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Authors: Dan Simmons

Tags: #ciencia ficción

Los Cantos de Hyperion 5 - Huérfanos de la Hélice (6 page)

—Sí, por supuesto —dijo Saigyõ—. Muy primitiva. Están radiando sólo el vídeo y el audio de esta reunión, sin subcanales de datos ni emisiones de vuelta ni de los éxter cerca de nosotros ni del anillo bosque.

Dem Lia asintió aún más ligeramente. Puesto que la
Hélice
estaba efectuando una holocobertura completa de aquella reunión, incluidos estudio de infrarrojos, análisis de resonancia magnética de funciones cerebrales y una docena de otras funciones ocultas pero intrusivas, difícilmente podía culpar a los éxter por registrar el encuentro. De pronto sus mejillas enrojecieron. Infrarrojos. Escáneres físicos de banda estrecha. Neuro-IRM remoto. Ciertamente el éxter plenamente adaptado al espacio podía ver las sondas..., el hombre, si todavía seguía siendo hombre, vivía en un entorno donde podía ver el viento solar, sentir las líneas del campo magnético y seguir los iones individuales e incluso los rayos cósmicos mientras fluían por encima y por debajo y a través de él en el vacío. Dem Lia subvocalizó:

—Corta todos nuestros sensores del solárium excepto las holocámaras.

El silencio de Saigyõ fue su asentimiento.

Dem Lia observó que Jinete Lejano parpadeaba de pronto como si alguien hubiera apagado unas luces destellantes que habían estado vibrando en sus ojos. El éxter miró entonces a Dem Lia y asintió ligeramente. El extraño hueco de una boca, sellada del mundo por la capa del campo de fuerza y el plasma ectodérmico transparente, se retorció en lo que la mujer del Espectro pensó que podía ser una sonrisa.

Era la joven templaria, Reta Kasteen, la que estaba hablando:

—...así que pueden ver que pasamos a través de lo que se estaba convirtiendo en la Red de Mundos y abandonamos el espacio humano hacia la época en la que se estaba estableciendo la Hegemonía. Partimos del sistema de Centauro algún tiempo después de que terminara la Hégira original. Periódicamente, nuestra nave simiente se dejaba caer en el espacio real, los templarios se nos unieron desde el Bosquecillo de Dios en nuestro camino de salida, así que teníamos noticias periódicas y ocasionalmente información de primera mano de en qué se estaba convirtiendo la sociedad interestelar de la Red de Mundos. Seguimos hacia fuera.

—¿Por qué hasta tan lejos? —preguntó Patek Georg. El jefe Delegado respondió:

—Muy simplemente, la nave funcionó mal. Nos mantuvo en fuga criogénica profunda durante siglos mientras su programación ignoraba sistemas potenciales para un mundo árbol orbital. Finalmente, cuando la nave se dio cuenta de su error, mil doscientos de nosotros habían muerto ya en sus vainas jamás diseñadas para un viaje tan largo; se sumió en el pánico y empezó a salir del espacio Hawking en cada sistema, hallando el habitual surtido de estrellas que no podían sostener nuestro anillo árbol de desarrollo templario o que eran mortíferas para los éxter. Sabemos por los registros de la nave que casi nos instaló en un sistema binario consistente en un agujero negro que estaba engullendo a su vecina gigante roja.

—El disco de acreción debió de ser todo un espectáculo digno de contemplar —dijo Den Soa con una débil sonrisa.

El jefe Delegado exhibió su propia sonrisa de delgados labios.

—Sí, en las semanas o meses de que habríamos dispuesto antes de que nos matara. En vez de ello, utilizando el resto de su poder de razonamiento, la nave hizo un salto más y halló la solución perfecta: este sistema doble, con la heliosfera de la estrella blanca en la que nosotros los éxter podíamos vivir, y un anillo árbol ya construido.

—¿Cuándo fue eso? —preguntó Dem Lia.

