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Authors: James A. Daron | Robinson Acemoglu

Por qué fracasan los países (67 page)

 

Aunque la burguesía haya sido derrocada, todavía intenta utilizar las viejas ideas, cultura, costumbres y hábitos de las clases explotadoras para corromper a las masas, captar su mente y orquestar su regreso. El proletariado debe hacer justo lo contrario: debe enfrentarse directamente a todos los retos de la burguesía en el terreno ideológico y utilizar las nuevas ideas, cultura, costumbres y hábitos del proletariado para cambiar la mentalidad del conjunto de la sociedad. Actualmente, nuestro objetivo es luchar contra las personas que ostentan la autoridad y derrotarlas, puesto que toman el camino del capitalismo. Debemos criticar y repudiar a las autoridades académicas burguesas reaccionarias y la ideología de la burguesía y todo el resto de las clases explotadoras y transformar la educación, la literatura, y el arte y todos los demás elementos de la superestructura que no se corresponden con la base económica socialista, para facilitar la consolidación y el desarrollo del sistema socialista.

 

Al poco tiempo, la Revolución cultural, igual que el Gran Salto Adelante, empezaría a destrozar tanto la economía como muchas vidas humanas. Se formaron unidades de guardias rojos por todo el país: miembros jóvenes y entusiastas del Partido Comunista que se utilizaron para purgar a oponentes del régimen. Muchas personas fueron asesinadas, detenidas o enviadas a un exilio interno. El propio Mao respondió así a las quejas por el alcance de aquella violencia: «Ese hombre, Hitler, era todavía más atroz. Cuanto más atroz, mejor, ¿no crees? Cuanta más gente matas, más revolucionario eres».

Deng fue etiquetado como «seguidor del camino capitalista número dos», fue encarcelado en 1967 y después enviado al exilio a la provincia de Jiangxi en 1969, para trabajar en una fábrica de tractores agrícolas. Fue rehabilitado en 1974, y el primer ministro Zhou Enlai convenció a Mao para que nombrara a Deng viceprimer ministro. Ya en 1975, Deng supervisó la redacción de tres documentos del Partido que habrían hecho que el país tomara un nuevo rumbo, si hubieran sido adoptados. Exigían la revitalización de la educación superior; la vuelta a los incentivos materiales en la industria y la agricultura, y la eliminación de los «izquierdistas» del Partido. En aquel momento, la salud de Mao se estaba deteriorando y el poder estaba cada vez más concentrado en manos precisamente de los izquierdistas que Deng Xiaoping quería apartar del poder. La mujer de Mao, Jiang Qing, y tres de sus más estrechos colaboradores, conocidos colectivamente como la Banda de los Cuatro, habían sido grandes partidarios de la Revolución cultural y la represión resultante. Su intención era continuar utilizando aquel proyecto para dirigir el país bajo la dictadura del Partido Comunista. El 5 de abril, una celebración espontánea en honor de Zhou Enlai en la plaza de Tiananmen se convirtió en una protesta en contra del gobierno. La Banda de los Cuatro culpó a Deng por las manifestaciones, y, de nuevo, fue despedido y le despojaron de todos sus cargos. En lugar de lograr eliminar a los izquierdistas, Deng vio que ellos le habían eliminado a él. Tras la muerte de Zhou Enlai, Mao había nombrado a Hua Guofeng como primer ministro interino en lugar de Deng. En el vacío de poder relativo de 1976, Hua fue capaz de acumular mucho poder personal.

En setiembre, se produjo una coyuntura crítica: Mao murió. El Partido Comunista chino había estado bajo el dominio de Mao, y el Gran Salto Adelante y la Revolución cultural habían sido, en gran medida, iniciativas suyas. Con la desaparición de Mao, hubo un verdadero vacío de poder, que dio como resultado una lucha entre quienes tenían distintas visiones y distintas creencias sobre las consecuencias del cambio. La Banda de los Cuatro tenía la intención de continuar con las políticas de la Revolución cultural porque consideraba que era la única forma de consolidar su poder y el del Partido Comunista. Hua Guofeng quería abandonar la Revolución cultural, pero no se podía distanciar demasiado de ella, porque le debía su propio ascenso en el Partido. Finalmente, defendió una vuelta a una versión más equilibrada de la visión de Mao, que resumió en la famosa frase de «todas aquellas», como dijo en el
Diario del Pueblo,
el periódico del Partido Comunista chino en 1977. Hua afirmó: «Defenderemos con firmeza todas aquellas decisiones políticas tomadas por el presidente Mao, y respetaremos de principio a fin y sin vacilar todas aquellas instrucciones dadas por el presidente Mao».

