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Authors: Dan Simmons

Tags: #ciencia ficción

Los Cantos de Hyperion 5 - Huérfanos de la Hélice (8 page)

—¡
Comandante
! —protestó Den Soa.

Dem Lia miró a la joven y se llevó un dedo a los labios.

—Un hipercinético con la cabeza de combate de plasma retirada, apuntado al borde delantero inferior de la máquina, justo ahí donde se halla el labio de esa abertura.

Patek Georg repitió la orden a la IA. Las coordenadas del blanco fueron exhibidas y confirmadas.

El CPB golpeó casi al instante, vaporizando un agujero de setenta metros en la aleta del radiador.

—Alzó un campo de clase cero coma seis —informó Patek Georg—. Ése parece ser su límite superior de defensa.

El misil hipercinético penetró el campo de contención como una bala a través de mantequilla y golpeó un instante más tarde, estallando a través de sesenta metros de ennegrecido metal y desgarrando el orificio de alimentación frontal de la máquina cosechadora. Todo el mundo a bordo observó el silencioso impacto y el casi hipnotizante girar del metal vaporizado expandiéndose a partir el lugar del impacto y el chorro de restos que brotó de la herida. La enorme máquina no respondió.

—Si hubiéramos dejado la cabeza de combate —murmuró Dem Lia— y apuntado a su barriga, en estos momentos tendríamos un millar de kilómetros de máquina cosechadora en plena explosión.

El Jefe Delegado Keel Redt se inclinó hacia adelante en su asiento. Pese al décimo de gravedad, todos los sillones tenían sistemas de contención. El suyo se activó ahora.

—Por favor —dijo el éxter, debatiéndose ligeramente contra arneses y cojines de aire—. Matadla ahora. Acabad con ella.

Dem Lia se volvió para mirar a los dos éxter y a la templaria.

—Todavía no —dijo—. Primero tenemos que regresar a la
Hélice
.

—Perderemos más valioso tiempo —radió Jinete Lejano, con tono inescrutable.

—Sí —dijo Dem Lia—. Pero todavía tenemos más de seis días estándar antes de que empiece a cosechar.

La sonda aceleró alejándose del ennegrecido monstruo lleno de cráteres y, ahora, con una reciente cicatriz.

—Entonces, ¿no lo destruiréis? —preguntó el jefe Delegado mientras la sonda aceleraba de vuelta a la
Hélice
.

—No ahora —respondió Dem Lia—. Puede que todavía sirva a algún propósito para la raza que lo construyó.

La joven templaria parecía a punto de echarse a llorar.

—Pero vuestros propios instrumentos, mucho más sofisticados que nuestros telescopios, os han revelado que no hay mundos en el sistema de la gigante roja.

Dem Lia asintió.

—Sin embargo, vosotros mismos habéis mencionado la posibilidad de hábitats espaciales, ciudades en órbita, asteroides huecos..., nuestra investigación no ha sido ni cuidadosa ni completa. Nuestra nave lo único que pretendía era entrar en vuestro sistema estelar con el máximo de seguridad, no efectuar una cuidadosa investigación del sistema de la gigante roja.

—A cambio de una posibilidad tan pequeña —dijo el jefe Delegado éxter con voz llana y dura—, ¿estáis dispuestos a arriesgar a tantos de nosotros?

La voz de Saigyõ susurró suavemente en el circuito subaudio de Dem Lia.

—Las IA han estado analizando escenarios de varios millones de éxter utilizando sus alas solares en un ataque concentrado contra la
Hélice
.

Dem Lia aguardó, sin dejar de mirar al Jefe Delegado.

—La nave podría derrotarlos —terminó la IA—, pero hay alguna posibilidad real de daños.

Dem Lia se dirigió al Jefe Delegado.

—Vamos a llevar a la
Hélice
al sistema de la gigante roja. Los tres sois bienvenidos si deseáis acompañarnos.

—¿Cuánto tiempo empleará el viaje en su totalidad? —quiso saber Jinete Lejano.

Dem Lia miró a Saigyõ.

—Nueve días bajo máximo impulso de fusión —dijo la IA—. Eso sin contar el tiempo que podamos entretenernos en el sistema hurgando en todos los asteroides o campos de restos en busca de formas de vida.

Los dos éxters sacudieron la cabeza. Reta Kasteen bajó más su capucha, cubriéndose los ojos.

—Hay otra posibilidad —dijo Dem Lia. Señaló a Saigyõ hacia la
Hélice
, que ahora llenaba la ventanilla principal. Miles de éxters se apartaron agitando sus alas de energía cuando la sonda deceleró suavemente a través del campo de contención de la nave y se alineó para amarrar.

Se reunieron en el solárium para decidir. Los diez humanos —la esposa y el esposo de Den Sea habían sido invitados a unirse a la votación, pero decidieron quedarse abajo en los aposentos de la tripulación—, las cinco IA y los tres representantes de la gente del anillo bosque. El haz transmisor de Jinete Lejano seguía enviando el vídeo y el audio de lo que ocurría a los trescientos mil éxters cercanos y a los miles de millones que aguardaban en la gran curva del anillo árbol más allá.