—Hace mil doscientos treinta y pico de años estándar —radió Jinete Lejano.

La templaria se inclinó hacia adelante y prosiguió la historia.

—Lo primero que descubrimos fue que este anillo bosque no tenía nada que ver con la biogenética que habíamos desarrollado en el Bosquecillo de Dios para construir nuestros hermosos y secretos árboles estelares. Este ADN era tan alienígena en su alineación y función que cualquier intento de manipularlo hubiera matado todo el anillo bosque.

—Podían haber iniciado su propio anillo bosque en y alrededor del alienígena —dijo Ces Ambre—. O intentar una esfera de árbol estelar como han hecho otros éxters.

La Auténtica Voz del Árbol Reta Kasteen asintió.

—Acabábamos de empezar a intentar eso..., y diversificar los centros de crecimiento protogénico a sólo unos pocos cientos de kilómetros de donde habíamos aparcado la nave simiente en las hojas y ramas del anillo alienígena, cuando... —Hizo una pausa como si buscara las palabras adecuadas.

—Llegó el Destructor —radió Jinete Lejano.

—¿El Destructor es la nave que observamos aproximarse a vuestro anillo ahora? —preguntó Patek Georg.

—La misma nave —radió Jinete Lejano. Pareció que escupía las dos sílabas de la última palabra.

—El mismo monstruo del infierno —añadió el jefe Delegado.

—Destruyó vuestra nave simiente —dijo Dem Lia. Así que era por eso que los éxters parecían no poseer metales y por qué no había ningún anillo bosque de desarrollo templario entrelazado con el alienígena.

Jinete Lejano sacudió la cabeza.


Devoró
la nave simiente, junto con más de veintiocho mil kilómetros del propio anillo árbol, cada hoja, fruta, vaina de oxígeno, zarcillo de agua..., incluso los centros de crecimiento protogénico.

—Por aquellos días éramos muchos menos éxters puramente adaptados al espacio —dijo Reta Kasteen—. Los adaptados intentaron salvar a los otros, pero murieron muchos miles en aquella primera visita del Destructor..., el Devorador..., la Máquina. Evidentemente tenemos muchos nombres para él.

—La Nave del Infierno —dijo el Jefe Delegado, y Dem Lia se dio cuenta de que casi con toda seguridad hablaba literalmente, como si se hubiera desarrollado una religión a partir del odio hacia aquella máquina.

—¿Cuán a menudo viene? —preguntó Den Soa.

—Cada cincuenta y siete años —dijo la templaria—. Exactamente.

—¿Del sistema de la gigante roja? —preguntó Den Soa.

—Sí —radió Jinete Lejano—. De la estrella del infierno.

—Si conocéis su trayectoria —dijo Dem Lia—, ¿no podéis saber con la suficiente antelación las secciones de vuestro anillo bosque que... devastará, devorará? ¿No podríais simplemente no colonizar, o al menos evacuar, esas zonas? Después de todo, la mayor parte del anillo árbol ha de estar despoblado..., el área superficial del anillo tiene que ser igual a más de medio millón de Viejas Tierras o Hyperiones.

El jefe Delegado Keel Redt exhibió de nuevo su delgada sonrisa.

—A partir de ahora, y durante siete u ocho días estándar, el Destructor, pese a toda su masa, no sólo completará su ciclo de deceleración, sino que llevará a cabo complicadas maniobras que lo llevarán a alguna parte poblada del anillo. Siempre a un área poblada. Hace ciento cuatro años, su trayectoria final lo llevó a una masa de vainas de O
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donde más de veinte millones de éxters aún no plenamente adaptados al espacio habían construido sus hogares, completos con tubos de viaje, puentes, torres, plataformas del tamaño de ciudades y vainas de soporte vital desarrolladas artificialmente que llevaban construyéndose desde hacía más de seiscientos años estándar.

—Todo destruido —dijo Auténtica Voz del Árbol Reta Kasteen con pesar en su voz—. Devorado. Cosechado.

