Sin embargo, Daniela y Laha eran los que más habían sufrido por ser la consecuencia de un pasado que había marcado su relación desde el principio y del que tenían que librarse para encontrar su verdadero sitio, para ser libres, para construir su propio futuro sin la intromisión de nadie, sin rencor y sin odio. Daniela anhelaba librarse de un equipaje demasiado pesado porque el mundo realmente pertenecía a quien sabía ir ligero de equipaje.
Clarence suspiró. Daniela tenía razón al decirle que era demasiado nostálgica. Vivía más de los recuerdos, propios y ajenos, que de su propio presente. Se tomaba tan en serio aquello de perpetuar las tradiciones que se estaba convirtiendo en una piedra más de esa sólida casa. Pero ¿qué le iba a hacer? ¿Cómo no iba a ser nostálgica si allí ya no quedaría nadie dentro de unos días? Después de siglos, le tocaría a ella la dolorosa tarea de cerrar las puertas de una Casa Rabaltué que pasaría, como otras, a convertirse en una residencia de verano. Allí dejaría las voces de decenas de vidas cuyos dueños se listaban en el árbol genealógico del vestíbulo, testigo mudo de los que se fueron y no volverían. Era lo que había. La vida.
Contempló el collar de Bisila y Kilian en sus manos y tuvo claro qué haría con él. Prepararía un pequeño paquete con dos puñados de tierra del jardín y se lo enviaría a Iniko, junto con el collar, para que se lo entregase a Bisila con las últimas palabras de Kilian. Ya que no había continuado con la idea de trasladar los restos de su abuelo a Pasolobino, al menos cumpliría con hacerle llegar la tierra de su valle natal. Estaba segura de que Iniko sabría transmitir a Bisila la información con la misma consideración y cariño con que ella lo haría. A otras personas, todo eso del respeto a los antepasados podría parecerles una estupidez, pero ella sabía que Iniko la comprendería. Y tenía la certeza de que nadie mejor que Bisila podría cumplir los últimos deseos de su tío tal como él los había expresado.
Una niñita con el cabello recogido en muchos moñitos apareció en la habitación abrazada a su osito de peluche. Daniela cogió en brazos a Enoá y la llevó de vuelta a su cama.
Clarence pensó en sus sobrinos y su corazón se alegró.
Daniela no podía haber elegido dos nombres más apropiados. Enoá significaba «mar» y Samuel se refería a aquel Sam Parker cuyo nombre en
pichi
había dado lugar al de Sampaka. Llegaría un día en que todo lo que habían vivido quedaría atrás, sí, pero los nombres de sus sobrinos resumirían el pasado y el futuro. El mar y el túnel de las palmeras reales. Los símbolos de la resurrección y la victoria sobre el tiempo.
El corazón de Clarence se alegró al pensar en sus sobrinos, pero también sintió una punzada de envidia. Ellos tendrían la suerte de que no les resultase extraño ser blancos y negros, isleños y montañeses. Ella les contaría su historia de bubis y las ancestrales genealogías de Pasolobino, les narraría la historia de amor de sus abuelos y ellos la escucharían sin ningún sufrimiento. Ellos ya pertenecían a otra generación: a una a la que le parecería de lo más normal, incluso anecdótico, que una pequeña parte de los Pirineos estuviera unida a una isla africana para siempre.
Pero para ella siempre sería la historia de unas personas cuya gran hazaña habría sido la de cambiar la inamovible y rígida narración de las incorpóreas páginas del libro de una centenaria casa de piedra, que ahora se enfrentaba a su futuro con la misma expectante y temblorosa determinación de una frágil mariposa.
• • •
Te lo dije, Kilian, sí, al principio de todo. Temiste que la nieve de las palmeras se fundiera, se evaporara y desapareciera para siempre. Temiste que las palmeras no echaran raíces en la nieve.
¡Sube ahora! ¡Aprovecha tus alas y observa tu casa desde lo alto de la montaña! ¡Mira cómo se agarra la vida! El río de la existencia que cruza por el jardín de Casa Rabaltué ahora sí que se llena con pequeños arroyos de diferentes procedencias…
Te lo dije, Kilian, sí.
Supiste que nunca más volveríais a veros, pero ahora…
¡Aprovecha el empuje del aire del norte y vuela hacia el valle! ¡Cruza las llanuras y detente en los acantilados! ¡Sube a lomos del
harmatán
y planea hasta la isla!
Ya no estás perdido sin dirección. Ya no eres un barco encallado. Ningún tañido de campana te puede desorientar.
¿Ves?
Bisila sonríe.
Pronto acudirá a tu lado. Volveréis a estar juntos en un lugar sin tiempo, sin prisas, sin prohibiciones, lejos de la furia y cerca de la paz, donde solo beberéis agua de lluvia.
Y ahora que ya has renacido en brazos de los
baribò
, por fin podrás comprender lo que Bisila siempre quiso que supieras:
Que las huellas de las personas que caminaron juntas nunca nunca se borran.