—Ésta es la situación —dijo Dem Lia. El silencio en el solárium era muy denso—. Sabéis que la
Hélice
, nuestra nave, contiene un impulsor Hawking modificado por los aeneanos. Nuestro paso más rápido que la luz daña el entramado del Vacío que Vincula, pero miles de veces menos que las naves de la antigua Hegemonía o Pax. Los aeneanos nos facilitaron este viaje. —La baja mujer con la banda verde hizo una pausa y miró a los dos éxters y a la mujer templaría antes de continuar—: Podríamos alcanzar el sistema de la gigante roja en...

—Cuatro horas para acelerar a velocidades relativistas, luego el salto —dijo Res Sandre—. Unas seis horas para decelerar dentro del sistema de la gigante roja. Dos días para investigar en busca de vida. Las mismas diez horas para regresar.

—Lo cual, incluso aunque se produzcan algunos retrasos, puede traer de vuelta a la
Hélice
casi dos días antes de que el Destructor inicie su cosecha. Si no hay vida en el sistema de la gigante roja, usaremos la sonda para destruir el robot cosechador.

—Pero... —dijo el Jefe Delegado Keel Redt con una sesgada sonrisa demasiado humana. Su rostro era hosco.


Pero
es demasiado peligroso usar el impulsor Hawking en un sistema binario tan apiñado —dijo Dem Lia con voz llana—. Estos saltos a tan corta distancia ya suelen ser increíblemente arriesgados de todos modos, y dados los gases y los restos que derrama la gigante roja...

—Exacto. Sería una locura. —Era Jinete Lejano emitiendo por su banda de radio—. Mi clan ha transmitido los conocimientos de ingeniería de generación en generación. Ningún comandante de ninguna nave simiente éxter efectuaría un salto en este sistema binario.

Auténtica Voz del Árbol Reta Kasteen estaba mirando los demás rostros de uno en uno.

—Pero vosotros tenéis esos poderosos motores de fusión...

Dem Lia asintió.

—Basho, ¿cuánto tiempo para investigar el sistema de la gigante roja utilizando el máximo impulso con nuestros motores de fusión?

—Tres días y medio de tránsito al otro sistema —dijo la IA de hundidas mejillas—. Dos días para investigar. Tres y medio para volver.

—¿No hay ninguna forma en que podamos acortar eso? —dijo Oam Rai, la amarilla—. ¿Reducir los márgenes de seguridad? ¿Forzar un poco los motores de fusión?

—Los nueve días de viaje de ida y vuelta —respondió Saigyõ— están calculados ignorando todos los márgenes de seguridad y situando los motores de fusión a un ciento veinte por ciento de su capacidad. —Agitó tristemente su calva cabeza—. No, no puede hacerse.

—Pero el impulsor Hawking... —dijo Dem Lia, y todo el mundo en la habitación pareció dejar de respirar excepto Jinete Lejano, que nunca había respirado en el sentido tradicional de la palabra. La comandante nombrada de la
Hélice
del Espectro se volvió hacia las IA.

—¿Cuáles son las probabilidades de desastre si intentamos esto?

Lady Murasaki avanzó un paso.

—Ambas traslaciones, dentro y fuera del espacio Hawking, estarán demasiado cerca del límite de Roche del sistema binario. Estimamos las probabilidades de destrucción total de la
Hélice
en un dos por ciento, de daño a algún aspecto de los sistemas de la nave en un ocho por ciento, y de daños específicos a la red de soporte vital de las vainas en un seis por ciento.

Dem Lia miró a los éxters y a la templaria.

—Un seis por ciento de probabilidades de perder a centenares, miles, de nuestros familiares y amigos dormidos. A los que hemos jurado proteger hasta la llegada a nuestro destino. Un dos por ciento de posibilidades de que toda nuestra cultura muera en el intento.

Jinete Lejano asintió tristemente.

—No sé qué maravillas han añadido vuestros amigos aeneanos a vuestro equipo —radió—, pero considero esas cifras demasiado conservadoras. Es un sistema binario imposible para el salto con un impulsor Hawking.

El silencio se prolongó. Finalmente Dem Lia dijo:

—Nuestras opciones son destruir la máquina cosechadora por vosotros sin saber si hay alguna vida, quizá toda una especie, que dependa de ella en el sistema de la gigante roja, por improbable que pueda parecer en principio. Y no podemos hacer eso. Nuestro código moral nos lo impide.

La voz de Reta Kasteen era casi inaudible.

—Lo comprendemos.

Dem Lia continuó:

—Podemos viajar por medios convencionales e investigar el sistema. Esto significa que tendréis que sufrir los estragos de este Destructor una última vez, pero si no hay vida en el sistema de la gigante roja destruiremos la máquina cuando regresemos utilizando el impulsor de fusión.

—Poco consuelo para los miles o millones que perderán sus hogares durante esta última visita del Destructor —dijo el Jefe Delegado Keel Redt.

—Ningún consuelo —admitió Dem Lia.

Jinete Lejano se levantó con sus cuatro metros de altura, flotando ligeramente en el décimo de gravedad.