Deng Xiaoping no quería abolir el régimen comunista y sustituirlo por mercados inclusivos más de lo que lo quería Hua. Él también formaba parte del mismo grupo de personas que lograron el poder gracias a la revolución comunista. Sin embargo, él y sus partidarios pensaron que se podía lograr un desarrollo económico significativo sin poner en peligro su control político: tenían un modelo de crecimiento bajo instituciones políticas extractivas que no amenazaría su poder, porque la población china tenía una necesidad desesperada de mejorar su nivel de vida y porque toda la oposición importante al Partido Comunista había sido eliminada durante el reinado de Mao y la Revolución cultural. Para conseguirlo, querían repudiar no solamente la Revolución cultural, sino también gran parte del legado institucional maoísta. Se dieron cuenta de que el crecimiento económico solamente sería posible con cambios significativos hacia instituciones económicas inclusivas. Por lo tanto, querían reformar la economía y reforzar el papel de los incentivos y las fuerzas del mercado. También querían ampliar las posibilidades de la propiedad privada y reducir el papel del Partido Comunista en la sociedad y la administración, deshaciéndose de conceptos como la lucha de clases. El grupo de Deng también estaba abierto a la inversión extranjera y al comercio internacional, y quería llevar a cabo una política mucho más agresiva de integración en la economía internacional. No obstante, había límites, y construir instituciones económicas realmente inclusivas y reducir significativamente el control que el Partido Comunista tenía en la economía ni siquiera eran opciones.

El punto de inflexión para China fue el poder de Hua Guofeng y su voluntad de utilizarlo contra la Banda de los Cuatro. Un mes después de la muerte de Mao, Hua organizó un golpe contra la Banda de los Cuatro y ordenó que los detuvieran a todos. Además, Deng volvió a su antiguo cargo en marzo de 1977. Tampoco había nada inevitable en estos cambios ni en los siguientes pasos significativos, que dieron como resultado que el propio Hua fuera superado tácticamente en el terreno político por Deng Xiaoping. Deng fomentó la crítica pública de la Revolución cultural y empezó a llenar puestos clave del Partido Comunista a todos los niveles con personas que, como él, habían sufrido durante aquel período. Hua no podía repudiar la Revolución cultural y eso le debilitaba. Además, en comparación con los demás, era un recién llegado a los centros del poder, y carecía de la red de conexiones y relaciones informales que Deng había construido durante muchos años. En una serie de discursos, Deng empezó a criticar las políticas de Hua. En setiembre de 1978, atacó explícitamente la política de las «todas aquellas», señalando que en lugar de dejar que cualquier cosa que dijera Mao determinara la política, el enfoque correcto era «buscar la verdad de los hechos».

Deng también empezó a llevar la presión pública contra Hua de forma brillante. Esta presión se reflejó sobre todo en el movimiento denominado Muro de la Democracia de 1978: la gente escribía quejas sobre el país en un muro de Pekín. En julio de 1978, uno de los partidarios de Deng, Hu Qiaomu, presentó algunos principios básicos de la reforma económica. Éstos incluían ideas como que las empresas debían recibir una mayor iniciativa y autorización para tomar sus propias decisiones de producción. Se debía permitir que los precios conectaran la oferta y la demanda, en lugar de ser fijados por el gobierno, y había que reducir en general la regulación de la economía por parte del Estado. Eran sugerencias radicales, pero Deng estaba consiguiendo influencia. En noviembre y diciembre de 1978, la III Sesión Plenaria del Comité Central del XI Congreso del Partido produjo un avance. A pesar de las objeciones de Hua, se decidió que, en adelante, el Partido se centraría no en la lucha de clases, sino en la modernización económica. La sesión plenaria anunció algunos experimentos provisionales con un «sistema de responsabilidad doméstica» en algunas provincias, que era un intento de reanudar la agricultura colectiva e introducir incentivos económicos en la agricultura. Al año siguiente, el Comité Central reconoció lo crucial que era la noción de «buscar la verdad en los hechos» y declaró que la Revolución cultural había sido una gran calamidad para el pueblo chino. Durante este período, Deng garantizó la designación de sus propios partidarios para cargos importantes del Partido, el ejército y el gobierno. Aunque tenía que moverse con sigilo contra los partidarios de Hua en el Comité Central, creó bases de poder paralelas. En 1980, obligaron a Hua a dejar el cargo de primer ministro, para ser reemplazado por Zhao Ziyang. En 1982, Hua había sido apartado del Comité central. Sin embargo, Deng no se detuvo allí. En el XII Congreso del Partido en 1982, y, posteriormente, en la Conferencia Nacional del Partido en setiembre de 1985, logró una reorganización prácticamente total del liderazgo del Partido y los cargos más elevados. Llegó gente mucho más joven y reformista. Si se compara 1980 con 1985, en ese período se cambiaron veintiuno de los veintiséis miembros del Politburó, ocho de los once miembros de la Secretaría del Partido Comunista y diez de los dieciocho viceprimeros ministros.