—¿Hubo muchas pérdidas de vidas? —preguntó Dem Lia con voz muy baja. Jinete lejano sacudió la cabeza y radió:

—Millones de éxter plenamente adaptados al espacio consiguieron evacuar a los respiradores de oxígeno. Murieron algo menos de cien.

—¿Habéis intentado comunicaros con... la máquina? —preguntó Peter Denle Dem Tae.

—Durante siglos —dijo Reta Kasteen, con la voz temblorosa por la emoción—. Hemos usado radio, haces coherentes, máser, los pocos holotransmisores que aún tenemos, la gente de Jinete Lejano ha usado incluso los campos de sus alas, a miles, para lanzar mensajes en sencillo código matemático.

Los cinco miembros de la
Hélice
del Espectro de Amoiete aguardaron.

—Nada —dijo el jefe Delegado con voz llana—. Viene, elige su sección poblada del anillo, y la devora. Nunca hemos recibido una respuesta.

—Creemos que es completamente automática y muy antigua —dijo Reta Kasteen—. Quizá tenga millones de años. Funciona todavía según el programa desarrollado cuando fue construido el anillo alienígena. Cosecha esas enormes secciones del anillo, miembros, ramas, túbulos con millones de litros de agua manufacturada por el anillo árbol..., luego regresa al sistema de la estrella roja y, tras una pausa, vuelve de nuevo.

—Solíamos creer que quedaba todavía un mundo en ese sistema de la estrella roja —radió Jinete Lejano—. Un planeta que permanece constantemente oculto de nosotros al otro lado de ese maligno sol. Un mundo que construyó este anillo como su fuente de alimento, probablemente antes de que su G2 se convirtiera en una gigante, y que continúa cosechándolo pese a la miseria que nos causa. Ya no lo creemos. No existe tal planeta. Ahora creemos que el Destructor actúa solo, movido por un antiguo programa ciego, cosechando secciones del anillo y destruyendo nuestros asentamientos sin ninguna razón. Quienes fueran que vivieron en ese sistema de la enana roja se marcharon hace mucho tiempo.

Dem Lia deseó que Kem Loi, su astrónoma, estuviera allí. Sabía que estaba en la cubierta de mando, observando.

—No vimos ningún planeta durante nuestra aproximación a este sistema binario —dijo la comandante de banda verde—. Parece altamente improbable que ningún mundo capaz de contener vida haya sobrevivido a la transición de la estrella G2 a una gigante roja.

—Sin embargo, el Destructor pasa muy cerca de esa terrible estrella roja en cada uno de sus viajes —dijo el Jefe Delegado éxter—. Quizás todavía quede alguna especie de entorno artificial, un hábitat en el espacio, algún asteroide hueco. Un entorno que necesita de este anillo de planetas para que sus habitantes sobrevivan. Pero eso no disculpa la carnicería.

—Si tenían la capacidad de construir esta máquina, pudieron simplemente huir de ese sistema cuando la G2 alcanzó su punto crítico —murmuró Patek Georg. El banda roja miró a Jinete Lejano—. ¿Habéis intentado destruir la máquina?

La sonrisa sin labios debajo del ectocampo se extendió como la boca de un lagarto en el extraño rostro de Jinete Lejano.

—Muchas veces. Decenas de miles de auténticos éxters han muerto. La máquina posee una defensa energética que nos convierte en cenizas aproximadamente a cien mil kilómetros de distancia.

—Eso podría ser una simple defensa contra meteoritos —dijo Dem Lia.

La sonrisa de Jinete Lejano se hizo más amplia aún hasta parecer auténticamente terrible.

—Si es así, es un dispositivo asesino muy eficiente. Mi padre murió en el último intento de ataque.

—¿Habéis intentado viajar hasta el sistema de la estrella roja? —preguntó.

Peter Delen.