—Éste no es vuestro problema —radió—. No hay ninguna razón por la que debáis arriesgar a nadie de vuestra gente. Os damos las gracias por tomar en consideración...

Dem Lia alzó una mano para detenerle a media emisión.

—Vamos a votar ahora. Votaremos si saltar al sistema de la gigante roja con el impulsor Hawking y volver antes de que vuestro Destructor empiece a destruir. Si hay alguna raza alienígena allí, quizá podamos comunicarnos con ella en los dos días que tenemos de margen. Quizá puedan reprogramar su máquina. Todos hemos llegado al acuerdo de que las posibilidades en contra de que "devorara" accidentalmente vuestra nave simiente en su primer paso después de que desembarcarais son infinitesimales. El hecho de que coseche constantemente áreas que habéis colonizado, en un anillo árbol con un área superficial igual a medio millón de Hyperiones, sugiere que está programado para hacer precisamente esto, como si eliminara crecimientos anormales o pestes.

Los tres diplomáticos asintieron.

—Entonces votaremos —dijo Dem Lia—. La decisión tendrá que ser unánime. Un voto "no" significa que no utilizaremos el impulsor Hawking.

Saigyõ había permanecido con las piernas cruzadas sobre la mesa, pero ahora se trasladó al lado de las otras cuatro IA, que estaban de pie.

—Sólo para el registro —dijo el pequeño monje orondo—, las IA hemos votado cinco a cero contra intentar la maniobra con el impulsor Hawking.

Dem Lia asintió.

—Anotado —dijo—. Pero sólo para el registro: para ese tipo de decisión el voto de las IA no cuenta. Sólo la gente de la
Hélice
del Espectro de Amoiete o sus representantes pueden determinar su propio destino. —Se volvió hacia los otros nueve humanos—. ¿Usamos el impulsor Hawking? ¿Sí o no? Nosotros diez deberemos dar cuenta a los otros miles de las consecuencias. ¿Ces Ambre?

—Sí. —La mujer del atuendo azul parecía tan calmada como sus sorprendentemente claros y gentiles ojos.

—¿Jon Mikail Dem Alem?

—Sí —dijo el especialista ébano en soporte de vida con voz densa—. Sí.

—¿Oam Rai?

La mujer de la banda amarilla dudó. Nadie a bordo conocía mejor los riesgos de los sistemas de la nave que ella. Un dos por ciento de posibilidades de destrucción debía de parecerle un azar obsceno. Se llevó los dedos a los labios.

—Aquí estamos decidiendo por dos civilizaciones —dijo, hablando obviamente consigo misma—. Posiblemente por tres.

—¿Oam Rai? —repitió Dem Lia.

—Sí —dijo Oam Rai.

—¿Kem Loi? —preguntó Dem Lia a la astrónoma.

—Sí. —La voz de la joven tembló ligeramente.

—¿Patek Georg Dem Mio?

El especialista banda roja de seguridad sonrió.

—Sí. Como dice el antiguo proverbio, si no hay redaños no hay gloria.

Dem Lia se mostró irritada.

—Estás hablando por 684.288 personas dormidas que puede que no opinen lo mismo.

La sonrisa de Patek Georg siguió en su lugar.

—Mi voto es sí.

—¿Dr. Samel Ria Kem Ali?

El médico parecía tan turbado como Patek seguro de sí mismo.

—Debería decir..., hay tantas incógnitas... —Miró a su alrededor—. Sí —dijo—. Debemos estar seguros.

—¿Peter Delen Dem Tae? —preguntó Dem Lia al psicólogo banda azul.

El viejo había estado mordisqueando un lápiz. Se lo quedó mirando, sonrió, lo depositó sobre la mesa.

—Sí.

—¿Res Sandre?

Por un segundo los ojos de la otra mujer con la banda verde parecieron mostrar desafío, casi furia. Dem Lia se preparó para el veto y la conferencia que iba a seguir.

—Sí —dijo Res Sandre—. Creo que es un imperativo moral. Aquello dejaba a la más joven del grupo.

—¿Den Soa? —preguntó Dem Lia.

La joven tuvo que carraspear fuertemente antes de poder hablar.

—Sí. Vayamos a echar una mirada.

Todos los ojos se volvieron a la comandante nombrada.

—Yo voto sí —dijo Dem Lia—. Saigyõ, prepárate para máxima aceleración hacia el punto de traslación con el impulsor Hawking. Kem Loi, tú y Res Sandre y Oam Rai ocupaos de calcular el punto óptimo de traslación hacia el interior para una búsqueda de vida por todo el sistema. Jefe Delegado Redt, Jinete Lejano, Auténtica Voz del Árbol Kasteen, si preferís aguardar detrás, prepararemos ahora la esclusa de aire. Si los tres deseáis venir, debemos partir inmediatamente.

El Jefe Delegado habló sin consultar a los otros.

—Deseamos acompañaros, ciudadana Dem Lia.

Ella asintió.

—Jinete Lejano, di a tu gente que despeje el camino. Giraremos en ángulo por encima del plano de la eclíptica hacia fuera, pero nuestra cola de fusión va a ser tan llameante como el aliento de un dragón.

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