El argumento sentimental que une y separa a los personajes de esta novela, tanto los nativos de Bioko como los nativos de Pasolobino, es pura ficción. No obstante, la aventura de aquellos hombres y mujeres de los Pirineos que pasaron años de su vida en la isla está inspirada en hechos reales. Varios de ellos fueron mi padre, Francisco Gabás Pallás, y mi abuelo, Francisco Gabás Farré, de Casa Mata de Cerler; mi abuela, Rosario Pallás Ventura, de Casa Llorgodo de Cerler; e Ismael Lamora Pallás, primo hermano de mi padre, de Casa Caseta de Ramastué. Gracias a sus recuerdos, tanto orales como escritos, supe desde pequeña de la existencia de la isla de Fernando Poo y de tantas otras cosas de esa parte de África del tamaño de la comarca de mis raíces.
La historia de las decenas de personas del valle de Benasque, en la comarca oscense de la Ribagorza, que desde finales del siglo XIX decidieron ir a trabajar a Guinea Ecuatorial fue recogida por José Manuel Brunet, José Luis Cosculluela y José María Mur en un necesario e interesante libro titulado
Guinea en patués
:
De los bueyes del Valle de Benasque al cacao de la isla de Fernando Poo
, publicado en 2007, poco después de que falleciera mi padre. Quiero agradecer muy especialmente a José María Mur que rescatara del olvido unas experiencias que solo conocíamos unos pocos, que me permitiera estar presente en las grabaciones de las personas cuyos recuerdos y detalles impregnan mi novela, y que —sin él saberlo— me diera el último empujón para terminar de dar forma a una idea que yo tenía en mente desde hacía años; una idea en la que predominaba la curiosidad por las cosas que no nos habían contado y por conocer la
otra
versión, es decir, la de los nativos de allí que, en mi opinión, no siempre eran o han sido representados ni en las narraciones ni en las novelas de viajes con el respeto y dignidad debidos.
El lugar donde nació mi padre, Cerler, es un pequeño, precioso, frío y soleado pueblo situado a 1540 metros de altitud, perteneciente al municipio de Benasque, el cual puede vanagloriarse de estar rodeado por las más bellas y altas montañas. Nuestro valle tiene una larga historia, aunque ahora es muy conocido porque hay una estación de esquí. Que en mi novela decidiera bautizar el lugar natal de varios de los protagonistas españoles con el nombre de Pasolobino se debe a dos razones: para ser objetiva necesitaba distanciarme del sitio en el que he vivido gran parte de mi vida, y, en realidad, Pasolobino bien podría ser un paraje como tantos otros de los que partieron cientos de españoles que durante décadas residieron en Guinea. (En los años cuarenta del siglo pasado había unos mil españoles en Fernando Poo. Cuando el país obtuvo la independencia, se estima que en toda la colonia había unos ocho mil.) De igual manera, la aldea de Bissappoo es ficticia, si bien su descripción se ajustaría a la de muchas del momento descrito en la novela. Sí es cierto que en 1975 Macías ordenó quemar un poblado porque creía que sus habitantes se habían dedicado a la subversión.
Todos los hechos históricos, así como la ambientación de la novela, han sido rigurosamente contrastados. No obstante, sé que los lectores más eruditos en el tema de Guinea sabrán perdonar algún leve cambio (como la marcha de los nigerianos que he adelantado en la novela) o sutilezas (como la nueva decoración del Anita Guau) por motivos literarios.
También soy consciente de que la acción se circunscribe a la antigua isla de Fernando Poo y no a toda Guinea. Las diferencias culturales entre la parte insular y la parte continental, mucho más grande en extensión, hacían imposible pretender el análisis más profundo de otros puntos de vista que se han abordado solo tangencialmente. Mi idea original, a la que me he ceñido en todo momento, era establecer la comparación entre los dos pequeños paraísos a los que mi padre aludía siempre: la isla y su valle natal.
Para documentarme sobre la historia política y social del contexto guineoecuatoriano me dediqué durante mucho tiempo a leer lo máximo posible sobre el material publicado al respecto. A continuación nombraré aquellos libros, artículos y autores que han influido en la redacción de la novela.
1.
Sobre geografía, historia, economía y política de Guinea Ecuatorial en general manejé los siguientes textos:
Aproximación a la historia de Guinea Ecuatorial
, de Justo Bolekia Boleká (2003);
El Laberinto Guineano
, de Emiliano Buale Borikó (1989);
Macías, víctima o verdugo
, de Agustín Nze Nfumu (2004), un relato revelador sobre la atroz dictadura de Macías;
Fernando el Africano
, de Fernando García Gimeno (2004), un imprescindible, emotivo y detallado relato de más de veinte años de experiencia en Guinea hasta poco antes de la independencia;
Fernando Poo
:
Una aventura colonial española en el África Occidental
(1778-1900), de Dolores García Cantús (2004);
De la trata de negros al cultivo del cacao
:
Evolución del modelo colonial español en Guinea Ecuatorial de 1778 a 1914
, de Juan José Díaz Matarranz (2005);
Apuntes sobre el estado de la costa occidental de África y principalmente de las posesiones españolas en el Golfo de Guinea
, por Joaquín J. Navarro, teniente de navío, secretario del Gobierno de Fernando Poo y sus dependencias. Este documento fue escrito en 1859 a instancias de la reina, Isabel II, para tener noticias fidedignas relativas a las posesiones en el Golfo;
Cronología de Guinea Ecuatorial
:
De la preindependencia
(
1948
)
al juicio contra Macías
(
1979
), de Xavier Lacosta, un claro, interesante y completo trabajo que me permitió poner orden en las fechas de los hechos que se narran en la novela.