—No disponemos de ninguna espacionave —respondió la templaria.

—¿En vuestras propias alas solares entonces? —preguntó Peter, efectuando evidentemente para sí mismo los cálculos matemáticos de lo que tomaría aquel viaje, ida y vuelta. Años —décadas a las velocidades que permitía una vela solar—, pero dentro de las expectativas de vida de un éxter.

Jinete Lejano hizo un movimiento cortante horizontal con su mano de alargados dedos.

—La turbulencia de la heliosfera es demasiado grande. Pero lo hemos intentado cientos de veces: expediciones de decenas de miembros parten, y nadie o sólo unos pocos regresan. Mi hermano murió en uno de esos intentos hace seis de vuestros años estándar.

—Y el propio Jinete Lejano resultó terriblemente herido —dijo Reta Kasteen suavemente—. Sesenta y ocho de los mejores surcadores del espacio profundo partieron..., regresaron sólo dos. Se necesitó todo lo que nos queda de nuestra ciencia médica para salvar la vida de Jinete Lejano, y eso significó para él dos años de recuperación en una vaina nutriente.

Dem Lia carraspeó.

—¿Qué queréis que hagamos?

Los dos éxters y la templaria se inclinaron hacia adelante. El Jefe Delegado Keel Redt habló por todos ellos.

—Si, como creéis, como nosotros estamos convencidos, no hay ningún mundo habitado en el sistema de la gigante roja, matad al Destructor ahora. Aniquilad la máquina cosechadora. Salvadnos del azote sin mente, obsoleto y persistente. Os recompensaremos tan abundantemente como podamos: alimentos, fruta, tanta agua como necesitéis para vuestro viaje, técnicas genéticas avanzadas, nuestro conocimiento de los sistemas cercanos, cualquier cosa.

Los miembros de la
Hélice
del Espectro se miraron unos a otros. Finalmente Dem Lia dijo:

—Si estáis cómodos aquí, nosotros cuatro nos disculparemos unos momentos para discutir esto. A Ces Ambre le encantará quedarse con vosotros para hablar si así lo deseáis.

El jefe Delegado hizo un gesto con sus dos largos brazos y sus enormes manos.

—Estamos completamente cómodos. Y nos sentimos más que encantados de tener esta oportunidad de hablar con la venerable M. Ambre..., la mujer que vio al esposo de Aenea.

Dem Lia observó que la joven templaria, Reta Kasteen, parecía visiblemente emocionada ante la perspectiva.

—Y entonces nos comunicaréis vuestra decisión, ¿verdad? —radió Jinete Lejano; su cerúleo cuerpo, los grandes escudos de sus ojos y su fisiología alienígena causaron en Dem Lia un ligero escalofrío. Era una criatura que se alimentaba de luz, sorbía la energía suficiente para desplegar unas alas solares electromagnéticas de cientos de kilómetros de ancho, reciclaba su propio aire, desechos y agua, y vivía en un entorno de frío, calor, radiación y vacío absolutos. La humanidad había recorrido un largo camino desde los primeros homínidos de África, allá en Vieja Tierra.

Y si decimos no
, pensó Dem Lia,
trescientos mil y pico de éxter adaptados al espacio como él pueden descender sobre nuestra gironave como los furiosos hawaianos aventando su ira sobre el capitán James Cook cuando los sorprendió arrancando los clavos del casco de su barco. El buen capitán terminó no sólo muerto horriblemente, sino que su cuerpo fue eviscerado, quemado y hervido en pequeños pedazos.
Tan pronto como hubo pensado esto, Dem Lia rectificó. Aquellos éxters no iban a atacar a la
Hélice
. Toda su intuición se lo decía.
Y si lo hicieran
, pensó,
nuestras armas los vaporizarán en dos coma seis segundos
. Se sintió culpable y ligeramente asqueada ante sus propios pensamientos mientras decía adiós y bajaba en el ascensor a la cubierta de mando con los otros tres.

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