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Authors: Dan Simmons

Tags: #ciencia ficción

Los Cantos de Hyperion 5 - Huérfanos de la Hélice (7 page)

—¿Lo viste —dijo Auténtica Voz del Árbol Reta Kasteen un poco sin aliento— al esposo de Aenea?

Ces Ambre sonrió.

—Yo tenía catorce años estándar. Fue hace mucho tiempo. Él viajaba de mundo en mundo vía teleyectores y permaneció unos pocos días en la casa de la tríada de mis padres porque estaba enfermo, una piedra en el riñón, y entonces los soldados de Pax lo arrestaron hasta que pudieran enviar a alguien para interrogarle. Mis padres lo ayudaron a escapar. Fueron unos pocos días, hace muchos años. —Sonrió de nuevo—. Y por aquel entonces no era el esposo de Aenea, recuerdo. Todavía no había tomado el sacramento de su ADN, ni siquiera se daba cuenta de lo que la sangre y las enseñanzas de ella podían hacer por la raza humana.

—Pero tú le viste —presionó el jefe Delegado Keel Redt.

—Sí. Estaba sumido en un delirio de dolor la mayor parte del tiempo y esposado a la cama de mis padres por los soldados de Pax.

Reta Kasteen se inclinó más hacia adelante.

—¿Tenía alguna especie de...
aura
... a su alrededor?

—Oh, sí —dijo Ces Ambre con una risita—. Hasta que mis padres lo bañaron con una esponja. Había estado viajando durante muchos días.

Los dos éxters y la templaria parecieron echarse un poco hacia atrás, decepcionados.

Ces Ambre se inclinó hacia adelante y tocó la rodilla de la mujer templaria.

—Me disculpo por no ser seria, sé el importante papel que tuvo Raul Endymion en vuestra historia..., pero ocurrió hace mucho tiempo, había mucha confusión, y por aquel entonces en Vitus-Gray-Balianus B yo era una adolescente rebelde que deseaba abandonar la comunidad de la
Hélice
y aceptar el cruciforme en alguna ciudad Pax cercana.

Los otros tres se echaron ahora visiblemente hacia atrás. Los dos rostros que eran legibles registraron la impresión.

—¿
Deseabas
aceptar ese... ese...
parásito
en tu cuerpo?

Como parte del Momento Compartido de Aenea, cada humano, en todas partes, había visto —había conocido, había captado su pleno
gestalt
— la realidad detrás del "cruciforme de la inmortalidad", una masa parasitaria de nódulos de IA creando un TecnoNúcleo en el espacio real, usando las neuronas y las sinapsis de cada cuerpo anfitrión de cualquier forma que deseara, usándolo a menudo de formas más creativas
matando
al anfitrión humano y utilizando la red neuronal enlazada cuando era más creativa, durante esos segundos finales de disolución neural antes de la muerte. Luego la Iglesia usaría la tecnología del TecnoNúcleo para resucitar el cuerpo humano con el parásito cruciforme del Núcleo haciéndose cada vez más fuerte y más entramado a cada muerte y resurrección.

Ces Ambre se encogió de hombros.

—Por aquel entonces representaba la inmortalidad. Y una posibilidad de salir de nuestro pequeño pueblo polvoriento y unirme al mundo real..., Pax.

Los tres diplomáticos éxters sólo pudieron mirarla fijamente.

Ces Ambre alzó la mano a la parte superior de su ropa y la abrió lo suficiente para mostrarles la base de su garganta y el inicio de una cicatriz allá donde el cruciforme había sido extirpado por los aeneanos.

—Fui secuestrada a uno de los mundos Pax que quedaban y puesta bajo el cruciforme durante nueve años —dijo, tan bajo que su voz apenas llegó a los tres diplomáticos—. Y la mayor parte de ese tiempo fue
después
del Momento Compartido de Aenea..., tras la absoluta revelación del plan del Núcleo de esclavizarnos con esas despreciables cosas.