Artículos de la revista
La Guinea Española
, editada por el Fondo Claretiano, desde 1904 hasta 1969 y cuyos números pueden leerse en
www.raimonland.net
. De hecho, la revista que lee Kilian en su primer viaje en barco en 1953 es real y el artículo que nombra sobre lingüística bubi fue escrito por el padre Amador del Molino, de la Misión Claretiana, que investigó durante años la historia de Guinea. También me han resultado muy útiles las ilustraciones del botánico africanista y catedrático de Ciencias Naturales Emilio Guinea, autor de los libros
En el país de los pámues
(1947) y
En el país de los bubis
(1949) y el documental
Memoria negra
, de Xavier Montanyà (2007).
De todos los artículos leídos de los últimos diez años, me gustaría mencionar «La dictadura de las tinieblas», de Juan Jesús Aznárez (2008); «Guinea Ecuatorial: de colonia a Estado con derecho» y «Guinea Ecuatorial: Vídeos y bibliografía», de Miguel Ángel Morales Solís (2009); el ensayo «Guinea Ecuatorial», de Max Liniger-Goumaz y Gerhard Seibert para la
New Enciclopedia de África
(2008); «Guinea Ecuatorial española en el contexto de la Segunda Guerra Mundial», de José U. Martínez Carreras; «Guinea Ecuatorial: La ocasión perdida», de Juan M.ª Calvo (1989); artículos publicados en
La Gaceta de Guinea Ecuatorial
que pueden verse en
www.lagacetadeguinea.com
; artículos en
Historia 16
y las hemerotecas online de periódicos, como la del
Abc
y del
Diario del AltoAragón
(antes
Nueva España
), no solo para la búsqueda de noticias sobre Guinea desde principios del siglo XX, sino también sobre España.
De todas las enciclopedias, páginas web, revistas, foros, blogs y crónicas de viajes recogidas en numerosas páginas web, he encontrado imprescindibles las siguientes:
www.raimonland.net
, un maravilloso lugar de encuentro, noticias y recopilación histórica de y para todos aquellos que vivieron en Guinea o aquellos que quieran saber más sobre ese país;
www.asodegue.org
, portal de la Asociación para la solidaridad democrática con Guinea Ecuatorial, en la que se pueden leer noticias políticas y económicas y artículos variados sobre Guinea Ecuatorial;
www.bisila.com
, un portal de recursos, cursos de lengua bubi, imágenes y bibliografía;
www.revistapueblos.org
, portal de la revista Pueblos, con numerosos artículos de temas africanos;
www.guinea-ecuatorial.org
, página oficial del Gobierno en el exilio de Guinea Ecuatorial;
www.guinea-ecuatorial.net
, donde se puede encontrar una amplia recopilación de información sobre Guinea;
www.fundegue.es
, portal de la Fundación España-Guinea Ecuatorial; la revista de la asociación de mujeres guineoecuatorianas residentes en Barcelona
E’Waiso Ipola
; y la reciente
www.malabosa.com
, donde se puede leer la revista
Malabo. SA
.
Por último, para explicar toda la parte dedicada al cultivo del cacao, utilicé diferentes manuales y, más concretamente, el artículo «Un buen cacao que se llama Sampaka», que apareció en 1957 en el especial
Nuestra Guinea
de la revista
La Actualidad Española
y en el que aparece mi padre en casi todas las fotos.
2.
Sobre historia, cultura, religión y tradición bubi me resultó especialmente útil el libro
Los Bubis en Fernando Poo
, del padre Antonio Aymemí, que vivió en la isla de Fernando Poo como misionero católico de los Hijos del Inmaculado Corazón de María, desde 1894 hasta su muerte en 1941. Fue publicado en 1942 como recopilación de una serie de artículos que el padre escribió para la revista
La Guinea Española
. Como no se pueden conseguir copias de este libro, yo he utilizado para la ambientación del ficticio poblado de Bissappoo la traducción al inglés del año 2003 de Colleen Truelsen,
The History and Culture of an Endangered African Tribe
. Como él mismo explica, la segunda generación de bubis en el exilio está encontrando su camino desde España a los Estados Unidos, y por eso decidí que en mi novela Fernando trabajara en California, un lugar que yo conozco bien. El propio Truelsen reconoce que sin saber español es muy difícil obtener información de la historia cultural de los bubis.