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Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu
¿Cómo se llegó a esta situación? Uzbekistán, como el resto de las repúblicas socialistas soviéticas, se suponÃa que lograrÃa su independencia tras la caÃda de la Unión Soviética y que desarrollarÃa una democracia y una economÃa de mercado. Sin embargo, como en muchas otras repúblicas soviéticas, no sucedió nada de esto. El presidente KarÃmov, que empezó su carrera polÃtica en el Partido Comunista de la vieja Unión Soviética, logrando el puesto de primer secretario de Uzbekistán en el oportuno momento de 1989, justo cuando cayó el Muro de BerlÃn, logró reinventarse a sà mismo como nacionalista. Con el apoyo crucial de las fuerzas de seguridad, en diciembre de 1991 ganó las primeras elecciones presidenciales de Uzbekistán. Tras hacerse con el poder, reprimió a la oposición polÃtica independiente. Sus adversarios están ahora encarcelados o en el exilio. No existen medios de comunicación libres en Uzbekistán, y no se permite la existencia de organizaciones no gubernamentales. El punto álgido de la represión llegó en 2005, cuando posiblemente setecientos cincuenta manifestantes, o quizá más, fueron asesinados por la policÃa y el ejército en Andijon.
Utilizando este dominio de las fuerzas de seguridad y el control total de los medios de comunicación, KarÃmov primero amplió su mandato presidencial a cinco años, a través de un referéndum, y después ganó la reelección para un nuevo mandato de siete años en el año 2000, con el 91,2 por ciento de los votos. ¡Su único adversario declaró que habÃa votado por KarÃmov! En su reelección de 2007, considerada en general como fraudulenta, obtuvo el 88 por ciento de los votos. Las elecciones de Uzbekistán son parecidas a las que solÃa organizar Stalin en el apogeo de la Unión Soviética. Una de 1937 fue cubierta célebremente por el corresponsal de
The New York Times
Harold Denny, quien reprodujo una traducción de
Pravda,
el periódico del Partido Comunista, que tenÃa como fin trasladar la tensión y la emoción de las elecciones soviéticas:
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Ya es medianoche. El 12 de diciembre, el dÃa de las primeras elecciones generales, igualitarias y directas a Sóviet Supremo, ha llegado a su fin. Está a punto de anunciarse el resultado de la votación.
La comisión permanece sola en su sala. Hay silencio y las lámparas brillan solemnemente. Entre la expectación general atenta e intensa, el presidente realiza todas las formalidades necesarias antes de contar los votos: comprueba con la lista cuántos votantes habÃa y cuántos han votado, y el resultado es el 100 por ciento. ¡El 100 por ciento! ¿Qué elecciones en qué paÃs y por qué candidato han conseguido una respuesta del 100 por ciento?
Ahora empieza el tema principal. Agitado, el presidente inspecciona los sellos de las urnas. A continuación los inspeccionan los miembros de la comisión. Los sellos están intactos. Se cortan los precintos y se abren las urnas.
Silencio. Se sientan atentos y con aspecto serio los ejecutivos e inspectores de elecciones.
Ha llegado el momento de abrir los sobres. Tres miembros de la comisión cogen las tijeras. El presidente se levanta. Los escrutadores tienen sus cuadernos listos. Se abre el primer sobre. Todos los ojos se dirigen a él. El presidente coge dos papeles: blanco [para un candidato a sóviet de la Unión] y azul [para un candidato a sóviet de las nacionalidades] y lee alto y claro: «El camarada Stalin».
La solemnidad se rompe al instante. Se forma un gran revuelo, ya que todos en la sala saltan y aplauden con alegrÃa por la primera votación de las primeras elecciones generales secretas bajo la Constitución estalinista: un voto con el nombre del creador de la Constitución.
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Esta atmósfera habrÃa capturado el suspense que rodeaba a las reelecciones de KarÃmov, que parece un alumno aventajado de Stalin en lo que se refiere a represión y control policial y parece organizar elecciones que compiten con las de Stalin en cuanto a surrealismo.
Bajo KarÃmov, Uzbekistán es un paÃs con instituciones polÃticas y económicas muy extractivas. Y es pobre. Probablemente, un tercio de la población viva en la pobreza, y la renta media anual es de alrededor de mil dólares. No todos los indicadores económicos son malos. Según datos del Banco Mundial, la matriculación escolar es del 100 por ciento... Bueno, excepto posiblemente durante la temporada de recogida del algodón. La alfabetización es también muy elevada, aunque, además de controlar todos los medios de comunicación, el régimen también prohÃbe libros y censura Internet. La mayorÃa de las personas reciben sólo el equivalente a unos céntimos al dÃa por recoger algodón, excepto la familia KarÃmov y los antiguos mandos comunistas que se reinventaron después de 1989 como las nuevas élites polÃticas y económicas de Uzbekistán, que han pasado a ser espectacularmente ricas.