Una vez que Deng y los reformistas habían consumado su revolución política y tenían el control del Estado, impulsaron una serie de cambios en las instituciones económicas. Empezaron por la agricultura. En 1983, siguiendo las ideas de Hu Qiaomu, se adoptó universalmente el sistema de responsabilidad doméstica, que proporcionaría incentivos económicos a los agricultores. En 1985, la compra obligatoria de cereales por parte del Estado fue abandonada y sustituida por un sistema de contratos más voluntarios. El control administrativo de los precios agrícolas se relajó fuertemente en 1985. En la economía urbana, las empresas estatales recibieron más autonomía, se identificaron catorce «ciudades abiertas» y se les dio la capacidad para atraer inversión extranjera.

Fue la economía rural la que despegó primero. La introducción de incentivos condujo a un aumento espectacular de la productividad agrícola. En 1984, la producción de cereales fue un 33 por ciento superior a la de 1978, aunque pocas personas trabajaban en este sector. Muchas habían pasado a ocupar puestos en nuevas industrias rurales, las denominadas empresas de poblados y aldeas. Se las había permitido crecer fuera del sistema de planificación industrial estatal después de 1979, cuando se aceptó que pudieran entrar nuevas empresas y competir con las que eran propiedad del Estado. Poco a poco, se introdujeron también incentivos en el sector industrial, sobre todo en el funcionamiento de empresas dirigidas por el Estado, aunque, en esta etapa, no había el mínimo indicio de privatización, que tuvo que esperar hasta mediados de los noventa.

El renacimiento de China llegó con un alejamiento significativo de las instituciones económicas más extractivas, que pasaron a ser más inclusivas. Los incentivos del mercado en la agricultura y la industria, seguidos después por la tecnología y la inversión extranjeras, condujeron a China al crecimiento económico. Como veremos con más detalle en el siguiente capítulo, era un crecimiento bajo instituciones políticas extractivas, aunque no fueran tan represivas como lo fueron durante la Revolución cultural e incluso si las instituciones económicas estaban llegando a ser parcialmente inclusivas. Todo esto no debería llevar a subestimar hasta qué punto los cambios de las instituciones económicas de China fueron radicales. China rompió el molde, aunque no transformara sus instituciones políticas. Igual que en Botsuana y el Sur de Estados Unidos, los cambios cruciales se dieron durante una coyuntura crítica —en el caso de China, tras la muerte de Mao—. También fueron contingentes, de hecho, muy circunstanciales, ya que no había nada inevitable en el hecho de que la Banda de los Cuatro perdiera la lucha de poder; y, si no hubieran perdido, China no habría experimentado el crecimiento económico sostenido que ha tenido durante los últimos treinta años. Sin embargo, la devastación y el sufrimiento humano que causaron el Gran Salto Adelante y la Revolución cultural generaron suficiente demanda de cambio para que Deng Xiaoping y sus aliados fueran capaces de ganar la batalla política.

 

 

Botsuana, China y el Sur de Estados Unidos, igual que la Revolución gloriosa en Inglaterra, la Revolución francesa y la restauración Meiji en Japón, son ejemplos claros de que historia no es sinónimo de destino. A pesar del círculo vicioso, las instituciones extractivas pueden ser sustituidas por instituciones inclusivas. Sin embargo, no es algo automático ni fácil. Suele ser necesario que haya una confluencia de factores, sobre todo una coyuntura crítica, acompañada de una amplia coalición de los que exigen reformas u otras instituciones existentes propicias, para que una nación avance para lograr instituciones inclusivas. También es clave la suerte, porque la historia siempre se desarrolla de manera circunstancial.