La Auténtica Voz del Árbol Reta Kasteen tomó la mano de Ces Ambre entre las suyas.

—Pero te negaste a convertirte en aeneana cuando fuiste liberada. Te uniste a lo que quedaba de tu propia antigua cultura.

Ces Ambre sonrió. Había lágrimas en sus ojos, unos ojos que de pronto parecieron mucho más viejos.

—Sí. Creí que le debía eso a mi gente..., por desertar de ella en tiempo de crisis. Alguien tenía que llevar adelante la cultura de la
Hélice
del Espectro. Habíamos perdido tanto en las guerras. Perdimos más incluso cuando los aeneanos nos dieron la opción de unirnos a ellos. Resulta difícil negarse a convertirse en algo parecido a un dios.

Jinete Lejano dejó escapar un gruñido que sonó como intensa estática.

—Éste es nuestro mayor miedo después del Destructor. No hay nadie vivo ahora en el anillo bosque que experimentara el Momento Compartido, excepto los detalles de él, los gloriosos atisbos de empatía y los poderes vinculantes del Vacío que Vincula, el conocimiento de Aenea de que muchos de los aeneanos serían capaces de teleyectarse, libremente, a cualquier parte del universo. Bien, la Iglesia de Aenea ha crecido aquí hasta que al menos una cuarta parte de nuestra población cedería su herencia éxter o templaria y se convertiría en aeneana en un segundo.

Ces Ambre se frotó la mejilla y sonrió de nuevo.

—Entonces es evidente que ningún aeneano ha visitado este sistema. Y tenéis que recordar que Aenea insistió en que no hubiera "Iglesia de Aenea", ni veneración o beatificación o adoración. Ese fue el más importante de sus pensamientos durante el Momento Compartido.

—Lo sabemos —dijo Reta Kasteen—. Pero en ausencia de elección y conocimiento, las culturas se vuelven a menudo hacia la religión. Y la posibilidad de que hubiera un aeneano a bordo con vosotros fue una de las razones por las que recibimos la llegada de vuestra gran nave con tanto entusiasmo y ansiedad.

—Los aeneanos no llegan con nave espacial —dijo Ces Ambre suavemente.

Los tres asintieron.

—Cuando y si el día llega alguna vez —radió Jinete Lejano—, corresponderá a la conciencia individual de cada éxter y templario decidir. En cuanto a mí, siempre cabalgaré las grandes olas del viento solar.

Dem Lia y los otros tres regresaron,

—Hemos decidido ayudar —dijo—. Pero tenemos que apresuramos.

No había forma alguna en el universo de que Dem Lia o cualquiera de los otro ochos humanos o ninguna de las cinco IA estuvieran dispuestos a arriesgar la
Hélice
en una confrontación directa con el Destructor o el Cosechador o como demonios desearan los éxters llamar a su némesis. No era por un capricho de la ingeniería que las tres mil vainas de soporte vital que contenían los 684.300 pioneros de la
Hélice
del Espectro en profundo sueño criogénico tuvieran forma ovoide. Esta cultura tenía todos sus huevos en un mismo cesto —literalmente—, y no iban a enviar ese cesto a la batalla. Basho y algunas de las otras IA estaban preocupadas ya por la proximidad de la avanzante nave cosechadora. Las batallas espaciales podían lucharse fácilmente a través de veintiocho UA de distancia, mientras que los láseres tradicionales, o lanzas, o armas de haces de partículas, necesitarían más de ciento noventa y seis minutos para cubrir esa distancia. La Hegemonía, Pax y las naves éxters habían desarrollado todas ellas misiles hipercinéticos capaces de saltar dentro y fuera del espacio Hawking. Las naves podían resultar destruidas antes de que el radar pudiera anunciar la presencia del misil que avanzaba contra ellas. Puesto que esta "cosechadora" se arrastraba hacia su destino a velocidad sublumínica, parecía poco probable que llevara armamento C-plus, pero "poco probable" es una palabra que ha desbaratado los planes y los destinos de los señores de la guerra desde tiempos inmemoriales.