Los intereses económicos familiares están dirigidos por la hija de KarÃmov, Gulnora, que se espera que ocupe la presidencia después de su padre. En un paÃs tan poco transparente y tan reservado, nadie sabe con exactitud qué controla la familia KarÃmov ni cuánto dinero gana, pero la experiencia de la empresa estadounidense Interspan revela lo que ha sucedido en la economÃa uzbeca en las dos últimas décadas. El algodón no es la única cosecha agrÃcola; hay zonas del paÃs que son ideales para cultivar té, e Interspan decidió invertir allÃ. En 2005, habÃa conseguido más del 30 por ciento del mercado local, pero entonces empezaron los problemas. Gulnora decidió que la industria del té parecÃa prometedora desde el punto de vista económico. Al poco tiempo, el personal local de Interspan empezó a ser detenido, golpeado y torturado. Se hizo imposible operar y, en agosto de 2006, la empresa se habÃa retirado. Sus activos pasaron a manos de la familia KarÃmov, que estaba ampliando rápidamente sus intereses en el sector del té. En aquel momento, su cuota de mercado habÃa pasado, en dos años, del 2 por ciento al 67 por ciento.
Desde muchos puntos de vista, Uzbekistán parece una reliquia del pasado, de una época olvidada. Es un paÃs que languidece bajo el absolutismo de una única familia y de sus cómplices, con una economÃa basada en el trabajo forzado, más concretamente en el trabajo forzado infantil. Sin embargo, no es en realidad una reliquia. Forma parte del mosaico actual de sociedades que fracasan bajo instituciones extractivas, y, por desgracia, tiene muchos puntos en común con otras antiguas repúblicas socialistas soviéticas, desde Armenia y Azerbaiyán hasta Kirguistán, Tayikistán y Turkmenistán; y nos recuerda que, incluso en el siglo
XXI
, las instituciones polÃticas y económicas extractivas pueden adoptar una forma extractiva atroz y descarada.
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Cómo influir en la igualdad de oportunidades
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La década de los noventa fue un perÃodo de reforma en Egipto. Desde que el golpe militar habÃa eliminado a la monarquÃa en 1954, Egipto habÃa sido dirigido como una sociedad casi socialista en la que el gobierno tenÃa un papel central en la economÃa. Muchos sectores de la economÃa estaban dominados por empresas que pertenecÃan al Estado. Con los años, la retórica del socialismo caducó, los mercados se abrieron y el sector privado se desarrolló. Sin embargo, no se trataba de mercados inclusivos, sino de mercados controlados por el Estado y por un reducido número de hombres de negocios aliados con el Partido Nacional Demócrata (NDP), fundado por el presidente Anwar Sadat en 1978. Los hombres de negocios se implicaron cada vez más con el partido, y éste, cada vez más con ellos bajo el gobierno de Hosni Mubarak, que asumió la presidencia en 1981 tras el asesinato de Anwar Sadat, y gobernó con el NDP hasta ser apartado del cargo por la fuerza del poder militar y las protestas populares en febrero de 2011, como comentamos en el prefacio.
Los hombres de negocios principales fueron asignados a puestos clave del gobierno en áreas relacionadas estrechamente con sus intereses económicos. Rasheed Mohamed Rasheed, antiguo presidente de Unilever AMET (Ãfrica, Oriente Próximo y TurquÃa), se convirtió en ministro de Industria y Comercio Exterior; Mohamed Zoheir Wahid Garana, propietario y director general de la Garana Travel Company, una de las empresas de viajes más grandes de Egipto, pasó a ser ministro de Turismo; Amin Ahmed Mohamed Osman Abaza, fundador de la Nile Cotton Trade Company, la empresa exportadora de algodón más grande de Egipto, se convirtió en ministro de Agricultura.
En muchos sectores de la economÃa, los hombres de negocios convencieron al gobierno para que limitara la entrada a través de la regulación estatal. Estos sectores incluÃan medios de comunicación, hierro y acero, automoción, bebidas alcohólicas y cemento. Cada sector estaba muy concentrado y tenÃa elevados obstáculos de entrada que protegÃan a los hombres de negocio y a las empresas que disponÃan de conexiones polÃticas. Los grandes hombres de negocios próximos al régimen, como Ahmed Ezz (hierro y acero), la familia Sawiris (multimedia, bebidas y telecomunicaciones) y Mohamed Nosseir (bebidas y telecomunicaciones), no recibÃan únicamente protección del Estado, sino también contratos del gobierno y grandes préstamos bancarios sin tener que presentar garantÃas. Ahmed Ezz era a la vez presidente de Ezz Steel, la mayor empresa del paÃs en el sector del acero, que producÃa el 70 por ciento del acero de Egipto, y también era miembro de alto rango del NDP, presidente del Comité de Planificación y Presupuesto de la Asamblea del Pueblo, y un estrecho colaborador de Gamal Mubarak, uno de los hijos del presidente Mubarak.