15
Claves para comprender la prosperidad y la pobreza

 

 

Orígenes históricos

 

Existen diferencias enormes en el nivel de vida alrededor del mundo. Incluso los ciudadanos más pobres de Estados Unidos tienen rentas y acceso a sanidad, educación, servicios públicos y oportunidades económicas y sociales que son muy superiores a las disponibles para la amplia masa de la población que vive en el África subsahariana, el sur de Asia y América Central. El contraste entre las dos Coreas, las dos ciudades de Nogales y entre Estados Unidos y México nos recuerda que se trata de fenómenos relativamente recientes. Hace quinientos años, México, origen del Estado azteca, sin duda era más rico que los Estados del norte, y Estados Unidos no superó a México hasta el siglo
XIX
. La brecha entre las dos ciudades de Nogales es incluso más reciente. Corea del Norte y Corea del Sur, desde el punto de vista económico, social y cultural, eran un todo indistinguible antes de que el país fuera dividido siguiendo el paralelo 38 después de la segunda guerra mundial. Asimismo, la mayoría de las enormes diferencias económicas que observamos a nuestro alrededor hoy en día surgieron durante los últimos doscientos años.

¿Estaba escrito que esto tuviera que ser así? ¿Estaba predeterminado desde el punto de vista histórico (o geográfico o cultural o étnico) que Europa occidental, Estados Unidos y Japón llegarían a ser mucho más ricos que el África subsahariana, América Latina y China aproximadamente durante los últimos doscientos años? ¿Era inevitable que la revolución industrial se pusiera en marcha en el siglo
XVIII
en Gran Bretaña, y que luego se extendiera por Europa occidental y las ramificaciones de Europa en Norteamérica y Australasia? ¿Un mundo hipotético en el que la Revolución gloriosa y la revolución industrial tuvieran lugar en Perú, que entonces colonizaría Europa occidental y esclavizaría a los blancos, es posible, o es solamente un tipo de ciencia ficción histórica?

Para responder (de hecho, incluso para considerar) estas preguntas, necesitamos una teoría que explique por qué algunos países son prósperos mientras que otros fracasan y son pobres. Esta teoría debe definir los factores que crean y retrasan la prosperidad y sus orígenes históricos. En este libro, se ha propuesto dicha teoría. Cualquier fenómeno social complejo, como los orígenes de las distintas trayectorias económicas y políticas de cientos de Estados alrededor del mundo, es probable que tenga multitud de causas, lo que hace que la mayoría de los sociólogos rechacen las teorías monocausales, simples y aplicables ampliamente y se centren en buscar distintas explicaciones para resultados aparentemente similares que surgen en distintos momentos y áreas. Nosotros hemos ofrecido una teoría sencilla y la hemos utilizado para explicar las líneas generales del desarrollo político y económico del mundo desde la revolución neolítica. Nuestra elección está motivada no por una creencia ingenua de que dicha teoría pueda explicarlo todo, sino porque una teoría nos debería permitir centrarnos en los paralelismos, en ocasiones a costa de abstraernos de muchos detalles interesantes. Por lo tanto, una teoría de éxito no reproduce fielmente detalles, sino que proporciona una explicación útil y bien fundada empíricamente para una gama de procesos a la vez que aclara las fuerzas principales que hay en funcionamiento.

Nuestra teoría ha intentado lograrlo operando a dos niveles. El primero, la distinción entre instituciones políticas y económicas extractivas e inclusivas. El segundo, nuestra explicación de por qué surgieron instituciones inclusivas en algunas partes del mundo y no en otras. Mientras que el primer nivel de nuestra teoría trata de la interpretación institucional de la historia, el segundo nivel analiza de qué forma la historia ha marcado las trayectorias institucionales de los países.

Para nuestra teoría, es crucial la relación entre prosperidad e instituciones políticas y económicas inclusivas. Las instituciones económicas inclusivas que hacen respetar los derechos de propiedad crean igualdad de oportunidades y fomentan la inversión en habilidades y nuevas tecnologías. Éstas conducen más al crecimiento económico que las instituciones económicas extractivas, estructuradas para extraer recursos de la mayoría para un grupo reducido y que no protegen los derechos de propiedad ni proporcionan incentivos para la actividad económica. Las instituciones económicas inclusivas, a su vez, respaldan y reciben el apoyo de las instituciones políticas inclusivas, es decir, las que reparten el poder político ampliamente de manera pluralista y son capaces de lograr cierto grado de centralización política para establecer la ley y el orden, la base de unos derechos de propiedad seguros y una economía de mercado inclusiva. Asimismo, las instituciones económicas extractivas están relacionadas sinérgicamente con las instituciones políticas extractivas, que concentran el poder en manos de unos pocos, que entonces tendrán incentivos para mantener y desarrollar instituciones económicas extractivas en beneficio propio y utilizar los recursos que obtengan para consolidar su control del poder político.

