste entre el Transkei y Natal ilustra los problemas del desarrollo africano. De hecho, podemos ir más allá y destacar que, históricamente, toda África era como el Transkei; era pobre, tenía instituciones económicas premodernas, tecnología atrasada y estaba gobernada por jefes. Según esta perspectiva, por lo tanto, el desarrollo económico simplemente debería implicar garantizar que el Transkei finalmente se convierta en Natal.

Esta perspectiva, a pesar de encerrar una gran parte de verdad, no considera toda la lógica de cómo llegó a existir la economía dual y cuál es su relación con la economía moderna. El atraso del Transkei no es solamente un vestigio histórico del atraso natural de África. La economía dual entre el Transkei y Natal, de hecho, es bastante reciente, y no tiene nada de natural. Fue creada por las élites blancas sudafricanas para producir una reserva de mano de obra barata para sus negocios y reducir la competencia de los africanos negros. La economía dual es otro ejemplo de subdesarrollo creado, no de subdesarrollo como apareció naturalmente y persistió durante siglos.

Sudáfrica y Botsuana, como veremos después, evitaron la mayor parte de los efectos adversos del tráfico de esclavos y las guerras que comportó. La primera gran interacción de los sudafricanos con europeos se dio cuando la Compañía Holandesa de las Indias Orientales fundó una base en la bahía de la Mesa, que actualmente es el puerto de Ciudad del Cabo, en 1652. En aquel momento, la parte occidental de Sudáfrica estaba escasamente poblada, en su mayoría por cazadores-recolectores llamados khoikhois. Más al este, en lo que ahora se conoce como el Ciskei y el Transkei, había sociedades africanas con una alta densidad de población especializada en la agricultura. Inicialmente, no interactuaron fuertemente con la nueva colonia de holandeses, ni participaron en el tráfico de esclavos. La costa sudafricana estaba muy desconectada de los mercados de esclavos, y los habitantes del Ciskei y el Transkei, conocidos como xhosas, estaban muy tierra adentro, de modo que no atraían la atención de nadie. En consecuencia, estas sociedades no sufrieron el impacto de muchas de las corrientes adversas que golpearon el oeste y el centro de África.

El aislamiento de estos lugares cambió en el siglo
XIX.
Para los europeos, había algo muy atractivo en el clima y el entorno de Sudáfrica. A diferencia del África occidental, por ejemplo, Sudáfrica tenía un clima templado en el que no había enfermedades tropicales como la malaria y la fiebre amarilla, que habían convertido a gran parte de África en «la tumba del hombre blanco» y que habían impedido que los europeos se establecieran e incluso que fijaran puestos de avanzada permanentes. Sudáfrica era una posibilidad mucho mejor para el asentamiento europeo. Así que la expansión europea hacia el interior empezó poco después de que los británicos arrebataran Ciudad del Cabo a los holandeses durante las guerras napoleónicas. Aquello precipitó una larga serie de guerras xhosas a medida que la frontera del asentamiento se ampliaba hacia el interior. La penetración en el interior de Sudáfrica se intensificó en 1835, cuando el resto de los europeos de origen holandés, que serían conocidos como afrikáneres o bóeres, empezaron su famosa migración en masa conocida como la gran marcha fuera del control británico de la costa y la zona de Ciudad del Cabo. Posteriormente, los afrikáneres fundaron dos Estados independientes en el interior de África, el Estado Libre de Orange y el Transvaal.

La siguiente etapa en el desarrollo de Sudáfrica llegó con el descubrimiento de vastas reservas de diamantes en Kimberly en 1867 y de ricas minas de oro en Johannesburgo en 1886. Esta enorme riqueza mineral del interior convenció de inmediato a los británicos de ampliar su control sobre toda Sudáfrica. La resistencia del Estado Libre de Orange y el Transvaal condujo a las famosas guerras de los bóeres en los períodos 1880-1881 y 1899-1902. Tras una derrota inicial inesperada, los británicos consiguieron unir los Estados afrikáneres con la provincia del Cabo y Natal, para fundar la Unión Sudafricana en 1910. Más allá de las luchas entre afrikáneres y británicos, el desarrollo de la economía minera y la expansión del asentamiento europeo tuvieron otras implicaciones para el desarrollo de la zona. Lo más destacado es que generaban demanda de comida y otros productos agrícolas y crearon nuevas oportunidades económicas para los nativos africanos tanto en la agricultura como en el comercio.

Los xhosas, en el Ciskei y el Transkei, reaccionaron rápidamente a aquellas oportunidades económicas, como documentó el historiador Colin Bundy. Ya en 1832, incluso antes del
boom
de la minería, un misionero moravo en el Transkei observó el nuevo dinamismo económico de estas áreas y destacó que los africanos demandaban los nuevos productos de consumo que la expansión de los europeos les había empezado a revelar. Escribió: «Para obtener estos objetos, intentan [...] conseguir dinero con el trabajo de sus manos, y compran ropa, palas, arados, carros y otros artículos útiles».

La descripción del comisario civil John Hemming de su visita a Fingoland, en el Ciskei, en 1876, es igualmente reveladora:

 

Estoy muy sorprendido por el gran avance realizado por los fingoes en pocos años [...]. Dondequiera que iba, encontraba cabañas o viviendas de ladrillo o piedra. En muchos casos, se habían levantado casas de ladrillos sustanciales [...]. Y se habían plantado árboles frutales; allí donde era posible hacer disponible un curso de agua, se había realizado y la tierra se había cultivado hasta donde podía regarse; las laderas de las montañas e incluso las cimas se cultivaban siempre que se pudiera introducir un arado. El alcance de la tierra me sorprendió; no he visto una zona tan grande de tierra cultivada durante años.

 

Igual que en otras partes del África subsahariana, el uso del arado era nuevo en agricultura, pero, cuando se le daba la oportunidad, los agricultores africanos parecían estar bastante preparados para adoptar la tecnología. También lo estaban para invertir en carros y trabajos de riego.

A medida que se desarrollaba la economía agrícola, las rígidas instituciones tribales empezaron a ceder terreno. Son muchas las pruebas de que se produjeron cambios en los derechos de propiedad de la tierra. En 1879, el magistrado de Umzimkulu, al este de Griqualandia, en el Transkei, observó «el deseo creciente por parte de los nativos de ser propietarios de la tierra: han comprado treinta y ocho mil acres». Tres años después, registró que alrededor de ochenta mil agricultores africanos del distrito habían comprado y empezado a trabajar en noventa mil acres de tierra.

Es indudable que África no estaba al borde de la revolución industrial, pero se estaba produciendo un auténtico cambio. La propiedad privada de la tierra había debilitado a los jefes y posibilitó que hubiera hombres nuevos que compraban tierra y se enriquecían, lo que era impensable solamente unas décadas antes. También ilustra lo rápido que la debilitación de las instituciones extractivas y de los sistemas de control absolutista puede conducir al dinamismo de la economía recién descubierta. Una de las historias de éxito fue la de Stephen Sonjica en el Ciskei, un agricultor de origen humilde y artífice de su propio éxito. En un discurso de 1911, Sonjica comentó que, la primera vez que contó a su padre su deseo de comprar tierras, su padre respondió: «¿Comprar tierras? ¿Para qué quieres comprar tierras? ¿Acaso no sabes que toda la tierra es de Dios y que él se la dio solamente a los jefes?». La reacción del padre de Sonjica era comprensible, pero no sirvió para detener a su hijo, que consiguió un trabajo en la Ciudad del Rey Guillermo. Stephen señalaba lo siguiente:

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