Las reformas económicas de la década de los noventa fomentadas por economistas y por instituciones financieras internacionales tenÃan como objetivo liberalizar los mercados y reducir el papel del Estado en la economÃa. Un pilar clave de aquellas reformas omnipresentes fue la privatización de activos propiedad del Estado. La privatización mexicana (capÃtulo 1), en lugar de aumentar la competencia, convirtió los monopolios propiedad del Estado en monopolios en manos privadas. Por lo tanto, fue un proceso que enriqueció a hombres de negocios con conexiones polÃticas como Carlos Slim. En Egipto, ocurrió exactamente lo mismo. Los hombres de negocios conectados con el régimen pudieron influir directamente en la implantación del programa de privatización de Egipto para que favoreciera a la rica élite empresarial, conocida como «ballenas» en su paÃs. En el momento en el que empezó la privatización, la economÃa estaba dominada por 32 de aquellas ballenas.
Una era Ahmed Zayat, que dirigÃa el Luxor Group. En 1996, el gobierno decidió privatizar Al Ahram Beverages (ABC), que tenÃa el monopolio de la fabricación de cerveza en Egipto. Llegó una oferta de un consorcio de la Egyptian Finance Company, dirigido por el promotor inmobiliario Farid Saad, junto con la primera empresa de capital de riesgo formada en Egipto en 1995. El consorcio incluÃa a Fouad Sultan, antiguo ministro de Turismo, a Mohamed Nosseir y a Mohamed Ragab, otro hombre de negocios de la élite. El grupo estaba bien conectado, pero no lo suficiente. Su oferta de cuatrocientos millones de libras egipcias fue rechazada por ser demasiado baja. Zayat estaba mejor conectado. No tenÃa el dinero para comprar ABC, asà que propuso un plan ingenioso del estilo de Carlos Slim. Las acciones de ABC se introdujeron en la bolsa de Londres por primera vez y el grupo Luxor adquirió el 74,9 por ciento de ellas a 68,5 libras egipcias por acción. Tres meses después, las acciones se dividieron en dos, y el grupo Luxor pudo venderlas todas a 52,5 libras cada una, lo que produjo un beneficio del 36 por ciento, con el que Zayat pudo financiar la compra de ABC por 231 millones de libras al mes siguiente. En aquel momento, ABC lograba un beneficio anual de alrededor de 41,3 millones de libras egipcias y tenÃa reservas de efectivo de 93 millones de libras egipcias. Era una ganga. En 1999, la recién privatizada ABC amplió su monopolio de la cerveza al vino comprando Gianaclis, el monopolio nacional del vino privatizado. Gianaclis era una empresa muy rentable, protegida por un arancel del 3.000 por ciento que se cobraba a los vinos importados, y tenÃa un 70 por ciento de margen de beneficios en lo que vendÃa. En el año 2002, el monopolio volvió a cambiar de manos cuando Zayat vendió ABC a Heineken por 1.300 millones de libras egipcias, con lo que obtuvo un beneficio del 563 por ciento en cinco años.
Mohamed Nosseir no habÃa estado siempre en el lado de los perdedores. En 1993, compró la privatizada El Nasr Bottling Company, que tenÃa derechos de monopolio para embotellar y vender Coca-Cola en Egipto. Las relaciones de Nosseir con el entonces ministro del Sector Empresarial Público, Atef Ebeid, le permitieron hacer la compra sin demasiada competencia. Al cabo de dos años, Nosseir vendió la empresa por más de tres veces el precio de compra. Otro ejemplo fue el paso a finales de los noventa para implicar al sector privado en la industria del cine estatal. Una vez más, las conexiones polÃticas implicaron que solamente se permitiera a dos familias ofertar y operar los cines. Una de ellas fue la familia Sawiris.
Hoy en dÃa, Egipto es una nación pobre. No tan pobre como la mayorÃa de los paÃses del sur, en el Ãfrica subsahariana, pero alrededor del 40 por ciento de su población es muy pobre y vive con menos de 2 dólares al dÃa. Lo irónico es que, como vimos anteriormente (capÃtulo 2), en el siglo
XIX
Egipto fue el lugar en el que se intentó inicialmente con éxito un cambio institucional y una modernización económica bajo Muhammad Ali, que generó un perÃodo de crecimiento económico extractivo antes de ser anexionado efectivamente por el imperio británico. Durante el perÃodo colonial británico, aparecieron una serie de instituciones extractivas que continuaron tras pasar a manos de los militares después de 1954. Hubo cierto crecimiento económico e inversión en educación, pero la mayorÃa de la población tenÃa pocas oportunidades económicas, mientras que la nueva élite se beneficiaba de sus conexiones con el gobierno.