A petición de los ingenieros de la
Hélice
del Espectro, los aeneanos habían reconstruido la
Hélice
para que fuera realmente modular. Cuando alcanzara su planeta utópico alrededor de su perfecta estrella, algunas secciones se liberarían por sí mismas para convertirse en sondas y aparatos aéreos y vehículos terrestres y sumergibles y estaciones espaciales. Cada una de las tres mil vainas individuales podía aterrizar e iniciar por sí misma una colonia, aunque los planes eran agrupar cuidadosamente los lugares de aterrizaje tras mucho estudio del nuevo mundo. Cuando la
Hélice
hubiera terminado de desplegar y posar sobre la superficie sus vainas y sus módulos y sus sondas y sus lanzaderas y la cubierta de mando y el núcleo central de fusión, poco quedaría en órbita excepto las unidades del enorme impulsor Hawking con los programas de mantenimiento y los robots para mantenerlas en perfectas condiciones durante siglos, si no milenios.

—Utilizaremos la sonda exploradora del sistema para investigar este Destructor —dijo Dem Lia. Era uno de los módulos más pequeños, adaptado más al puro vacío que a la entrada atmosférica, aunque era capaz de cierta morfogénesis. Pero comparado con la mayoría de los subcomponentes pacíficos de la
Hélice
, la sonda estaba armada hasta los dientes.

—¿Podemos acompañaros? —dijo el Jefe Delegado Keel Redt—. Nadie de nuestra raza se ha acercado a más de un centenar de miles de kilómetros de la máquina y ha sobrevivido.

—Por supuesto —dijo Dem Lia—. La sonda es lo bastante grande como para contener a treinta o cuarenta de nosotros, y sólo vamos a ir tres de nuestra nave. Mantendremos el campo de contención interno a un décimo de una g y adaptaremos los asientos en consecuencia.

La sonda era más parecida a una de las antiguas naves antorcha de combate que a ninguna otra cosa, y aceleró a 250 gravedades hacia la máquina que avanzaba, con los campos de contención internos en redundancia infinita, los campos externos alzados a su máximo de clase doce. Dem Lia pilotaba. Den Sea intentaba comunicarse con la gigantesca nave a través de todos los medios disponibles, enviando mensajes de paz por todas las bandas, desde la primitiva radio hasta los estallidos modulados de taquiones. Ninguna respuesta. Patek Georg Dem Mio estaba ocupado con los umbilicales virtuales defensa/contraataque de su litera. Los pasajeros estaban sentados en la parte de atrás de la compacta cubierta de mando de la sonda y aguardaban. Saigyõ había decidido acompañarles, y su enorme holo permanecía sentado con el pecho desnudo y las piernas cruzadas sobre una plataforma cerca de la ventanilla principal. Dem Lia se aseguró de mantener su trayectoria apuntada
no
directamente a la monstruosidad, contando con la posibilidad de que sólo contara con defensas antimeteoritos: si mantenían sus actuales coordenadas, pasarían a decenas de miles de kilómetros de distancia de la nave por encima del plano de la eclíptica.

—Su radar ha empezado a rastreamos —dijo Patek Georg cuando estaban a seiscientos mil kilómetros de distancia y decelerando—. Radar pasivo. Nada de armas. No parece estarnos sondeando con nada excepto el simple radar. No tendrá idea de si hay o no formas de vida a bordo de nuestra sonda.

Dem Lia asintió.

—Saigyõ —dijo en voz baja—, a doscientos mil kilómetros, por favor varía nuestras coordenadas a un curso de intercepción con la cosa. —El rechoncho monje asintió.