Estas tendencias no implican que las instituciones políticas y económicas extractivas sean incompatibles con el crecimiento económico. Al contrario, toda élite, cuando el resto de las condiciones son invariables, desearía fomentar el máximo crecimiento posible para tener más que extraer. Las instituciones extractivas que han logrado al menos un grado mínimo de centralización política suelen ser capaces de generar cierto nivel de crecimiento. Sin embargo, lo crucial es que el crecimiento bajo instituciones extractivas no se mantendrá, por dos razones clave. La primera, el desarrollo económico sostenido exige innovación y ésta no puede ser desligada de la destrucción creativa, que sustituye lo viejo por lo nuevo en el terreno económico y también desestabiliza las relaciones de poder en el campo político. Como las élites que dominan las instituciones extractivas temen la destrucción creativa, se resistirán a ella y cualquier crecimiento que germine bajo instituciones extractivas, en última instancia, durará poco tiempo. La segunda razón es que la capacidad de los que dominan las instituciones extractivas de beneficiarse enormemente a costa del resto de la sociedad implica que el poder político bajo instituciones extractivas sea muy codiciado, lo que hace que los grupos y los individuos luchen para obtenerlo. En consecuencia, habrá fuerzas potentes que impulsarán a las sociedades bajo instituciones extractivas hacia la inestabilidad política.

Las sinergias entre instituciones políticas y económicas extractivas crean un círculo vicioso en el que las instituciones extractivas, una vez en marcha, tienden a persistir. Asimismo, existe un círculo virtuoso asociado con las instituciones políticas y económicas inclusivas. Sin embargo, ni el círculo vicioso ni el virtuoso son absolutos. De hecho, algunos países viven bajo instituciones inclusivas hoy en día porque, aunque las instituciones extractivas hayan sido lo normal en la historia, han sido capaces de romper el molde y hacer la transición a instituciones inclusivas. Nuestra explicación de estas transiciones es histórica, pero no está predeterminada históricamente. El cambio institucional a fondo, el requisito para que se produzca un gran cambio económico, tiene lugar como resultado de la interacción entre las instituciones existentes y las coyunturas críticas. Las coyunturas críticas son grandes acontecimientos que perturban el equilibrio político y económico existente en una o muchas sociedades. Como la peste negra, que mató posiblemente a la mitad de la población de la mayor parte de Europa durante el siglo
XIV
; la apertura de las rutas de comercio atlántico, que creó enormes oportunidades de negocio para muchos en Europa occidental, y la revolución industrial, que ofreció la posibilidad de que se produjeran cambios rápidos pero también perturbadores en la estructura de las economías del mundo.

Las diferencias institucionales existentes entre las propias sociedades son resultado de los cambios institucionales del pasado. ¿Por qué el camino del cambio institucional difiere de una sociedad a otra? La respuesta a esta pregunta radica en la deriva institucional. De la misma forma que los genes de dos poblaciones aisladas de organismos se separarán lentamente debido a mutaciones aleatorias en el denominado proceso de deriva evolutiva o genética, dos sociedades por lo demás similares también se separarán institucionalmente, aunque, de nuevo, lentamente. El conflicto por la renta y el poder, e, indirectamente, por las instituciones, es una constante en todas las sociedades. Este conflicto a menudo tiene un resultado circunstancial, aunque las reglas de juego en el que aparece no sean equitativas. El resultado de este conflicto conduce a la deriva institucional. Sin embargo, no se trata necesariamente de un proceso acumulativo. No implica que las pequeñas diferencias que surgen en algún punto necesariamente aumentarán con el tiempo. Al contrario, como ilustra nuestro análisis de la Gran Bretaña romana del capítulo 6, las pequeñas diferencias se desarrollan, desaparecen y vuelven a aparecer. No obstante, cuando llega una coyuntura crítica, estas pequeñas diferencias que han surgido como resultado de la deriva institucional pueden ser las pequeñas diferencias que importan a la hora de hacer que sociedades por lo demás bastante similares diverjan radicalmente.