Un poco más tarde, los impulsores de la sonda y los motores principales cambiaron de sonido, el campo estelar giró, y la imagen de la enorme máquina llenó la ventanilla principal. La visión aumentó de tamaño como si estuvieran tan sólo a quinientos kilómetros de la nave espacial. La cosa era increíblemente desgarbada, construida sólo para el vacío, con un frente de dientes de metal y hojas rotatorias construidas como alojamientos mandibulares, el resto parecido a los restos de un viejo hábitat espacial al que se le hubieran añadido descuidadamente sección tras sección a lo largo de los milenios y luego recubierto todo con verrugas, ampollas, sacos bulbosos, tumores y filamentos.

—Distancia, ciento ochenta y tres mil kilómetros y acercándonos —dijo Patek Georg.

—Mirad lo ennegrecida que está —susurró Den Soa.

—Y desgastada —radió Jinete Lejano—. Ninguno de nosotros la habíamos visto nunca desde tan cerca. Observad las capas de cráteres a través de los densos depósitos de carbón. Es como una antigua luna negra que haya sido golpeada una y otra vez por diminutos meteoritos.

—Pero reparada —comentó el jefe Delegado hoscamente—. Funciona.

—Distancia ciento veinte mil kilómetros y acercándonos —dijo Patek Georg—. Al radar de búsqueda acaba de añadírsele el radar de adquisición.

—¿Medidas defensivas? —preguntó Dem Lia con voz tranquila. Fue Saigyõ quien respondió.

—Campo clase doce en su lugar e infinitamente redundante. Deflectores CPB activados. Contramisiles hipercinéticos preparados. Campos de plasma al máximo. Contramisiles armados y bajo control positivo. —Esto significaba simplemente que tanto Dem Lia como Patek Georg tendrían que dar la orden para lanzarlos o, si los pasajeros resultaban muertos, debería hacerlo Saigyõ.

—Distancia ciento cinco mil kilómetros y acercándonos —dijo Patek Georg—. Vector delta relativo cayendo a cien metros por segundo. Otros tres radares de adquisición en funcionamiento.

—¿Alguna otra transmisión? —preguntó Dem Lia con voz tensa.

—Negativo —dijo Den Soa en su consola virtual—. La máquina parece ciega y tonta excepto el primitivo radar. Absolutamente ninguna señal de vida a bordo. Las comunicaciones internas muestran que tiene... inteligencia... pero no auténtica IA. Lo más probable es que sean ordenadores. Muchas series de ordenadores físicos.

—¡Ordenadores
físicos
! —exclamó Dem Lia, impresionada—. ¿Quieres decir silicio..., chips..., tecnología al nivel de la edad de piedra?

—O justo un poco por encima —confirmó Den Soa en su consola—, estamos recogiendo lecturas de memoria magnética de burbujas, pero nada superior.

—Cien mil kilómetros... —empezó Patek Georg, y luego se interrumpió—. La máquina nos está disparando.

Los campos de contención exteriores destellaron durante menos de un segundo.

—Una docena de CPB y dos toscas lanzas láser —dijo Patek Georg desde su ventajoso punto de vista—. Todo muy débil. Un campo de clase uno hubiera podido contenerlos con facilidad.

El campo de contención destelló de nuevo.

—La misma combinación —informó Patek—. Nivel de energía ligeramente inferior.

Otros destellos.

—Niveles inferiores de nuevo —dijo Patek—. Creo que nos está lanzando todo lo que tiene y gastando toda su energía haciéndolo. Casi con toda seguridad es una defensa contra meteoritos.

—No nos confiemos demasiado —dijo Dem Lia—. Veamos todas sus defensas.

Den Soa pareció impresionada.

—¿Vas a
atacarla
?

—Vamos a ver si
podemos
atacarla —dijo Dem Lia—. Patek, Saigyõ, por favor apuntad una lanza a la esquina superior de esa protuberancia de ahí... —Señaló con su estilo láser una ennegrecida proyección llena de cráteres en forma de dedo que podía ser muy bien un radiador de dos kilómetros de altura—. Y un misil hipercinético...

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