En los capítulos 7 y 8, vimos que, a pesar de las muchas similitudes entre Inglaterra, Francia y España, la coyuntura crítica del comercio atlántico tuvo su impacto más transformador en Inglaterra debido a las pequeñas diferencias. Concretamente, el hecho de que, a causa de los avances durante los siglos
XV
y
XVI
, la Corona inglesa no podía controlar todo el comercio con el extranjero, ya que dicho comercio estaba, en su mayoría, bajo los monopolios de las Coronas francesa y española. En consecuencia, en Francia y España, fueron la monarquía y los grupos aliados con ésta los principales beneficiarios de las grandes ganancias obtenidas mediante el comercio atlántico y la expansión colonial, mientras que, en Inglaterra, fueron los grupos fuertemente opuestos a la monarquía los beneficiados por las oportunidades económicas abiertas por esta coyuntura crítica. Aunque la deriva institucional conduzca a pequeñas diferencias, su interacción con las coyunturas críticas produce la divergencia institucional y, por lo tanto, ésta crea diferencias institucionales mucho mayores que afectarán a la siguiente coyuntura crítica.

La historia es clave, ya que son los procesos históricos los que, a través de la deriva institucional, crean las diferencias que pueden llegar a ser cruciales durante las coyunturas críticas. Las coyunturas críticas en sí son puntos de inflexión históricos. Y los círculos viciosos y virtuosos implican que tenemos que estudiar la historia para comprender la naturaleza de las diferencias institucionales que han sido estructuradas históricamente. Sin embargo, nuestra teoría no implica determinismo histórico, ni ningún otro tipo de determinismo. Por esta razón, la respuesta a la pregunta con la que iniciamos este capítulo es no: no fue una necesidad histórica que Perú acabara siendo mucho más pobre que Europa occidental o Estados Unidos.

Para empezar, en contraste con las hipótesis de la geografía y la cultura, Perú no está condenado a la pobreza debido a su geografía ni su cultura. En nuestra teoría, Perú es mucho más pobre que Europa occidental y Estados Unidos hoy en día debido a sus instituciones y, para comprender por qué, debemos entender el proceso histórico de desarrollo institucional en Perú. Como vimos en el segundo capítulo, hace quinientos años, el Imperio inca, que ocupaba el Perú contemporáneo, era más rico, más sofisticado tecnológicamente y más centralizado políticamente que los pequeños Estados que ocupaban Norteamérica. El punto de inflexión fue la forma en la que se colonizó esta zona y las diferencias entre dicha colonización y la de Norteamérica. Esto tuvo su origen no en un proceso predeterminado históricamente, sino en el resultado contingente de varios desarrollos institucionales cruciales durante coyunturas críticas. Como mínimo tres factores podrían haber cambiado esta trayectoria y haber conducido a patrones muy distintos a largo plazo.

Primero, las diferencias institucionales dentro del continente americano durante el siglo
XV
marcaron cómo fueron colonizadas estas zonas. Norteamérica siguió una trayectoria institucional distinta a la de Perú porque estaba escasamente poblada antes de la colonización y atrajo a colonos europeos que lograron alzarse contra la élite que entidades como la Virginia Company y la Corona inglesa habían intentado crear. En cambio, los conquistadores españoles encontraron un Estado centralizado y extractivo en Perú del que se podían apoderar y una gran población que podían poner a trabajar en las minas y en las plantaciones. Tampoco había nada predeterminado geográficamente sobre la situación de América en la época de la llegada de los europeos. De la misma forma que la aparición de un Estado centralizado dirigido por el rey Shyaam entre los bushongs fue resultado de una gran innovación institucional, o quizá incluso de una revolución política, como vimos en el capítulo 5, la civilización inca de Perú y las grandes poblaciones de esa zona fueron resultado de grandes innovaciones institucionales. Podrían haberse dado en Norteamérica, en lugares como el valle del Misisipi o incluso en el noreste de Estados Unidos. De haber sido así, los europeos podrían haber encontrado tierras vacías en los Andes y Estados centralizados en Norteamérica, y los papeles de Perú y Estados Unidos podrían haberse revertido. Los europeos se habrían asentado en zonas alrededor de Perú, y el conflicto entre la mayoría de los colonos y la élite habría conducido a la creación de instituciones inclusivas allí en lugar de hacerlo en Norteamérica. Los posteriores caminos de desarrollo económico probablemente habrían sido distintos.

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